miércoles, 12 de octubre de 2011


EL REDESCUBRIMIENTO DE LA PSORA.

(British Homeophatic Journal, enero 1929)

 El objeto de la presente conferencia es continuar la discusión que ha iniciado entre ustedes el doctor Dishington en su última intervención sobre determinados nosodas elaborados para organismos anormales en el tracto intestinal. Durante los últimos 8 años se ha llamado repetidas veces su atención sobre dichos nosodas. Quisiera explicar hoy aquí cómo se desarrollaron esos nosodas, así como el proceso mental con ellos asociado, la argumentación y la praxis, que les ha llevado a ustedes a la postura que adoptan en la actualidad.
 Antes de que pudiera conseguirse la efectividad real de estos nosodas, hubo que reconocer tres principios fundamentales:
1.               el descubrimiento del grupo de bacilos subyacente;
2.               la importancia de las leyes de Hahnemann en relación a la repetida prescripción de las dosis, y
3.               el hecho de que los nosodas serían eficaces en estado potenciado.

 Hacia 1912 se reconoció que en el tracto intestinal, tanto de hombres sanos como de hombres enfermos, existe un grupo de bacterias al que hasta entonces no se había atribuido importancia. Pero se constató que estaba relacionado con las enfermedades crónicas. Estos organismos son diversas especies de bacterias que no fermentan en lactosa, pertenecientes al gran grupo coli del tifus, estrechamente emparentados con organismos como los agentes del tifus, la disentería y el paratifus, que, sin embargo, no desencadenan ninguna enfermedad aguda y no están de hecho relacionados con una sintomatología específica. Dado que no existía tal relación, en el pasado fueron considerados insignificantes, siendo despreciados por médicos y bacteriólogos. Debido a la frecuencia con que se encontraron estas bacterias en un elevado porcentaje de casos en los que no se pudo aislar ningún otro organismo anormal o patógeno, se decidió en aquel entonces ensayar estas bacterias como vacunas, para comprobar si podían ser de utilidad en casos de enfermedades crónicas. Se comprobó que, aun que no eran patógenos en el sentido estricto del término, podían ser muy beneficiosas si se utilizaban en forma de vacuna como remedio terapéutico. Se constató que en el caso de una enfermedad crónica, con estas vacunas podía provocarse un ligero empeoramiento de todos los síntomas, al que, en condiciones favorables, seguía una mejoría concreta. Entre los pacientes que fueron tratados con este método pudo registrarse una buena tasa de éxitos, pero por entonces el porcentaje de casos era todavía comparativamente reducido, lo que hay que achacarlo al hecho de que las inyecciones se administraban con demasiada frecuencia y a intervalos regulares, como puede ser una vez a la semana o cada diez días, lo que conllevaba una grave hiper-dosificación e interrumpía la instauración de una reacción positiva. En la actualidad, algunos bacteriólogos y un número considerable de médicos pueden atestiguar que existe una relación entre esos organismos y las enfermedades crónicas, así como entre dichos organismos y las intoxicaciones intestinales, con toda su secuela de efectos morbosos. Cientos de médicos han demostrado este hecho con resultados clínicos, logrados mediante la utilización de preparados fabricados a partir de estos organismos. La prueba de su efectividad se ha hecho tan abrumadora que ya no queda duda al respecto. Los ensayos de laboratorio también acumularon pruebas que reforzarían la hipótesis de que existe una relación entre estos grupos de organismos y la enfermedad. Si se toman diariamente muestras de heces de un paciente durante un período de tiempo largo, se constata que estos organismos anormales, que son el tema de esta conferencia, no siempre se hallan presentes, sino que hay fases negativas en las que no aparecen en absoluto, mientras que hay otras positivas en las que se presentan en cantidades variables. Además, durante las fases positivas se presentan en cantidades variables. Cuando se examinan las muestras correspondientes a una fase negativa, los organismos surgen en número reducido al cabo de cierto tiempo, y su número aumenta a diario hasta que se alcanza un máximo en el que su porcentaje comienza a decrecer, hasta volver a desaparecer por completo. El número máximo y la duración de las fases positivas y negativas también pueden variar considerablemente de un sujeto de ensayo a otro, pero lo interesante del caso es que la enfermedad del sujeto está directamente correlacionada con las fases, con independencia de que se halle enfermo o que su estado de salud sea normal. Donde aparecen con mayor frecuencia es en las enfermedades crónicas, en las que los síntomas son peores hacia el final del período negativo y mejoran cuando se producen los organismos anormales. En general, puede decirse que cuanto mayor es su producción, más positivo es su efecto sobre el paciente. En épocas en las que la persona evidentemente sana no está en sus horas más altas, este hecho se manifiesta por regla general en la misma fase del ciclo. En Glasgow, Boyd y Paterson aportaron pruebas de otras relaciones existentes entre estas fases y el estado de salud del paciente.
 Habitualmente, una vacuna provoca una producción más intensa y duradera en beneficio del paciente. Si se efectúan registros diarios de los resultados, puede reconocerse en ellos el estado de salud del paciente y el decurso del proceso de curación. A menudo, estos registros resultan una valiosa pista para determinar el momento exacto en que hay que volver a administrar la vacuna. Considerándolo desde el punto de vista médico y experimental, no existe la menor duda de que este grupo de organismos tienen una relación concreta con la enfermedad crónica.
 El siguiente paso, el descubrimiento de que las dosis no tenían que administrarse a intervalos regulares, sino en función de la reacción del paciente, fue tomando cuerpo de la siguiente forma: en ensayos de laboratorio en que la neumonía se trataba con suero, se constató que se obtenían mejores resultados cuando las dosis se administraban en función de la reacción del paciente a las inyecciones, y que cuando el pulso y la temperatura descendían después de una dosis, los resultados eran mucho más satisfactorios si no se administraba ninguna inyección más mientras duraba la mejoría y si se repetía la inyección cuando el pulso y la temperatura volvían a subir. La curación se producía con mayor rapidez y con más éxito y se necesitaban menores dosis de la vacuna. Lógicamente, después de que se reconoció y demostró con toda claridad este hecho, el siguiente paso fue probar el mismo método con todos los tipos de crisis febriles agudas, constatándose los mismos resultados positivos. Cuando se demostró este hecho concreto, se sacó la conclusión de que esta ley, que presuntamente se aplicaba a todas las enfermedades agudas, podría ser válida también para las enfermedades crónicas. Se ensayó el método con enfermedades crónicas, y los resultados superaron con mucho todas las expectativas.
 En las enfermedades crónicas, la dosis se administraba a intervalos mínimos de tres semanas, puesto que se descubrió que en algunos pacientes no se producía una mejoría antes de dicho momento. Cuando al cabo de tres semanas se producía una mejoría, no se administraba una nueva dosis hasta que se dejaba de registrar una constante mejoría y el estado del paciente se estacionaba o existía la tendencia a una recaída. Con estas pruebas se constató que las fases de mejora variaban según los casos, entre 2 ó 3 semanas e intervalos mayores, que en los casos excepcionales podían llegar a 12 meses, y que se conseguían resultados visiblemente mejores cuando durante esa fase se interrumpía la administración de la dosis, aun cuando la dosis que habría que haberse tomado era mucho más reducida. El éxito de este método sigue perdurando hoy día.
 En este estadio, hemos llegado, por lo tanto, a dos conclusiones: en primer lugar, que este grupo determinado de bacterias intestinales no patógenas y que no fermentan en lactosa está relacionado, sin ningún género de dudas, con las enfermedades crónicas, y en segundo término, que las vacunas obtenidas de estas bacterias eran remedios muy valiosos cuando se administraban siguiendo las leyes de Hahnemann y observando las reacciones del paciente, en lugar de hacerlo a intervalos regulares como se había hecho hasta entonces.
 En este estado de cosas, cuando un bacteriólogo llegaba a una clínica se le introducía en la ciencia de la homeopatía. Después de leer por primera vez el Organon de Hahnemann, uno caía de repente en la cuenta de que la moderna doctrina de la vacunación no era sino el redescubrimiento de otro método con los mismos hechos que Hahnemann ya había descubierto un siglo antes. En combinación con algunos principios homeopáticos, podían aplicarse de inmediato a diversos grupos de bacterias y preparados obtenidos de ellas, potenciándolas de igual forma a como se hace en los remedios homeopáticos No tardó en demostrarse que los nosodas fabricados de esta manera tenían un gran valor terapéutico, y las investigaciones que siguieron en los ocho últimos años, en las que se trataron a muchos cientos de pacientes, han confirmado con creces las viejas esperanzas.
 Hoy en día, estos nosodas se utilizan no sólo en Inglaterra, sino aún más en Alemania y en los Estados Unidos de América, y en menor medida también en Francia, Holanda y Suiza. 
 Considerado desde el punto de vista homeopático, la primera cuestión importante de la que hay que ocuparse es determinar si estos preparados concuerdan con la leyes de Hahnemann y si el método de vacunación es una ampliación de su obra Muchos de nosotros pensamos que es así, ya que en más de una ocasión el fundador de la Homeopatía utilizó el producto patógeno de la enfermedad como base para su remedio, y no cabe la menor duda de que habría utilizado esos preparados si hubiera estado en condiciones de aislar estos organismos. Además, sigue sin estar claro si esos organismos son la causa o la consecuencia de la enfermedad, o si representan el intento de curarla. Por el momento, sólo podemos decir que existe una relación; pero, hasta la fecha, estos organismos no se han dejado determinar con exactitud. No es absolutamente improbable que estas bacterias sean una variedad del bacilo coli, y este último debe ser considerado como un habitante normal del intestino, habida cuenta de su universal presencia en nuestra moderna civilización, no sólo en el hombre, sino también en los animales, las aves, etc. Los experimentos indican que mientras en el cuerpo se producen grandes transformaciones fundamentales, la flora intestinal puede cambiar, como si tratase de mantener la armonía, puesto que no es improbable que este grupo de bacterias sea el bacilo coli común que haya cambiado para estar a la altura de determinadas necesidades, viéndose forzado a cambiar por la modificación del estado de su huésped. Cuando las bacterias se encuentran en este estado, son sin lugar a dudas, un medio terapéutico muy valioso si se las potencia. La ciencia descubre que la vida se encuentra en un estado de armonía, y que la enfermedad representa una desarmonía, o un estado en el que una parte del todo no oscila en concordancia con el resto.
 A la hora de diferenciar estos organismos es interesante mencionar que se utiliza la lactosa. La lactosa se diferencia del resto de azúcares por se un producto animal. El resto de los azúcares son vegetales. Las últimas investigaciones demuestran  que un fermento que deba actuar sobre una sustancia tiene que estar en condiciones de poder oscilar en concordancia al peso atómico de la sustancia que debe fermentar. Consecuentemente, esto significa que los organismos que pueden fermentar la lactosa pueden oscilar en armonía con sustancias animales, mientras que las que no están en condiciones de hacerlo no pueden ser más que vegetales. Si con el tiempo, esta teoría demuestra su solidez, nos adentrará en la comprensión de cosas fundamentales. Todo ello significa que disponemos de un método con el que podemos distinguir los organismos que actúan positivamente sobre el hombre de aquellos que le perjudican. En el momento en que son perjudiciales, podemos potenciar los productos y utilizarlos como remedio terapéutico para curar la enfermedad. Naturalmente, en todos los demás puntos los nosodas son idénticos a los remedios homeopáticos, y su fabricación coincide exactamente con las leyes de la homeopatía.
 Nadie que haya investigado la intoxicación intestinal podrá obviar que entre ella y la enfermedad fundamental, que Hahnemann describiera como psora, existe una similitud. No quisiera adentrarme en detalles, pues sé que más tarde el doctor Gordon de Edimburgo les explicará con más detenimiento esta similitud cuando les haga participes de la prueba inequívoca de la naturaleza de la intoxicación intestinal, que Hahnemann clasificó con el nombre de psora.
 A este tenor, existe un punto interesante que me gustaría mencionar: a saber, el hecho de que Hahnemann acentuara expresamente que es imposible que una persona tenga simultáneamente más de una enfermedad. Llegamos aquí al ocuparnos de la flora de la flora intestinal. Es sorprendente que en una persona sólo se encuentra más de un organismo anormal en casos rarísimos, otra confirmación más de la teoría de que varios estados son idénticos.
 A pesar del hecho de que en un momento deterrminado sólo existe un organismo, éste puede cambiar con la ayuda de la vacuna o de un nosoda o prescribiendo otro remedio, lo que indica que el organismo depende del estado de salud del paciente. Además, el estado del organismo varía con el ambiente en que debe vivir. Expresado en términos generales en las personas que no han sido tratadas con métodos homeopáticos, el organismo permanece más tiempo constante.  
 El siguiente punto que hay que recalcar es el grado en que la alopatía asume instantáneamente métodos homeopáticos. Pero eso es algo que no tiene una especial relación con el método del que he hablado esta noche al referirme  a los nosodas, de los que la mayoría están más o menos bien informados de los principios de repetición correctos para que no puedan provocar ningún perjuicio. Existe otra escuela que se ha ocupado independientemente de la administración oral de las vacunas, y que en la actualidad utiliza con profusión estados menos potenciados de estas vacunas, administrándolas oralmente. Por lo que respecta a los representantes de estas escuelas, que pueden encontrarse por todo el mundo, no han utilizado ninguna dilución más alta que la que corresponde a la cuarta potencia. En los últimos años, Besredka y otros han prestado una enorme contribución para demostrar la eficacia de la administración oral de las vacunas, tanto en la profilaxis como en la curación de la enfermedad. Un gran número de experimentos ha demostrado que los animales pueden ser inmunizados contra organismos vivos a los que son muy sensibles, administrándoles oralmente algunas dosis de las mismas bacterias muertas de la vacuna. Además, pruebas realizadas con la tropa han obtenido resultados muy positivos por cuanto respecta al poder de los mismos preparados para la protección contra el tifus y la disentería y otros tipos de infecciones corrientes, de manera que, por el momento, la vacuna oral se convierte en un factor estable de profilaxis y tratamiento, involucrando a la industria farmacéutica de este país y de todo el continente para la fabricación de estos preparados en gran escala. Las sustancias no se hallan potenciadas en el sentido estricto del término, pero gracias al diminuto tamaño de las bacterias, la cantidad total que contiene la vacuna es muy reducida, correspondiendo probablemente a la segunda o tercera potencia del remedio homeopático. De ahí que sea algo muy cercano a las potencias utilizada pro la homeopatía. Este método, que se extiende con rapidez y gana cada día más adeptos, proviene íntegramente de la escuela alopática y no está relacionado con la homeopatía. Se ha desarrollado de forma bastante independiente a partir de los laboratorios científicos de la vieja escuela. También aquí se ha redescubierto sin saberlo la obra de Hahnemann, fabricándose infinidad de remedios, si bien sólo en potencias reducidas. La vieja escuela está emprendiendo el intento de formular una materia médica integral basándose en los diferentes tipos de organismos, de los que a su vez hay multitudes de variedades diferentes.
 Para ilustrárselo a ustedes con un ejemplo, me gustaría citar una de nuestras empresas farmacéuticas líderes, en una reseña aparecida en nuestro boletín trimestral.
 “El terapeuta vacunador afirma que la administración de vacunas por inyección subcutánea ha demostrado ser excepcionalmente afectiva en un gran número de casos. Pero habrá que admitir que hay muchos casos en los que existen contraindicaciones a la terapia de vacunación. Entre ellos se cuentan casos agudos de fiebre y pacientes nerviosos que reaccionan con hipersensibilidad.”
 “No todo el mundo sabe que en infecciones por estafilococos y estreptococos las vacunas administradas por vía oral, que pueden tragarse igual que un medicamento normal, son igual de eficaces, o incluso más, que las vacunas inyectadas. Muchas visitas al médico para ponerse la inyección de una vacuna son innecesarias, puesto que el paciente puede tomar sin problema alguno la vacuna en su propia casa por vía oral, cuando así lo prescribe el médico. En el tratamiento de úlceras y carbuncos se han obtenido resultados abrumadores.”
 Otro aspecto que todo homeópata debe reconocer (Hahnemann era muy consciente de ello) es la imperfección de la materia médica, y el hecho de que no puede cubrir todas las enfermedades existentes. Además, Hahnemann reconoció que, debido a cambiantes circunstancias de la civilización, podrían surgir nuevas enfermedades que exigirían buscar nuevos reme dios. A este respecto este hombre genial también se dio cuenta de que el ser humano puede encontrar en la naturaleza infinidad de remedios para contrarrestar cualquier posible enfermedad que surja. Las siguientes citas del Organon de Hahnemann demuestran que reconoció la necesidad de encontrar muchos más remedios de los ya existentes, además de darse cuenta del trabajo que debían realizar sus sucesores para seguir desarrollando sus originales descubrimientos para no perder el compás de la enfermedad, con sus formas de aparición continuamente cambiantes.
 “Como el número de remedios cuyo efecto positivo se ha ensayado con toda exactitud sigue siendo reducido, puede suceder que en la relación de síntomas del medicamento adecuado sólo pueda encontrarse una parte pequeña de los síntomas de una enfermedad. Por consiguiente, a falta de un remedio completo, deberá seguirse utilizando uno incompleto”   (párrafo 133).
 “Si el remedio que se ha elegido en primer lugar se corresponde exactamente con la enfermedad, debe curarla. Pero si el remedio elegido no es exactamente homeopático debido a la insuficiencia de remedios totalmente comprobados, hecho éste que limitará nuestra elección, aflorarán nuevos síntomas que a su vez nos indicarán el camino hacia el siguiente remedio que probablemente demostrará ser eficaz” (párrafo 184).
 “Sólo cuando dispongamos de una cantidad considerable de remedios de los que conozcamos con exactitud su efecto positivo, podremos encontrar una solución para cada una de las infinitas enfermedades naturales que existen.”
 “¡Cual no será la repercusión sobre el reino poco menos que ilimitado de la enfermedad cuando miles de observadores precisos e infatigables hayan trabajado en el descubrimiento de este primer elemento de una materia médica racional en lugar de uno solo como ha sucedido hasta ahora! ¡Entonces el arte de la medicina dejará de sufrir la burla de ser considerado un arte de conjeturas carentes de todo fundamento!”(párrafo 122).
 El reconocimiento de Hahnemann de la multiplicidad de formas de manifestación de la enfermedad se ilustra claramente en la siguiente declaración:
 “Toda epidemia o enfermedad colectiva de aparición esporádica debe ser considerada y tratada como una perturbación definida e individual que nunca antes había aparecido en esa forma, en esas personas y en esas circunstancias, y que no podrá volver a aparecer sobre la tierra exactamente con las mismas características” (párrafo 60).
 “Toda enfermedad epidémica de nuestro mundo es diferente a las demás, a excepción de las escasas epidemias causadas por una sustancia infecciosa concreta e invariable. Además, todo caso de enfermedad epidémica o esporádica es diferente a las demás a excepción de aquellos que se inscriben dentro de una enfermedad colectiva que ya he mencionado en otro momento. Por lo tanto, el médico juicioso juzgará cada caso de enfermedad que venga a su consulta conforme a sus peculiaridades características individuales. Una vez que haya examinado a fondo los rasgos individuales del carácter de su paciente y haya establecido todos los indicios y síntomas (que sí existen, pues se han detectado) y con un medio individual adecuado” (párrafo 48)
 el último punto que me gustaría subrayar es el hecho de que Hahnemann también previó una inagotable cantidad de remedios, y que bastaría emprender los esfuerzos necesarios para encontrarlos. Citémosle una vez más:
 “Por otra parte, las fuerzas que ¿provocan? la enfermedad, y que habitualmente se denominan medicamentos o remedios pueden utilizarse de forma mucho más provechosa para fines curativos, con mayor seguridad y con posibilidades de elección casi ilimitadas. Podemos influir en la virulencia y duración de la contra enfermedad que provocamos con el remedio (la contra enfermedad debe vencer a la enfermedad natural que estamos obligados a tratar), puesto que podemos determinar la dosificación del remedio. Dado que cada remedio se diferencia de todos los demás y que posee un amplio abanico de efectos, en la infinidad de medios están a nuestra disposición muchas enfermedades artificiales que, mediante una selección acertada, podemos enfrentar al desarrollo natural de las enfermedades y dolencias del hombre, pudiendo eliminar con rapidez y seguridad las alteraciones naturales del hombre con ayuda de enfermedades muy parecidas que provocamos artificialmente “ (párrafo 37).
 No existe duda alguna de que estos nosodas jugarán un gran papel en el futuro tratamiento de la enfermedad, y, sí son esencialmente homeopáticos, existen dos razones para que vengan al mundo por canales homeopáticos: primera, que cualquier ampliación de la obra de Hahnemann debería incorporarse a la homeopatía tal como fue fundada por él, por natural respeto hacia su genio excepcional; segunda y más importante, que esos nosodas sólo serán realmente efectivos cuando se combinen con otro tratamiento homeopático. No debe olvidarse que probablemente estos nosodas representen sólo una parte de la enfermedad que Hahnemann resumió con el nombre de psora, y que, por lo tanto, su efecto sólo está limitado a un determinada fase del tratamiento, por lo que no se puede esperar bajo ninguna circunstancia que cubran el espectro completo de la enfermedad. Por ello, el médico efectivo deberá tener a su disposición todos los demás remedios registrados en la farmacopea del momento o que ingresen a ella en el futuro, de forma que pueda tratar todo el espectro de enfermedades; aunque la alopatía está absolutamente dispuesta a aceptar los nosodas o vacunas orales de diferentes formas de bacterias (como se llaman en la alopatía), puesto que si limita la nueva farmacopea a este remedio no podrá sacar provecho de los siglos de experiencia que tiene la homeopatía con las diversas plantas medicinales y remedios naturales.
 Estos nosodas pueden considerarse como importantes poderes limpiadores que mejoran el estado de un paciente y que, en determinados casos, procuran una curación completa; en otros, mejoran el estado general del paciente, que antes no mostraba reacciones, de forma que responda mucho mejor a otros remedios. También aquí tiene una importancia capital para el tratamiento sopesar minuciosamente la repetición de las dosis en función de la reacción del paciente, una ley con la que están familiarizados todos los homeópatas y a la que los alópatas les cuesta mucho acostumbrarse.
 Cuando estos nosodas sean introducidos por los alópatas, sus expectativas de éxito serán muy escasas en comparación con las que tendrían con ayuda de los homeópatas, precisamente por los dos puntos mencionados: la falta de una materia médica completa y la ley comparativamente poco conocida de la correcta pauta de repetición en la administración del remedio.
 Los resultados prácticos de estos medios han sido tan buenos que actualmente están siendo utilizados en Inglaterra por más alópatas que homeópatas. A algunos de ellos, los nosodas los han alejado completamente de las inyecciones normales y del viejo método de la inyección subcutánea. Puede reconocerse el peligro concreto de que se extienda demasiado en la práctica sin ser supervisada por alguna instancia de control, pues sólo debería ser utilizada por personas con una formación médica. La existencia de la homeopatía en este país depende en cierta medida de su facultad de curar casos en los que ha fracasado la alopatía. La alopatía, que está en posesión de estos medios y que los aplica correctamente, puede obtener éxitos curativos considerablemente mayores que antaño, y pueden estar seguros de que la alopatía afirmará que los nosodas son un descubrimiento exclusivo suyo cuando asuma este método y reconozca los intervalos correctos entre dos administraciones del remedio. En la figura del doctor Paterson de Glasgow tenemos hoy a nuestros propios patólogos que trabajan con estos nosodas, que los fabrica y que se dedica a hacer avanzar la investigación de este método, de manera que la investigación de los nosodas se amplia dentro de sus propias filas.
 Para concluir, quisiera recordarles algunas líneas de una conferencia que pronuncié en abril de 1920, líneas que decían lo siguiente:
 “Entretanto, hemos tenido que reconocer que la ciencia ha confirmado de forma completamente distinta los principio de la homeopatía. Hahnemann merece todos los honores por haberse adelantado a la ciencia en más de un siglo.”
 “En general, la postura actual de los médicos contempla la homeopatía. Pero sólo cuando nos demos cuenta y reconozcamos de una vez por todas qué es lo que sucederá en breve con total seguridad, el hecho de que la moderna investigación desarrollada por los alópatas demostrará con rapidez las leyes de Hahnemann y que nos orientará en ese sentido, reconociéndose la homeopatía como la ciencia maravillosa que es.”
 “Siéntanse orgullosos todos los miembros de su Sociedad de encontrarse entre los pioneros. No se desvían ni un milímetro de las leyes fundamentales de su gran predecesor. Porque la ciencia demuestra su doctrina hasta el mínimo detalle: el medio similar, la dosis única y el peligro de la administración repetida y precipitada del remedio.”
 “Surgirá una lucha entre la antigua y la moderna homeopatía. Deberíamos velar para que la vieja homeopatía se viera correspondida con el respeto que merece, para que se mantenga a un alto nivel, y, fieles a sus enseñanzas, no permitir que sea arrollada por la marea de la ciencia que va pisándole los talones a Hahnemann.”
 Desearía que, en lugar de siete grupos de bacterias, pudiéramos presentarles siete plantas medicinales, porque en muchos parece seguir persistiendo un cierto recato a utilizar en el tratamiento de la enfermedad un medio que está relacionado con la misma. Tal vez sea ésa una postura un tanto estrecha de miras; en este siglo tendemos fuertemente a querer mantener absolutamente pura la medicina, y, por tanto, hemos caído un poco en el extremo contrario, tal vez como reacción a las prácticas medievales y la moderna vivisección. Además, podría ser que los organismos que utilizamos sean provechosos para la humanidad en vez de perjudiciales.
 Estamos realizando todos los esfuerzos imaginables para sustituir los nosodas bacterianos por plantas, y, en efecto, hemos encontrado algunas plantas que se corresponden casi con exactitud. La especie ornitogalum, por ejemplo, tiene oscilaciones casi idénticas a las del grupo de Morgan, y hemos descubierto un alga que posee casi todas las propiedades del bacilo de la disentería, pero sigue faltando algo que nos impide separarnos de los nosodas bacterianos. Este punto decisivo es la polaridad. Los remedios de la naturaleza poseen una polaridad positiva cuando se los potencia, por el contrario, los que están ligados a la enfermedad tienen polaridad contrapuesta, y parece al mismo tiempo que es esa polaridad contrapuesta la que es importante para los éxitos que se obtienen con los nosodas bacterianos. Tal vez en el futuro se descubra alguna otra forma de potenciación que haga posible invertir la polaridad de los elementos y plantas naturales simples, pero por el momento no tenemos alternativa.
 El efecto positivo de estos nosodas se reconoce hoy día a nivel internacional, y los éxitos diarios que se cosechan en la lucha contra la enfermedad son abrumadores, de manera que no hay visos de que la utilidad de estos nosodas deba escatimarse a la humanidad hasta que hayamos encontrado otro método de vencer a la psora de Hahnemann con otro medioque esté a la altura de la mentalidad estética de los más exigentes. Es infinitamente más importante el hecho de que este método debería reconocerse como una continuación de la obra de Hahnemann, y aunque no esté completa, deberíamos pensar que nos allana el camino a futuros descubrimientos. La escuela homeopática debería observar y apoyar el ulterior desarrollo de este método, que no debería caer en manos equivocadas, en personas que no comprendan los principios fundamentales en que se basa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario