miércoles, 12 de octubre de 2011


LA INTOXICACIÓN INTESTINAL EN RELACIÓN CON EL CÁNCER.

(British Homeophatic Journal, octubre 1924)

 Esta conferencia trata de la intoxicación intestinal y su relación con las enfermedades, sin excluir las malignas. Confío en que las afirmaciones que voy a hacer a continuación no sólo sean de su interés, sino que consideren que merece la pena ocuparse de ellas con mayor profundidad.
 La intoxicación intestinal no es ningún tema nuevo. En los últimos cien años se han realizado una gran cantidad de trabajos, tanto desde el punto de vista médico como quirúrgico, en aras de contrarrestar los efectos perjudiciales de la intoxicación intestinal. Y hasta los tiempos más recientes del desarrollo de nuestra profesión no encontramos los métodos de tratamiento y los medicamentos cuyo único el importante objetivo es limpiar el intestino. Pero a medida que se reconocía la importancia de la intoxicación intestinal y se profundizaba en su investigación, hemos podido comprender mejor sus detalles y las circunstancias más precisas que conducen a esos resultados perjudiciales. Sólo ahora se han entendido las poderosas y amplias repercusiones de la intoxicación intestinal. Actualmente tenemos que reconocer sus efectos devastadores sobre toda la civilización, que son más difíciles de entender por la alevosía de la intoxicación intestinal. Los médicos tienen que reconocer todavía la segura y continua remisión de la capacidad de resistencia y la disposición de la enfermedad, así como los éxitos que se han conseguido frente a la gran mayoría de enfermedades por la eliminación de la intoxicación intestinal.  
 La causa fundamental de esta aberración radica en la alimentación y en la posterior infección, que sólo puede extenderse cuando se produce una mala alimentación. En esta conferencia me gustaría intentar ilustrarles algunas razones, tanto científicas como prácticas y explicarles el importante papel que desempeña en la mayoría de las enfermedades, y que las causas de predisposición al cáncer no constituyen ninguna excepción.
 El alimento es la gasolina del motor humano, el que abastece hasta a la más diminuta célula de la más maravillosa de todas las maquinarias. El cuerpo humano. Pero como explicaré más adelante, cuando el carburante carece de algún componente esencial no se convierte en una fuente de energía degradada, sino que abre infinidad de posibilidades de producir venenos y sustancias nocivas que arruinan por completo el sano y perfecto funcionamiento del hombre. Desde tiempos inmemoriales se han elaborado teorías sobre el diferente valor de los distintos alimentos, y cualquiera que se distancie de los hábitos de su sociedad es considerado un excéntrico.
 Espero poder acercarles hoy a los inicios de la investigación, que en el futuro mostrará con más exactitud cuál es la alimentación normal y correcta para el hombre.
 No puede existir la menor duda de que la alimentación de la civilización es completamente equivocada, y no hace falta ser muy juicioso para aceptar que nuestros modernos métodos de cocinar y preparar nuestro alimento no son en modo alguno compatibles con las leyes de la naturaleza.
 El origen de la intoxicación intestinal se remonta originariamente a una alimentación equivocada, y sólo después puede achacarse a una infección, que únicamente puede manifestarse cuando las condiciones del tracto gastrointestinal no son normales. Este estado existe en casi todas, si no en todas, las personas que se nutren de los alimentos que comemos hoy día. Posiblemente, este estado no conlleve ningún síntoma durante meses o años, o incluso hasta edad bien avanzada, ya que la enfermedad depende en gran medida de la capacidad de resistencia del sujeto a las sustancias venenosas, pero también en cierta medida de los diferentes organismos que estén relacionados con la intoxicación.
 Una alimentación equivocada puede empezar el mismo día del nacimiento, como en el caso de la alimentación artificial; pero a menudo comienza hacia finales de los primeros meses de vida.
 Considerada desde el punto de vista de la historia natural de la humanidad, ésta está destinada sin lugar a dudas a vivir de los alimentos vegetales de los trópicos, y probablemente de la carne de pequeños animales, pero tanto si se piensa que el hombre es vegetariano como si es carnívoro, hay una cosa segura: que nuestros modernos métodos de cocinar, almacenar y preparar los alimentos no son admisibles dentro del orden cósmico de las cosas.
 De aquí, como veremos más adelante, que desde nuestra más temprana infancia vivimos con un contenido intestinal anormal y que mantenemos estas circunstancias a lo largo de toda nuestra vida.
 Es posible que los organismos anormales del intestino no se habrían convertido en perennes parásitos intestinales, aunque su presencia sea tan universal, si admitimos que el hombre se hubiera alimentado correctamente desde su nacimiento.

    Doy esta conferencia por tres motivos:
1-                   Un gran número de enfermedades puede ser tratado con éxito siguiendo estas directrices.
2-                   El beneficio que se obtiene de la aplicación de estas directrices hay que achacarlo a una mejora general del estado de salud, y no a un tratamiento local.
3-                   El 25% de todos los casos avanzados de cáncer que no son operables que han sido tratados por este método muestran una mejora pasajera y una remisión de los síntomas, viviendo una época más agradable en general.

 Cuando en el 25% de los casos de cáncer en estado avanzado puede consignarse algún indicio de éxito y afirmarse que el porcentaje es mayor, no parece que merezca la pena proseguir en esa línea de pensamiento y en la investigación en este terreno.
 Quiero ocuparme aquí en detalle de estos puntos, y me gustaría ilustrar los resultados.

    La falta de alimentos naturales:
1-                   La ausencia de productos vitales que son necesarios para la salud, como, por ejemplo, las vitaminas, entre otros.
2-                   La falta de sustancias que necesita la flora bacteriana del tracto intestinal para garantizar su limpieza.
3-                   La existencia de sustancias de las que pueden obtenerse venenos sin grandes problemas.

 Respecto a los tres puntos anteriores hay que explicar lo siguiente:
1-                   La ausencia de vitaminas y sustancias que son necesarias para la salud es algo aceptado generalmente y sólidamente demostrado, de manera que resulta innecesario explicar en detalle este punto, sobre todo si se piensa en las enfermedades más destacadas en este sentido, como el raquitismo o el escorbuto. Pero cuando se investigan con más minuciosidad los fenómenos carenciales, probablemente se verá que hasta el mínimo fenómeno carencial tiene graves repercusiones durante mucho tiempo en el metabolismo general.
2-                   Para que el tracto intestinal esté limpio, se necesitan ciertos organismos, y éstos sólo pueden existir si se los alimenta correctamente. Las bacterias limpiadoras del intestino son las lactobacterias, puesto que mediante el ácido que producen inhiben los procesos de putrefacción y se encargan de que los excrementos estén sanos y relativamente estériles. Para este proceso tiene una gran importancia el almidón, ya que el azúcar o el azúcar y el almidón, son necesarios en el intestino para desencadenar este proceso.
La alimentación media incluye muy poco almidón. Al cocer, hacemos disminuir aún más la escasa cantidad existente, ya que la cocción destruye la envoltura celular y produce una hidrólisis parcial de los hidratos de carbono, de manera que en el intestino ciego domina una desesperada carencia de azúcares, con lo que se inhiben las reacciones ácidas.
3-                   En la actualidad tomamos en exceso proteínas de origen animal, que pueden generar con facilidad sustancias tóxicas.

 La comparación de las heces de personas que llevan una alimentación media con las de las que ingieren gran cantidad de comida cruda aportó resultados muy interesantes y sorprendentes. El color normal de las deposiciones es marrón oscuro, aunque debería ser marrón claro. El olor normal se describe como “nauseabundo”, aunque en realidad debería ser inodoro, o a lo sumo presentar un ligero olor a leche agria.
 En los libros de texto, la reacción normal se describe como una reacción alcalina, aunque debería ser ácida.
 Desde el punto de vista químico faltan la mayoría de las bacterias putrescentes como Scatol o Indol, y, en último término, el contenido bacteriano del intestino presenta grandes diferencias en cuanto a estos dos grupos. Las bacterias más normales las constituyen las del grupo coli, estreptococos, bacilos esporíferos y bacterias anormales que describiré más adelante, mientras que los únicos organismos presentes en una deposición sana son las lactobacerias y las bacterias coli.
 Esta gran diferencia debería bastar para convencer a cualquiera de las ventajas de una correcta alimentación, así como del provecho que el hombre podría sacar si no existieran todos los procesos de putrefacción que tienen lugar habitualmente. Pero esto no es todo, ya que en un intestino sano tal como el que he descrito, las bacterias anormales es muy difícil que puedan estar presentes, y no producirían sustancias venenosas con tanta facilidad, mientras que el intestino alcalino es un nido de incubación excelente para la mayoría de las bacterias patógenas, como ha podido comprobarse en los laboratorios durante años. En el único lugar que las bacterias no pueden producir venenos es en un medio sano.
 Además, los organismos naturales limpiadores del intestino prácticamente se extinguen cuando el medio intestinal es alcalino.
 Vayamos ahora a las bacterias anormales que son las principales responsables de la intoxicación intestinal. Estos organismos se encuentran en la práctica totalidad de las civilizaciones. Se trata de bacterias gram–negativas que no son capaces de producir la fermentación del ácido láctico. Ya se ha descrito con detalle un gran número de especies, pero el número de formas diferenciadas es tan abrumador que resulta imposible clasificarlas a todas, y por el momento es más que suficiente clasificarlas en grupos. Estos organismos no son tan patógenos en el sentido estricto del término y no producen ninguna enfermedad, aunque ocasionalmente pueden ser responsables de trastornos locales del tracto intestinal. Su peligro radica más bien en sus efectos duraderos y continuados y en las sustancias venenosas que producen paulatinamente durante toda su vida, que van minando lenta y subrepticiamente la vitalidad del hombre, aumentando su sensibilidad tanto para las enfermedades agudas como para las crónicas. El tiempo que tardan en manifestarse los síntomas depende de la virulencia de la intoxicación y, lo que es más importante, de la capacidad de resistencia del afectado. En la mayoría de los casos, la infección aparece muy temprano, y es bastante frecuente encontrar estos organismos no sólo en los adultos, sino también en los niños, por lo que más o menos se les considera habitantes normales del tracto intestinal, opinión que predominaría incluso en algunos laboratorios si no existieran los sorprendentes resultados conseguidos en el tratamiento de las enfermedades crónicas cuando se eliminan esos organismos.
 Una vez que estos organismos se han desarrollado en el cuerpo, perece ser que viven en la zona de la vesícula y los conductos biliares, y los americanos lo han demostrado con profusión extrayendo gran cantidad de estos organismos después de haber introducido un instrumento en el duodeno a través de la boca y del estómago.
 El tratamiento se compone de dos métodos diferentes y está destinado a eliminar la intoxicación intestinal. Por una parte, la alimentación debería contener la menor cantidad posible de sustancias capaces de producir toxinas, que al mismo tiempo sería la más adecuada para el crecimiento de las bacterias limpiadoras y para impedir que surjan organismos anormales. En segundo lugar, deberían eliminarse del intestino del paciente las bacterias productoras de toxinas. Esta alimentación no contiene ninguna forma de carne cocinada, ya que estas toxinas pueden surgir muy fácilmente de la carne, el paciente deberá pasarse a una alimentación casi exclusivamente vegetariana, compuesta de frutas, nueces y cereales.
 Con esto se consigue en principio reducir considerablemente la cantidad de toxinas que se producen en el intestino. Si se continua manteniendo esta alimentación, se llega a eliminar finalmente todas las bacterias patógenas, pero, por desgracia, la mayoría de los pacientes necesitan años para conseguirlo, pues parece ser que las toxinas son muy pertinaces; sobre todo en la vesícula biliar y en los conductos biliares, y del mismo modo a como se ha observado con tanta frecuencia en los transmisores del tifus.
 Por lo tanto, la eliminación de estos organismos no es una tarea sencilla. Los antisépticos intestinales tienen éxito durante un cierto tiempo, pero no tienen un efecto duradero.
 Como ya he dicho, la alimentación correcta es un proceso muy dilatado. Los mejores resultados parece obtenerlo la terapia de vacunación. Para ello, las vacunas hay que administrarlas con el máximo cuidado ya que tienen profundos efectos sobre todo el organismo y pueden acarrear daños si no se aplican científicamente.
 Después de administrar las dosis, utilizando siempre la mínima posible siempre que mantenga su eficacia, debería producirse un empeoramiento de todos los síntomas, que en condiciones ideales debería durar uno o dos días, pero que en casos graves puede llegar a durar hasta un mes.
 A este empeoramiento inicial debería seguir una mejoría, y mientras dure ésta, aun cuando se alargue un año entero, no debería administrarse ninguna dosis más. A este respecto es extraordinario el hecho de que unas pocas dosis pueden producir la curación, incluso tratándose de enfermedades crónicas graves.
 Hasta aquí les he explicado las circunstancias que rodean una intoxicación intestinal.
 La diferencia entre las heces normales y las excreciones limpias y sanas de una alimentación natural, que no llevan asociados olores ni putrefacción, debe tener una gran influencia sobre el hombre, al igual que tiene que resultar convincente la flora intestinal totalmente diferente, que se encuentra en una alimentación sana. Pero para poder calibrar verdaderamente la importancia de la supresión de un estado tóxico es imprescindible que observemos con nuestros propios ojos muchos casos que han sido tratados con este método, y es necesario que seamos conscientes de los notables éxitos que consigue. En los últimos años muchos han podido ser testigos de estos efectos positivos.
 El estado del intestino no es en sí mismo el auténtico desencadenante de la enfermedad, sino una enfermedad que puede dilatar su efecto traicionero durante meses o años, debilitando la vitalidad y capacidad de resistencia, lo que puede atribuir se a la existencia de la auténtica causa de la enfermedad. La eliminación de este estado permite al cuerpo combatir con la máxima efectividad y de forma sorprendente hasta las enfermedades que se encuentran en un estado de desarrollo muy avanzado. El bacilo de la tuberculosis es considerado como la principal causa de la tisis, pero el descubrimiento de este germen de la enfermedad ha contribuido bien poco a combatir la enfermedad, a no se protegiéndose de una infección.
 El bacilo de la tuberculosis, en sí mismo, no puede convertirse en un peligro, excepto en el caso de una vitalidad muy debilitada, y en la mayor parte de los casos de tisis pueden conseguirse efectos marcadamente positivos si se elimina la intoxicación intestinal subyacente, incluso cuando la enfermedad se halle ya muy avanzada. Lo mismo cabe decir de muchas enfermedades crónicas, en las que el objetivo del tratamiento original consiste en mejorar el estado de salud del paciente, después de lo cual se cura la enfermedad local mediante un proceso de autocuración. Uno de los métodos más seguros para aumentar a capacidad de resistencia y producir una mejora del estado de salud consiste en limpiar el intestino y liberar el cuerpo de todos los venenos que con tanta frecuencia se producen en dicho órgano.
 Tal vez les interese conocer que los experimentos han confirmado los amplios efectos que muchos remedios de gran poder ejercen sobre esas bacterias anormales, y se ha demostrado que su alcance es desde todo punto de vista comparable al de la inyección de la vacuna.
 La utilidad que se consigue, y que ya he descrito para las enfermedades crónicas, es algo reconocido en amplios círculos, y ha sido observado durante tantos años por tal cantidad de médicos que ya no existe ninguna duda al respecto. Y ahora podemos decir lo mismo de las enfermedades malignas.
 En los laboratorios de todo el mundo existe la creciente tendencia a considerar la alimentación como una causa de predisposición a la enfermedad. Se han ensayado muchos cambios de alimentación, y en algunos casos se han conseguido resultados marcadamente favorables. Mi propia experiencia de los últimos ocho años, acumulada en los casos que he tenido oportunidad de tratar, me indica que el 25% de los casos de enfermedades avanzadas o muy avanzadas se produjo primero una mejoría concreta y temporal, con lo que, a pesar de todo, no pretendo arrogarme el hecho de haber conseguido ni una sola curación.
 Nuestro objetivo no consiste en curar el cáncer, sino en impedirlo. Dado que la supresión de la intoxicación intestinal produce una mejoría tan grande incluso en los casos más avanzados de la enfermedad, ¿cómo, en toda una vida, un intestino sano no va a impedir la aparición de la temida enfermedad? La mayoría de los casos que he tratado se encontraban en el estadio terminal de la enfermedad, y en muchos de ellos un cambio de la alimentación era imposible por motivos económicos cuando los pacientes se encontraban en el hospital, de manera que el porcentaje de casos en los que se produjo una mejoría sería mucho más elevado si sólo se tomasen en consideración los pacientes que fueron tratados en su casa y con los que se procedió a un cambio de sus hábitos alimenticios.
 A continuación me gustaría darles algunos ejemplo de los pacientes con los que se consiguieron los mejores resultados. No se trata de milagros, pero deben pensar que siempre se trataba de casos incurables, y los resultados fueron tan regulares que hay que excluir la casualidad.

Caso 1
 Señora F.C., de 37 años, Marzo de 1923. Dos años antes amputación de mama. En el estado actual formación de metástasis en ambos pulmones y en hígado. Derrame de pleura. Esternón visiblemente abombado. Continuos vómitos.  Pulso 130. Respiración 32. Primera dosis el 16 de marzo. Al las 24 horas notable mejoría. La mejoría generalizada se mantuvo durante tres semanas. Segunda dosis 5 de abril. Mejoría aún mayor. La paciente pudo levantarse. La mejoría fue en aumento y a las pocas semanas la paciente pudo hacer una vida casi normal. La respiración y el pulso se normalizaron y la secreción de líquido remitió. Nulo crecimiento de la metástasis. Tercera dosis el 15 de julio. Continua mejoría durante los meses de julio, agosto y septiembre. A la paciente le fue aceptablemente bien hasta mediados de diciembre. Enfermó de pronto el 27 de diciembre y falleció el 28 del mismo mes.

Caso 2
 Señor J.B., 63 años, abogado. Carcinoma en vesícula biliar e hígado. En diciembre de 1919 el paciente sufre enormes dolores y tormentos. Fuerte inflamación del hígado. Necesita morfina contra los dolores. Primera dosis en diciembre a las 48 horas. A la tercera semana se manifiesta una mejoría generalizada. Al cabo de un mes, el paciente podía levantarse y siguió atendiendo sus deberes habituales. Durante ese período el crecimiento del carcinoma se redujo ligeramente. Pero el dolor desapareció por completo. Posteriormente recibió dos nuevas dosis. En agosto el paciente sufrió de improviso un infarto y murió al cabo de tres semanas.

Caso 3
 Señor W.S., 72 años. Carcinoma de lengua. Le había sido extirpada. Fuerte formación de metástasis en boca y zona cervical. Dolores considerables y frecuentes y ligeras hemorragias en la boca. Primera dosis el 7 de noviembre: el dolor y la hemorragia remitieron a las 24 horas de su administración. El crecimiento metastásico se redujo. Más dosis el 14 de diciembre, 29 de enero y 18 de febrero. El paciente dejó de tener dolores y hemorragias. El crecimiento metastásico se detuvo hasta febrero, en que volvió a aparecer. El paciente falleció de pronto el 1 de marzo.

Caso 4
 Señora M.R., 66 años, carcinoma avanzado en cuello de útero. Fuertes hemorragias y dolores. Primera dosis el 25 de octubre: las hemorragias y los dolores desaparecieron hasta diciembre. Segunda dosis el 9 de diciembre: mejoría generalizada. Ligera hemorragia el 15 de enero. Tercera dosis: mejoría generalizada hasta mayo. Después no se encontró especialmente bien. Cuarta dosis el 5 de junio: la paciente sigue viva y cada día se siente mejor.

Caso 5
 Señora E.M., 62 años. Carcinoma avanzado en cuello de útero. Debe guardar cama. Fuertes dolores. Recibe sedantes. Primera dosis el 15 de febrero: considerable mejoría. Al cabo de una semana, la paciente podía levantarse. Segunda dosis en marzo y tercera en junio. El estado de la paciente continúa siendo bastante bueno y puede levantarse y ayudar en la sección del hospital donde está ingresada.

 La lista de casos podría ampliarse a voluntad. Los resultados que se consiguen normalmente con los pacientes que responden bien al tratamiento son los siguientes: mitigación del dolor, a menudo los dolores desaparecen por completo, detención más o menos pronunciada del crecimiento canceroso, el paciente se siente mejor, y por lo general el final se cierne de repente o después de una corta recaída.
 Los puntos esenciales que me gustaría explicarles son los siguientes:

1.               La alimentación de la civilización es antinatural, no presenta las cualidades que necesita la salud y no garantiza al tracto intestinal un estado sano y limpio.
2.               Las condiciones que a consecuencia de ello predominan en tracto intestinal conducen a la formación de una flora anormal, a la falta de organismos limpiadores y a la existencia de bacterias productoras de toxinas, por lo que las secreciones no dejan de ser peligrosas.
3.               La supresión de este estado y la limpieza del intestino es causa de una notable mejoría del estado general de salud, y habitualmente la mejoría se produce también con las enfermedades crónicas sin que se realice ningún tratamiento local.
4.               Por último, estos éxitos dan pie a la esperanza de que este remedio extremadamente simple impida las enfermedades malignas, e incluso de que pueda ser útil en el tratamiento del cáncer cuando se perfecciones más.

 La intoxicación intestinal ha dejado ya de ser un cuadro morboso confuso, como lo fue en el pasado cuando la estasis era considerada la principal causa de esta enfermedad. Hoy conocemos los modos de alimentación necesarios en los que se renuncia a los alimentos que producen toxinas con facilidad, y conocemos las bacterias que están relacionadas con la producción de estas toxinas.
 La intoxicación intestinal no depende tanto de la estasis como del contenido del intestino. Las toxinas no pueden absorberse cuando no existen, aunque si haya estasis. Pero cuando las excreciones son putrefactas se absorbe una determinada cantidad de toxinas que penetran en el sistema circulatorio, sin depender de la rapidez con que se eliminen los excrementos del intestino.
 Si el intestino mantiene un estado limpio, por lo general se produce una fuerte mejoría del tono muscular y un estado general que anula el estreñimiento.

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