UN NUEVO MÉTODO CURATIVO
(Conferencia
de Wallingford, con motivo del 50 aniversario del nacimiento de Bach, 24 de
septiembre de 1936)
Desde los comienzos de la historia de la
humanidad, sabemos que las plantas han tenido una función curativa y, tanto
como alcanzamos a ver a través de la tradición, el hombre ha tenido siempre la
confianza de que en las plantas medicinales de las praderas, valles y colinas
permanecía escondido el poder capaz de sanar sus enfermedades. Siglos antes de
Cristo, los antepasados indios, árabes, así como otras razas, fueron expertos
en el empleo de los regalos de la naturaleza, al igual que los antiguos
egipcios y, más tarde, los griegos y romanos y, en menor medida, los demás
humanos hasta nuestros tiempos.
Por lo tanto, si tras ellas no se escondiese
una gran verdad, no es probable que grandes naciones de diferentes creencias y
distintos colores de piel hayan creído persistentemente durante milenios y
estudiado de forma continua las plantas medicinales de la naturaleza,
utilizándolas como medicamentos.
En los tiempos antiguos, los médicos de los
diferentes países no eran los únicos que aprendían el empleo de las plantas
medicinales, sino que las personas en sí mismas poseían una enorme sabiduría
sobre su propia fuerza curativa, estando en muchos casos en situación de
tratarse sus propios padecimientos corporales.
Este país, Inglaterra, no es ninguna
excepción, aunque en la actualidad, el empleo de medios naturales de curación
no está tan extendido, sin embargo, hasta hace una o dos generaciones, e
incluso hoy en día, las gentes que viven en lugares recónditos del país poseen
sus propias provisiones de plantas medicinales y conocen cómo se deben tratar
las enfermedades.
Durante los últimos cuatro o cinco últimos
siglos se han escrito en Inglaterra diferentes libros sobre las propiedades
curativas de las plantas, entre los que destaca el escrito hace casi 300 años
por Culpepper, como uno de los más famosos.
Este libro se encuentra todavía en numerosos
hogares de las Islas Británicas, donde es estudiado, utilizado y altamente
valorado. Aunque este libro contiene más de 300 plantas medicinales, lo que
significa que se precisan unos conocimientos básicos, sin embargo, la gente se
esfuerza por hacer suya esta sabiduría para poder tratar la mayoría de sus
padecimientos.
En el curso de la historia hubo tiempos en los
que la enfermedad prácticamente sólo podía ser tratada exitosamente con ayuda
de las plantas medicinales. En otra épocas, el arte de la medicina natural se
olvido en gran parte. En la actualidad, vivimos en esa época, pero la
naturaleza posee tal poder que podemos estar seguros de que volverá a nosotros.
En los tiempos antiguos, cuando una gran
nación desaparecía, se perdía con ella una gran parte de su sabiduría, pero,
dado que hoy en día, los descubrimientos se convierten inmediatamente en
universales, existe la esperanza de que la bendición que nos ha tocado en
suerte a través del re–descubrimiento de las plantas medicinales, se extienda
universalmente, conservándose de esta manera esos conocimientos en algún país
del mundo. Las plantas medicinales de las que estoy hablando en este discurso
son ya empleadas de forma frecuente en muchas partes del mundo, aun habiendo
sido recientemente descubiertas.
Podemos partir con toda seguridad de la idea
de que, en los tiempos en los que se conocía y empleaba correctamente las
propiedades de las plantas medicinales, eran habituales los procesos exitosos
de curación, y de que los hombres de aquella época debieron poseer una gran
confianza en ellas. Si no hubiera sido este el caso, entonces la fama, la
confianza y la creencia en la fuerza curativa de las plantas no habrían
sobrevivido el ascenso y declive de las culturas, y no habrían permanecido
durante cientos y miles de años en la memoria de los hombres.
La curación a través de métodos naturales
puros y maravillosos es seguramente el método medicinal que más nos interesa a
la mayoría de nosotros, y, en lo más profundo de nuestro ser, experimentamos
que, de hecho, existe algo de verdad en todo ello; algo que nos dice que esa
forma de sanar que tiene la naturaleza es el camino correcto.
Llenos de confianza, buscamos en la naturaleza
todo aquello que necesitamos para mantenernos con vida: aire, luz, alimentos,
etc. Es altamente improbable que en este enorme sistema que nos proporciona
todo no se haya tenido en cuenta la curación de nuestras enfermedades y de
nuestros padecimientos.
Por lo tanto, vemos que la ciencia que estudia
las propiedades curativas de las plantas se remonta a los tiempos más antiguos,
de donde el hombre ha podido conocer que su empleo fama han perdurado durante
siglos, siendo en muchas épocas de la historia el principal método curativo y
prácticamente el único.
Este método curativo, sobre el que esta tarde
estoy hablando, presenta las siguientes ventajas frente a otros métodos:
1.
Todos los medicamentos son
producidos a partir de flores, plantas y árboles de la naturaleza. Ninguno de
ellos es tóxico ni puede ocasionar daños, indiferentemente de la cantidad que
de ellos se tome.
2.
Existen sólo 38 remedios
medicinales, lo que significa que es más fácil encontrar la planta correcta que
cuando contamos con numerosos medicamentos diferentes.
3.
El método de elección del
medicamento es tan sencillo que puede ser comprendido por la mayoría de las
personas.
4.
Las curaciones que se han
conseguido son tan maravillosas que superan incluso las expectativas de
aquellos que han utilizado este método y las de los pacientes que se han
beneficiado de él.
Estas plantas medicinales han continuado
teniendo éxito donde otros tratamientos han fracasado. Y ahora que ustedes ya
tienen una idea de lo antiguo y reconocido que es el arte de la curación a
través de las plantas medicinales, vamos a pasar al tema principal de esta
tarde.
Esta conferencia se ocupa de dos temas
centrales:
1-
Me gustaría presentarles
un nuevo método de curación por medio de la plantas medicinales.
2-
Quisiera apartar lo más
posible el miedo que ustedes puedan tener ante la enfermedad.
Aunque, comparativamente, sólo han
transcurrido unos pocos años desde que el primer grupo de las 38 plantas
medicinales fue descubierto –que es el tema que hoy nos ocupa–, sin embargo, en
ese breve período de tiempo, estas plantas han tenido ocasión de demostrar las
más fantásticas propiedades curativas. Estas pruebas no sólo han sido
observadas en nuestro país, ni únicamente en nuestro continente, sino también
en países tan lejanos como la India, Australia, Nueva Zelandia, América,
etcétera.
En lo que se refiere a un tratamiento con
plantas medicinales, son de gran importancia los siguientes puntos:
1.
Los medicamentos se
obtienen a partir de plantas y árboles de la naturaleza, no siendo ninguno de
ellos perjudicial.
2.
Su forma de empleo puede
ser comprendida sin esfuerzo por personas que no poseen conocimientos médicos,
de tal forma que pueden estar presentes en cualquier hogar.
Reflexionen un momento acerca de lo que eso
significa. Entre nosotros, existen personas que experimentan, en mayor o menor
grado, el deseo de poder ser útiles en casos de enfermedad, de estar en
situación de poder liberar al enfermo de su padecimiento y sanarlo, pero las
circunstancias de la vida les han impedido que se pudieran convertir en médicos
o enfermeras y creen que nunca podrán realizar ese sueño. Estas plantas
medicinales les ofrecen la oportunidad de sanar a miembros de su familia o de
sus círculos de amistades o a conocidos.
Junto a su ocupación habitual, pueden prestar
una gran ayuda en su tiempo libre al poner en práctica muchas de sus
capacidades curativas. Hay incluso personas que han dejado su profesión para
poder dedicar todo su tiempo a esta forma de medicina.
Para aquellos que siempre han soñado con el
ideal de liberar a la humanidad de su padecimiento, todo esto significa el
poder hacer realidad su sueño, ya sea dentro de su propia familia o a una
escala mayor.
Quisiera
indicar de nuevo expresamente que no es necesario disponer de conocimientos
científicos cuando se utilizan estas plantas medicinales, ni siquiera es
necesario conocer en nombre de l enfermedad. No se trata de la enfermedad, sino
de los pacientes. Para el tratamiento, no es importante lo que el paciente
tenga, ya que una misma enfermedad arroja diferentes resultados en los distintos
pacientes.
Si las repercusiones fueran las mismas en
todas las personas, entonces sería fácil conocer el nombre de la enfermedad,
pero
ése no es el caso, y es precisamente ése el motivo por el que en la ciencia
moderna resulta a menudo tan difícil denominar la enfermedad concreta que
padece un paciente.
La enfermedad carece de importancia, lo
realmente importante es el paciente; la manera en que él o ella se siente
afectado. Ésa será la verdadera guía que conduce a la curación.
En la vida diaria, cada uno de nosotros posee
su propio carácter, que es el resultado de nuestras preferencias,
inclinaciones, imaginaciones, pensamientos, deseos, objetivos y la manera en la
que tratamos a nuestros semejantes. Este carácter no reside en nuestro cuerpo, sino
en nuestro espíritu, y el espíritu es la parte más sensible de cada uno de
nosotros. ¿Cómo nos puede, entonces, extrañar que sea precisamente el espíritu
el que, con sus diferentes estados de ánimo, sea el primero en mostrar los
síntomas de una enfermedad? Siendo tan sensible, representará para nosotros, en
relación a la enfermedad, una guía mucho más eficaz, que si nos dejamos llevar
por el cuerpo.
Modificaciones en nuestro espíritu nos
conducirán, de manera inequívoca, al remedio que necesitamos, aun cuando al
principio nuestro cuerpo apenas se haga eco de esos cambios. Ahora queremos
desviar nuestra atención hacía algunas de las diferentes posibilidades que
existen acerca de cómo un determinado padecimiento puede repercutir en el
individuo.
Todos nosotros sabemos que una misma
enfermedad nos puede afectar a cada uno de nosotros de manera totalmente
diferente. Así, por ejemplo, cuando Tommy tuvo el sarampión, estaba totalmente
nervioso; Sissy, por el contrario, tranquila y obnubilada; Johnny quería que le
mimaran continuamente; el pequeño Peter estaba sobre excitado y miedoso; Bobby
quería que le dejasen en paz, etcétera.
Si la enfermedad tiene repercusiones tan
diferentes, tiene poco sentido el querer tratarla aisladamente. Es mejor tratar
a Tommy, Sissy, Johnny, Peter y Bobby, sanar a cada uno individualmente y, con
ello, el sarampión.
Es importante que a ustedes les quede claro
que no se deben guiar por el sarampión para encontrar el tratamiento correcto,
sino que el punto de referencia debe ser los efectos que la enfermedad tiene en
el pequeño paciente. El estado anímico del niño es el indicador más sensible
para averiguar que es lo que ese paciente en particular necesita.
De la misma manera que el estado de ánimo nos
ayuda a encontrar el tratamiento correcto de a enfermedad, así también no puede
poner en sobre aviso antes de que el sufrimiento se manifieste, haciendo de
esta manera posible que éste no avance más.
Al igual que el estado de ánimo durante la
enfermedad nos conduce al tratamiento adecuado, así también nos puede advertir
antes de que el padecimiento se manifieste ofreciéndonos la oportunidad de
poder detener el avance de la enfermedad.
El pequeño Tommy regresa de la escuela a casa
extraordinariamente cansado, obnubilado o nervioso, necesita atención o quiere
que lo dejen en paz, etc. No es “el mismo”, como se suele decir. Vecinos
amistosos pasan por casa y opinan que Tommy está incubando alguna enfermedad y
deben esperar a que se manifieste. Pero, ¿por qué esperar? Si Tommy es tratado
de acuerdo con su estado de ánimo, podrá recuperarse rápidamente, y si amenaza
con manifestarse cualquier enfermedad, la mayoría de las veces no se producirá,
pero, en caso de que eso ocurriese, se trataría de una manifestación tan débil
que apenas se podría notar.
Esto se puede aplicar a todos nosotros. Antes
de que se manifieste una enfermedad se da normalmente una temporada en la que
uno no se encuentra especialmente bien o en la que se ésta un poco cansado. Ese
es el momento en el que debemos tratarnos, ponernos en forma y acabar con el
empeoramiento de nuestro estado.
Prevenir es mejor que curar. Estas plantas
medicinales no ayudan de manera maravillosa en el mantenimiento de nuestro
bienestar, protegiéndonos del ataque de agentes desagradables.
Bueno, ya hemos hablado suficientemente de los
primeros estadios de la enfermedad. Ahora nos queremos dirigir a aquellos que
se encuentran enfermos desde hace algún tiempo atrás. También en este punto
existen motivos suficientes para tener la esperanza de que se produzca una
mejoría del estado general, o bien de una curación total. Nadie debería perder
jamás la esperanza de sanar. Además, nunca deberíamos tener miedo del nombre
con el que se denomina a una enfermedad. En última instancia, se trata sólo de
un nombre. No existe ninguna enfermedad que, por sí misma, sea incurable. Esto
se puede afirmar con todo derecho, porque se han recuperado personas que
padecían una enfermedad cuyo nombre nos asusta a la mayoría de nosotros. Si
esto ha sido posible en el caso de ciertos pacientes, también lo puede ser para
nosotros. A veces se necesita menos tiempo para que algunas personas se
recuperen de una de esas terribles enfermedades que para que otras se recuperen
de una enfermedad no tan grave. Todo depende en mayor medida del individuo que
de la enfermedad en sí.
En el caso de enfermedades prolongadas, se
aplica el mismo principio de tratamiento que para afecciones más pasajeras o no
tan graves, ya que, también en el caso de padecimientos que se sufren desde
hace mucho tiempo, la persona afectada sigue poseyendo su carácter, sus deseos,
esperanzas, imaginaciones, preferencias, antipatías, etcétera.
Repitiéndolo una vez más. Todo lo que se debe
de hacer es prestar atención a los efectos que la enfermedad tiene sobre el paciente:
si está deprimido, si no posee esperanzas de recuperarse, si tiene miedo de un
empeoramiento de su estado, si está nervioso, si desea compañía o si prefiere
tener su propia tranquilidad y estar solo, etcétera, para poder buscar el
remedio o los remedios apropiados según los diferentes estados de ánimo.
También aquí es maravilloso el hecho de que en
el caso de una enfermedad que amenaza con manifestarse, no lo haga cuando se ha
podido restablecer el estado anímico del paciente. Por lo tanto, en estos
casos, en los que el paciente está enfermo desde hace mucho tiempo, se produce
una notable mejoría y se recupera el carácter propio, logrando que, también
así, desaparezca la enfermedad, una vez que se ha logrado superar esos estados
anímicos antinaturales como la depresión, el miedo, etc., sin importar la
enfermedad de que se trate.
Existe todavía otro tipo de persona. En este
caso, se trata de aquellas que, en el sentido normal de la palabra, no están
real mente enfermos pero que, sin embargo, siempre andan quejándose de
ésta o aquella molestia. Estas molestias, seguramente, no son tan graves pero
bastan para hacer que, a ratos, la vida sea un continuo y difícil examen hasta
que se convierte en una carga. Estas personas quedarían profundamente agradecidas
si se las libera de sus padecimientos. La mayoría de ellos han probado ya miles
de remedios para acabar con estos problemas, sin haber encontrado la solución
definitiva.
A este grupo de personas pertenecen aquellos
individuos que, a menudo, padecen de dolores de cabeza, algunos son víctimas
cada año de fuertes resfriados, otros padecen reuma, digestiones pesadas u ojos
irritados, asma o ligeros trastornos cardíacos, insomnio, etcétera.
Supone también una gran alegría el poder
ayudar a estas personas que, a menudo, han creído tener que soportar durante
toda su vida estas molestias. Y, entre todas ellas, particularmente, las que
han temido que, con la edad, esos síntomas empeoren aún más. Casos semejantes
pueden ser sanados y, con frecuencia, se produce ya una mejoría poco tiempo
después del comienzo del tratamiento.
Para terminar, existe todavía otro grupo.
Personas que se encuentran realmente bien, que son fuertes y sanas pero que,
sin embargo, tienen sus dificultades. Estas personas comprueban que su trabajo
o su tiempo libre se ven dificultados por los siguientes factores: tienen un
deseo exagerado de hacer todo correctamente; son excesivamente entusiastas y
agotan todas sus fuerzas; tienen miedo de fracasar, no se creen tan
inteligentes como otras personas o bien, no pueden decidir lo que realmente
quieren. A este grupo pertenecen aquellas personas que tienen miedo de que le
ocurra algo a la persona que tienen a su lado, que siempre temen lo peor aun
cuando no exista motivo para ello. Entre ellos se encuentran aquellos que son
hiperactivos y están desorientados y que, parecen no encontrar nunca la
tranquilidad. También se incluyen aquellas personas que son demasiado
sensibles, tímidas y nerviosas, etcétera. Todos estos padecimientos causan
pesar y preocupación aun cuando no pueden ser definidos como enfermedades,
pudiendo ser restablecidos de nuevo cuando esas personas recobran la alegría de
vivir.
Vemos, por lo tanto, la gran fuerza curativa
que posee el remedio correcto, no sólo en lo referente a mantenernos sanos y
protegernos de enfermedades, no únicamente en lo que atañe a detener una
enfermedad amenazante, a liberarnos y sanarnos cuando padecemos y estamos
enfermos, sino también en lo que se refiere a recuperar la paz mental, el
sentimiento de felicidad y alegría cuando nuestra salud es la correcta.
De nuevo, queremos asegurar lo siguiente: ya
se trate de que se esté agotado o simplemente un poco cansado, de evitar una
enfermedad o de tratar una enfermedad más o menos larga, el principio a aplicar
es siempre el mismo: Se debe tratar al paciente. Y se le debe tratar según su
estado de ánimo, su carácter, su individualidad y así nunca se podrán
equivocar.
Piensen de nuevo la alegría que le depara a
una persona que quiere encontrarse en situación de hacer algo bueno por los
enfermos, e incluso ayudar a aquellos por los cuales la medicina ya no puede
hacer nada más. El convertirse en un sanador entre sus semejantes le confiere
poder.
Reflexionen también nuevamente sobre el hecho
de que esto nos proporciona una postura totalmente nueva ante la vida, ya que
perdemos el miedo y crece nuestra esperanza.
Este arte de la curación ha sido puesto en
práctica, publicado, y cedido generosamente a otras personas para que, de esta
manera, individuos como ustedes puedan ayudarse a sí mismos en caso de
enfermedad o, puedan mantenerse sanos y fuertes. No es necesario poseer
conocimientos científicos, sólo se ha de estar en posesión de un poco de
conocimiento, comprensión y sensibilidad para con la naturaleza, lo cual es
totalmente natural para la mayoría de nosotros.
La tarde del día de hoy no basta para que les
pueda dar una descripción detallada de todos los 38 remedios. Y tampoco es
realmente importante, ya que con conocer cómo se utilizan tres o cuatro de
estos medicamentos se conoce el principio común aplicable a todos los demás.
Por este motivo, queremos ocuparnos de los
medicamentos que se prescriben en el caso del miedo. No es importante q se
trate
de una accidente, de una enfermedad repentina o duradera o, incluso, de
personas a las que no le falta nada especialmente, si existe miedo, se debe
prescribir uno de los remedios contra el miedo.
Naturalmente, puede que
sea necesario el empleo simultáneo de varios medicamentos, ya que se pueden dar
diferentes estados. En estos casos, se deben suministrar adicionalmente otros
medicamentos, pero dependiendo de cada caso en particular.
El miedo, en cualesquiera de sus aspectos,
está muy extendido, no únicamente entre los enfermos, sino que también nos
afecta a nosotros que, normalmente, nos sentimos perfectamente bien. Pero, sea
lo que sea, estos medicamentos nos ayudarán siempre a liberarnos de esa pesada
carga que denominamos miedo.
Existen cinco tipos de miedo y,
por ello, cinco medicamentos: uno para cada una de las
manifestaciones del miedo.
El primer medicamento está indicado
para casos en los que el miedo es enorme, desembocando en temor o pánico. En
estos casos, o bien el miedo está enraizado en el paciente, o bien es provocado
por el hecho de que el estado es tan grave que incluso despierta un profundo
terror entre otras personas. Este tipo puede aparecer con una enfermedad
repentina o con un accidente, pero siempre, cuando ha tenido lugar una
emergencia o un gran peligro. En este caso, el remedio es el Heliántemo,
que se obtiene a partir de una pequeña planta de nombre “heliántemo común”.
El heliántemo común es una preciosa planta de
flores amarillas que crece en las laderas de las montañas, con frecuencia allí
donde el terreno es pedregoso o rocoso. Como planta cultivada se encuentra en
jardines que poseen adornos con piedras, aunque para emplearla como remedio
curativo siempre se debe de escoger la variedad silvestre.
Este remedio ha logrado ya maravillosos
efectos y, en muchos casos alarmantes, proporciona una mejoría tan sólo unos
minutos u horas después de su toma.
Los conceptos claves para este remedio son:
pánico, temor, una gran e imprevista situación de emergencia o peligro.
El segundo tipo de miedo es más
frecuente: es el miedo con el que nos encontramos en nuestra vida diaria.
Los miedos normales de los que somos víctimas
muchos de nosotros son: miedo de sufrir accidentes, miedo ante enfermedades,
miedo de que empeore el estado de una enfermedad, miedo de la oscuridad, miedo
a quedarse solo, miedo a que irrumpan en la casa para robar, miedo a que se
produzca fuego, miedo de la pobreza, miedo de los animales, de otras personas,
etc. En general, miedo de cosas concretas, sin importar si existe motivo o no
para ello.
El remedio para este tipo de miedo es una
preciosa planta de nombre Mímulo (mímulo jaspeado). Esta planta tiene
bastan te parecido con el azmizcle, crece en aguas claras y en las orillas de
los ríos.
El tercer tipo de miedo es el miedo
frente a cosas confusas, imprevisibles, que no pueden ser explicadas. Algo así
como si fuera a ocurrir algo espantoso sin poder tener una idea de lo que pueda
ser.
Todos estos miedos, para los que no se puede
aportar un motivo pero que, sin embargo, son muy reales y excitante, requieren
el remedio que se extrae del Álamo temblón. El alivio que este
remedio ha proporcionado a muchas personas es algo realmente maravilloso.
El cuarto tipo de miedo reside en el
hecho de que se sobrecoge al espíritu, no pudiendo este resistir la tensión.
Surge cuando en nosotros aparece el impulso de hacer cosas en las que
normalmente no deberíamos pensar o que sólo deberíamos tomar en consideración
durante un momento.
El remedio para este estado de miedo se extrae
de una cereza (Cherry plum) que en las zonas rurales crece junto
a los setos. Esta planta expulsa todas las ideas falsas, proporcionándole al
paciente la fuerza y confianza necesaria.
Finalmente, el quinto tipo de miedo, es
el temor pro los otros, principalmente por aquellas personas que están a
nuestro lado.
Cuando llegan demasiado tarde, se cree que ha
tenido que ocurrir un accidente, cuando se van de vacaciones, se teme que les
sobrevenga una desgracia. Algunas enfermedades se hacen muy graves, e incluso
aquellos que no están realmente enfermos padecen un miedo enorme. Temen siempre
lo peor y esperan una gran desgracia.
El remedio para estas personas es la flor del Castaño
rojo que todos conocemos tan bien. Esta flor aparta estos miedos
rápidamente y nos ayuda a volver a pensar de forma normal.
Estas cinco diferentes formas de miedo no
pueden confundirse entre sí fácilmente, ya que están suficientemente
diferenciadas. Aunque sea el miedo el estado de ánimo que más frecuentemente
debemos tratar, son necesarios uno o más de los cinco remedios para poder luchar
contra todas sus diferentes manifestaciones.
Entre los otros remedios, ustedes encontrarán
aquellos que son usados para todos los estados diferentes que puedan poner
se de manifiesto, como, por ejemplo, remedios para aquellos que sufren de
inseguridad, que nunca saben lo que quieren o lo que es correcto para ellos.
Algunos remedios para la soledad, otros para aquellos que son hipersensibles,
otros para la depresión, etcétera.
Con muy poco esfuerzo se puede encontrar el
remedio o los remedios que un paciente necesita. Una vez más, el punto más
importante es el siguiente: por más fantástico que esto pueda sonar, liberen al
paciente de ése o esos estados anímicos que se describen en este método de
curación, para lograr así la recuperación del mismo.
CONFERENCIA MASÓNICA SOBRE LOS PRINCIPIOS CURATIVOS
(Conferencia
ante una asamblea de masones, Octubre 1936)
Esta tarde os comunico una noticia
maravillosa que, quizás, parezca casi increíble, pero que, sin embargo, es la
verdad y que debe proporcionar muchísima esperanza y consuelo.
La noticia es la siguiente: La enfermedad es
curable.
Con la ayuda de las plantas medicinales de las
que hoy quiero hablar, no hay ya lugar para esas enfermedades normales que se
conocen en este país y que, hasta ahora, no han podido ser curadas.
Cientos y miles de personas que padecen
enfermedades, que tienen molestias, y que creen que tendrán que vivir con ellas
el resto de sus días, pueden sanarse.
Introducción
Esta tarde no quiero intentar comunicarles
detalles sobre las maravillosas plantas medicinales, que son el tema de esta
conferencia. Toda esa información la pueden extraer del libro.
Los principios básicos son los siguientes:
1.
No es imprescindible en
absoluto el poseer conocimientos médicos.
2.
La enfermedad en sí no tiene
ningún significado.
3.
El espíritu es la parte
más sensible de nuestro cuerpo y, por eso, el mejor indicador para averiguar
cuál es el remedio que se precisa.
4.
Por eso, sólo se tiene en
cuenta la manera de reaccionar ante la enfermedad por parte del paciente, y no
la enfermedad misma.
5.
Por este motivo, el miedo,
la depresión, la duda, la desesperación, la excitación, el deseo de estar en
compañía o de estar solo, así como la imposibilidad de tomar una decisión,
constituyen el verdadero guía que nos aporta la información sobre la manera en
que el enfermo está influenciado por su enfermedad, así como sobre el remedio a
emplear.
No hay necesidad de informarles más acerca de
las maravillosas propiedades curativas de estos remedios, basta con decir les
que miles de personas han sanado cuando ya no esperaban nada más que una
enfermedad que duraría toda su vida. Interminables casos han sanado rápidamente
de una enfermedad normal, y otros tanto han evitado una enfermedad ya en sus
primeros estadios.
Además, estas plantas medicinales son tan
famosas que no solamente se emplean en Gran Bretaña, sino también en la mayoría
de los países del mundo.
El principio de la curación empleando este
método es tan sencillo que casi todo el mundo puede comprenderlo, e incluso las
plantas pueden ser recolectadas y preparadas por uno mismo.
Segunda parte
Hermanos, nos han enseñado que en nosotros
vive un principio vivo e inmortal.
Durante todos los siglos de la historia de la
humanidad, el hombre ha creído que en él mismo existe algo más grande y más
maravilloso que el propio cuerpo, que va más allá de la muerte. Desde tiempos
inmemoriales, el hombre ha tenido eso en su mente.
Todos nosotros somos conscientes de que no
solamente nuestro cuerpo es el causante de nuestras dificultades. Nosotros no
decimos: “Mi cuerpo está preocupado, o tiene miedo o está deprimido” sino más
bien: “Estoy preocupado, o tengo miedo, o
estoy deprimido” Igualmente, no decimos: “Mi mano tiene dolor”, sino más
bien: “Mi mano me duele.”
Si únicamente fuésemos nuestro cuerpo, nuestra
vida no consistiría en otra cosa más que en satisfacer nuestros propios
intereses y en aspirar a nuestro propio beneficio. Únicamente estaríamos
preocupados por nuestro propio bienestar y por la satisfacción de nuestras necesidades.
Todo esto no es el caso. Cada sonrisa
amistosa, cada pensamiento bien intencionado y cada actitud positiva, cada
hecho que se deriva del amor o compasión con los otros, demuestra que en
nosotros existe algo más grande que no podemos captar con la vista. Llevamos
dentro una llama de divinidad, y en nosotros vive un principio vivo e inmortal.
Y cuanto más brille esa llama divina dentro de
nosotros, tanto más irradia nuestra vida su compasión y su amor, tanto más
seremos amados por nuestros semejantes que extenderán su dedo hacia nosotros
diciendo: “Por ahí va un hombre casi divino.”
Además, la cantidad de paz, de fortuna, de
alegría, de salud y de bienestar que experimentamos en nuestra vida depende de
la medida en la que la llama divina pueda entrar y brillar en nuestra
existencia.
Desde
tiempos inmemoriales, el hombre ha dedicado especial atención a dos grandes
fuentes de la sanación: su Creador y las plantas medicinales de la naturaleza
que su Creador ha puesto ahí para proporcionar alivio al que padece.
Sin embargo, por lo menos una verdad fue
olvidada, la verdad de que las plantas medicinales de la naturaleza que han
sido creadas para sanar trayéndonos el consuelo, calmándonos, llevándose
nuestras preocupaciones y nuestros miedos, nos acercan a divinidad a nuestro
interior y, al residir ese aumento de la divinidad en nosotros nos sanan.
Es un pensamiento maravillosos, pero es la
absoluta realidad el que determinadas plantas medicinales, al expandir el
consuelo en nosotros, nos acercan a la divinidad. Eso se manifiesta siempre de
nuevo al comprobar que los enfermos no sólo son sanados de su enfermedad, sino
que con esta recuperación también recobran paz, esperanza, alegría y compasión
en su vida. O, si esas cualidades ya estaban presentes, se fortalecen muchísimo
más.
Por eso, durante la curación con estas plantas
medicinales, en el cuerpo se observa, en pequeños pasos, que la ayuda que ellas
nos proporcionan no sólo logran curar el cuerpo, sino que también aportan las
características de la divinidad a nuestra vida y a nuestro carácter.
De aquí que durante este tratamiento con las
plantas medicinales se puede observar lo que en nuestro cuerpo nunca ha estado
en orden, ya que todo lo que buscamos son aquellas características del que
padece, que se encuentran en desarmonía con la fuente de la paz en su alma.
Es por este motivo por lo que se ignoran los
síntomas habituales del padecimiento, concentrándonos, exclusivamente, en otros
aspectos, tales como depresión, impaciencia, preocupación, temor, incapacidad
de tomar una decisión, miedo, duda, intolerancia, desprecio, etcétera. Todas
estas características que no se encuentran en la calma, la seguridad y la
compasión de nuestro yo interno.
Y así como todas esas características
negativas desaparecen a través del tratamiento con estas plantas medicinales
divinas, el cuerpo se recupera de nuevo con su desaparición, independientemente
de la enfermedad de que se trate.
Parece ser así, como si en esta gigantesca
civilización de hoy en día, una civilización con grandes dosis de estrés y de
tensión, la perturbación interna se hubiera hecho tan fuerte que nos
encontramos muy alejados de la verdadera fuente de la sanación , de nuestra
divinidad. Sin embargo, nuestro Creador, que conoce todas estas cosas, tuvo compasión
de nosotros y, en su eterna bondad, nos proporcionó un medio para sanar
nuestras enfermedades hasta que vuelva el tiempo o sean restablecidas las
circunstancias que hagan posible la restauración de los verdaderos y directos
remedios curativos.
Sin embargo, estos remedios de sustitución
representan una ayuda maravillosa, ya que cuando se observa la alegría, la
fortuna y la bondad que se incorporan de nuevo a una vida tras otra cuando
éstas han sido sanadas con plantas medicinales, se demuestra, sin lugar a dudas
que no sólo al cuerpo le fue otorgada la bendición.
Además, está demostrado que la armonía
fortalecida entre el yo más elevado en nuestro interior y nuestro cuerpo
exterior ha proporcionado la curación.
No se hace necesario volver a repasar más
detalladamente los 38 remedios curativos. Los detalles sobre estas plantas
medicinales pueden extraerse del libro. Basta con decir que existe una planta
medicinal para cada estado de ánimo que se encuentre en oposición con nuestro
yo afortunado y alegre. Pero sí que es necesario conocer el estado anímico en
el que se encuentra el paciente para poder proporcionarle el remedio o los
remedios que lo ayudarán a apartarlo de sí.
No juega ningún papel relevante el hecho de
que la enfermedad se mantenga durante unos minutos o muchos años, el principio
es el mismo para ambos casos.
Además, deberían reflexionar una vez más
acerca de lo que eso representa para nuestra vida cotidiana. Casi cada uno de
nosotros posee algún rasgo del carácter que se desvía de la armonía, como, por
ejemplo, a depresión, la preocupación, el temor, etc. Estas plantas medicinales
apartan estos estados e impiden el desarrollo de la enfermedad no sólo
prohibiéndole el acceso, sino que convierten nuestra vida en una existencia más
afortunada alegre y llena de sentido.
¿Y qué arte, dentro de todas las artes nobles,
es más grandiosa que la de sanar? ¿Y qué es más conveniente para la Humanidad
que proporcionar alivio al que sufre y consuelo y esperanza a todos aquellos
que se encuentran frente a una difícil prueba que son víctimas de la
preocupación o que sufren?
Estos remedios nos otorgan a cada uno de
nosotros el poder de realizar estos actos maravillosos, no a través de su
propia fuerza, sino con la ayuda de la fuerza que el gran Creador ha puesto en
cada una de esas plantas medicinales.
FIN
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