sábado, 13 de agosto de 2011

Alce Negro

El siglo veinte ha producido un mundo de


visiones contrapuestas, emociones intensas y

sucesos imprevisibles; y las oportunidades de

captar la esencia de la vida se han ido

desvaneciendo a medida que el ritmo de la

actividad aumentaba. Los medios electrónicos

nos arrastran a una infinidad de experiencias

que habrían desconcertado a las generaciones

anteriores, y parecen producir en nosotros un

extraño aislamiento de la realidad de la

historia humana. Nuestros héroes pasan a ser

gradualmente simples personajes, son consumidos

y olvidados, y buscamos ávidamente más vías

para expresar nuestra humanidad. La reflexión

es la más difícil de todas nuestras

actividades, porque ya no podemos establecer

prioridades relativas entre la multitud de

sensaciones que nos devoran. Tiempos como éstos

parecen iluminar las expresiones clásicas de

las verdades eternas, y la gran sabiduría viene

a destacarse entre los montones de máximas

comunes.

Qué afortunado fue que, en los años treinta,

cuando la nación se lanzaba a una nueva forma

de industrialismo, un poeta de Nebraska llamado

Neihardt se desplazase al norte, a la reserva

de los sioux oglala, en busca de materiales

para su obra épica y ya clásica sobre la

historia del Oeste. Que sus conversaciones y

compañerismo produjeran un clásico religioso,

quizás el único de este siglo, es, esto sí, un

testimonio de la fuerza continuadora de nuestra

especie. "Alce Negro habla" fue publicada

originariamente en 1932, cuando la gente

todavía creía que el progreso y la cadena de

montaje eran idénticos, y que la Depresión no

había sido sino un corto descanso en la marcha

inevitable hacia el milenio. Su elocuente

mensaje se perdió en la confusión de los

tiempos. No fue rechazado, pero no fue

recibido, con mucho, con la veneración de que

ahora es objeto. La acogida reflejó, de hecho,

uno de esos puntos de vista extremadamente

románticos pero simplistas que sugieren que

todas las religiones tienen alguna validez si

nos impiden caer en actos de bestialidad, y que

incluso las expresiones más primitivas de la


verdad religiosa representan un esfuerzo por

enlazar con la realidad más amplia de la

civilización occidental.

"Alce Negro habla" no acompañó a otras obras

contemporáneas que cayeron en el olvido. En los

años treinta, cuarenta y cincuenta atrajo un

flujo continuado de lectores afectos, y sirvió

de expresión fidedigna de la esencia que sirve

de base a las creencias religiosas de los

indios de las Praderas. Fuera de las Praderas

del norte, la tribu sioux y la clase

intelectual del oeste, había poca gente que

conociera el libro o prestara atención a su

mensaje. Pero las crisis aumentaron y, mientras

comprendíamos las implicaciones del shock del

futuro, la primavera silenciosa y el de

América, la gente se puso a buscar una

expresión universal de las verdades más

generales, más cósmicas, que el industrialismo

y el progreso habían pasado por alto y ahogado.

En los años sesenta, el interés empezó a

centrarse en los indios y en algunas de las

realidades espirituales que ellos parecían

representar. Sin tomar en cuenta la otra

literatura de este campo, las tesis eruditas

con inflexiones y matizaciones, "Alce Negro

habla" dominaba claramente toda la literatura

que tratase sobre religiones de los indios.

Hoy el libro es de lectura corriente para

millones de personas. Algunas de ellas no

tienen una idea clara sobre la tribu de Alce

Negro, los sioux oglala, y a otras, por regla

general, ni siquiera les gustan los indios. El

marco espiritual de las ceremonias de la pipa y

la historia de la vida y visión de Alce Negro

son conocidos, y las especulaciones que se

realizan sobre la naturaleza y la esencia de la

religión de los indios de la Pradera se sirven

de este libro como criterio con el cual juzgar

otros libros y ensayos interpretativos.

Si algún gran clásico religioso ha aparecido en

este siglo o en este continente, ha de ser

juzgado, ciertanente, al lado de "Alce Negro

habla" y soportar la crítica que tal

comparación impondría inevitablemente.

El aspecto más importante del libro, no

obstante, no es su efecto sobre la población no

india que deseaba conocer algo de las creencias

de los indios de las Praderas, sino el que

ejerce sobre la generación actual de jóvenes
indios que han estado buscando enérgicamente


unas raíces propias dentro de la estructura de

la realidad universal. Para ellos, el libro se

ha convertido en una biblia norteamericana de

todas las tribus. Acuden a él en busca de

dirección espiritual, identidad sociológica,

visión política y afirmación de la esencia

continuadora de la vida tribal india, que está

siendo ahora gravemente erosionada por los

mismos medios electrónicos que están

disolviendo otras comunidades americanas. Alce

Negro compartió sus viviones con John Neihardt

porque quería transmitir a las generaciones

futuras algo de la realidad de la vida de los

oglalas y, nos imaginarnos, compartir con un

alma afín la gran responsabilidad de las

visiones que estaban aún por cumplirse. Alce

Negro se habría sorprendido mucho de la

popularidad que el libro tiene hoy. Y no podría

evitar sentirse complacido por ello. Si el

viejo círculo del campamento, el aro sagrado de

los lakotas, y los viejos tiempos han sido

bruscamente destruidos por las máquinas de una

era científica; y si ya no pueden existir en el

sentido tradicional, la universalidad de las

imágenes y sueños debe dar fe de la aparición

de un nuevo aro sagrado, un nuevo círculo de

intensa comunidad entre los indios que deje

atrás a la magnificencia de los tiempos

antiguos. Este libro ha pasado a ser tan

importante, que uno no puede asistir hoy a una

conferencia sobre la religión de los indios o

escuchar a una serie de conferenciantes indios

sin traer a la memoria las partes concretas del

libro que se encuentran detrás de los es−

fuerzos actuales por inspirar y clarificar esas

creencias que son . Aun contando con el éxito

que el libro tiene, el futuro se presenta

ilimitado en contraste con sus logros actuales.

No hemos visto todavía esa generación de

teólogos que siempre acompaña al nacimiento de

las grandes tradiciones religiosas. La

generación actual de estudiantes universitarios

indios puede muy bien ser el heraldo de esta

era. Tanto el cristianismo como el budismo

necesitaron quinientos años para llegar a

expresar adecuadamente en sistemas teoIógicos y

filosóficos la visión de la esencia universal

que sus fundadores promulgaron y vivieron.

"Alce Negro habla" y "When the Tree flowered"

de Neihardt, y "La Pipa sagrada" de Joseph Epes

Brown, las obras básicas de la tradición

teológica de Alce Negro, prometen convertirse

en el canon o al menos en el núcleo central de

un canon teológico del indio norteamericano que

algún día constituirá un desafío a las


tradiciones orientales y occidentales como modo

de ver al mundo. En las visiones de Alce Negro

tenemos, ciertamente, una relación natural con

el resto del cosmos desprovista del paradigma

proceso−tribunal pero que incluye el tema del

sacrificio, tan importante para todas las

religiones, de un modo coherente y

comprensible.

La discusión actual se centra en la cuestión de

las intrusiones literarias de Neihardt en el

sistema de creencias de Alce Negro, y algunos

investigadores han dicho que el libro es más

reflejo de Neihardt que de Alce Negro. Es

difícil, lo reconocemos, descubrir si estamos

hablando con Alce Negro o con John Neihardt; si

la visión ha de ser interpretada de otro modo;

o si el fuerte énfasis que el libro proyecta no

es el optimismo de dos poetas perdidos en el

mundo moderno y que transforman la monotonía en

un mundo idealizado. ¿Importa acaso? La

auténtica naturaleza de las grandes doctrinas

religiosas es que ellas incluyen a todo aquel

que las comprende, y las personalidades se

vuelven indistinguibles de la verdad

trascendente que se expresa. Dejemos pues en

paz a "Alce Negro habla". El que nos hable con

un lenguaje simple y convincente acerca de un

aspecto de la experiencia humana y nos anime a

poner de relieve lo mejor que tenemos en

nosotros es suficiente. Alce Negro y John

Neihardt asentirían probablemente con la cabeza

a esta frase y seguirían su conversación. Es

buena. Es suficiente.

Introducción de Vine Deloria Jr. al libro "Alce

Negro habla"


 

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