El siglo veinte ha producido un mundo de
visiones contrapuestas, emociones intensas y
sucesos imprevisibles; y las oportunidades de
captar la esencia de la vida se han ido
desvaneciendo a medida que el ritmo de la
actividad aumentaba. Los medios electrónicos
nos arrastran a una infinidad de experiencias
que habrían desconcertado a las generaciones
anteriores, y parecen producir en nosotros un
extraño aislamiento de la realidad de la
historia humana. Nuestros héroes pasan a ser
gradualmente simples personajes, son consumidos
y olvidados, y buscamos ávidamente más vías
para expresar nuestra humanidad. La reflexión
es la más difícil de todas nuestras
actividades, porque ya no podemos establecer
prioridades relativas entre la multitud de
sensaciones que nos devoran. Tiempos como éstos
parecen iluminar las expresiones clásicas de
las verdades eternas, y la gran sabiduría viene
a destacarse entre los montones de máximas
comunes.
Qué afortunado fue que, en los años treinta,
cuando la nación se lanzaba a una nueva forma
de industrialismo, un poeta de Nebraska llamado
Neihardt se desplazase al norte, a la reserva
de los sioux oglala, en busca de materiales
para su obra épica y ya clásica sobre la
historia del Oeste. Que sus conversaciones y
compañerismo produjeran un clásico religioso,
quizás el único de este siglo, es, esto sí, un
testimonio de la fuerza continuadora de nuestra
especie. "Alce Negro habla" fue publicada
originariamente en 1932, cuando la gente
todavía creía que el progreso y la cadena de
montaje eran idénticos, y que la Depresión no
había sido sino un corto descanso en la marcha
inevitable hacia el milenio. Su elocuente
mensaje se perdió en la confusión de los
tiempos. No fue rechazado, pero no fue
recibido, con mucho, con la veneración de que
ahora es objeto. La acogida reflejó, de hecho,
uno de esos puntos de vista extremadamente
románticos pero simplistas que sugieren que
todas las religiones tienen alguna validez si
nos impiden caer en actos de bestialidad, y que
incluso las expresiones más primitivas de la
verdad religiosa representan un esfuerzo por
enlazar con la realidad más amplia de la
civilización occidental.
"Alce Negro habla" no acompañó a otras obras
contemporáneas que cayeron en el olvido. En los
años treinta, cuarenta y cincuenta atrajo un
flujo continuado de lectores afectos, y sirvió
de expresión fidedigna de la esencia que sirve
de base a las creencias religiosas de los
indios de las Praderas. Fuera de las Praderas
del norte, la tribu sioux y la clase
intelectual del oeste, había poca gente que
conociera el libro o prestara atención a su
mensaje. Pero las crisis aumentaron y, mientras
comprendíamos las implicaciones del shock del
futuro, la primavera silenciosa y el de
América, la gente se puso a buscar una
expresión universal de las verdades más
generales, más cósmicas, que el industrialismo
y el progreso habían pasado por alto y ahogado.
En los años sesenta, el interés empezó a
centrarse en los indios y en algunas de las
realidades espirituales que ellos parecían
representar. Sin tomar en cuenta la otra
literatura de este campo, las tesis eruditas
con inflexiones y matizaciones, "Alce Negro
habla" dominaba claramente toda la literatura
que tratase sobre religiones de los indios.
Hoy el libro es de lectura corriente para
millones de personas. Algunas de ellas no
tienen una idea clara sobre la tribu de Alce
Negro, los sioux oglala, y a otras, por regla
general, ni siquiera les gustan los indios. El
marco espiritual de las ceremonias de la pipa y
la historia de la vida y visión de Alce Negro
son conocidos, y las especulaciones que se
realizan sobre la naturaleza y la esencia de la
religión de los indios de la Pradera se sirven
de este libro como criterio con el cual juzgar
otros libros y ensayos interpretativos.
Si algún gran clásico religioso ha aparecido en
este siglo o en este continente, ha de ser
juzgado, ciertanente, al lado de "Alce Negro
habla" y soportar la crítica que tal
comparación impondría inevitablemente.
El aspecto más importante del libro, no
obstante, no es su efecto sobre la población no
india que deseaba conocer algo de las creencias
de los indios de las Praderas, sino el que
ejerce sobre la generación actual de jóvenes
unas raíces propias dentro de la estructura de
la realidad universal. Para ellos, el libro se
ha convertido en una biblia norteamericana de
todas las tribus. Acuden a él en busca de
dirección espiritual, identidad sociológica,
visión política y afirmación de la esencia
continuadora de la vida tribal india, que está
siendo ahora gravemente erosionada por los
mismos medios electrónicos que están
disolviendo otras comunidades americanas. Alce
Negro compartió sus viviones con John Neihardt
porque quería transmitir a las generaciones
futuras algo de la realidad de la vida de los
oglalas y, nos imaginarnos, compartir con un
alma afín la gran responsabilidad de las
visiones que estaban aún por cumplirse. Alce
Negro se habría sorprendido mucho de la
popularidad que el libro tiene hoy. Y no podría
evitar sentirse complacido por ello. Si el
viejo círculo del campamento, el aro sagrado de
los lakotas, y los viejos tiempos han sido
bruscamente destruidos por las máquinas de una
era científica; y si ya no pueden existir en el
sentido tradicional, la universalidad de las
imágenes y sueños debe dar fe de la aparición
de un nuevo aro sagrado, un nuevo círculo de
intensa comunidad entre los indios que deje
atrás a la magnificencia de los tiempos
antiguos. Este libro ha pasado a ser tan
importante, que uno no puede asistir hoy a una
conferencia sobre la religión de los indios o
escuchar a una serie de conferenciantes indios
sin traer a la memoria las partes concretas del
libro que se encuentran detrás de los es−
fuerzos actuales por inspirar y clarificar esas
creencias que son . Aun contando con el éxito
que el libro tiene, el futuro se presenta
ilimitado en contraste con sus logros actuales.
No hemos visto todavía esa generación de
teólogos que siempre acompaña al nacimiento de
las grandes tradiciones religiosas. La
generación actual de estudiantes universitarios
indios puede muy bien ser el heraldo de esta
era. Tanto el cristianismo como el budismo
necesitaron quinientos años para llegar a
expresar adecuadamente en sistemas teoIógicos y
filosóficos la visión de la esencia universal
que sus fundadores promulgaron y vivieron.
"Alce Negro habla" y "When the Tree flowered"
de Neihardt, y "La Pipa sagrada" de Joseph Epes
Brown, las obras básicas de la tradición
teológica de Alce Negro, prometen convertirse
en el canon o al menos en el núcleo central de
un canon teológico del indio norteamericano que
algún día constituirá un desafío a las
tradiciones orientales y occidentales como modo
de ver al mundo. En las visiones de Alce Negro
tenemos, ciertamente, una relación natural con
el resto del cosmos desprovista del paradigma
proceso−tribunal pero que incluye el tema del
sacrificio, tan importante para todas las
religiones, de un modo coherente y
comprensible.
La discusión actual se centra en la cuestión de
las intrusiones literarias de Neihardt en el
sistema de creencias de Alce Negro, y algunos
investigadores han dicho que el libro es más
reflejo de Neihardt que de Alce Negro. Es
difícil, lo reconocemos, descubrir si estamos
hablando con Alce Negro o con John Neihardt; si
la visión ha de ser interpretada de otro modo;
o si el fuerte énfasis que el libro proyecta no
es el optimismo de dos poetas perdidos en el
mundo moderno y que transforman la monotonía en
un mundo idealizado. ¿Importa acaso? La
auténtica naturaleza de las grandes doctrinas
religiosas es que ellas incluyen a todo aquel
que las comprende, y las personalidades se
vuelven indistinguibles de la verdad
trascendente que se expresa. Dejemos pues en
paz a "Alce Negro habla". El que nos hable con
un lenguaje simple y convincente acerca de un
aspecto de la experiencia humana y nos anime a
poner de relieve lo mejor que tenemos en
nosotros es suficiente. Alce Negro y John
Neihardt asentirían probablemente con la cabeza
a esta frase y seguirían su conversación. Es
buena. Es suficiente.
Introducción de Vine Deloria Jr. al libro "Alce
Negro habla"
visiones contrapuestas, emociones intensas y
sucesos imprevisibles; y las oportunidades de
captar la esencia de la vida se han ido
desvaneciendo a medida que el ritmo de la
actividad aumentaba. Los medios electrónicos
nos arrastran a una infinidad de experiencias
que habrían desconcertado a las generaciones
anteriores, y parecen producir en nosotros un
extraño aislamiento de la realidad de la
historia humana. Nuestros héroes pasan a ser
gradualmente simples personajes, son consumidos
y olvidados, y buscamos ávidamente más vías
para expresar nuestra humanidad. La reflexión
es la más difícil de todas nuestras
actividades, porque ya no podemos establecer
prioridades relativas entre la multitud de
sensaciones que nos devoran. Tiempos como éstos
parecen iluminar las expresiones clásicas de
las verdades eternas, y la gran sabiduría viene
a destacarse entre los montones de máximas
comunes.
Qué afortunado fue que, en los años treinta,
cuando la nación se lanzaba a una nueva forma
de industrialismo, un poeta de Nebraska llamado
Neihardt se desplazase al norte, a la reserva
de los sioux oglala, en busca de materiales
para su obra épica y ya clásica sobre la
historia del Oeste. Que sus conversaciones y
compañerismo produjeran un clásico religioso,
quizás el único de este siglo, es, esto sí, un
testimonio de la fuerza continuadora de nuestra
especie. "Alce Negro habla" fue publicada
originariamente en 1932, cuando la gente
todavía creía que el progreso y la cadena de
montaje eran idénticos, y que la Depresión no
había sido sino un corto descanso en la marcha
inevitable hacia el milenio. Su elocuente
mensaje se perdió en la confusión de los
tiempos. No fue rechazado, pero no fue
recibido, con mucho, con la veneración de que
ahora es objeto. La acogida reflejó, de hecho,
uno de esos puntos de vista extremadamente
románticos pero simplistas que sugieren que
todas las religiones tienen alguna validez si
nos impiden caer en actos de bestialidad, y que
incluso las expresiones más primitivas de la
verdad religiosa representan un esfuerzo por
enlazar con la realidad más amplia de la
civilización occidental.
"Alce Negro habla" no acompañó a otras obras
contemporáneas que cayeron en el olvido. En los
años treinta, cuarenta y cincuenta atrajo un
flujo continuado de lectores afectos, y sirvió
de expresión fidedigna de la esencia que sirve
de base a las creencias religiosas de los
indios de las Praderas. Fuera de las Praderas
del norte, la tribu sioux y la clase
intelectual del oeste, había poca gente que
conociera el libro o prestara atención a su
mensaje. Pero las crisis aumentaron y, mientras
comprendíamos las implicaciones del shock del
futuro, la primavera silenciosa y el de
América, la gente se puso a buscar una
expresión universal de las verdades más
generales, más cósmicas, que el industrialismo
y el progreso habían pasado por alto y ahogado.
En los años sesenta, el interés empezó a
centrarse en los indios y en algunas de las
realidades espirituales que ellos parecían
representar. Sin tomar en cuenta la otra
literatura de este campo, las tesis eruditas
con inflexiones y matizaciones, "Alce Negro
habla" dominaba claramente toda la literatura
que tratase sobre religiones de los indios.
Hoy el libro es de lectura corriente para
millones de personas. Algunas de ellas no
tienen una idea clara sobre la tribu de Alce
Negro, los sioux oglala, y a otras, por regla
general, ni siquiera les gustan los indios. El
marco espiritual de las ceremonias de la pipa y
la historia de la vida y visión de Alce Negro
son conocidos, y las especulaciones que se
realizan sobre la naturaleza y la esencia de la
religión de los indios de la Pradera se sirven
de este libro como criterio con el cual juzgar
otros libros y ensayos interpretativos.
Si algún gran clásico religioso ha aparecido en
este siglo o en este continente, ha de ser
juzgado, ciertanente, al lado de "Alce Negro
habla" y soportar la crítica que tal
comparación impondría inevitablemente.
El aspecto más importante del libro, no
obstante, no es su efecto sobre la población no
india que deseaba conocer algo de las creencias
de los indios de las Praderas, sino el que
ejerce sobre la generación actual de jóvenes
indios que han estado buscando enérgicamente
unas raíces propias dentro de la estructura de
la realidad universal. Para ellos, el libro se
ha convertido en una biblia norteamericana de
todas las tribus. Acuden a él en busca de
dirección espiritual, identidad sociológica,
visión política y afirmación de la esencia
continuadora de la vida tribal india, que está
siendo ahora gravemente erosionada por los
mismos medios electrónicos que están
disolviendo otras comunidades americanas. Alce
Negro compartió sus viviones con John Neihardt
porque quería transmitir a las generaciones
futuras algo de la realidad de la vida de los
oglalas y, nos imaginarnos, compartir con un
alma afín la gran responsabilidad de las
visiones que estaban aún por cumplirse. Alce
Negro se habría sorprendido mucho de la
popularidad que el libro tiene hoy. Y no podría
evitar sentirse complacido por ello. Si el
viejo círculo del campamento, el aro sagrado de
los lakotas, y los viejos tiempos han sido
bruscamente destruidos por las máquinas de una
era científica; y si ya no pueden existir en el
sentido tradicional, la universalidad de las
imágenes y sueños debe dar fe de la aparición
de un nuevo aro sagrado, un nuevo círculo de
intensa comunidad entre los indios que deje
atrás a la magnificencia de los tiempos
antiguos. Este libro ha pasado a ser tan
importante, que uno no puede asistir hoy a una
conferencia sobre la religión de los indios o
escuchar a una serie de conferenciantes indios
sin traer a la memoria las partes concretas del
libro que se encuentran detrás de los es−
fuerzos actuales por inspirar y clarificar esas
creencias que son . Aun contando con el éxito
que el libro tiene, el futuro se presenta
ilimitado en contraste con sus logros actuales.
No hemos visto todavía esa generación de
teólogos que siempre acompaña al nacimiento de
las grandes tradiciones religiosas. La
generación actual de estudiantes universitarios
indios puede muy bien ser el heraldo de esta
era. Tanto el cristianismo como el budismo
necesitaron quinientos años para llegar a
expresar adecuadamente en sistemas teoIógicos y
filosóficos la visión de la esencia universal
que sus fundadores promulgaron y vivieron.
"Alce Negro habla" y "When the Tree flowered"
de Neihardt, y "La Pipa sagrada" de Joseph Epes
Brown, las obras básicas de la tradición
teológica de Alce Negro, prometen convertirse
en el canon o al menos en el núcleo central de
un canon teológico del indio norteamericano que
algún día constituirá un desafío a las
tradiciones orientales y occidentales como modo
de ver al mundo. En las visiones de Alce Negro
tenemos, ciertamente, una relación natural con
el resto del cosmos desprovista del paradigma
proceso−tribunal pero que incluye el tema del
sacrificio, tan importante para todas las
religiones, de un modo coherente y
comprensible.
La discusión actual se centra en la cuestión de
las intrusiones literarias de Neihardt en el
sistema de creencias de Alce Negro, y algunos
investigadores han dicho que el libro es más
reflejo de Neihardt que de Alce Negro. Es
difícil, lo reconocemos, descubrir si estamos
hablando con Alce Negro o con John Neihardt; si
la visión ha de ser interpretada de otro modo;
o si el fuerte énfasis que el libro proyecta no
es el optimismo de dos poetas perdidos en el
mundo moderno y que transforman la monotonía en
un mundo idealizado. ¿Importa acaso? La
auténtica naturaleza de las grandes doctrinas
religiosas es que ellas incluyen a todo aquel
que las comprende, y las personalidades se
vuelven indistinguibles de la verdad
trascendente que se expresa. Dejemos pues en
paz a "Alce Negro habla". El que nos hable con
un lenguaje simple y convincente acerca de un
aspecto de la experiencia humana y nos anime a
poner de relieve lo mejor que tenemos en
nosotros es suficiente. Alce Negro y John
Neihardt asentirían probablemente con la cabeza
a esta frase y seguirían su conversación. Es
buena. Es suficiente.
Introducción de Vine Deloria Jr. al libro "Alce
Negro habla"
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