viernes, 28 de octubre de 2011


Guardianes de la Luz...

Guardianes de la Luz...Oye, abuelo –interrumpió tímidamente la joven-, ¿por qué hay aún tanta oscuridad en el planeta?

Dejando a un lado su libro de notas, el abuelo –con la sabiduría que le confieren los años-, comenzó a decir:

“Entiendo tu inquietud, hija. Estamos procurando la 
iluminación del mundo pero se nos olvida que esa es -antes que nada-, tarea individual, para que pueda convertirse después en logro colectivo.

Aún nos desespera que el “mal gobierno” esté llevando al traste a la economía del país; que los sermones de las iglesias nos estén secando el cerebelo para no pensar más por nosotros mismos; que el director de la empresa nos haga trabajar a deshoras en beneficio único y exclusivo de él...

Vemos gran oscuridad en los grupos de pandillas callejeras, y criticamos el ambiente de hostilidad y animadversión que se suscita a veces en nuestro hogar…

Todos esos son entornos en donde suele haber mucho de oscuridad, por temor a no tener más el control en la mano, a no asegurar bienes materiales que garanticen mayores entradas en nuestra cuenta bancaria, al hecho de que, si no entramos a la banda de cuates callejeros, estaremos desprotegidos y, en los hogares, preferimos “cerrarnos” en nuestra concha porque así, si no recibimos… tampoco nos comprometemos a dar.

¿Sabes qué? Todo eso, sí es falta de luz, ¿pero, te das cuenta? no necesitamos esperar que la luz venga de fuera. La 
luz de la conciencia necesita encenderse en el interior de cada ser. Si no deseo que alguien hable alto porque perturba mi silencio, tampoco voy yo a perturbar el suyo.

Despertar es respeto, es aceptación de los demás. Si busco ser tratado con amabilidad, necesito ser amable yo primero. Si quiero recibir actos de bondad, necesito ser bondadoso yo primero. ¿Deseo que escuchen mis palabras? ¿He aprendido a escuchar primero a los demás?

¿Busco que me toleren? ¿A quien necesito yo tolerar primero? ¿Espero que me comprendan? ¿Comprendo yo también el sentir de los demás?

Venimos a este mundo una vez más, y estamos parapetados ahora mismo en el camino, para custodiar la luz. 
Somos guerreros. Hemos librado muchas otras batallas, en muchos otros campos de acción, en otras latitudes, en otras experiencias, en otras vidas.

Seguramente nos hemos encontrado ya, o nos encontraremos pronto con otros 
“correligionarios”, compañeros de otras épocas. Nuestra misión era primero despertar. Muchos dormimos largamente. Otros despertaron quizás más pronto. Pero aquí estamos, abriendo los ojos y recobrando la conciencia.

No somos cuerpos, ni tampoco somos nuestras circunstancias físicas o materiales. Somos energía. 
Somos vibraciones de luz. Conciencia de luz que se manifiesta como paz, generosidad, deseo de compartir, confianza, armonía, plenitud, certeza, gozo interior. Todo ello si permanecemos vigilantes, alimentando día a día esa luz interna.

Pero si llega un vendaval -una tristeza o angustia súbita, por ejemplo-, la luz puede flaquear, la flama se violenta y se estremece, pareciendo abatirse. Necesitamos entonces de paciencia y calma para custodiarla, y fortalecerla en contra de los vientos voraces que amenazan con extinguirla.

De ahí que, si buscamos que la luz del mundo se intensifique, necesitamos comenzar en nuestra propia trinchera. Vigilar constantemente pensamientos y sentimientos: temor, resentimiento, melancolía, nada de ello debiera ya tener cabida en nuestro corazón. Porque es ahí donde comienza precisamente, nuestra custodia de la luz.

Pretender que haya luz en el mundo, si esta no se instala primero en mi interior, es irreal. Cada contrariedad, cada frustración, cada decepción que resiento, por pequeñas que parezcan, se suman a la energía de negatividad que puebla al planeta.

Somos eso precisamente: energía condensada o materializada en corporificaciones físicas, no debemos olvidarlo. De nosotros depende el utilizar ese cuerpo, esa 
“lámpara física”, para promover y preservar la luz que somos… o dejarla extinguirse día tras día.

No basta con hablar de la luz: ¡hay qué convertirse en ella! No basta advertirla y aplaudirla en alguien más o en lo que nos rodea. Necesitamos volvernos luz, cada vez más intensa, con cada acto de paciencia, de perdón, de entendimiento.

No digo esto con la idea ciega de la religiosidad: 
“hay que ser buenos para ganarnos el cielo”… Sino sencillamente porque, si queremos volver a nuestras raíces, a nuestros orígenes, eso es la Luz, energía pura, vibración muy alta, en donde no hay apegos ni separación.

Por ello es importante que custodiemos constantemente, minuto a minuto, nuestros pensamientos y emociones, ¿Qué nos dicen? Lo que éstos nos dicen de nuestro mundo exterior, refleja en realidad –como un espejo-, nuestro mundo interior. Si el reporte es pesimista y desalentador, necesitamos fortificar más bien nuestro fuero interno.

Por eso, hija, continúa avivando tu flama. Vigila primero tu propio fuego. Ahí está siempre. Dentro de ti. Eres luz. 
Eres fuego inextinguible. Nada puede amedrentarte. La única forma de avivar la llama de la conciencia universal es que todos, desde nuestro propio“puesto de vigilancia” intensifiquemos nuestra antorcha, reconociéndonos como únicos e imprescindibles Guardianes de la Luz…”
Elvira G.
elviraje99@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario