lunes, 21 de marzo de 2011


               TARTESOS Y ALGO MÁS


La historia en cuestión proviene de un Patricio y poeta romano, llamado Avíenos, en su obra titulada “Ora marítima” la cual la elaboró de unos griegos de Marsella que realizaron un viaje por el “Mare Nostrum” por toda su costa occidental, debido a que el tratado comercial firmado en el año 500 antes de Cristo entre romanos y cartagineses había cabalado el “Mare Nostrum” a los navegantes griegos. El relato es tan descriptivo que, en sus primeras fases casi resulta ser un informe geográfico. Voy a transliterar el contenido concerniente a Tartessos según consta en la “Ora marítima” de Avíenos, y los entrecomillados son míos a fin de aclarar nombres y conceptos.
“La descripción da comienzo en “las columnas del Norte “(el Estrecho o Canal-De la Mancha) continuamente bajo la amenaza de los huracanes (galernas ). El punto de salida fue la isla Quesant y de la bretaña (francesa), precisamente el lugar donde los tartesios iban en busca de estaño que tanto necesitaban para sus trabajos. Desde ese punto los viajeros marselleses bajaron al golfo de Vizcaya, que se hallaba unido por una vía terrestre con Marsella. Puede decirse que fueron los marselleses quienes descubrieron el Istmo pirenaico entre Hispania y la Galia. El viaje prosiguió por el cabo Venus (cabo Higuer) y por el espléndido “promontorio arúbico” (cabo Ortegal). También bordearon la isla de Saturno” (Berlanga), donde se contaba que vivía una divinidad antropófaga y cuyo lugar era famoso por sus grandes rompientes y altas hierbas. Seguidamente, doblaron el promontorio de los “Cepos” (cabo Roca) y entraron en la isla del Tajo, unida a Tartessos y a Malnake por una vía terrestre. En estas zonas habitaban los Cynetas que Herodoto mencionó como el pueblo más occidental del mundo. Los navegantes marselleses continuaron su viaje por la ría del Sado y el “promontorio de las Cinetas (cabo San Vicente), donde moraba una deridad caníbal igual a la que vivía en el vecino Sagres, que por ese motivo se mantuvo su viejo nombre de Sagrado. En la bahía de Onoba (Huelva), cubierta en nieblas, tardó en aparecer la desembocadura de las Anas (Guadiana). El río Atramentum (Tinto) se llamaba entonces Íberus, porque señalaba el límite entre los Cinetas y los Ibrís (Iberos), que desde allí se extendían casi hasta el Ródano. En la colina de Rábida había un templo a la diosa subterránea y se alzaba la ciudad de irbi, que dio al Tinto su nombre (“palus arabea”)  de río (o aguazal) infernal. En el Tinto comenzaban los arrabales de Tartessos, los cuales llegaban hasta la amplia desembocadura actual del Baetis (Guadalquivir). El río Tartessos, tenía entonces dos brazos. Ha desaparecido el brazo oriental, que debía desembocar hacia Aurum Faenum (Torre del Oro). La isla formada por los dos brazos se denominan Cartere, la Erytheia de los mitos griegos. Las dunas rojas que se escalonan hoy entre Onova ( Huelva) y el Baetis (Guadalquivir) existían ya entonces. La más alta, el hermoso monte Asperillo (100 metros). se llamaba “ Mons Cassius” nombre antiquísimo que guardaba relación con Kassiteros, es decir, el estaño. Ya los navegantes marselleses iban llegando a la ciudad de la plata. Veían las señales que indicaban su entrada: al oeste de la desembocadura de Tartessos, un templo; al Este, la fortaleza de Geron (en el bajo de Saldadina). La nave de Massilia entró por la ría (tramo final del Guadalquivir) , y avanzó hasta la ciudad, que se hallaba, al parecer , no lejos del mar , a Sanlucar de Barrameda ( actual límite fluvial-costero del Parque de Doñana)…
En Tartessos, los viajeros marselleses adquirieron noticias varias del río, de su curso superior, de las poblaciones limítrofes. El Tartessos nacía en la montaña de la placerva ya del delta atravesaba el lago Ligorio-al sur de Corea-(actual Coria del Río) y luego se dividía en tres brazos- más tarde en cuatro-. Los marselleses pasaron delante de Gades (Cádiz), sin nombrarla. En cambio, citaron el orácul0 de la “Venus      Marina” en la isla de San Sebastian y hablaron de la colonia lácense de Mainake y el golfo nomnático”- puerto  de Cartago Nova (Cartagena)-. El cabo de Palos se llamaba entonces el Trete, o sea el agujereado, o sea el agujereado, por las muchas cuevas que en sus flancos se divisan aún hoy en día. El periplo, en fin, siguió describiendo la costa mediterránea con minuciosos detalles, hasta terminar en Massalia (Marsella) la patria de los viajeros. Riquísimo en datos de gran valor, el periplo adquiere, para nuestras intenciones, una gran importancia, porque nos ofrece la última descripción auténtica y directa de Tartessos, antes de que la ciudad fuese destruida por los cartagineses. En el año 537 (A de C, los focenses perdieron su poderío marítimo, que pasó a las manos de los cartagineses. Las naves de Cartago debieron hacer su aparición ante Mainake y Tartessos hacia el año 530      A de C), cerraron los griegos el camino-del estrecho. Los de Mainake, entonces, abrieron una vía terrestre por Ronda hasta Tartessos. A lo cual Cartago contestó destruyendo Mainake; y no contenta con monopolizar el mercado de Tartessos, quiso dominar la comarca, explotar por si misma todas las minas, aniquilar, en suma, la antiquísima ciudad de la plata, que había sido el foco de la cultura occidental y había llamado el mundo con su fama. La destrucción de Tartessos tuvo lugar, probablemente, hacía el año 556 (A de C). Los últimos testigos oculares de las grandezas tartesias fueron sin duda los navegantes marselleses autores del periplo citado.
Destruida la ciudad, Cartago se apoderó de todo el imperio tudertánico. (o Tartesío), que comprendía la Baética entera (toda Andalucía y parte de Murcia actuales), hasta el cabo Nao. El año 348(A de C), cuando Roma y Cartago concluyeron su segundo tratado de comercio, quedó prohibida para todos los extranjeros la navegación al sur de  Mascia (Cartagena). Cartago fue dueña del estrecho y, por tanto, del Océano. Envió para reconocerlo dos expediciones; Una mandada por Hanaón, que siguió la costa occidental de África, y otra por Himilikón, que navegó hacía el Norte en busca de estaño y de ámbar. En una traducción griega ( dice Ávieno) se ha conservado el viaje de Hanaón. De Himilikon sólo nos quedaron pequeños fragmentos.
Cerrado el Estrecho, las “Columnas de Hércules" se transformaron para los griegos en el – Non plus Ultra-, en el símbolo de lo infranqueable. Píndaro las cita en este sentido hasta cuatro veces. Los cartagineses propagaron falsas o a exageradas noticias de los peligros que el Océano reservaba a los navegantes: honduras insondables, densas nieblas, fuertes vientos y largas calmas, monstruos marinos, ballenas. Y por si no bastaran tales augurios para detener a los marinos griegos, los cartagineses echaban a pique la nave audaz que se aventuraba por aquellos mares. Hasta la conquista de Hispania por los romanos (200 a de C) no se volvió a abrir el Estrecho. Y aún supieron los astutos semitas guardar el secreto del estaño hasta la conquista de Britania por los romanos.
De esta manera, la ciencia geográfica quedó privada de todo aumento y progreso auténtico. Los antiguos conocimientos exactos desaparecieron poco a poco bajo una hojarasca de cien fábulas y fantasías, que convirtieron el Occidente remoto en un país misterioso, legendario, sumergido en el incógnito mar, allende de las Columnas de Hércules. A Tartesios se refiere indudablemente al hermosísimo relato de la Atlántida que Platón cuenta en “Crítias” y el “Timeo”. Por todas partes se ha buscado esa tierra fabulosa, en Galicia ( América), en el Spitzberg  y a nadie se le ha ocurrido pensar en Tartesios, sin duda porque Tartesios yacía en el olvido más completo. Pero en realidad, es tal la coincidencia entre Tartessios y la Atlántida, que no puede deberse a la casualidad. La  Atlántida, como Tartesios, es una isla cerca de Gades (Bahía de Cádiz), rica  en metales – rasgos que a ningún país conviene tanto como a Tartesios-
Por otra parte, junto a la industria y el comercio florecía en Tartesios la agricultura. El valle de Baetis (Guadalquivir) ofrece hoy las condiciones más favorables para el cultivo. Un rey de Tartesios fue, según la tradición, el inventor de la agricultura; otro descubrió la cría de abejas. Los bueyes de Gerón despertaron la codicia de Hércules ( de los Heri-cules: ( los de la raza de Heri”).La lana rosada de las ovejas turdestanis (turdetanas, tartésicas) gozaba de fama universal. Los navegantes orientales introdujeron en Tartesios el cultivo del olivo.
Así era Tartesos una de las ciudades más ricas del mundo en aquellos tiempos.
Podemos representarla grande y suntuosa, con almacenes repletos de mercancías propias y extranjeras. La comunicación incesante con Oriente debió familiarizar a los tartesios con la arquitectura y la técnica oriental; el aspecto de la ciudad era, sin duda, muy parecido al de una metrópolis. En el río, que servía de puerto, anclaban las naves en gran número y la orilla  estaba cubierta de talleres y depósitos, como los que describen en el poético relato del famoso Platón.
No faltó en Tartesios la cultura del espíritu paralela a las riquezas materiales. Tenían los Tartesios antiquísimas crónicas y epopeyas, poseían leyes en verso; todo esto escrito desde hacía varios siglos con caracteres propios. He aquí principalmente lo que abre un abismo entre los tartesios y la barbarie de los íberus, que nunca llegaron a tener una literatura propia. Tan elevada cultura en época tan remota no se explica, a no ser que Tartesios fuera una colonia de comerciantes o al menos estuviese desde muy antiguo en íntimas relaciones con el Oriente de Mare Nostrum. La escritura, sobre todo, no fácil suponerla autóctona. En cambio, podría ser muy bien una transformación de la escritura cretense, por ejemplo. ¡ ah, sí lográsemos descubrir algunos restos de inscripciones tartesias.
El arte tartesio resulta totalmente desconocido. Pero es probable que las relaciones con Oriente favoreciesen su desarrollo. Quizá sus obras duerman, sepultadas bajo la arena, esperando, como Cnossos y Faistos, que las desentierre un afortunado descubridor.
El estado tartesio estaba bien organizado. Desde tiempo inmemorial vivía Tartesios
bajo la autoridad de sus reyes, algunos de los cuales conocemos, como el rey Gerión ( el Geryón de los griegos, cuyo apelativo era “mostruo de tres cabezas” puesto que dicho rey tenía tres hermanos trillizos) y Arganthonios, el amigo de los fonceses. También parece haber existido en tartesios una aristocracia formada por los grandes comerciantes y labradores. El pueblo, aldeanos, marineros, trabajadores, debía vivir en situación dependiente.
El imperio de Tartesios era muy extenso. Fue la única creación política de gran porte que logró cuajar en la vieja Hispania. El imperio Tartesios comprendía la Baética entera (Andalucía entera, hasta la desembocadura del Segura), hasta sus límites naturales – el mar y la Sierra Morena-. Es lo más probable que este imperio fuese conquistado paulatinamente por los de la ciudad, cuyos restos guerreros se debilitaron luego a consecuencia de las riquezas y la molicie.
Los tartesios, en efecto, sucumbieron ante el empuje de los tirios y de los cartagineses.
Los tartesios adoraban a la Luna. Una isla frente a Mainake estaba consagrada a la deidad nocturna. También sacrificaban en honor del planeta Venus, según parece demostrarlo el santuario de Lux divina e, en Évora, junto a la desembocadura del Beatis (Guadalquivir). Y podemos añadir, sin duda, el sol, pues en los cultos antiguos formaban esos astros una especie de trinidad sacra (Luna-Venus-Sol).
La religión tartesia procedería, probablemente, de Oriente o de Babilonia.  No faltarían en tartesios templos como los describe Platón en la Atlántida. El templo que los autores del periplo marsellés situaron en el lado Norte de la ría, era quizá idéntico al santuario dedicado al  planeta Venus. A los reyes se los veneraba como adioses y se ufanaban de su ascendencia divina.
Audaces navegantes, activos mercaderes, los tartesios de parecen más a los cartagineses que a los Iberus, cuyo mayor defecto era una indolencia sin límites.- Los tartesios acogían afable y hospitalariamente a los tirios y a los griegos, no con la roma condescendencia del bárbaro, sino con la prudente liberalidad del comerciante, que sabe sembrar beneficios para recoger gratitudes. Todo esto en conjunto, da idea de un pueblo antiquísimo, de vieja cultura, con florecientes industrias, comercio y agricultura; un pueblo que supo reunir en un gran imperio a todas las tribus de Hispania Meridional,  que sabía ofrecer al extranjero amistosa y cortés hospitalidad, pero que fue incapaz de resistir el empuje de los conquistadores. Justamente estos rasgos contradicen uno por uno la índole del carácter ibericus. Entre los Íberus, en vez de ciudades y grandes territorios hallamos una división de mil tribus y fortalezas; en lugar de un estado bien rígido un afán anárquico de libertad; en lugar de comercio, industria, literatura y arte, el más hondo desprecio por todos esos bienes; en lugar de la hospitalaria benevolencia para el extranjero, la barbarie guerrera, que en las tribus de la Sierra llegaba casi a la animalidad. Verdaderamente, si los tartesios eran Iberus,- sino ligures (del río ligur, hoy Loira en Francia ) tampoco explicaría su antiquísima cultura, pues los ligures posteriores no eran menos bárbaros que los íberus ¡ Comunicaciones con Oriente? Sí, pero había que suponerlas tan frecuentes, tan intensas, que fueran capaces de convertir en culto a un pueblo bárbaro, cosa difícil de creer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario