LA PIEDRA ANGULAR:
Hay una entidad elemental generalizada en el Cosmos que es la “piedra angular” que conforma la formación de la materia y del propio Universo. Esta entidad elemental, que se podía calificar como-eslabón-, pone de manifiesto que todos los esfuerzos de la Ciencia por detectar y clasificar nuevas partículas subatómicas no son otra cosa que un estéril espejismo. La razón es tan sencilla como espectacular: un –eslabón- tiene la propiedad de cambiar de posición u orientación de sus “hipotéticos ejes” transformándose de esta forma en un—eslabón—diferentes. Numerosos investigadores y expertos en física cuántica siguen descubriendo y detectando infinidad de subpartículas (neutrinos, mesones, bolsones, etc.) que sólo contribuyen a ensombrecer el intrincado mundo de la física. Todas esas partículas elementales que conforman la materia no es otra cosa que diferentes cadenas de –eslabones--, cada uno de ellos orientados de una forma peculiar respecto a los demás. Las antiguas concepciones del espacio Euclídeo ya no tienen validez con su trama de puntos y rectas, para asimilar que un –eslabón—está formado por un haz de “ejes” ortogonales que no pueden cortarse entre sí”. Esta aparente contradicción queda aclarada cuando se con prueba que no se trata de “ejes” propiamente dichos, sino de ángulos (de ahí el entre comillado del término eje y de los hipotéticos ejes). La clave está, por tanto, en atribuir a los ángulos una nueva propiedad: el dimensional.
Es una visión muy diferente del espacio, de la configuración intrínseca de la materia y del tradicional concepto del tiempo. El espacio, por ejemplo, no puede ser considerado ya como un “continuado escalar” en todas direcciones. La entidad clave, que es el –eslabón- invalida las tradicionales abstracciones del “punto”, “plano” y “recta”. Así pues, el espacio no es otra cosa que un conjunto asociado de factores ortogonales (angulares rectos), integrado por cadenas y cadenas de –eslabones -; por tanto, el Cosmos se podría representar, no como una recta, sino como un enjambre o red de estas entidades elementales. De esta manera en nuestro Universo conocido se registran periódicamente una serie de curvaturas u ondulaciones, que ofrecen una imagen general muy distinta de la que siempre habíamos tenido. Para trasladarse por el espacio-tiempo, bien hacia atrás, bien hacia delante, estos hipotéticos ejes de las entidades elementales tendrían que ser invertidos en su posición. Si ello ocurriera en una nave especialmente preparada para ello, desaparecería… sin embargo, el instrumental informático seguiría- detectando su presencia. Dominando la técnica de inversión de masa de esas entidades elementales: -los eslabones- , aparecería una fantástica realidad: el “más allá” o al “otro lado” de nuestras percepciones físicas hay otros universos en distintos grados dimensionales tanto físicos y tan tangibles como el que conocemos. Nuestro Cosmos goza de un sinfín de dimensiones desconocidas (con el instrumental adecuado se podrían descubrir hasta diez dimensiones). De estas diez dimensiones, tres son perceptibles por nuestros sentidos neurofisiológicos y, una cuarta, el tiempo, llega hasta nuestros órganos sensoriales como una especie de continuado “fluir” en un sentido lineal único, y al que se podía definir puerilmente como sentido “orientado del tiempo”.
Hay una nueva perspectiva que podíamos definir como nuestro Cosmos reflejo o biocosmos. Realmente, no existe un Cosmos sino infinito número de pares en que sus estructuras atómicas respectivas diferentes en la polaridad de la carga electromagnética, llamada incorrectamente “materia y antimateria”. Nuestro Cosmos reflejo, por ejemplo, presentaría las siguientes diferencias:
a) En sus átomos, la corteza está formada por electrones positivos orbitales y su núcleo por antiprotones.
b) Jamás podrán ponerse en contacto ambos Cosmos. Tampoco tiene sentido creer que pueden superponerse ya que no lo separan relaciones “dimensionales” es decir, no hay distancias ni simultaneidad en el tiempo.
c) Ambos Cosmos poseen la misma y el mismo radio, correspondiente a una mega esfera de curvatura negativa.
d) Cada uno goza de singularidades distintas; es decir, nuestro Cosmos reflejo no hay el mismo número de galaxias ni aquellas poseen la misma estructura que las nuestras. No hay por tanto, otro planeta reflejo, es decir, gemelo.
e) Ambos Cosmos fueron creados simultáneamente, pero sus sentidos orientados del tiempo no tienen porqué estar orientados en el mismo sentido. En consecuencia, dicho Cosmos no coexiste con el nuestro en el tiempo o de que existió antes o de que existiera después. Únicamente se puede afirmar que existe.
f) Ese Cosmos reflejo ejerce una determinada influencia sobre el nuestro, y el nuestro actúa sobre aquel.
Así pues, el nuevo concepto del “tiempo” consiste en manipular los ejes ortogonales de las entidades del Universo o –eslabones- sin que sufran el paso del tiempo, porque ¡ellos son el tiempo! por ejemplo, lo que llamamos intervalo
“intervalo infinitesimal de tiempo” no es otra cosa que una diferencia de orientación angular entre dos –eslabones- íntimamente ligados, es decir, que el tiempo puede asimilarse a una serie de –eslabones- cuyos ejes están orientados ortogonalmente con respecto a los radios vectores que implican distancias. Según esto, en un nuevo marco de referencia, aprecie como distancia lo que en el antiguo sistema referencial era tenido como “intervalo de tiempo”. Es fácil de comprender, entonces, que un suceso ocurrido muy lejos de la Tierra, por ejemplo, a 20.000 años luz. No puede ser jamás simultáneo a otro que se registre en nuestro planeta. Esto se explica el porque un objeto que pudiese viajar a la velocidad de la luz acortaría su distancia sobre el eje de traslación, hasta reducirse a una pareja de –eslabones- . Distancia que aunque tiene a cero, no es nula como se apunta erróneamente por los astrofísicos. La inversión completa de sus ejes: puesto que. Al no lograrse una inversión absoluta. El cuerpo en cuestión. Por ejemplo, un átomo de carbono, sufriría el fenómeno de la conversión de la masa en energía al desorientar en el interior del átomo de carbono un solo nucleón (un protón) por ejemplo) se obtendría un isótopo de otro cuerpo. Cuando la inversión es absoluta, el protón parece “aniquilado”, pero sin romper el principio universal de la conservación de la masa y de la energía. Por milagroso que parezca los ejes del tiempo de cada –eslabón- apuntan en una dirección común para cada uno de los instantes que podríamos definir groseramente como “mi ahora”.
Al instante siguiente y al siguiente y así sucesivamente, esos ejes imaginarios variaran su posición, dando pasos a distintos “ahora”. Y, lo mismo ocurre, evidentemente, con los “ahora” que nosotros llamamos pasado. Este potencial al alcance de la tecnología actual, daría increíbles oportunidades y posibilidades de “viajes” al futuro y el pasado. Las líneas básicas a lo que esta nueva definición de “intervalo de tiempo” son las siguientes: un intervalo de tiempo-t- es una sucesión de –eslabones- cuyos ángulos difieren entre sí cantidades constantes. Es decir, consideremos en un –eslabón- los cuatro ejes, que no son otra cosa que una representación del marco tridimensional de referencia, y que no existen en realidad: en otras palabras, que son tan convencionales como un símbolo, aunque sirven al cromo nauta para fijar la posición del ángulo real. Si dentro de ese marco ideal oscila el ángulo real, dentro de ese marco ideal oscila el ángulo—real, si
Imaginamos aun nuevo sistema referencial de los ángulos, cada uno de los cuales forma 90º con los cuatro anteriores. Este nuevo marco de acción de un ángulo real y el anteriormente definido, definen respectivamente espacio y tiempo. Observamos que los ejes rectores que definen espacio y tiempo, poseen grado de libertad distinta. El primero puede recorrer ángulos-espacio en tres orientaciones distintas, que corresponden a las tres dimensiones del espacio; el segundo está “condenado” a desplazarse en un solo plano, en un solo plano. Esto nos lleva a que dos –eslabones- cuyos ejes difieran en un ángulo tal que exista en el Universo otro –eslabón- cuyo ángulo esté situado entre ambos, definirías el mínimo intervalo de tiempo. A este intervalo, lo llamamos instante. La exploración sobre el “terreno” podría hacerse en tres direcciones:
1) Con un viaje a otro marco dimensional dentro de nuestra propia galaxia.
2) Forzando los ejes del tiempo de los – eslabones- hacia delante, trasladando un completo laboratorio con crono nautas y astrofísicos incluidos, a nuestro propio futuro inmediato.
3) Por último y siguiendo el proceso contrario, situar otra cápsula-laboratorio en el pasado cercano o remoto de la Tierra.
Aunque la base técnica tendría que hacerse efectiva en Time Machine Inc. Para conducir a la mencionada inversión de todos y cada uno de los ejes de los –eslabones- se puede decir que el proceso es instantáneo y que la aportación de energía necesaria para esta transformación física es muy considerable. Esa energía necesaria para esta transformación física es muy considerable. La energía necesaria, puesta en juego hasta el instante en que todas las subpartículas (subatómicas) sufren su inversión, es restituida “íntegramente” (sin pérdidas retransformándose en el nuevo marco tridimensional, la cápsula se desplaza a una velocidad superior, sin que el cambio brusco de la velocidad (aceleración infinita) en el instante de la inversión sea acusada por la capsula. Este procedimiento de viaje hace inútiles los restantes esfuerzos de los ingenieros y especialistas en misiones espaciales, empeñados en lograr aparatos más poderosos y sofisticados, pero siempre propulsados por la fuerza bruta de la combustión (peróxido o tetróxido) de hidrógeno, etc.) o de la fisión nuclear. Al llevar a cabo estos saltos o cambios de marco tridimensional se observará que, en el nuevo marco, la velocidad límite o velocidad de la luz 299.792,4580 más o menos 0,001; kilómetro por segundo) cambia notablemente. Hasta el punto de que la única referencia que puede reflejar el cambio de ejes es precisamente la medida de esa velocidad o constante C. Tenemos así una familia de valores: C.C,C,C,.. C que se extiende desde Cº=0 (velocidad de la luz nula) a Cª= infinito, cada uno representando a un sistema referencial definido.
Habría que diseñar y construir, por tanto, un sistema que permita una total y segura manipulación de los ejes del tiempo de los
-eslabones- de toda la cápsula-laboratorio, tanto manual como electrónicamente. Una vez creada esa “máquina del tiempo” cápsula-laboratorio, no es preciso un sistema de propulsión. La inversión de todas las subpárticulas atómica de la cápsula, incluido el perímetro geométrico del mismo, sus crono nautas y la totalidad de los gases, fluidos etc. que lo integran puede efectuarse “in situ”; es decir, sin que la cápsula sus pies telescópicos de sus tentación se mueven del lugar elegido.
Las medidas de seguridad tendrían que ser extrema en el punto de contacto –intémporis preetérito- pues habría que acertar con la orografía del terreno elegido para el salto atrás en el tiempo. Mucho más difícil. Por lo ignorado sería el salto hacia delante en el tiempo. Si los informes histórico-geográficos errasen en lo que respecta a la configuración física y geológica del punto de contacto, la inversión de los ejes del tiempo de los –eslabones- podría resultar catastrófica. La cápsula-laboratorio, posada el principio del siglo XXI en un valle, podría quedar desintegrada si “aparecía” por error de cálculo en el interior de un monte y que en el pasado podía haber ocupado ese espacio que hoy se estaría utilizando como punto de contacto. Por tanto, lo más seguro sería, excepto puntuales excepciones, que la fase de inversión debería provocarse siempre en el aire, en estado estacionario, similar al de un helicóptero despegue vertical, y a unos 250 metros de altitud (750 pies). Una vez localizado electrónica y visualmente la cápsula, podría ser aterrizada con toda tranquilidad y sin riesgo alguno de choque o desintegración.
El delicado sistema de retroceso/adelanto y ajuste de los ejes del tiempo de los –eslabones- en las fechas programadas tendrían que resultar estrictamente precisas, de acuerdo con una completa red de ordenadores, que serviría desde el comienzo para la localización de los -eslabones- y que serían incorporados al sistema de inversión de masa. Estos computadores no estarían incorporados al sistema de inversión de masa. Estos computadores no estarían integrados por circuitos electrónicos sino por órganos integrados topo lógicamente en cristales estables llamados “amplificadores nucleicos”. Su característica principal es que en ellos no se amplifican las tensiones o intensidades eléctricas como en los amplificadores comunes, sino la potencia. Una función energética inyectada al amplificador nucleico sería reflejada en la salida en otra función analíticamente más elevada. La liberación controlada de energía se realiza a expensas de la masa integrada en el amplificador, y el fenómeno se verifica dimensionalmente a escala molecular. En el proceso intervienen los suficientes atamos para que la función puede ser considerada macros cópicamente como continua.
En cuanto a la estructura básica de estos supercomputadores, es la siguiente: Los computadores digitales usados cotidianamente utilizan generalmente una memoria central del núcleo magnético u óptico y diversas unidades de memoria periférica al uso. Todas ellas son capaces de acumular, codificados magnética y fibra ópticamente, un número limitado de bits, aunque siempre se hable de cifras de millones de dígitos. Las bases técnicas, en cambio, de los súper computadores, basados en el elemento titaneo, son distintas. La corteza electrónica de un átamo puede excitarse, alcanzando los electrones de diversos niveles energéticos que se llaman cuánticos (quantum). El paso de un estado a otro se realiza liberando o absorbiendo energía característica. Así un electrón de un atamos de titaneo puede cambiar de estado en la corteza electrónica, liberando un fotón, pero el átomo de titanio, como en otros elementos químicos, los electrones pueden pasar a varios estados emitiendo diversas frecuencias. A este fenómeno se le puede dominar “espectro de emisión característico de este elemento químico”, que permite identificarlo por valoración espectroscópica; pues bien, si se logra alterar a voluntad el estado cuántico de esa corteza electrónica del titaneo, podemos convertirlo en portador, o acumulador de un mensaje elemental: un número. Si el atamo es capaz de alcanzar, por ejemplo, doce o más estados, cada uno de esos niveles simbolizará o codificará un guarismo del cero al doce. Pero una simple pastilla de titaneo consta de billones de átomos. Se pueden imaginar, -pues, la información codificada que será capaz de acumular. Ninguna otra base microfísica de memoria puede comparársele. Naturalmente, de poco serviría dicho esfuerzo si la tecnología no fuese capaz de modificar los haces de los –eslabones- y concretamente los ejes del tiempo forzándolos a nuevos ángulos. La red de computadores, mediante complejos procedimientos, llegará a afinar ese “traslado” de los “ejes” y, en definitiva, de la cápsula-laboratorio, con un error de “más-menos dos horas” en las fechas deseadas, tanto en el pasado como en el futuro.
Por otra parte, la cápsula-laboratorio tendría que tener un sistema de ocultamiento o camuflaje para no llamar la atención de los posibles observadores del pasado o del futuro. Por tanto, habría que incorporar un sistema de emisión permanente de radiación infrarroja. La cápsula tendría que disponer de una especie de recubrimiento exterior que envolviese la totalidad de la cápsula y cuyas funciones básicas serían las siguientes:
1) Apantallamiento de la cápsula-laboratorio, mediante una “membrana o escudo” de radiación infrarroja, por encima de los 700 nanómetros.
Evidentemente, esa fuente de luz infrarroja haría invisible la totalidad de la cápsula, pudiendo maniobrar por encima de cualquier núcleo urbano sin ser vista. Este requisito es de todo imprescindible para las observaciones, no alterando el ritmo natural de las personas que se pretendiera estudiar o controlar.
2) Absorción, sin reflejo o retorno, de las ondas dicimétricas, utilizadas fundamentalmente en los radares. Este sencillo procedimiento anularía la posibilidad de localización electrónica de la cápsula, mientras es elevada a unos 250 metros (750 pies), punto ideal para la inmediata fase de inversión de masa.
3) El recubrimiento 0 “membrana” que envuelve el blindaje exterior de la cápsula, cuyo espesor sería de unos 3,29 centímetros debería provocar una incandescencia artificial que eliminase cualquier tipo de germen o microorganismo vivo y que siempre podrían adherirse a la superficie. Esta precaución evitaría que tales gérmenes o microorganismos patógenos resultasen invertidos tridimensionalmente con la cápsula. Un involuntario “ingreso” de tales microorganismos en otro tiempo o en otro marco tridimensional podría acarrear imprevisibles consecuencias de carácter patobiológico.
En cuanto al inevitable ruido del motor a chorro, que debería situar al aparato a 250 metros (750 pies) de altura en estado “estacionario” ya mencionado, se lograría reducirlo hasta mínimos, y a un afilado silbido, mediante la incorporación de potentes silenciadores. Otra cuestión importantísima, imposible de solventar, es el estampido o “trueno” sónico provocado en el instante de la inversión de masa de la cápsula laboratorio. A grandes rasgos, ese recubrimiento o membrana-escudo exterior de la cápsula tendría que poseer unas propiedades de resistencia estructural muy especiales. Un enjambre de finísima red vascular, por cuyo conducto fluiría una aleación licuable, mantendría activo el recubrimiento. Esta “membrana” porosa de la cápsula, de composición cerámica, goza un elevado punto de fusión, aproximadamente de 7.300.50º centígrados siendo su poder de emisión externa igualmente muy alto. Su conductividad térmica, en cambio, resulta muy baja. Para este recubrimiento es muy importante que la ablación se mantenga dentro de un margen de tolerancia muy amplio; para ello se utilizaría un sistema de enfriamiento por transpiración que sería Litio licuado. A demás debería estar provista de una fina capa de platino coloidal, situada a 1,08 centímetros aproximadamente de la superficie externa.
Para los observadores que se encontrasen a corta distancia de la cápsula, y que no estuviesen activados los sistemas infrarrojos de camuflaje, en el instante de la denominada inversión de masa, se tendría la sensación de que la cápsula hubiese sido “aniquilada” desapareciendo de la vista. Nada más lejos de la realidad. Como ya se ha dicho anteriormente, en el instante en que todos los –eslabones- correspondientes al recinto limitado por el recubrimiento o “membrana” cambian los ejes en el marco tridimensional en el que está situado el observador o observadores, toda la masa integrada en dicho recinto deja de poseer existencia física. No es que dicha masa se “aniquilada”, puesto que es sustrato de tal masa la constituyen los -eslabones- . Dicho de otro modo: la masa deberá interpretarse como una especie de plegamiento del enjambre de los –eslabones-. Se puede interpretar este fenómeno como si la orientación de esta “depresión” o pliegue de las entidades constitutivas del espacio cambiase de sentido, de modo que los órganos sensoriales o los instrumentos físicos de los observadores no son capaces de captar el cambio de marco dimensional. En este instante, que podíamos de nominar –tempus-fugit-, el vació en el recinto es absoluto. No hay ni una sola molécula gaseosa, y por supuesto cualquier partícula sólida o líquida, sino ni siquiera una partícula subatómica (protón, electrón, neutrino, fotón) pueden localizarse probalísticamente en dicho recinto o cápsula. Dicho en otras palabras: la función de probalidades es nula en –tempus-fugit-. Sin embargo, tal situación inestable dura una fracción infinitesimal de tiempo. El recinto se ve invadido consecutivamente por-cuantums- (quantos) energéticos; es decir, se propagan en su interior campos electromagnéticos y gravitatorios0 de distintas frecuencias. Inmediatamente es atravesado por radiaciones iónicas
de aire) en el vacío dejado por la estructura “desaparecida”
El salto o “viaje hacia el pasado o el futuro no supone un traslado físico por el espacio o por otros marcos tridimensionales, tal como el ser humano concibe habitualmente los viajes. Sin embargo, por motivos de precaución, habría que diseñar una especie de traje que constaría de una membrana muy completa que rodeara periódicamente el cuerpo del crononauta, sin establecer contacto mecánico alguno con la piel del explorador. Ese espacio que medía entre la superficie interna del traje especial y la epidermis humana estaría rigurosamente controlado en función del grado de vasodilatación capilar de dicha piel así como su transpiración. De este modo, la temperatura corporal mantiene su valor normal, permitiendo al crononauta desarrollar su actividad física. Los componentes del medio interno son regulados en función de la información que brindan los detectores de la actividad fisiológica de los aparatos respiratorio y circulatorio, así como de la epidermis. Los equipos de control fisiológico serían dotados de sondas de verificación, que verificarían casi todas las funciones orgánicas, sin necesidad de introducir dispositivos accesorios en el interior de los tejidos orgánicos. Esta especie de segunda piel a modo de blindaje se efectuaría mediante pulverización al cuerpo del crononauta a través de una tobera de aspersión, desde los tobillos hasta la base del cráneo, siendo esta segunda epidermis una fina película cuya sustancia base la constituiría un compuesto de Silicio en disolución coloidal en un producto volátil. Este líquido al ser pulverizado sobre la piel, evapora rápidamente el diluyente, quedando recubierta dicha piel de una delgada capa o película de porosidad opaca de carácter anti electrostático; esta epidermis artificial y milimétrica protegería al crononauta-explorador de posibles ataques bacteriológicos e impactos mecánicos, soportando, por ejemplo disparos de arma de fuego del calibre 22 a una distancia de 7 metros o algo menos. Este imprescindible “traje” de protección permitiría, a demás el normal proceso de transpiración.
Cuando, por fin la cápsula-laboratorio (“máquina del tiempo”) y todo el instrumental informático este listo en cualquier “viaje” en el tiempo, bien al pasado o bien al futuro , se podrá accionar el sistema de inversión axial de las partículas subatómicas de la totalidad de la cápsula, haciendo retroceder o avanzar los ejes del tiempo de los –eslabones- a los ángulos ortogonales previamente establecidos por los crononautas, correspondientes a la hora, al día y mes, y al año en las que se decidirá dar el “salto” o viaje en el tiempo. De modo que, los ejes del tiempo de los –eslabones- serán empujados a un ángulo equivalente al retroceso o al adelanto deseado: tal hora del tal día de la semana de tal mes de tal año. El cálculo exacto de los días y de las horas que se deberá retroceder o adelantar en el tiempo no tendría que constituir ningún problema, para el sistema computarizado de última generación. Los cronautas y especialistas informáticos se tendrían que basar en el sistema conocido como “calendario juliano”, si se quiere dar el “salto” dentro de nuestra era.
Para hallar el tiempo transcurrido entre dos fechas muy alejadas es preciso tener en cuenta las correcciones de los distintos calendarios, las diferentes épocas, los años bisiestos, etc. La llamada “fecha Juliana” que nada tiene que ver con el calendario Juliano, comienza a contar los días a partir del lunes, 1 de enero del año -4.713- antes de Cristo. Ese día lleva el número “1”.
Como conclusión hay que decir que, traducir el concepto espacio-tiempo en ecuaciones no puede ser ya una acción negativa, sino una de las vías más positivas del Conocimiento.
Esta teoría en el fondo consiste en ponerse en relación con “la piedra angular” de los gráficos. Ciertamente, hay que entrar en las profundidades del grafismo y no quedarse en ante la súper fiabilidad o en las barreras de los signos, ya sean analógicos o alfa numéricos. Hace falta la pasión de lo cósmico, pasión semejante que la impulsaba a Albert Einstein, en su búsqueda de lo absoluto, o amar hasta demasiado, y aún mal, la estrella inaccesible.
La investigación a la que se debe aludir pide más bien la búsqueda de claves esenciales que nos permitan ir al corazón de lo “inaccesible”, trabajo que jamás se obtiene sin dificultad.
A este trabajo no se puede adosar la frase mágica que pronunciaba un viejo sabio, en algún lugar, en un libro del Romancero alemán Ernst Junger. Se le preguntaba: “Maestro, déme un consejo para la vida.
-¡Lánzate hacia lo inaccesible!
-¡Pero es imposible; está demasiado alto! Dígame otra cosa…
Por tanto, hay que dirigirse a lo inaccesible. El que no puede respirar al aire de las cumbres, y cuya alma es frágil, el que tiene miedo de realizar el gran viaje porque no tiene certeza absoluta del retorno y presiente el miedo de volver cambiado no ha penetrado al misterio del Mundo espacio-temporal: La cuarta dimensión que es el mismo tiempo .
Las experiencias de Einstein son ese punto muy elocuentes. Las ecuaciones matemáticas del genial inventor de la fórmula E= Mc2 y de la teoría de la Relatividad , llevó a un grupo de la Amada (Navy) de Estados Unidos a experimentar en la práctica las experiencias gráficas del Maestro relativas a los mundos paralelos, es decir, a diferentes marcos dimensionales del concepto tiempo. El buque de experimentación parecía desplazarse en tiempo, siendo visto en dos lugares diferentes al mismo tiempo.
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