León López Corella
El culto a la Diosa madre se remonta a tiempos prehistóricos y era propio de los pueblos ágrafos que requerían de la fertilidad de las mujeres y la tierra. Las primeras formas de arte religioso que se han descubierto son figuras femeninas conocidas como “Venuses” que se esparcieron por toda Europa y fueron traídas a América por los españoles.
La Diosa Madre al principio esa solamente un término genérico para exaltar la fertilidad más que la propia maternidad. Con el tiempo cada cultura le fue dando un nombre a su Diosa madre tal como Astarte, Afrodita, Isis, Hathor, athena, o Devi. Se fabricaban estatuillas que servían de amuleto las cueles eran hechas de hueso, piedra o jade. En estas figuras se exageraban las dotes femeninas como los pechos y la vulva, algunas de ellas aparecían como mujeres a punto de dar a luz y otras eran representadas con un niño de pecho.
Es de suponer que estas primeras culturas eran totalmente feministas puesto que no se entendía muy bien el papel del macho en la fecundación. Los hijos eran de la mujer y su formación estaba a cargo de un hermano de ella en vez que del padre biológico que por lo general era desconocido pues las mujeres no mantenían una relación estable con un solo hombre.
El machismo nació con el relato bíblico de la creación del hombre por parte del Dios relegando la mujer a un segundo plano. De aquí en adelante ya no se le rendiría culto a la Diosa Madre sino al Dios Padre. En el Judaísmo a la mujer ni siquiera se le permite entrar a la Sinagoga, y, aunque Jacob tuvo trece hijos de cuatro diferentes mujeres, solamente se habla de doce tribus porque una era mujer.
El cristianismo trata de rescatar el culto a la Diosa Madre y exaltar de nuevo el papel de la mujer pero introduce un nuevo elemento, la virginidad. El culto a la virginidad es producto del dualismo platónico que divide al ser humano en materia y espíritu considerando a la materia mala y al espíritu bueno. El sexo cayó del lado de la materia y el amor del lado del espíritu, por eso se le da más importancia al amor sin sexo que al sexo sin amor.
Pero ¿cómo reconciliar la maternidad con la virginidad? El cristianismo se las ingenió para inventar la madre-virgen o la virgen-madre que al menos en el catolicismo recibe gran culto y veneración. El culto a la virginidad evidentemente involucra un rechazo de la sexualidad. En adelante el estado virginal se considera más valioso que el estado matrimonial de tal manera que los especialistas de la religión (sacerdotes y monjas) tienen por obligación el celibato.
Nuestra sociedad se está inclinando de nuevo al feminismo al entender el asunto de la energía cósmica como la causante de toda creación. “Dios” pasa de nuevo a ser mujer y las mujeres empiezan a demandar sus derechos y mayor protagonismo dentro de la iglesia tal como el derecho a ser ordenadas sacerdotes. Muchos gobiernos han pasado leyes para asegurar que haya una repartición equitativa entre los géneros en los puestos de mando y dirigencia.
El machismo ha caído en desprestigio, pero esperemos que las mujeres no lleven el péndulo al otro extremo y no traten de dominar al hombre así como el hombre por tanto tiempo ha pretendido dominarlas.
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