sábado, 4 de febrero de 2012


HELMUT KOHL
Kohl propugnó “el cambio espiritual y moral” pero el ímpetu reformista, todavía reconocible Al principio de su gobierno, pronto fue perdiendo fuelle, El equipo de gobierno de Kolh mostraba síntomas de desgaste. Pese a que Kohl era un maestro no sólo en el arte de conseguir el poder, sino en el de mantenerlo, a principios de 1989 estaba indeciso en lo que se refiere a sus proyectos políticos. Los grandes problemas a los que se enfrentaba exigían unas soluciones de no menor calado. Después de la segunda guerra mundial, la República Federal Alemana se había levantado de los escombros y gracias a un trabajo ingente y a la economía de mercado, pero ya no se podía seguir financiando el nivel de vida que se había alcanzado en estas circunstancias encauzarse el  futuro del país? ¿Cómo pensaba reaccionar Kohl ante estas dificultades? Nadie lo sabía. Podría ofrecer alguna respuesta o, por el contrario estaba agotado?                                               Los sucesos de la RDA hicieron que el joven Helmut Kohl de la posguerra volviera a despertar. Los viejos ideales de una Alemania unida en una Europa unida, visiones que parecían sueños utópicos en vista de la política real re al de las últimas décadas, de golpe se instalaban de nuevo en el terreno de lo imaginable, aunque seguían constituyendo objetivos muy osados. Kohl, que en su Palatinado natal se había  a como un joven activista a favor del derribo de la frontera entre Alemania y Francia como paso previo a la unidad  de Europa, nunca había abandonado ese sueño, que sí durante muchos años sólo había parecido posible  como “solución parcial” para Europa Occidental , ahora y parecía factible  para toda Europa . En un primer momento, Kohl no se precipitó: sondeó el terreno, trató de averiguar cuál era la postura de los aliados y de los estados del bloque del Este, ponderó los riesgos y los peligros. Al parecer, Mijail Gorbachov no se iba a oponer a la solución de la cuestión alemana. Luego, apenas tres semanas después de la caída del muro de Berlín, Kohl tomó la iniciativa. El 28 de  noviembre  presentó en el Bundestag un programa de diez puntos cuyo objetivo era lograr la confederación de ambos estados alemanes. Con ello, Kohl se convirtió en la punta de lanza de todas aquellas voces que pedían la reunificación alemana todavía no se habían  pronunciado inequívocamente a favor de la reunificación. Es cierto que en la manifestación del lunes 11 de diciembre habían predominado las proclamas que pedían la unidad de Alemania, pero también se vieron pancartas  con mensajes como: Kein Ausverkauf der DDR (“No a la liquidación de la RDA”) o Wirlassen uns nichtnBRDigin (“No nos dejaremos RFA-Lizar”). Durante las siguientes semanas, no obstante, cada vez escasearon más las voces partidarias de la subsistencia política de la RDA y contrarias a la liquidación económica. Mientras que Oscar Lafontaine (el jefe de los social demócratas de la RFA) llamaba la atención sobre los costes económicos y los riesgos sociales de una reunificación y alertaba de los peligros de un proceso demasiado rápido, el presidente honorífico de su partido, willy Brandt, se adhirió a la posición de Kohl. El 19 de diciembre de 1989 se reunieron en Dresde Kohl, y Hans Modrow, el nuevo primer ministro de la RDA. En una gran manifestación frente a las ruinas de la Frauenkirche, Kohl fue vitoreado por la multitud. Embargado por la emoción, pero sin abandonar la prudencia, en su discurso declaró que el objetivo de su política era la unidad alemana y añadió: “si la hora histórica lo permite”. La multitud lo ovacionó.                          Kohl confiaba en que RFA y su potencia económica, coaligadas con la voluntad de reconstrucción de los ciudadanos de la RDA, propiciarían la rápida recuperación económica de Alemania del Este. El 25 de febrero de 1990 durante una entrevista con el presidente norteamericano George Buhs sr., se mostró convencido de que el territorio de la RDA encontraría el camino de la prosperidad “dentro de un periodo que comprendería de tres a cinco años”. El periodo anterior a las primeras elecciones libres al parlamento de la RDA, en marzo de 1990, las manifestaciones que se producían en el país fueron adquiriendo cada vez más el carácter de mítines electorales. Helmut Kohl aprovechó todas estas ocasiones para apoyar sin tapujos al partido hermano del CDU en la RDA. Al final, y para sorpresa de muchos, en las elecciones al parlamento de la RDA, Se impuso el objetivo prioritario la pronta reunificación. En mayo, la RFA Y la RDA acordaron unión monetaria, económica y social. El 18 de mayo, con ocasión de la firma de este tratado, Kohl declaró: “ A mis compatriotas en la RDA les digo: la introducción de la economía social de mercado les brindará todas las oportunidades, y digo más, la garantía para que Mecklemburgo y Antepomerania y Sajonia-Anhalt, para que Brandemburgo y Sajonia y Turingia pronto se conviertan otra vez en paisajes florecientes, paisajes económicamente florecientes en los que merezca la pena vivir y trabajar”.                          En los meses siguientes, kohl repitió en todas sus apariciones públicas la cantinela de los buhende  Landschaften (“paisajes florecientes”), en la que se mezclaban una fe verdadera y el intento de infundir aliento a los demás. En el debate que, sobre ese tratado, se produjo en el Bundestag el 21de junio de l990, declaró: “Únicamente el tratado brinda la oportunidad de que Mecklemburgo-Antepomerania, Sajonia pronto Anhalt, Turingia, Brandemburgo y Sajonia pronto se conviertan otra vez en paisajes florecientes”. El 1 de julio de 1990, cuando entró en vigor la unión monetaria, económica y social, Kohl dijo en un discurso televisivo: “A los alemanes de la RDA les puedo decir lo mismo que he dicho al primer ministro de Maizere: a nadie le irá peor que antes, y a muchos les irá mejor. Sólo la unión monetaria, económica y social concede la oportunidad, e incluso la garantía, de que las condiciones de vida mejoren de forma rápida y profunda. Mediante el esfuerzo conjunto lograremos que Mecklemburgo-Antepomerania y Sajonia-Anhalt,Brandemburgo, Sajonia y Turingia pronto se conviertan otra vez en paisajes florecientes en los que merezca la pena vivir y trabajar”. A nadie le irá peor que antes, y a muchos les irá mejor”: estas palabras, lo mismo que los “paisajes florecientes”, le serán recrimadas a Khol. Lo primero era una promesa que no se podía cumplir, ya que toda transformación trae consigo también perdedores; lo segundo era una promesa que no se podía cumplir, ya que toda transformación trae consigo también perdedores; lo segundo era una imagen cuya realización podrían comprobar en el futuro. El 3 de octubre de 1990 fue la fecha de reunificación de Alemania. El 2 de diciembre kohl ganó las primeras elecciones libres de toda Alemania desde 1932. Sin embargo ahora se puso de manifiesto la autentica realidad económica. La ruina de La RDA era aún mayor de lo que podría haber imaginado el mayor pesimista, Las carreteras y las vías ferroviarias eran deficientes o estaban podridas , la construcción de casi tres cuartas partes de las viviendas databa de los primeros años de la RDA, la productividad sólo llegaba a un tercio del nivel de productividad del oeste, no se disponía ni de capital ni de bienes industriales destacables. En un breve lapso debía privatizarse la industria y todos los patrimonios, las propiedades inmuebles y terrenos. Se cometieron algunos errores, algunos de ellos considerables. Asimismo el solapamiento de las estructuras estatales de la RFA sobre la antigua RDA se hizo demasiado deprisa. Durante los trece primeros años  se prestó a la RDA La enorme suma de más de 1.250 millardos de euros. El concepto de “paisajes florecientes” es muy versátil. Los defensores de Kohl se han remitido a numerosas regiones y ciudades que pronto experimentaron un crecimiento, como Dresde, Leipzig, Erfurt o Jena. Sin embargo, en el año 2000 las condiciones de vida en el territorio de antigua RDA todavía estaban muy lejos de alcanzar el nivel de los antiguos estados federales. El desempleo era más del doble de grande. Ahora bien, si se comparan con los de los antiguos estados socialistas, los ingresos per cápita de los nuevos estados federales, pues como es lógico, en tanto que ciudadanos  de la RFA, los ciudadanos  de la antigua RDA se comparan con sus compatriotas del oeste y no con los estonios, los polacos, los húngaros o los rusos.  “No hay nada tan poderoso en el mundo como una idea cuyo tiempo ha llegado. “Esta frase célebre de Víctor Hugo es aplicable al espíritu de aquellos días. Los alemanes querían la reunificación. Ciertamente no fue una época de euforia, pero sí de empuje: no fue el momento de los pesimistas y los dubitativos. Por otro lado, si no se realizaba pronto la esperanza de la unión monetaria y de unas condiciones económicas y sociales equiparables, existía el peligro de que millones de ciudadanos de la RDA emigrasen a la RFA. Fue precisamente Helmunth Khol, a quien a menudo  se había reprochado la falta de decisión y de imaginación, el que comprendió el poder de la idea de la reunificación. Hacer conjeturas acerca de “qué habría pasado  sí” siempre es un juego ocioso en la historia. Si el canciller hubiera sido otra persona, ¿habría actuado del mismo modo? Muchos creen que sí. Ahora bien, si consideramos la postura reservada y poco constructiva que mantuvo el candidato a canciller Oskar Lafontaine durante la campaña al Bundestag del año 1990, nos damos cuenta de que las cosas podían haber sido distintas. ¿Qué consecuencias habría tenido una confederación débil, incluso para la seguridad de Europa? La posibilidad de la reunificación ¿Sólo existió durante un breve periodo de tiempo? ¿Cómo se habría comportando la Unión Soviética tras el fallido golpe de estado de agosto de 1991, que pocas semanas después acarreó la dimisión de Gorbachov? Y un hipotético canciller distinto ¿habría negociado con tanta energía y decisión con las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial? Aunque disponía de una soberanía de facto, la RFA legalmente todavía se encontraba bajo la jurisdicción del control aliado, la cual reservaba ciertos derechos a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Entre estas competencias figuraba el derecho a realizar ciertas acciones militares en Berlín Oeste incluso sin el consentimiento del gobierno de la RFA. El tratado de dos más cuatro del 12 de septiembre de l990 concedió la plena soberanía a la Alemania reunificada.                      Kohl estaba allí y no dejó pasar la oportunidad. Su mérito extraordinario consistió en su capacidad para tratar con los complejos—y a veces contradictorios—intereses de los aliados y muchos gobiernos europeos, de tal modo  que con su diplomacia personal, el estímulo de la idea de unificación europea y con la fuerza, cuando lo consideró necesario, consiguió cumplir su objetivo: y esto es la unidad de las  dos Alemanias.                                         ¿Fue poco afortunada la expresión de los “paisajes florecientes” Supongamos que Kohl creía que podría cumplir su promesa. En tal caso, sin duda era muy ingenuo pensar que entre tres y cinco años—como le dijo a Bush—bastarían para sanear un país arruinado. Sin embargo, debemos conceder en su favor que entonces nadie conocía el verdadero alcance de la ruina de la RDA. Haya mentido o no, dicho de forma más suave, aunque recurriera a los “paisajes florecientes” por motivos tácticos, en cualquier caso este concepto fue muy útil. Sirvió para evitar la emigración evasiva de los ciudadanos de la es RDA a la Alemania del Oeste, algo que seguramente habría tenido unas consecuencias sociales y económicas desastrosas. En el peor de los casos, se habrían producido unos disturbios políticos que quizá habrían hecho necesaria la intervención de los aliados y habrían provocado el fracaso de la reunificación alemana. La profecía de los “paisajes florecientes”, por tanto, fue a la vez una promesa y un medio tranquilizador y alentador. Otro efecto secundario de este lema, nada desagradable, por cierto, para Kohl, fue que pudo presentarse ante la opinión pública como el canciller de la buena nueva. Este lo hizo parecer más interesante para los alemanes que su rival en las elecciones de 1990 por la cancillería, el cenizo Oskar Lafontaine.                Como cualquier persona inmersa en una situación dominada por unos cambios políticos repentinos y espectaculares, el canciller kolh no podía prever no podía prever las consecuencias de sus decisiones. En aquellos días históricos, pasó de ser canciller alemán más bien débil a convertirse en el “canciller de la unidad”, lo que de repente lo sitúo al mismo nivel que Konrad Adenauer y Willy Brandt. Por otro lado se le puede recriminar que no haya cumplido su promesa de los “paisajes florecientes”. Por desgracia, después de la furiosa actividad que desplegó para conseguir la reunificación, volvió a caer en la mediocridad que lo había caracterizado. Es cierto que la tarea de la reunificación de los estados alemanes fue inmensa , pero la concentración de todos los estados alemanes fue inmensa, pero la concentración de todos los esfuerzos en la construcción del Este entrañó la postergación de las reformas necesarias en la RFA Y, finalmente, llevó la crisis de la Alemania reunificada. Cuando en 1998 no salió reelegido, legó a su sucesor, el social demócrata Gerhad  Schroder, todos los problemas derivados del aplazamiento de las reformas sociales y económicas  urgentes desde hacia años, problemas que también se habrían producido sin la reunificación.                                                            Una vez finalizada su etapa como canciller, Kohl, doctor en historia, se preocupó por la imagen que legó a la posteridad. Esta quedó manchada por un escándalo relacionado con una fuente de financiación para su partido. Que Kohl se negó a revelar. En los homenajes que se le prodigan y en los actos en los que interviene, prefiere hablar de la época en la que construyó la unidad alemana.

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