EL JUGUETE DE LOS DIOSES
Por otra parte, no debemos perder de vista que nuestro cerebro no deja de ser una compleja computadora biológica que recibe informaciones a través de los órganos sensoriales de nuestro cuerpo físico, como también los recibe por vía paranormal, sin intervención de estos órganos sensoriales. A base de estas informaciones recibidas y debidamente codificadas, el cerebro elabora planes de actuación y envía las órdenes de reacción precisas para cada situación a los respectivos departamentos de nuestro organismo. Nuestro cerebro es, así, la computadora que actúa a modo de centro de control o puente de mando de nuestro cuerpo. Y éste se atiene a unas leyes y normas constantes en cuanto a su composición, estructuración, reacciones, posibilidades de acción y vulnerabilidad. Es un sistema complejo, sí, pero no perfecto, ni mucho menos. Tiene enormes posibilidades, pero, bien mirado, conforma al mismo tiempo un conjunto extraordinariamente limitado en nuestra comprensión actual del mismo.
Concediendo márgenes de futurología lógicos a lo inexplorado y aún inexplicado, al misterio que aún late en la esencia de nuestro ser, pero recurriendo a esta misma lógica del futuro para extrapolar las evidencias tecnológicas y biológicas de que hoy disponemos, yo me atrevo a concluir que en esencia —en lo que a nuestro organismo físico se refiere, y no entro en esta conclusión en disquisiciones sobre el alma, el espíritu a las energías que puedan invadir este organismo y tomar posesión de él— no somos otra cosa que perfeccionadísimos robots biológicos. Porque estamos irremisiblemente atados a la voluntad de quien quiera jugar con nosotros a su antojo. Somos, acaso, el gran juguete en manos de no sabemos qué niños-dioses.
Porque sin llegan a esos poderes superiores, nosotros mismos ya somos capaces de jugar, con otras personas, con otros robots biológicas idénticos a nosotros mismos. Dejando aparte toda la manipulación paranormal y simplemente sugestiva, o sea la posibilidad de que nuestro cerebro sea influenciado y activado a distancia, convirtiéndonos en meros instrumentos al servicio inconsciente de otras voluntades, también en el plano de la manipulación física estamos comenzando a lograr avances que si en algunos casos son para bien de la humanidad, en otros son decididamente negativos y hasta abominables.
Aplicando electrodos a determinados enclaves del celebro, se logra la anulación a la inversión absoluta de las reacciones del individuo. En palabras del destacado neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado, en el futuro podríamos llegar, a
"gobernar, de manera inteligente y razonable la fuente de todas las actividades humanas".
O sea que el hombre es una máquina gobernable.
El iridólogo que mira el ojo del paciente para por ahí descubrir la enfermedad que alberga el cuerpo del mismo, no hace sino comprobar qué luces se han encendida en el panel de alarma (ojo). O sea que el cuerpo humano es una máquina provista de señalizaciones de alarma que permiten detectar desde el exterior la disyunción o anomalía surgida en su interior.
El acupuntor que estimula la planta del pie del paciente para descubrir en qué punto de la misma siente dolor, no hace otra cosa sino repasar el estado de los fusibles albergados en esta caja (la planta del pie). O sea que la máquina humana está provista de una caja de fusibles que se funden (duelen) cuando se estropea el órgano a que corresponden.
Detalles así hay muchos, pero no me voy a extender aquí en ellos. Aparte de que no todos han sido detectados y, como siempre, el futuro será fascinante.
Piensen tan sólo en lo marionetas que somos, dependientes de los hilos que desde el cosmos manejan nuestra máquina ya desde nuestro nacimiento, desde nuestra concepción misma. Me refiere no a lo que dicen los astrólogos, la ciencia astrológica, sino a la compleja realidad de nuestra dependencia del conjunto del universo, dependencia de la que no hemos vislumbrado e interpretado más que una pequeña parte. También esto nos demuestra que somos robots de alguna forma programados. Y la programación la saben leer incluso en nuestras manos los quiroanalistas. Ahí está grabada, en dos placas (las manos), la programación individualizada para la correspondiente máquina humana.
Algunos especialistas, habiéndose apercibido de la condición de mera máquina oxidable de nuestro cuerpo, se plantean ya la posibilidad de hibernar no los cuerpos, sino únicamente los cerebros de las personas cuyo cuerpo no puede curar hoy en día la ciencia médica. Es exactamente la operación de extraer la computadora (el cerebro) de la máquina averiada para incorporarla a una máquina nueva y que siga así rindiendo como antes. Esto supone acercarse a la inmortalidad. Incluso es posible fabricar duplicados de una persona por medio de la técnica del 'cloning'. Y si esto haremos o hacemos ya nosotros, ¿cómo no se podrían estar divirtiendo a sus anchas los niños cósmicos? ¿Es que acaso no somos más que eso: los divertidos muñecos superautomáticos de quién sabe qué dulces criaturas de por ahí? Desde luego no lo sabemos, pero que esta posibilidad está ahí, ahí está.
ANDREA FABER KAISER
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