jueves, 13 de septiembre de 2012

LA HUMANIDAD COBAYA


Pero descendamos del plano cósmico al meramente humano. El drama del enigmático Síndrome Tóxico que en la primavera de 1981 mató a más de 650 españoles y afectó a más de 30.000 con secuelas de mayor, o menor, gravedad, demuestra lo fácil que puede resultar, el envenenar, a todo un sector de población de forma imperceptible, disimulada y —si se hace bien— impune, como en este caso.

Creo oportuno —sin entrar en los detalles de los ensayos ya efectuados de guerra meteorológica y del terrorismo neutrónico— refrescar la memoria con la idea de que también pueden convertirnos, cuando se les antoje, en meros insectos.

"¿No se podría difundir la peste entre los indios? Debemos aprovechar todos los medios a nuestro alcance para exterminar a esta repugnante raza."

La bombilla de la peste como arma se le encendió al general Jeffrey Amherst en carta que envió en junio de 1763 al coronel Henry Bouquet, que se hallaba a la sazón asediado por los indios en su fuerte de Pitt, durante la sublevación de Pontiac. La luz de esta bombilla fue recibida en el fuerte como una orden de su superior por el mencionado coronel, quien se las apañó para colocar en terreno ocupado por los indios frazadas infectadas con bacilos de la peste. La epidemia subsiguiente diezmó a la población indígena. Aplicando esta fecha, los Estados Unidos llevan un bagaje de 230 años de ensayo y uso del arma biológica.

Haciendo un poco de historia extremadamente resumida:

Los americanos recogieron finalizada la II Guerra Mundial las enseñanzas de los experimentos nipones con el arma bacteriológica.

En julio de 1953 realizaron pruebas secretas sobre el valle del río Moncacy, en Maryland. Un avión de la Marina regó la zona con el producto químico NJZ2266, un sulfuro de zinc cadmio combinado con esporas licopodias, producto deshidratante derivado del cultivo de musgos.

En septiembre del mismo año se efectuaron ensayos semejantes, bajo el nombre de código 'Sacacorchos' o 'Barreno', en el pueblo de Leesburg, en Virginia, a 48 km al norte de Washington. Simultáneamente, otras 21 pruebas 'Sacacorchos' a 'Barreno' fueron realizadas en Rosemont, Minnesota.

También se realizaron ensayos de guerra bacteriológico y química en los sistemas de trenes subterráneos de New York, Saint Louis (Missouri), Minneapolis (Minnesota) y Winnipeg (Canadá).

Corea y Vietnam conocieron también la aplicación del arma biológica.

La guerra biológica —difusión permanente de agentes causantes de enfermedades— es apetecida porque es difícil comprobar en ella la participación del hombre.

En la base de Camp Detrick, en Maryland, se efectúan estudios intensivos con bacterias resistentes a los antibióticos. Entre los insectos usados allí como transmisores de virus y bacterias figura un mosquito (aedes aegypti) transmisor de la fiebre amarilla y de la fiebre del dengue.

200 cubanos murieron en 1991 de esta última enfermedad, nunca antes registrada en Cuba.

Los transmisores de la misma son bacilos invisibles, incoloros y carentes de olor, al igual que los de otras tres plagas que afectaron en 1981 a la caña de azúcar, en 1979 al tabaco y en 1971 y 1980 al ganado cubano.

En territorio estadounidense hay almacenadas enormes cantidades de gas neuroplégico que provoca la muerte instantánea, así como de herbicidas y defoliantes análogos a los aplicados en el Extremo Oriente. Las reservas del gas supertóxico BZ podrían exterminar, por si solas a la humanidad entera. Otros depósitos de modernizadas armas químicas y bacteriológicas se instalaron ya hace años en Europa, en especial cerca de Pirmasens, en Alemania. Malasia, Afganistán y El Salvador, por citar unos ejemplos, conocieron también la aplicación de las armas químicas. A partir de 1981 los Estados Unidos reduplicaron sus esfuerzos para lograr el perfeccionamiento y almacenamiento en Europa de las cargas químicas binarias, un gas neurotóxico de dos componentes que aisladamente son inofensivos, pero cuya combinación puede adoptar dos formas:

la llamada GB, de acción inmediata

la VX, de suspensión en la atmósfera.

Ambas producen la muerte en el primer minuto.

Después del encuentra entre Reagan y Gorbachov, que supuso un paso importante en los intentos de desarme nuclear, y durante el cual se habló también de la necesidad de reducción del armamento químico, los norteamericanos comenzaran a llenar el 16 de diciembre de 1987 en las instalaciones de Pine Bluff, en Arkansas, los primeros contenedores con el agente químico tóxico GB-2, a partir, del cual se forma una materia neurotóxica en el momento de su aplicación en combate. En Luisiana, otros contenedores han sido llenados con el segundo componente del agente GB-2. Y a principios de 1988 comenzó la fabricación de una bomba química binaria de aviación provista de componentes de un gas neuropléjico aún más tóxico, el VX-2.



Conviene refrescar la memoria y no olvidar que mientras se estaba acusando a los comunistas de estar regando con lluvias químicas letales (lluvia amarilla) a la población enemiga en el Extremo Oriente, y mientras se acusaba a la Unión Soviética de difundir mycotoxinas u hongos venenosos en Afganistán, Camboya y Laos, al tiempo que activistas alemanes del grupo Rote Armee Fraktion (Fracción del Ejército Rojo) comenzaban a hacer ensayos con bacterias mortales en un refugio de Paris, para futuras aplicaciones de las mismas en acciones terroristas, los científicos al servicio de la Inteligencia norteamericana estaban trabajando intensamente en Fort Detrick y también en Dugway, al sudoeste de Salt Lake City, en Utath, en la evaluación y prueba de perfeccionadas armas bacteriológicas y químicas. Como conviene no perder de vista tampoco —para intentar comprender el posible origen de fenómenos como por ejemplo el de la pandemia del SIDA— lo que dejó escrito Bertrand Russell en su obra Impacto de la ciencia en la sociedad:
"Actualmente la población mundial se está incrementando en unos 50.000 individuos por día. La guerra, hasta ahora, no ha tenido un gran efecto en este incremento, que ha ido continuando a través de cada una de las guerras mundiales (…) La guerra hasta ahora no ha sido efectiva en este aspecto (…) Pero tal vez la guerra bacteriológico llegará a ser efectiva. Si una Muerte Negra se extendiese por el planeta, una vez por cada generación, los supervivientes podrían procrear libremente, sin llenar en exceso el planeta."
Para valorar debidamente esta Reflexión, debe tenerse en cuenta que Bertrand Russell era un intelectual 'orgánico', que trabajaba para el Departamento de Guerra Psicológica del Foreign Office, para mayor gloria y provecho del Imperio Británico.

ANREA FABER KAISER


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