martes, 30 de octubre de 2012

HABLA CON SUAVIDAD Y LLEVA UN BUEN GARROTE:


El empuje, la vitalidad, la arrogancia y el afán de aventura, pero también el descomedimiento de Estados Unidos parecían encarnarse en él. Theodore Roosvelt procedían de una distinguida familia con raíces holandesas e inglesas. A pesar de que siendo niño padeció asma—Por lo que hubo de ser educado por profesores particulares—y que durante toda la vida tuvo problemas de visión, fue un héroe de guerra, practicó la caza mayor y llegó a ser un escritor de éxito. Entrenaba su cuerpo con una indomable fuerza de voluntad, levantaba pesas, nadaba, corría, se castigaba con toda clase de ejercicios gimnásticos. Al mismo tiempo albergaba la curiosidad intelectual que posee algunas personas que en la infancia hubieron de guardar cama muchas horas por culpa de la enfermedad. En 1880 finalizó sus estudios en la universidad de Harvard y se casó con Alice Roosevelt Longworth. Para olvidar esas tragedias, Theodore se retiró a una granja de Dakota del Norte, donde durante dos años llevó vida de un cow-boy “No se puede soñar una vida más atractiva para un joven con buena salud que la que puede vivirse a esa edad en un rancho. Además de ser verdaderamente agradable y sana, esta vida me enseñó a ser independiente, tenaz y adoptar decisiones con rapidez”. En 1886 regresó a Nueva York reanudó su carrera política, escribió tres libros y se volvió a casar. En 1898 estalló la guerra contra España, Un conflicto en el que se dirimía en el control de Cuba y que fue atizado por la agresividad de la prensa y el sentimiento nacionalista de Estados Unidos Roosvelt se alistó como voluntario a la cabeza de un regimiento de caballería, los Rough Riders (Jinetes Rudos), lo que le dio una gran popularidad. La batalla de Santiago, en la que la caballería realizó una audaz ofensiva monte arriba, valió a Roosevelt la reputación del héroe. Después de que los norteamericanos, al cabo de más de tres semanas de lucha, derrotarán sin grandes dificultades a las tropas españolas en la splendid Little war (espléndida pequeña guerra´. Como llamó John Hay el entonces ministro de Asuntos Exteriores estadounidense), Cuba se convirtió oficialmente en un estado independiente, pero quedó situada en el ámbito de influencia de su poderoso vecino. Además, en virtud del tratado de París, firmado con España a finales de 1898, Estados Unidos se anexionaron Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam, lo que representó su ascenso a la categoría de potencia colonial (ese año fue también el de la anexión de Hawái). El fin de la política americana anticolonialista se confirmó cuando en 1899 el ministro de Exteriores Hay exhortó a las demás potencias coloniales a que respetaran la política de “puertas abiertas” en China, término que se refiere al principio de igualdad de derechos comerciales que permitió que la economía estadounidense se estableciera en este país asiático. Pese a la existencia de una considerable oposición política interna, el presidente William McKinley logró ratificar el tratado de París y, al ser reelegido en 1900, se vio avalado en su política exterior expansiva. En buena medida debió su reelección a la popularidad de su candidato a la vicepresidencia, él joven Theodore Roosevelt. En aquella época, muchos americanos estaban poseídos por un espíritu concretado en la idea del Manifest Destiny (destino manifiesto) Este concepto, popularizado por John O´Sullivan, editor del órgano del partido demócrata, expresaba la creencia de que Estados Unidos estaba predestinado a extender la sociedad democrática por todo el continente americano. Las raíces de esta conciencia de misión se encuentran ya en la doctrina Monroe del año 1823, nombre con el que conoce la exigencia del presidente James Monroe a las potencias europeas para que mantuviera alejadas del continente americano sus estrategias de poder y militares, Como contrapartida, Monroe prometió que Estados Unidos en su obligación de “educar” a las personas y los pueblos fue alimentada por otros procesos: la depresión económica de la década de 1890, la formación de los imperios coloniales de las potencias europeas y la compartimentación de sus mercados mediante elevadas barreras arancelarias. Todo esto hizo que los jóvenes políticos, entre ellos Theodore Roosevelt, exigieran una actuación decidida de su país, influido por las ideas del almirante Alfred T. Mahan, quien en un libro reclamaba el control expansivo y decidido de los océanos, se hizo oír el clamor por una política naval ofensiva. Clamor que fue escuchado, a finales del siglo X1X. El espíritu de la época estaba determinado por el nacionalismo, el cual se volvió cada vez más agresivo y no sólo en Europa. En Estados Unidos contaba cada vez más adeptos el culto a la bandera, y parecía que se hubiera establecido un acuerdo con la antigua madre patria, Gran Bretaña, según el cual la superioridad de la cultura anglosajona imponía el objetivo de convencer a las demás naciones de la bondad del ideal democrático; más aún, de “adecuarlas” en pos de esa idea. Por último, la construcción de buques de guerra acorazados en Estados Unidos creó el matrimonio de convivencia entre empresas militares y políticos, alianza que determinó de un modo decisivo la política estadounidense. Cuando estalló la guerra contra España, Roosevelt era secretario adjunto para la Armada, cargo al que renunció para poder participar en la contienda. Al término de la guerra Roosvelt , que de 1895 a l897 había sido jefe de la policía de la ciudad de Nueva York, cargo en el que adquirió fama de reformador moderado y, en su lucha contra la corrupción, lo llevó a enfrentarse a los dirigentes del partido republicano. Estos, para deshacerse de él, lo propusieron como candidato a la vicepresidencia, un puesto de escasa relevancia. En 1901, apenas un año después de ser reelegido presidente, McKinley murió víctima de un atentado anarquista mientras visitaba una exposición en Buffalo, y con tan sólo cuarenta y dos años de edad Roosevelt se convirtió en el presidente estadounidense más joven de la historia. Roosvelt pronto se dio cuenta de que su nuevo cargo le ofrecía muchas más posibilidades de actuación en la política exterior que en la política interior, lastrada con sus sólidas estructuras de poder. En la política interior se distinguió como defensor de las clases medias y, ante todo, intentó poner trabas a las tentativas monopolistas. En la política exterior propugnó la idea de unos Estados Unidos militarmente fuerte. Siguió la estrategia de demostrar el poderío militar, pero de utilizarlo- lo menos posible. Sobre todo en la política naval aplicó constantemente su frase más célebre: Speak softly and carry a big stick” (“Habla con suavidad y lleva un garrote”). Estas palabras se hicieron tan famosas, que la política exterior de Roosevelt acabó siendo conocida como la política de big stick.. Probablemente Roosvelt pronunció esta frase por vez primera a finales de la década de 1890, cuando todavía era gobernador de Nueva York, al calor de una discusión política. Un dirigente del partido amenazó a Roosevelt con arruinarlo, pero luego se acabó sometiendo. En una carta Roosevelt explicó a un amigo: “Speak softly and carry a big stick; youwill “Hable con suavidad y lleva un buen garrote; llegarás lejos”). Durante su carrera política citó este proverbio en diversas ocasiones. Lo utilizó por vez primera públicamente ente el Congreso estadounidense, cuando abogó por el refuerzo del armamento naval. Debe tenerse en cuenta que en la época en la que todavía no existían los medios de comunicación electrónicos y los discursos públicos tenían una importancia mucho mayor, era muy útil pronunciar continuamente frases de gran fuerza expresiva. Pocos días antes del atentado contra McKinley, Roosevelt volvió a citar frases del big stick en un discurso pronunciado el de septiembre de 1901 en una feria de Minnesota. En virtud de la política del Bigstick de Roosolvelt, Estados Unidos adoptó un semblante de dos caras. Por un lado el país se presentaba como el luchador por la ley y la libertad, y apelaba a la moral. Por otro lado actuaba sin miramientos siempre que estaban en juego sus intereses. El lema del “garrote” se convirtió en una imagen muy utilizada en los artículos y caricaturas que comentaban la política de Roosevelt. Este añadió una nota agresiva a la doctrina Monroe, de carácter eminentemente defensivo. En el conocido como corolario de Roosevelt de 1904, este afirmó que si un país sudamericano situado en la zona de influencia de Estados Unidos amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estado anídense, el gobierno de Estados Unidos se vería obligado a intervenir en los asuntos internos del país “desquiciado” a fin de reordenarlo y restablecer los derechos y el patrimonio de la ciudadanía y las empresas de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe, legitimación de la que el país del norte haría un constante uso en el futuro. Un claro ejemplo de la política del Big stick lo ofreció en 1903, la actuación de Roosevelt en relación con el canal de Panamá, entonces en construcción. Sin parar mientes en el derecho internacional, el gobierno de Roosevelt fomentó, financió y apoyó la rebelión de Panamá contra Colombia. Estados Unidos reconoce la independencia de Panamá y, a cambio de una compensación económica relativamente baja, se hicieron con el control de una zona de 32 kilómetros de ancho a ambas orillas del canal. La apertura del canal en 1913 supuso un acortamiento considerable de las vías marítimas no sólo para la flota comercial, sino también para los buques de guerra estadounidenses. El Caribe y la América La tina central se convirtieron definitivamente en el “Patio trasero” de Estados Unidos. En 1905 Roosevelt representó el papel del príncipe de la paz. Al hacer de mediador en la paz entre Rusia y Japón que puso fin a la guerra del Pacífico, labor que le valió el premio Nobel de la paz de 1906. Sin embargo, se expresaron dudas acerca de su idoneidad para recibir ese premio; los críticos denunciaron que su intermediación no había perseguido tanto finalizadas pacíficas en el objetivo de reforzar la influencia norteamericana en Asia. Al popular presidente no le gustaba el apodo de Teddy, con el que era llamado ya en su infancia. En su honor, los fabricantes de juguetes pusieron este nombre a los ositos de peluche, ya que se difundió la historia de que Roosevelt, que tenía una gran afición por la caza, en una ocasión se había negado a disparar a un osezno

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