sábado, 13 de agosto de 2011

Intelecto y Conciencia

El pensamiento racional tiene gran utilidad


para la vida práctica, pero impide el acceso a

formas de conciencia más elevadas y a

experiencias que nos conectan con lo Absoluto.

Esto fue descubierto tempranamente por los

orientales y les hizo desarrollar métodos

destinados a superarlo como medio de

aprehensión del Conocimiento.

El intelecto sólo puede remitirse al análisis

de la superficie de las cosas y entregar una

visión fragmentada: "Un beso es el contacto

mecánico de cuatro labios, con intercambio de

saliva y otras materias bucales"...

Para captar el sentido profundo, el alma de las

cosas, su dimensión oculta y trascendente, es

necesario recurrir a la visión intuitiva no

contaminada por la experiencia previa,

desligada de los datos archivados en el

cerebro.

La mirada profunda debe ser nueva, inocente,

pero el intelecto se apodera de lo observado y

tiende a clasificarlo, a compararlo y a

ordenarlo según sus datos acumulados y según su

lógica, descartándole aquello que excede sus

dominios cognoscitivos. Así, lo nuevo se hace

viejo, lo puro se contamina y lo profundo se

vuelve superficial.

El budismo Zen es un milenario sistema

destinado a producir un quiebre en el

intelecto, una brecha que permita el ingreso de

lo nuevo, sin que el pensamiento lógico se

apodere de él y lo contamine, lo cercene y lo

remita al área trivial de lo cotidiano.

El método Zen tiene varias herramientas para

producir esa fractura en la mente habitual. Una

de ellas es el koan. Consiste en una propuesta

irracional que le es entregada al discípulo

para que su intelecto trabaje con ella. Como la

propuesta es irracional (ej.: ¿cómo suena el

batir de una sola palma de la mano?...) el

intelecto comienza a desestabilizarse,

enfrentado a un trabajo para el que no está

concebido.


En este libro se trata de desestabilizar la

mente lógica del lector, proponiéndole casi

juguetonamente otra forma de mirar la

existencia, enfocada desde un nivel de

conciencia más elevado.

No aspiro a que este sistema produzca el

resultado del paso por un Monasterio Zen, pero

es bueno flexibilizar la mente y sacudirse

algunas ideas oxidadas, porque nos oxidan y nos

cercenan las alas del espíritu.

Tres objetivos persigue esta obra. Primero,

desplazar el punto focal de la conciencia de sí

del lector hacia un nivel más elevado, más

próximo a la Divinidad.

Segundo, liberarle de las limitaciones que su

mente occidental le ha puesto. Para ello se le

propone manejarse con una especie de "koan"

irracional: "la realidad que vives es la que

imaginas".

Tercero y principal, que, consciente de su

Divinidad y liberado de condicionamientos

paralizantes, pueda tener un acceso mayor a la

realización de sus anhelos, para lo cual deberá

entregar su ayuda a su mundo objetivo (nuestro

planeta) y contribuir en su perfeccionamiento.

Esto hace necesario que deje de prestar su

mente para la creación del "fin del mundo" en

el que tanta gente anda involucrada,

colaborando en su posibilidad de realización

con el sólo hecho de pensar y creer en él; no

olvidemos que el temor a la depresión económica

de los años treinta fue el factor decisivo que

la causó.

(Prólogo de "El Maravilloso Universo de la

MAGIA" − Enrique Barrios)

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