martes, 3 de julio de 2012




 EL EJÉRCITO ALEMÁN HA A SIDO                                   APUÑALADO POR LA ESPALDA
Paul Von Hindenburg (1847---1934)
La desfachatez triunfal, a menos así fue en el caso de Paul von Hindenburg. Nadie guardó con tanto decoro, habiendo cometido tantos errores y delitos políticos como él. En lugar de ensuciarse con los asuntos que él mismo había contribuido ha enturbiar, salía siempre de ellos adornado con mayor lustre. ¿Cómo conseguía este mi logro? Simplemente, cargando las culpas a otros. Y es que, ¿Quién iba a dudar del héroe? Además de mostró un gran talento para encontrar cabeza de turco que encajarán perfectamente en la idea que la opinión pública alemana se había formado de los acontecimientos de aquella época.
 Hinderburg luchó en 1886 en la batalla de koniggratz  a las órdenes de Molke y se retiró del ejército en 1991, a los 63 años de edad. Al comenzar la primera guerra mundial se reincorporó como comandante en jefe del 8º Ejército que se encontraba en el frente oriental. Hacía más de cuarenta años que no participaba en ninguna batalla, desde que en 1870 había luchado en Sedán en el marco de la guerra franco—prusiana. En las siguientes décadas de su carrera no hubo ninguna otra guerra, y en 1903 fue ascendido a general. Sin embargo en los últimos días de agosto del primer año de la Gran Guerra, se convirtió en un héroe en la batalla de Tannenberg, Bajo su mando el ejército alemán aniquiló a las tropas rusas y desde entonces fue conocido como el “Vencedor de Tannenberg”. En noviembre fue nombrado mariscal del campo y obtuvo el mando de todas las tropas alemanas desplegadas en el frente oriental. En 1916, cuando la guerra ya tomaba un mal cariz para los alemanes, entró a formar parte del Estado Mayor junto Erich Ludendorff.
Actuando como una especie de gobierno a la sombra
Hindenburg y Ludendorff torpedearon todos los intentos de reforma del canciller Theobald von Bethman Hollweg, quien trató de reforzar la democracia parlamentaria mediante un acuerdo con la izquierda y la abolición de la ley electoral prusiana de las tres clases, en virtud de la cual el estamento de los ricos, muy pequeños en número, tenía el mismo poder de decisión que las mucho más numerosas clases pobres. También destruyeron los planes de paz del canciller al ordenar la “guerra total” submarina Cuando Betmann Hollweg intentó imponer su conjunto de reformas en el parlamento, amenazaron con dimitir. En julio de 1917 Bethmann Hollweg fue destruido.                          En los meses  que transcurrieron hasta el final de la guerra, durante los cuales todavía llegaron y se fueron tres cancilleres más, la dirección política ya no recuperó el poder. Hindenburg y Ludendorff, los cuales gobernaron con poderes casi ilimitados, se aferraron al objetivo de la “paz victoriosa”. Después de que en la primavera de 1918 hubiera fracasado la gran ofensiva en el oeste, el 29 de septiembre de ese año cambiaron de estrategia y reclamaron el inicio de las negociaciones de paz y el establecimiento de un gobierno parlamentario en el Reich. Hindenburg recomendó al Káiser Guillermo II –cuya incapacidad le había hecho perder la estimación popular –que abandonará Berlín. Guillermo ll –cuya incapacidad le había hecho perder la estimación popular –que abandonará Berlín. Guillermo II huyó primero el cuartel general del ejército en Spa y luego a Holanda. Konrad Adenauer, entonces el alcalde más joven de una gran ciudad alemana después de que el káiser le hubiese otorgado ese cargo para Colonia en 1917 y que décadas más tarde sería el primer canciller de la República Federal de Alemania, dijo en 1919 que el ejército alemán, que “se había batido con denuedo” sufrió un último y terrible golpe con la “inexplicable, ignominiosa y funesta huída de su jefe supremo, el Káiser Guillermo”.
 Hindenburg, ante el carácter inevitable de la catástrofe militar, insistió para que se firmara el tratado de armisticio, pero tuvo cuidado de mantenerse al margen de las negociaciones, ardua e ingrata tarea que dejó para los políticos. Así, fue el político de centro Matthia Erzberger en calidad de jefe de la delegación alemana, aceptó la humillación de las condiciones aliadas y firmó el armisticio el 11 de noviembre  de 1918. En adelante Hindenburg que aceptó el armisticio después de que Erzberger le hubiese su pedido su aprobación, logró ocultar el papel que había desempeñado en todo el asunto del tratado. Rápidamente se puso al lado de la extrema derecha, presta a difamar no sólo a los comunistas, sino también a los socialdemócratas y liberales, tildándolos de “traidores de noviembre” y atribuyéndoles las responsabilidad del oprobioso final de la guerra. Con ello aludían a la revolución de noviembre la cual, sin embargo, se había producido mucho después de que Hinderburg y Ludendorff hubieran reconocido la derrota ante el káiser. También se corrió un velo sobre la circunstancia de que de que el 2 de de octubre de l918 el Alto Mando del ejército ya había informado de la derrota militar a los jefes de los partidos.
  Hindenburg, que no participó en las negociaciones de paz, todavía  ocupó el Alto Mando del ejército durante algunos meses. Fue él quien dio la orden de que los soldados volvieran a la patria para sofocar los disturbios que se estaban produciendo en las calles, y dimitió el julio de l919, cuando se firmó el tratado de Versalles. El 19 de noviembre la comisión parlamentaria de investigación le preguntó por las causas de la debacle alemán, causas que la derecha y los militares hacia tiempo que buscaban en la política interior. Entonces Hindenburg no dijo lo que él y Ludendorff, no habían reconocido ante káiser el 14 agosto de 1918 a saber que la causa de la derrota había radicado en la superioridad militar y económica del enemigo; sino que habló de una artera y metódica “erosión de la marina y del ejército” y terminó con una frase célebre en la que aludió a una declaración de un general británico: “El ejército alemán ha sido apuñalado por la espalda”. Con estas palabras Hindenburg dio pie a la Dolchstosslegende (la “leyenda de la puñalada por la espalda´)
La palabra puñalada ya había aparecido en la prensa de de derecha, pero la frase a la que se remitió Hindenburg procedía supuestamente del jefe de la misión militar británica en Berlín, el general Neill Malcolm. Al parecer, ante un comentario de Ludendorff acerca de la actitud del gobierno y la población alemana respecto a la cuestión del armisticio, Malcolm había preguntado: “You mean that you were statbed in the back?” (¿Sugiere usted que les apuñalaron por la espalda?). La propia leyenda de la puñalada por la espalda procede probablemente de un corresponsal del Neue Zurcher Zeitung, que citó las siguientes palabras del general británico Frederick Maurice: “En lo que respecta al ejército alemán, la opinión general puede resumirse con los siguientes frase: la población civil   La autoridad de Hindenburg, su fama de general intachable y de héroe de Tannemberg, dio relumbrón a la palabra puñalada, leyenda que encontró un terreno abonado en la desolación que azotaba a Alemania. Los alemanes, que reprimieron la derrota, se creían legitimados para negociar de igual a igual con las demás potencias empecinados como estaban en afirmar que el soldado alemán no había sido derrotado en el campo de batalla. Esta actitud encontró adepto incluso en las filas del SPD. Así, el nuevo presidente del Reich, el socialdemócrata Fredrich Ebert, proclamó ante los soldados que regresaban a la patria: “Kein Feind hat euch uberwuden!” (“¡Ningún enemigo os ha vencido!”. Todo el mundo lo sabía: simplemente se había abandonado la lucha.
  Ahora bien ¿por qué se había dejado de luchar? ¿Quién tenía la culpa? No sólo la derecha se planteaba esta pregunta. Sino que n encontraron a los culpables en el parlamento; Para ser más precisos, en las fuerzas de izquierda y liberales. La opinión predominante era que éstos no habían prestado el suficiente apoyo a los soldados del frente.
  La leyenda de la puñalada por la espalda no sólo se convirtió en instrumento de justificación de los militares alemanes que en 1914 empujaron a la nación a la guerra, sino que también fue una espina venenosa clavada en la carne de la joven República de Weimar. Las condiciones del tratado de Versalles, que amén de ser humillantes representaron una pesada carga para la depauperada  economía alemana , hicieron que se intensificará el odio contra aquellos que supuestamente habían asestado la puñalada por la espalda al ejército alemán. Sobre todo los partidos de extrema derecha, el Partido Nacional Popular Alemán (DNVP, del alemán Deutschnationale Volsspartei) y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei), echaron mano de esta leyenda con el fin de desgastar el gobierno democrático.
    Hindenburg salió airoso de toda la catástrofe. En los años de posguerra su figura imponente fue como la encarnacir ningón de la indomable fuerza prusiana y alemana: su aureola de jefe y su  mito eran intocables. Una figura tan preclara no debía rebajarse a solicitar cargo, sino que estos se le tenían que ofrecer: así sucedió en 1925. Cuando los partidos de la derecha lo convencieron para que se presentara como candidato a la elección del presidente del Reich, Hindenburg ya tenía setenta y siete años. En abril fue elegido segundo presidente de la República y, a pesar de su convección monárquica, juró lealtad a la constitución de Wimar. Como se ciñó a ella en el desempeño de su  cargo, pronto fue aceptado por la mayoría de los partidos democráticos; con todo, nunca  defendió a la débil y poco popular República de Wimar. Ya anciano cometió su último error cuando siendo presidente, en enero de 1933 nombró canciller de Reich a Adolf Hitler, quien a la postre fue el gran beneficiado  de la leyenda de la puñalada por la espalda


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