LA
INTOXICACIÓN INTESTINAL EN RELACIÓN CON EL CÁNCER.
(British Homeophatic Journal, octubre 1924)
Esta
conferencia trata de la intoxicación intestinal y su relación con las
enfermedades, sin excluir las malignas. Confío en que las afirmaciones que voy
a hacer a continuación no sólo sean de su interés, sino que consideren que
merece la pena ocuparse de ellas con mayor profundidad.
La intoxicación intestinal no es ningún tema
nuevo. En los últimos cien años se han realizado una gran cantidad de trabajos,
tanto desde el punto de vista médico como quirúrgico, en aras de contrarrestar
los efectos perjudiciales de la intoxicación intestinal. Y hasta los tiempos más
recientes del desarrollo de nuestra profesión no encontramos los métodos de
tratamiento y los medicamentos cuyo único el importante objetivo es limpiar el
intestino. Pero a medida que se reconocía la importancia de la intoxicación
intestinal y se profundizaba en su investigación, hemos podido comprender mejor
sus detalles y las circunstancias más precisas que conducen a esos resultados
perjudiciales. Sólo ahora se han entendido las poderosas y amplias
repercusiones de la intoxicación intestinal. Actualmente tenemos que reconocer
sus efectos devastadores sobre toda la civilización, que son más difíciles de
entender por la alevosía de la intoxicación intestinal. Los médicos tienen que
reconocer todavía la segura y continua remisión de la capacidad de resistencia
y la disposición de la enfermedad, así como los éxitos que se han conseguido
frente a la gran mayoría de enfermedades por la eliminación de la intoxicación
intestinal.
La causa fundamental de esta aberración radica
en la alimentación y en la posterior infección, que sólo puede extenderse
cuando se produce una mala alimentación. En esta conferencia me gustaría
intentar ilustrarles algunas razones, tanto científicas como prácticas y
explicarles el importante papel que desempeña en la mayoría de las
enfermedades, y que las causas de predisposición al cáncer no constituyen
ninguna excepción.
El alimento es la gasolina del motor humano,
el que abastece hasta a la más diminuta célula de la más maravillosa de todas
las maquinarias. El cuerpo humano. Pero como explicaré más adelante, cuando el
carburante carece de algún componente esencial no se convierte en una fuente de
energía degradada, sino que abre infinidad de posibilidades de producir venenos
y sustancias nocivas que arruinan por completo el sano y perfecto
funcionamiento del hombre. Desde tiempos inmemoriales se han elaborado teorías
sobre el diferente valor de los distintos alimentos, y cualquiera que se
distancie de los hábitos de su sociedad es considerado un excéntrico.
Espero poder acercarles hoy a los inicios de
la investigación, que en el futuro mostrará con más exactitud cuál es la
alimentación normal y correcta para el hombre.
No puede existir la menor duda de que la
alimentación de la civilización es completamente equivocada, y no hace falta
ser muy juicioso para aceptar que nuestros modernos métodos de cocinar y
preparar nuestro alimento no son en modo alguno compatibles con las leyes de la
naturaleza.
El origen de la intoxicación intestinal se
remonta originariamente a una alimentación equivocada, y sólo después puede
achacarse a una infección, que únicamente puede manifestarse cuando las
condiciones del tracto gastrointestinal no son normales. Este estado existe en
casi todas, si no en todas, las personas que se nutren de los alimentos que
comemos hoy día. Posiblemente, este estado no conlleve ningún síntoma durante
meses o años, o incluso hasta edad bien avanzada, ya que la enfermedad depende
en gran medida de la capacidad de resistencia del sujeto a las sustancias
venenosas, pero también en cierta medida de los diferentes organismos que estén
relacionados con la intoxicación.
Una alimentación equivocada puede empezar el
mismo día del nacimiento, como en el caso de la alimentación artificial; pero a
menudo comienza hacia finales de los primeros meses de vida.
Considerada desde el punto de vista de la
historia natural de la humanidad, ésta está destinada sin lugar a dudas a vivir
de los alimentos vegetales de los trópicos, y probablemente de la carne de
pequeños animales, pero tanto si se piensa que el hombre es vegetariano como si
es carnívoro, hay una cosa segura: que nuestros modernos métodos de cocinar,
almacenar y preparar los alimentos no son admisibles dentro del orden cósmico
de las cosas.
De aquí, como veremos más adelante, que desde
nuestra más temprana infancia vivimos con un contenido intestinal anormal y que
mantenemos estas circunstancias a lo largo de toda nuestra vida.
Es posible que los organismos anormales del
intestino no se habrían convertido en perennes parásitos intestinales, aunque
su presencia sea tan universal, si admitimos que el hombre se hubiera
alimentado correctamente desde su nacimiento.
Doy esta conferencia por tres motivos:
1-
Un gran número de
enfermedades puede ser tratado con éxito siguiendo estas directrices.
2-
El beneficio que se
obtiene de la aplicación de estas directrices hay que achacarlo a una mejora
general del estado de salud, y no a un tratamiento local.
3-
El 25% de todos los casos
avanzados de cáncer que no son operables que han sido tratados por este método
muestran una mejora pasajera y una remisión de los síntomas, viviendo una época
más agradable en general.
Cuando en el 25% de los casos de cáncer en
estado avanzado puede consignarse algún indicio de éxito y afirmarse que el
porcentaje es mayor, no parece que merezca la pena proseguir en esa línea de
pensamiento y en la investigación en este terreno.
Quiero ocuparme aquí en detalle de estos
puntos, y me gustaría ilustrar los resultados.
La falta de alimentos naturales:
1-
La ausencia de productos
vitales que son necesarios para la salud, como, por ejemplo, las vitaminas,
entre otros.
2-
La falta de sustancias que
necesita la flora bacteriana del tracto intestinal para garantizar su limpieza.
3-
La existencia de
sustancias de las que pueden obtenerse venenos sin grandes problemas.
Respecto a los tres puntos anteriores hay que
explicar lo siguiente:
1-
La ausencia de vitaminas y
sustancias que son necesarias para la salud es algo aceptado generalmente y
sólidamente demostrado, de manera que resulta innecesario explicar en detalle
este punto, sobre todo si se piensa en las enfermedades más destacadas en este
sentido, como el raquitismo o el escorbuto. Pero cuando se investigan con más
minuciosidad los fenómenos carenciales, probablemente se verá que hasta el
mínimo fenómeno carencial tiene graves repercusiones durante mucho tiempo en el
metabolismo general.
2-
Para que el tracto
intestinal esté limpio, se necesitan ciertos organismos, y éstos sólo pueden
existir si se los alimenta correctamente. Las bacterias limpiadoras del
intestino son las lactobacterias, puesto que mediante el ácido que producen
inhiben los procesos de putrefacción y se encargan de que los excrementos estén
sanos y relativamente estériles. Para este proceso tiene una gran importancia
el almidón, ya que el azúcar o el azúcar y el almidón, son necesarios en el
intestino para desencadenar este proceso.
La alimentación media incluye muy poco almidón. Al cocer, hacemos
disminuir aún más la escasa cantidad existente, ya que la cocción destruye la
envoltura celular y produce una hidrólisis parcial de los hidratos de carbono,
de manera que en el intestino ciego domina una desesperada carencia de
azúcares, con lo que se inhiben las reacciones ácidas.
3-
En la actualidad tomamos
en exceso proteínas de origen animal, que pueden generar con facilidad
sustancias tóxicas.
La comparación de las heces de personas que
llevan una alimentación media con las de las que ingieren gran cantidad de
comida cruda aportó resultados muy interesantes y sorprendentes. El color
normal de las deposiciones es marrón oscuro, aunque debería ser marrón claro.
El olor normal se describe como “nauseabundo”, aunque en realidad debería ser
inodoro, o a lo sumo presentar un ligero olor a leche agria.
En los libros de texto, la reacción normal se
describe como una reacción alcalina, aunque debería ser ácida.
Desde el punto de vista químico faltan la
mayoría de las bacterias putrescentes como Scatol o Indol, y, en último
término, el contenido bacteriano del intestino presenta grandes diferencias en
cuanto a estos dos grupos. Las bacterias más normales las constituyen las del
grupo coli, estreptococos, bacilos
esporíferos y bacterias anormales que describiré más adelante, mientras que los
únicos organismos presentes en una deposición sana son las lactobacerias y las
bacterias coli.
Esta gran diferencia debería bastar para
convencer a cualquiera de las ventajas de una correcta alimentación, así como
del provecho que el hombre podría sacar si no existieran todos los procesos de
putrefacción que tienen lugar habitualmente. Pero esto no es todo, ya que en un
intestino sano tal como el que he descrito, las bacterias anormales es muy
difícil que puedan estar presentes, y no producirían sustancias venenosas con
tanta facilidad, mientras que el intestino alcalino es un nido de incubación
excelente para la mayoría de las bacterias patógenas, como ha podido
comprobarse en los laboratorios durante años. En el único lugar que las
bacterias no pueden producir venenos es en un medio sano.
Además, los organismos naturales limpiadores
del intestino prácticamente se extinguen cuando el medio intestinal es
alcalino.
Vayamos ahora a las bacterias anormales que
son las principales responsables de la intoxicación intestinal. Estos
organismos se encuentran en la práctica totalidad de las civilizaciones. Se
trata de bacterias gram–negativas que no son capaces de producir la
fermentación del ácido láctico. Ya se ha descrito con detalle un gran número de
especies, pero el número de formas diferenciadas es tan abrumador que resulta
imposible clasificarlas a todas, y por el momento es más que suficiente
clasificarlas en grupos. Estos organismos no son tan patógenos en el sentido
estricto del término y no producen ninguna enfermedad, aunque ocasionalmente
pueden ser responsables de trastornos locales del tracto intestinal. Su peligro
radica más bien en sus efectos duraderos y continuados y en las sustancias
venenosas que producen paulatinamente durante toda su vida, que van minando
lenta y subrepticiamente la vitalidad del hombre, aumentando su sensibilidad
tanto para las enfermedades agudas como para las crónicas. El tiempo que tardan
en manifestarse los síntomas depende de la virulencia de la intoxicación y, lo
que es más importante, de la capacidad de resistencia del afectado. En la
mayoría de los casos, la infección aparece muy temprano, y es bastante
frecuente encontrar estos organismos no sólo en los adultos, sino también en
los niños, por lo que más o menos se les considera habitantes normales del
tracto intestinal, opinión que predominaría incluso en algunos laboratorios si
no existieran los sorprendentes resultados conseguidos en el tratamiento de las
enfermedades crónicas cuando se eliminan esos organismos.
Una vez que estos organismos se han
desarrollado en el cuerpo, perece ser que viven en la zona de la vesícula y los
conductos biliares, y los americanos lo han demostrado con profusión extrayendo
gran cantidad de estos organismos después de haber introducido un instrumento
en el duodeno a través de la boca y del estómago.
El tratamiento se compone de dos métodos
diferentes y está destinado a eliminar la intoxicación intestinal. Por una
parte, la alimentación debería contener la menor cantidad posible de sustancias
capaces de producir toxinas, que al mismo tiempo sería la más adecuada para el
crecimiento de las bacterias limpiadoras y para impedir que surjan organismos
anormales. En segundo lugar, deberían eliminarse del intestino del paciente las
bacterias productoras de toxinas. Esta alimentación no contiene ninguna forma
de carne cocinada, ya que estas toxinas pueden surgir muy fácilmente de la
carne, el paciente deberá pasarse a una alimentación casi exclusivamente
vegetariana, compuesta de frutas, nueces y cereales.
Con esto se consigue en principio reducir
considerablemente la cantidad de toxinas que se producen en el intestino. Si se
continua manteniendo esta alimentación, se llega a eliminar finalmente todas
las bacterias patógenas, pero, por desgracia, la mayoría de los pacientes
necesitan años para conseguirlo, pues parece ser que las toxinas son muy
pertinaces; sobre todo en la vesícula biliar y en los conductos biliares, y del
mismo modo a como se ha observado con tanta frecuencia en los transmisores del
tifus.
Por lo tanto, la eliminación de estos
organismos no es una tarea sencilla. Los antisépticos intestinales tienen éxito
durante un cierto tiempo, pero no tienen un efecto duradero.
Como ya he dicho, la alimentación correcta es
un proceso muy dilatado. Los mejores resultados parece obtenerlo la terapia de
vacunación. Para ello, las vacunas hay que administrarlas con el máximo cuidado
ya que tienen profundos efectos sobre todo el organismo y pueden acarrear daños
si no se aplican científicamente.
Después de administrar las
dosis, utilizando siempre la mínima posible siempre que mantenga su eficacia,
debería producirse un empeoramiento de todos los síntomas, que en condiciones
ideales debería durar uno o dos días, pero que en casos graves puede llegar a
durar hasta un mes.
A este empeoramiento inicial debería seguir
una mejoría, y mientras dure ésta, aun cuando se alargue un año entero, no
debería administrarse ninguna dosis más. A este respecto es extraordinario el
hecho de que unas pocas dosis pueden producir la curación, incluso tratándose de
enfermedades crónicas graves.
Hasta aquí les he explicado las circunstancias
que rodean una intoxicación intestinal.
La diferencia entre las heces normales y las
excreciones limpias y sanas de una alimentación natural, que no llevan
asociados olores ni putrefacción, debe tener una gran influencia sobre el
hombre, al igual que tiene que resultar convincente la flora intestinal
totalmente diferente, que se encuentra en una alimentación sana. Pero para
poder calibrar verdaderamente la importancia de la supresión de un estado
tóxico es imprescindible que observemos con nuestros propios ojos muchos casos
que han sido tratados con este método, y es necesario que seamos conscientes de
los notables éxitos que consigue. En los últimos años muchos han podido ser testigos
de estos efectos positivos.
El estado del intestino no es en sí mismo el
auténtico desencadenante de la enfermedad, sino una enfermedad que puede
dilatar su efecto traicionero durante meses o años, debilitando la vitalidad y
capacidad de resistencia, lo que puede atribuir se a la existencia de la
auténtica causa de la enfermedad. La eliminación de este estado permite al
cuerpo combatir con la máxima efectividad y de forma sorprendente hasta las
enfermedades que se encuentran en un estado de desarrollo muy avanzado. El
bacilo de la tuberculosis es considerado como la principal causa de la tisis,
pero el descubrimiento de este germen de la enfermedad ha contribuido bien poco
a combatir la enfermedad, a no se protegiéndose de una infección.
El bacilo de la tuberculosis, en sí mismo, no
puede convertirse en un peligro, excepto en el caso de una vitalidad muy
debilitada, y en la mayor parte de los casos de tisis pueden conseguirse
efectos marcadamente positivos si se elimina la intoxicación intestinal subyacente,
incluso cuando la enfermedad se halle ya muy avanzada. Lo mismo cabe decir de
muchas enfermedades crónicas, en las que el objetivo del tratamiento original
consiste en mejorar el estado de salud del paciente, después de lo cual se cura
la enfermedad local mediante un proceso de autocuración. Uno de los métodos más
seguros para aumentar a capacidad de resistencia y producir una mejora del
estado de salud consiste en limpiar el intestino y liberar el cuerpo de todos
los venenos que con tanta frecuencia se producen en dicho órgano.
Tal vez les interese conocer que los
experimentos han confirmado los amplios efectos que muchos remedios de gran
poder ejercen sobre esas bacterias anormales, y se ha demostrado que su alcance
es desde todo punto de vista comparable al de la inyección de la vacuna.
La utilidad que se consigue, y que ya he
descrito para las enfermedades crónicas, es algo reconocido en amplios
círculos, y ha sido observado durante tantos años por tal cantidad de médicos
que ya no existe ninguna duda al respecto. Y ahora podemos decir lo mismo de
las enfermedades malignas.
En los laboratorios de todo el mundo existe la
creciente tendencia a considerar la alimentación como una causa de
predisposición a la enfermedad. Se han ensayado muchos cambios de alimentación,
y en algunos casos se han conseguido resultados marcadamente favorables. Mi
propia experiencia de los últimos ocho años, acumulada en los casos que he
tenido oportunidad de tratar, me indica que el 25% de los casos de enfermedades
avanzadas o muy avanzadas se produjo primero una mejoría concreta y temporal,
con lo que, a pesar de todo, no pretendo arrogarme el hecho de haber conseguido
ni una sola curación.
Nuestro objetivo no consiste en curar el
cáncer, sino en impedirlo. Dado que la supresión de la intoxicación intestinal
produce una mejoría tan grande incluso en los casos más avanzados de la
enfermedad, ¿cómo, en toda una vida, un intestino sano no va a impedir la
aparición de la temida enfermedad? La mayoría de los casos que he tratado se
encontraban en el estadio terminal de la enfermedad, y en muchos de ellos un
cambio de la alimentación era imposible por motivos económicos cuando los
pacientes se encontraban en el hospital, de manera que el porcentaje de casos
en los que se produjo una mejoría sería mucho más elevado si sólo se tomasen en
consideración los pacientes que fueron tratados en su casa y con los que se
procedió a un cambio de sus hábitos alimenticios.
A continuación me gustaría darles algunos
ejemplo de los pacientes con los que se consiguieron los mejores resultados. No
se trata de milagros, pero deben pensar que siempre se trataba de casos
incurables, y los resultados fueron tan regulares que hay que excluir la
casualidad.
Caso
1
Señora F.C., de 37 años, Marzo de 1923. Dos
años antes amputación de mama. En el estado actual formación de metástasis en
ambos pulmones y en hígado. Derrame de pleura. Esternón visiblemente abombado.
Continuos vómitos. Pulso 130.
Respiración 32. Primera dosis el 16 de marzo. Al las 24 horas notable mejoría.
La mejoría generalizada se mantuvo durante tres semanas. Segunda dosis 5 de
abril. Mejoría aún mayor. La paciente pudo levantarse. La mejoría fue en aumento
y a las pocas semanas la paciente pudo hacer una vida casi normal. La respiración
y el pulso se normalizaron y la secreción de líquido remitió. Nulo crecimiento
de la metástasis. Tercera dosis el 15 de julio. Continua mejoría durante los
meses de julio, agosto y septiembre. A la paciente le fue aceptablemente bien
hasta mediados de diciembre. Enfermó de pronto el 27 de diciembre y falleció el
28 del mismo mes.
Caso
2
Señor J.B., 63 años, abogado. Carcinoma en
vesícula biliar e hígado. En diciembre de 1919 el paciente sufre enormes
dolores y tormentos. Fuerte inflamación del hígado. Necesita morfina contra los
dolores. Primera dosis en diciembre a las 48 horas. A la tercera semana se
manifiesta una mejoría generalizada. Al cabo de un mes, el paciente podía
levantarse y siguió atendiendo sus deberes habituales. Durante ese período el crecimiento
del carcinoma se redujo ligeramente. Pero el dolor desapareció por completo.
Posteriormente recibió dos nuevas dosis. En agosto el paciente sufrió de
improviso un infarto y murió al cabo de tres semanas.
Caso
3
Señor W.S., 72 años. Carcinoma de lengua. Le
había sido extirpada. Fuerte formación de metástasis en boca y zona cervical.
Dolores considerables y frecuentes y ligeras hemorragias en la boca. Primera
dosis el 7 de noviembre: el dolor y la hemorragia remitieron a las 24 horas de
su administración. El crecimiento metastásico se redujo. Más dosis el 14 de
diciembre, 29 de enero y 18 de febrero. El paciente dejó de tener dolores y
hemorragias. El crecimiento metastásico se detuvo hasta febrero, en que volvió
a aparecer. El paciente falleció de pronto el 1 de marzo.
Caso
4
Señora M.R., 66 años, carcinoma avanzado en
cuello de útero. Fuertes hemorragias y dolores. Primera dosis el 25 de octubre:
las hemorragias y los dolores desaparecieron hasta diciembre. Segunda dosis el
9 de diciembre: mejoría generalizada. Ligera hemorragia el 15 de enero. Tercera
dosis: mejoría generalizada hasta mayo. Después no se encontró especialmente
bien. Cuarta dosis el 5 de junio: la paciente sigue viva y cada día se siente
mejor.
Caso
5
Señora E.M., 62 años. Carcinoma avanzado en
cuello de útero. Debe guardar cama. Fuertes dolores. Recibe sedantes. Primera
dosis el 15 de febrero: considerable mejoría. Al cabo de una semana, la
paciente podía levantarse. Segunda dosis en marzo y tercera en junio. El estado
de la paciente continúa siendo bastante bueno y puede levantarse y ayudar en la
sección del hospital donde está ingresada.
La lista de casos podría ampliarse a voluntad.
Los resultados que se consiguen normalmente con los pacientes que responden
bien al tratamiento son los siguientes: mitigación del dolor, a menudo los
dolores desaparecen por completo, detención más o menos pronunciada del
crecimiento canceroso, el paciente se siente mejor, y por lo general el final
se cierne de repente o después de una corta recaída.
Los puntos esenciales que me gustaría
explicarles son los siguientes:
1.
La alimentación de la
civilización es antinatural, no presenta las cualidades que necesita la salud y
no garantiza al tracto intestinal un estado sano y limpio.
2.
Las condiciones que a
consecuencia de ello predominan en tracto intestinal conducen a la formación de
una flora anormal, a la falta de organismos limpiadores y a la existencia de
bacterias productoras de toxinas, por lo que las secreciones no dejan de ser
peligrosas.
3.
La supresión de este
estado y la limpieza del intestino es causa de una notable mejoría del estado
general de salud, y habitualmente la mejoría se produce también con las
enfermedades crónicas sin que se realice ningún tratamiento local.
4.
Por último, estos éxitos
dan pie a la esperanza de que este remedio extremadamente simple impida las
enfermedades malignas, e incluso de que pueda ser útil en el tratamiento del
cáncer cuando se perfecciones más.
La intoxicación intestinal ha dejado ya de ser
un cuadro morboso confuso, como lo fue en el pasado cuando la estasis era
considerada la principal causa de esta enfermedad. Hoy conocemos los modos de
alimentación necesarios en los que se renuncia a los alimentos que producen
toxinas con facilidad, y conocemos las bacterias que están relacionadas con la
producción de estas toxinas.
La intoxicación intestinal no depende tanto de
la estasis como del contenido del intestino. Las toxinas no pueden absorberse
cuando no existen, aunque si haya estasis. Pero cuando las excreciones son
putrefactas se absorbe una determinada cantidad de toxinas que penetran en el
sistema circulatorio, sin depender de la rapidez con que se eliminen los
excrementos del intestino.
Si el intestino mantiene un estado limpio, por
lo general se produce una fuerte mejoría del tono muscular y un estado general
que anula el estreñimiento.
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