martes, 30 de octubre de 2012

EL INTENTO DE CONSTRUIR EL CIELO


EN LA TIERRA CONDUCE SIEMPRE

AL INFIERNO

Karl Raimund Popper (1902-1944)



A principios del siglo XX dos ideologías tomaron Europa: el marxismo y el fascismo. Ambas prometían a los hombres el paraíso, para ambas la primera guerra mundial significó el camino hacia el éxito. El marxismo, en la interpretación de Vladimir Ilich Lenin, transformó radicalmente Rusia después de la revolución de 1917. La teoría de la liberación de todos los obreros respecto al yugo de la explotación y la sumisión no tardó en mostrar su carácter totalitario. A partir de 1924, bajo la férula de Stalin, el sucesor de Lenin, el país que entonces se llamaba Unión Soviética se convirtió definitivamente en una aciaga dictadura absoluta. Para muchos marxistas, la promesa del paraíso en el que todas la personas serían iguales justificaba, en el camino que conducía hacia allí, la despiadada aniquilación de todas las personas reacias a seguirlo. Mientras tanto en Europa Occidental hacía su aparición la ideología rival, el fascismo, que en muchos aspectos era parecida al marxismo, sobre todo en su pretensión totalitaria. Sin embargo, su concepción del hombre era radicalmente distinta: en lugar de ser igualitaria, era elitista. El fascismo postulaba la lucha entre las razas y los pueblos y afirmaba que en esa lucha vencería el más fuerte. Con este supuesto, el fascismo arraigó en Europa sobre todo entre aquellas personas que se tenían a si mismas y a sus pueblos por los más fuertes.

En la Viena de esa época polarizada, un joven de baja estatura, muy inteligente y consciente de su propio valor, llamado Karl Raimund Poppert, inicialmente sintió fascinación por las ideas marxistas. Tras el fin de la primera guerra mundial, a la edad de dieciséis años, se implicó en el movimiento comunista; sin embargo, al poco tiempo un acontecimiento transformó su postura política para siempre. En junio de 1919, cuando participaba en una manifestación del Partido Comunista en Viena, fue testigo de que como la policía mató a varios manifestantes. Popper quedó consternado. Creía que los intelectuales como él tenían parte de culpa, y cuando los funcionarios comunistas declararon que aquellos camaradas habían muerto por la inminente revolución mundial. Perdió la fe en el marxismo, pues una idea que estaba dispuesta a sacrificar vidas humanas para su realización le parecía inhumana.

En adelante sintió una profunda desconfianza ante todas las ideologías que afirmaban que unos pocos elegidos estaban legitimados para guiar a los hombres hacia unas condiciones de vida más favorables.

Tras concluir los estudios de filosofía y psicología en la Universidad de Viena, donde se doctoró en 1928, Popper se dedicó en primer lugar al método de investigación y con su libro Logik der Forschung (la lógica de la investigación científica) fundo la teoría moderna de la ciencia. En 1937, cuando la situación de los judíos en Viena se volvía cada vez más peligrosa, obtuvo un puesto docente en la Universidad de Christchurch en Nueva Zelanda. Desde la distancia, al año siguiente le llegó la noticia de que las tropas alemanas habían invadido su patria. En esta situación histórica comenzó a escribir su libro en dos volúmenes Die offene Gesellschaft und ibre Feinde (la sociedad abierta y sus enemigos que se convertiría en su obra más famosa y una de las aportaciones más importantes a la filosofía política del siglo XX. Terminó el primer volumen en 1942, en plena segunda guerra mundial; el segundo lo terminó al año siguiente.

En su libro, Poper presentó un apasionado alegato a favor de la libertad del ser humano. Como indica el título, Popper se ocupaba de un modelo de sociedad que llamó “sociedad abierta”, concepto tomado del filósofo francés Henri Bergson y con el que se refería a una estructura política en la que no sólo se garantizaba el mayor grado posible de libertad individual, sino que además, y a diferencia de las formas de gobierno totalitarias, estaba siempre preparada para sufrir transformaciones y adoptar innovaciones sociales; es decir, una estructura “abierta”, y dispuesta, sobre todo a aceptar la crítica de los ciudadanos. En este sentido, Poper se consideraba heredero de la tradición de la ilustración y de su demanda de igualdad, dignidad humana y respeto a la diversidad de los individuos.

A juicio de Poper, todas las ideologías constituían una amenaza para la sociedad, pues, constituían una amenaza para la sociedad, pues constituían sistemas cerrados y herméticos que no toleraban ningún tipo de transformación o modificación. Todas las ideologías desembocaban necesariamente en modelos de Estado totalitarios, desde el absolutismo hasta el fascismo, pasando por las variantes del Marxismo. Para Popper, los máximos enemigos de la sociedad abierta eran, por sus teorías políticas, sobre todo Platón, Hegel y Marx. Los subtítulos de los volúmenes de su obra eran: La magia de Platón y Falsos profetas, Hegel Marx y las consecuencias.

A lo largo de los dos volúmenes, Poppers expone una crítica del historicismo, la creencia de que la historia transcurre de acuerdo con ciertos procesos claramente reconocibles y que por tanto, es predecible, concepción que subyace a los proyectos políticos tanto de las ideologías fascistas como de las marxistas. De la hipótesis de la predestinación de la historia, los fascistas dedujeron la existencia de razas elegidas para el poder y dominio, mientras que los comunistas infirieron la inevitabilidad de la revolución proletaria, que protagonizaría la clase obrera.

Poer sostuvo que sólo podía comprenderse la historia desde la mirada retrospectiva y que, a lo sumo, cabía aventurar una u otra tendencia de evolución futura; sin embargo, en modo alguno podía predecirse el curso futuro de la historia, como afirmaban los pensadores más influyentes de la filosofía y la historia, Hegel y Marx. Según Popper, esta forma de pensar tenía su origen en Platón y en su proyecto de un Estado gobernado por una élite-

Platón, según la argumentación de Popper, intentó crear un Estado sólido e inmutable. Cierto es que lo guiaba un motivo noble, pues en un época de incertidumbre el filósofo trató de alcanzar la estabilidad y la seguridad. No obstante, la idea de un Estado invariable y ordenado, gobernado por una proclamada élite de sabios, había acarreado una lógica perversa. En un sistema semejante, los gobernantes siempre podían justificar las dificultades del alegando que no todos los ciudadanos se habían comprometido con la idea de felicidad definida por el Estado. Por el contrario, la interpretación de lo que es la felicidad , según Popper, debía ser una tarea reservada al individuo y no como pretendía Platón, a los guardianes de la idea del Estado. Popper concluía con la idea platónica de una élite de dirigentes, ofrecía una legitimación de los comités revolucionarios en el comunismo y del principio del duce, del caudillo o del Fuhrer en el fascismo y el nacionalismo. En el segundo volumen de la sociedad abierta, Popper comenta al respecto: “de todos los ideales políticos, quizá el más peligroso sea el deseo de construir el cielo en la tierra conduce siempre al infierno”, frase, esta última que se ha convertido en la cita más famosa de Popper.

Popper identificó como uno de los primeros partidarios la sociedad abierta en la historia del pensamiento occidental al estadista ateniense Pericles, a quien se refirió al comienzo de su libro: “Aunque son pocos los que pueden alumbrar y llevar a la práctica una concepción política, todos podemos juzgarla”. Este proyecto estatal parte de un orden que se encuentra en un proceso de cambio permanente, orden abierto e incluso inseguro, pero en definitiva democrático.

Para Popper, en la política rige el mismo principio que en la filosofía y la ciencia: no existe el conocimiento definitivo tan sólo aproximaciones a una solución mejor- Para que esta sea posible, la sociedad debe estar dispuesta a aceptar la crítica. La sociedad abierta y sus enemigos fue publicado en Londres en 1945 e influyó como ningún otro libro a pensadores y políticos del mundo occidental, en especial del ámbito anglosajón. Son muchos los estadistas que se han declarado admiradores de Popper y han estacado la influencia de este filósofo en su práctica política. En Alemania, uno de ellos ha sido Helmuth Schmidt

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