lunes, 7 de marzo de 2011


OPERADO POR LOS CIRUJANOS DEL COSMOS
El caso en cuestión tuvo lugar hace ya más de medio siglo, concretamente podríamos remontarnos hacia la mitad de los años veinte, cuando el protagonista de la historia, al que mantenemos bajo el anonimato de Juan contaba ya desde su infancia con un largo “ historial ” de casuística OVNI. El hecho de vivir en Querol, una zona rural escasamente poblada de la provincia de Tarragona, y que Juan v. fuera testigo de excepción del avistamiento de infinidad ovni, hizo que Juan v. testigo de excepción del avistamiento de infinidad de naves luminosas que casi diariamente aterrizaba por las cercanías de su pueblo. Juan contempló desde bien jovencito aquellos espectáculos de luces y aterrizajes de aparatos desconocidos ignorando por  completo su real significado. Hasta que, años más tarde tuvo lugar un suceso que esclareció buena parte del enigma. Una noche, un amigo suyo que se dirigía en moto hacía su casa para visitarle, se vio deslumbrado por una enorme nave luminosa que volaba a baja altura. Aquella visión le hizo perder el control de la moto y se estrelló contra el  suelo. El siniestro  le causó una rotura total del hueso de la rodilla, saliendo un extremo del mismo a través del pantalón. Aquella misma nave tomo tierra y de ella se apearon dos seres perfectamente humanos, ataviados con túnicas blancas, que atendieron al hombre herido.De una caja luminosa sacaron una especie de “linterna” que le aplicaron al interior del hueso roto. La linterna” que le aplicaron instantáneamente la rotura, reconstruyendo toda la estructura ósea, así como la herida superficial en cuestión de segundos. Cuando  Juan se enteró del suceso, decidió emprender una búsqueda personal para llegar a establecer una comunicación fluida con aquellos seres “celestiales”. Ese “contacto” no tardó en llegar. Una noche, una de las múltiples naves que diariamente “planeaban” por los alrededores de su casa, tomo tierra a pocos metros de la misma y de ella descendieron un hombre y una mujer de rayos muy bellos, que le invitaron a subir a bordo de la aeronave.                                                                                      Una vez dentro, los seres le mostraron el avanzado instrumental técnico de que disponían y le permitieron visitar todo el complejo de la nave. Por vía telepática le comunicaron que frecuentaban por aquellos  alrededor con asiduidad por ser un terreno altamente energético que reunía toda las condiciones “espacios/ temporales”. Como para utilizarlo como “puerta dimensional”, con lo cual entraban y salían de un mundo a otro.                                                                              Tras despedirse, los seres le dijeron que, quizás algún día volverían a verse y que si necesitaban su ayuda sólo tenía que pedírsela.
Pasaron los años y Juan ya casado y con hijos, consiguió mantener un buen estatus económico montando un hostal.                                                                                    Ya con 50 años, Juan se sentía un hombre realizado y feliz,  sin embargo, su salud iba a jugarle una mala pasada.                                                                                               A raíz de una tormenta que le pilló en el descampado, Juan enfermó de una grave pulmonía. Acudió a visitarle un médico vecino, quien dictaminó que la enfermedad que se había desarrollado en su totalidad  y que poco se podía hacer ya por él. La fiebre era alta y apenas podía respirar, sus pulmones estaban completamente bloqueados por abundante mucosidad debido a la infección. El diagnóstico  del doctor fue claro;  no llegaría al día siguiente… Ya caída la noche, Juan pidió a su familia que le dejaran solo durante unas horas en su dormitorio. Sin nada que perder, rogó ayuda a esos seres “angelicales” que años atrás, le prometieron apoyo en todo momento de su vida. Durante largo rato, y al límite de sus fuerzas, Juan siguió invocándoles, hasta que finalmente,  apareció  súbitamente un remolino de luz blanca de la pared, de la cual  salieron cinco seres muy altos que vestían túnicas plateadas como el aluminio. El cuerpo de Juan levitó horizontalmente y se desplazó flotando hacia el interior del remolino de luz, acompañado por los cinco seres, hasta llegar al centro de una sala circular, que parecía una nave. Allí fue postrado en una camilla y atendido rápidamente  por varios seres que lo despojaron de su ropaje, y le infundieron una gran paz y serenidad. De una especie de barra de metal salió un rayo de luz compacto de color violeta que incidió con extrema precisión sobre su pecho, y sin sentir dolor alguno, ese rayo, poco a poco fue seccionando la carne y el hueso de su caja torácica en forma de “V”, hasta el abdomen. Quedando así el tórax partido por la mitad. Acto seguido, introdujeron unos tubos en el interior de sus pulmones, con lo que le extrajeron toda su mucosidad de la infección y eliminaron toda impureza, cicatrizando nuevamente por el mismo procedimiento inicial. El laser “cerró” su tórax en un santiamén, unificando carne y hueso simultáneamente.                                              Como único rastro de la delicada operación quedó casi una imperceptible cicatriz. Al día siguiente, mientras el doctor entraba en la casa para hacer entrega del certificado de defunción a la familia, se topó con Juan en la puerta vestido con traje y corbata…                                                                                              Un caso digno para replantearnos la posibilidad de que, en momentos difíciles, contamos con la ayuda de los doctores del Cosmos allá arriba.                                                                                                                           

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