FACTORES DE TRANSFERENCIA EN EL CANCER
Los factores de transferencia pueden obtenerse de los glóbulos blancos de la sangre o del calostro de la leche 2º Los factores de transferencia no transfieren anticuerpos ni los crean directamente sino que su función es la educar, enseñar a las células del sistema inmune a reconocer antígenos específicos que pudieran pasarles inadvertidos.
3º Los factores de transferencia son cadenas peptídicas compuestas de decenas de aminoácidos que parecen almacnar toda la experiencia del sistema inmune 4ºLos factores de transferencia son útiles en el tratamiento de las enfermedades tan distintas como el asma, la dermatitis a tópica, la rinitis, la artritis reumatoide, la psoriasis, la esclerosis, entre muchas otras. 5 Los factores de transferencia han demostrado su eficacia en el tratamiento de las enfermedades causadas por bacterias, virus, levaduras y hongos.
La gran mayoría de los tratamientos alternativos y complementarios contra el cáncer en los último años tienen un factor común: afrontan la enfermedad mediante el uso de sustancias o procedimientos encaminados a potenciar el sistema inmune y mejorar así su rendimiento frente a las células tumorales con un coste físico y anímico infinitamente menor del que suponen la quimioterapia y la radio terapia. Porque todos ellos podrían considerarse bazas del sistema inmune en la lucha contra el cáncer.
Que el sistema inmunitario permite no sólo afrontar cualquier patología sino en muchos casos prevenirlas lo sabemos desde que se descubrió de que podemos inmunizarnos mediante el uso de vacunas. Fue en 1776 cuando un médico inglés llamado Edward Jenner administró la primera: contra la viruela. Jenner había observado que las amas de cría que se contagiaban de la viruela de las vacas-que no causa problemas de salud importantes parecían quedar protegidas ante la viruela humana-normalmente mortal Y para comprobar si era así el 14 de mayo de 1796 inoculó en el cuerpo de un niño llamado James Phipps pus procedente de la pústula procedente de una mujer infectada con la viruela de la vaca. El 1 de junio, una vez el muchacho se recuperó de la infección, Jenner le inocularía la viruela humana. Y como esperaba, el muchacho nunca desarrolló la enfermedad, Jenner de nominaría a su técnica “vacunación”, término que deriva precisamente de la palabra latina “vacca”. Es decir, que sin tener ni idea de cómo ocurría -la primera referencia a la existencia de los virus la hizo el botánico Dimitri Ivanovky casi un siglo después en 1892- Edward Jenner había dado los primeros pasos en el ámbito de la inmunoterapia descubriendo una manera eficaz de impedir a las personas desarrollar enfermedades serias.
Curiosamente la conexión entre el cáncer y el sistema inmune se descubriría dos años antes- en 1890 – cuando aún se ignoraban sus complicados mecanismos de funcionamiento. Ese año el médico neoyorquino Willian B. Coley se había quedado intrigado ante la desesperación de tumores malignos en pacientes de cáncer que habían contraído infecciones estreptocócicas agudas y sospechando que la respuesta natural del organismo a la infección bacteriana podía ser la responsable de la regresión del tumor decidió realizar un experimento e inyectó estreptococos vivos en un paciente con un cáncer inoperable para ver si el tumor remetía. Pues bien, tras tres cultivos bacterianos... el cuarto ¡produjo la desaparición completa del tumor!
Coley continuó su investigación hasta desarrollar una mezcla de bacterias muertas- que acabó siendo conocida como la toxina de Coley”- y trató junto a otros médicos, a más de 1000 enfermos de cáncer con ellas. Obteniendo un éxito desigual. Así que como los resultados eran imprevisibles el método terapéutico terminaría cayendo en el olvido. Ya en 1909 un científico llamado Paul Ehrlich afirmó por primera vez que la incidencia del cáncer sería mucho mayor si no fuera por la vigilancia del sistema inmune, capaz de eliminar e identificar las células tumorales recién divididas. Con lo que ya entonces puso a nuestro sistema de defensa en el centro de control del crecimiento tumoral. Aproximadamente 50 años después dos científicos – Lewis Thomas y Frank MacFarlane Burnet- retomarían la convicción de Paul Ehrlich y comunicaron que un tipo especial de célula inmunitaria- la “célula T”- era el pivote central de la respuesta del sistema inmune contra el cáncer. Ello llevó a la acuñación de la expresión “vigilancia inmune contra el cáncer. Ello llevó a la acuñación de la expresión “vigilancia inmune” para describir la actitud permanente de alerta del sistema inmunitario contra las células cancerosas. Sin embargo, esa afirmación generó una notable polémica que continuaría hasta la publicación el 26 de abril del 2001 de una investigación en la revista Nature titulada “IFN-gamma y los linfocitos previenen el desarrollo del tumor primario y configuran la inmunogenicidad del tumor”. El artículo estaba escrito por Robert D. Schreiber y sus colegas de la Washigton University School of Medicine de St. Louis en colaboración con Lloyd J. Old -médico del Lugwig Institute for Cáncer Research y del Memorial Sloan-Kettering Cáncer Center de Nueva York-, La evidencia experimental presentada en el documento demostró inequívocamente que el sistema inmune impide a los tumores desarrollarse-y a menudo incluso que apareccan- jugando pues un importante papel protector frente al cáncer.
Cómo era de prever hoy son cada vez más científicos que estudian las realaciones entre el sistema inmune y las células tumorales. Estando entre las estrategias más usadas actualmente dentro del amplio campo experimental de la inmunoterapia la inmunización de pacientes con material diseñado para provocar una respuesta capaz de eliminar o retardar el crecimiento tumoral. En este grupo cabría incluir los trabajos con antígeno tumorales ya que la identificación de genes que codifican la formación de cadenas peptídicas en la superficie celular de los tumores y que pueden ser reconocidas por las células T proporcionan la base teórica para su funcionamiento. A diferencia de la mayoría de las vacunas empleadas con los agentes infecciosos la Inmunoterapia antitumoral activaría la respuesta inmune contra ciertos antígenos a los cuales ya ha sido expuestos anteriormente . Por esa razón la vacunación con antígenos a los cuales ya han sido expuestos anteriormente. Por esa razón la vacunación con antígenos que expresen proteínas y péptidos tumorales. Recordemos, en este sentido, las vacunas con antígenos de la orina elaboradas por el doctor mexicano Salvador Capistrán. Bueno, pues a esa línea de investigación corresponden los trabajos realizados con los factores de transferencia de los que vamos a hablar y que pueden ser genérico o específico para cada patología.
Los factores de transferencia pueden obtenerse de los glóbulos blancos de la sangre o del calostro de la leche 2º Los factores de transferencia no transfieren anticuerpos ni los crean directamente sino que su función es la educar, enseñar a las células del sistema inmune a reconocer antígenos específicos que pudieran pasarles inadvertidos.
3º Los factores de transferencia son cadenas peptídicas compuestas de decenas de aminoácidos que parecen almacnar toda la experiencia del sistema inmune 4ºLos factores de transferencia son útiles en el tratamiento de las enfermedades tan distintas como el asma, la dermatitis a tópica, la rinitis, la artritis reumatoide, la psoriasis, la esclerosis, entre muchas otras. 5 Los factores de transferencia han demostrado su eficacia en el tratamiento de las enfermedades causadas por bacterias, virus, levaduras y hongos.
La gran mayoría de los tratamientos alternativos y complementarios contra el cáncer en los último años tienen un factor común: afrontan la enfermedad mediante el uso de sustancias o procedimientos encaminados a potenciar el sistema inmune y mejorar así su rendimiento frente a las células tumorales con un coste físico y anímico infinitamente menor del que suponen la quimioterapia y la radio terapia. Porque todos ellos podrían considerarse bazas del sistema inmune en la lucha contra el cáncer.
Que el sistema inmunitario permite no sólo afrontar cualquier patología sino en muchos casos prevenirlas lo sabemos desde que se descubrió de que podemos inmunizarnos mediante el uso de vacunas. Fue en 1776 cuando un médico inglés llamado Edward Jenner administró la primera: contra la viruela. Jenner había observado que las amas de cría que se contagiaban de la viruela de las vacas-que no causa problemas de salud importantes parecían quedar protegidas ante la viruela humana-normalmente mortal Y para comprobar si era así el 14 de mayo de 1796 inoculó en el cuerpo de un niño llamado James Phipps pus procedente de la pústula procedente de una mujer infectada con la viruela de la vaca. El 1 de junio, una vez el muchacho se recuperó de la infección, Jenner le inocularía la viruela humana. Y como esperaba, el muchacho nunca desarrolló la enfermedad, Jenner de nominaría a su técnica “vacunación”, término que deriva precisamente de la palabra latina “vacca”. Es decir, que sin tener ni idea de cómo ocurría -la primera referencia a la existencia de los virus la hizo el botánico Dimitri Ivanovky casi un siglo después en 1892- Edward Jenner había dado los primeros pasos en el ámbito de la inmunoterapia descubriendo una manera eficaz de impedir a las personas desarrollar enfermedades serias.
Curiosamente la conexión entre el cáncer y el sistema inmune se descubriría dos años antes- en 1890 – cuando aún se ignoraban sus complicados mecanismos de funcionamiento. Ese año el médico neoyorquino Willian B. Coley se había quedado intrigado ante la desesperación de tumores malignos en pacientes de cáncer que habían contraído infecciones estreptocócicas agudas y sospechando que la respuesta natural del organismo a la infección bacteriana podía ser la responsable de la regresión del tumor decidió realizar un experimento e inyectó estreptococos vivos en un paciente con un cáncer inoperable para ver si el tumor remetía. Pues bien, tras tres cultivos bacterianos... el cuarto ¡produjo la desaparición completa del tumor!
Coley continuó su investigación hasta desarrollar una mezcla de bacterias muertas- que acabó siendo conocida como la toxina de Coley”- y trató junto a otros médicos, a más de 1000 enfermos de cáncer con ellas. Obteniendo un éxito desigual. Así que como los resultados eran imprevisibles el método terapéutico terminaría cayendo en el olvido. Ya en 1909 un científico llamado Paul Ehrlich afirmó por primera vez que la incidencia del cáncer sería mucho mayor si no fuera por la vigilancia del sistema inmune, capaz de eliminar e identificar las células tumorales recién divididas. Con lo que ya entonces puso a nuestro sistema de defensa en el centro de control del crecimiento tumoral. Aproximadamente 50 años después dos científicos – Lewis Thomas y Frank MacFarlane Burnet- retomarían la convicción de Paul Ehrlich y comunicaron que un tipo especial de célula inmunitaria- la “célula T”- era el pivote central de la respuesta del sistema inmune contra el cáncer. Ello llevó a la acuñación de la expresión “vigilancia inmune contra el cáncer. Ello llevó a la acuñación de la expresión “vigilancia inmune” para describir la actitud permanente de alerta del sistema inmunitario contra las células cancerosas. Sin embargo, esa afirmación generó una notable polémica que continuaría hasta la publicación el 26 de abril del 2001 de una investigación en la revista Nature titulada “IFN-gamma y los linfocitos previenen el desarrollo del tumor primario y configuran la inmunogenicidad del tumor”. El artículo estaba escrito por Robert D. Schreiber y sus colegas de la Washigton University School of Medicine de St. Louis en colaboración con Lloyd J. Old -médico del Lugwig Institute for Cáncer Research y del Memorial Sloan-Kettering Cáncer Center de Nueva York-, La evidencia experimental presentada en el documento demostró inequívocamente que el sistema inmune impide a los tumores desarrollarse-y a menudo incluso que apareccan- jugando pues un importante papel protector frente al cáncer.
Cómo era de prever hoy son cada vez más científicos que estudian las realaciones entre el sistema inmune y las células tumorales. Estando entre las estrategias más usadas actualmente dentro del amplio campo experimental de la inmunoterapia la inmunización de pacientes con material diseñado para provocar una respuesta capaz de eliminar o retardar el crecimiento tumoral. En este grupo cabría incluir los trabajos con antígeno tumorales ya que la identificación de genes que codifican la formación de cadenas peptídicas en la superficie celular de los tumores y que pueden ser reconocidas por las células T proporcionan la base teórica para su funcionamiento. A diferencia de la mayoría de las vacunas empleadas con los agentes infecciosos la Inmunoterapia antitumoral activaría la respuesta inmune contra ciertos antígenos a los cuales ya ha sido expuestos anteriormente . Por esa razón la vacunación con antígenos a los cuales ya han sido expuestos anteriormente. Por esa razón la vacunación con antígenos que expresen proteínas y péptidos tumorales. Recordemos, en este sentido, las vacunas con antígenos de la orina elaboradas por el doctor mexicano Salvador Capistrán. Bueno, pues a esa línea de investigación corresponden los trabajos realizados con los factores de transferencia de los que vamos a hablar y que pueden ser genérico o específico para cada patología.
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