El pensamiento racional tiene gran utilidad
para la vida práctica, pero impide el acceso a
formas de conciencia más elevadas y a
experiencias que nos conectan con lo Absoluto.
Esto fue descubierto tempranamente por los
orientales y les hizo desarrollar métodos
destinados a superarlo como medio de
aprehensión del Conocimiento.
El intelecto sólo puede remitirse al análisis
de la superficie de las cosas y entregar una
visión fragmentada: "Un beso es el contacto
mecánico de cuatro labios, con intercambio de
saliva y otras materias bucales"...
Para captar el sentido profundo, el alma de las
cosas, su dimensión oculta y trascendente, es
necesario recurrir a la visión intuitiva no
contaminada por la experiencia previa,
desligada de los datos archivados en el
cerebro.
La mirada profunda debe ser nueva, inocente,
pero el intelecto se apodera de lo observado y
tiende a clasificarlo, a compararlo y a
ordenarlo según sus datos acumulados y según su
lógica, descartándole aquello que excede sus
dominios cognoscitivos. Así, lo nuevo se hace
viejo, lo puro se contamina y lo profundo se
vuelve superficial.
El budismo Zen es un milenario sistema
destinado a producir un quiebre en el
intelecto, una brecha que permita el ingreso de
lo nuevo, sin que el pensamiento lógico se
apodere de él y lo contamine, lo cercene y lo
remita al área trivial de lo cotidiano.
El método Zen tiene varias herramientas para
producir esa fractura en la mente habitual. Una
de ellas es el koan. Consiste en una propuesta
irracional que le es entregada al discípulo
para que su intelecto trabaje con ella. Como la
propuesta es irracional (ej.: ¿cómo suena el
batir de una sola palma de la mano?...) el
intelecto comienza a desestabilizarse,
enfrentado a un trabajo para el que no está
concebido.
En este libro se trata de desestabilizar la
mente lógica del lector, proponiéndole casi
juguetonamente otra forma de mirar la
existencia, enfocada desde un nivel de
conciencia más elevado.
No aspiro a que este sistema produzca el
resultado del paso por un Monasterio Zen, pero
es bueno flexibilizar la mente y sacudirse
algunas ideas oxidadas, porque nos oxidan y nos
cercenan las alas del espíritu.
Tres objetivos persigue esta obra. Primero,
desplazar el punto focal de la conciencia de sí
del lector hacia un nivel más elevado, más
próximo a la Divinidad.
Segundo, liberarle de las limitaciones que su
mente occidental le ha puesto. Para ello se le
propone manejarse con una especie de "koan"
irracional: "la realidad que vives es la que
imaginas".
Tercero y principal, que, consciente de su
Divinidad y liberado de condicionamientos
paralizantes, pueda tener un acceso mayor a la
realización de sus anhelos, para lo cual deberá
entregar su ayuda a su mundo objetivo (nuestro
planeta) y contribuir en su perfeccionamiento.
Esto hace necesario que deje de prestar su
mente para la creación del "fin del mundo" en
el que tanta gente anda involucrada,
colaborando en su posibilidad de realización
con el sólo hecho de pensar y creer en él; no
olvidemos que el temor a la depresión económica
de los años treinta fue el factor decisivo que
la causó.
(Prólogo de "El Maravilloso Universo de la
MAGIA" − Enrique Barrios)
para la vida práctica, pero impide el acceso a
formas de conciencia más elevadas y a
experiencias que nos conectan con lo Absoluto.
Esto fue descubierto tempranamente por los
orientales y les hizo desarrollar métodos
destinados a superarlo como medio de
aprehensión del Conocimiento.
El intelecto sólo puede remitirse al análisis
de la superficie de las cosas y entregar una
visión fragmentada: "Un beso es el contacto
mecánico de cuatro labios, con intercambio de
saliva y otras materias bucales"...
Para captar el sentido profundo, el alma de las
cosas, su dimensión oculta y trascendente, es
necesario recurrir a la visión intuitiva no
contaminada por la experiencia previa,
desligada de los datos archivados en el
cerebro.
La mirada profunda debe ser nueva, inocente,
pero el intelecto se apodera de lo observado y
tiende a clasificarlo, a compararlo y a
ordenarlo según sus datos acumulados y según su
lógica, descartándole aquello que excede sus
dominios cognoscitivos. Así, lo nuevo se hace
viejo, lo puro se contamina y lo profundo se
vuelve superficial.
El budismo Zen es un milenario sistema
destinado a producir un quiebre en el
intelecto, una brecha que permita el ingreso de
lo nuevo, sin que el pensamiento lógico se
apodere de él y lo contamine, lo cercene y lo
remita al área trivial de lo cotidiano.
El método Zen tiene varias herramientas para
producir esa fractura en la mente habitual. Una
de ellas es el koan. Consiste en una propuesta
irracional que le es entregada al discípulo
para que su intelecto trabaje con ella. Como la
propuesta es irracional (ej.: ¿cómo suena el
batir de una sola palma de la mano?...) el
intelecto comienza a desestabilizarse,
enfrentado a un trabajo para el que no está
concebido.
En este libro se trata de desestabilizar la
mente lógica del lector, proponiéndole casi
juguetonamente otra forma de mirar la
existencia, enfocada desde un nivel de
conciencia más elevado.
No aspiro a que este sistema produzca el
resultado del paso por un Monasterio Zen, pero
es bueno flexibilizar la mente y sacudirse
algunas ideas oxidadas, porque nos oxidan y nos
cercenan las alas del espíritu.
Tres objetivos persigue esta obra. Primero,
desplazar el punto focal de la conciencia de sí
del lector hacia un nivel más elevado, más
próximo a la Divinidad.
Segundo, liberarle de las limitaciones que su
mente occidental le ha puesto. Para ello se le
propone manejarse con una especie de "koan"
irracional: "la realidad que vives es la que
imaginas".
Tercero y principal, que, consciente de su
Divinidad y liberado de condicionamientos
paralizantes, pueda tener un acceso mayor a la
realización de sus anhelos, para lo cual deberá
entregar su ayuda a su mundo objetivo (nuestro
planeta) y contribuir en su perfeccionamiento.
Esto hace necesario que deje de prestar su
mente para la creación del "fin del mundo" en
el que tanta gente anda involucrada,
colaborando en su posibilidad de realización
con el sólo hecho de pensar y creer en él; no
olvidemos que el temor a la depresión económica
de los años treinta fue el factor decisivo que
la causó.
(Prólogo de "El Maravilloso Universo de la
MAGIA" − Enrique Barrios)
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