sábado, 9 de abril de 2011


ALTERNATIVA EXTRATERRESTRE NACIMIENTO

NACIMIENTO

Con vivo recuerdo llega a mi memoria aquella mañana, que tanta satisfacción me produjo. Me tocó vivir la experiencia más simple y grandiosa de la creación en forma de protagonista. Acompañaba a Manor hacia un edificio más grande de lo normal. En aquel lugar y en su entrada, antes de franquear la puerta de color que se encontraba en el centro exacto de la antesala, fuimos requeridos por un niño que nos introdujo a una pequeña sala lateral en la que nos lavaron las manos y los pies, dándonos posteriormente una túnica sin ceñir que ajustamos a nuestros cuerpos. Todo aquello me parecía enigmático, y mucho más que me lavaran no sólo las manos sino los pies, pero una vez más mi maestro me dijo:
‑La polaridad negativa del hombre radica en sus pies. Aquello que asciende a las alturas engrandece, y lo que disminuye en sentido contrario se hace pequeño. Este principio era conocido por vuestros antiguos y previamente a cualquier ceremonia, lavaban sus manos y sus pies. Las manos son el polo captador positivo de la energía, y los pies el negativo. Por este motivo Jesús‑Cristo lavó los pies a los Apóstoles en la Última Cena, no como un signo de reconocimiento solamente sino para purificar el cuerpo ante la comunión.
‑ ¿Por qué me has traído aquí?, ¿qué vamos a hacer?
‑Hoy es un día de fiesta para nosotros, un niño está por nacer en estos momentos y asistirás como protagonista al nacimiento para que vivas la sensación de esta experiencia y quede grabada en tu espíritu
Quiero recordar ahora que he mencionado las fiestas, que a mi pregunta sobre este particular, obtuve como respuesta ésta sencilla: ‑"Cada día es una fiesta para nosotros. Vosotros celebráis y conmemoráis en vuestros festejos a los muertos, mientras que nosotros amamos la vida y la celebramos a cada instante".
‑ ¿Por qué de protagonista? Siempre he pensado que el protagonista de un nacimiento es el niño, el padre, y más que éste, la madre.
‑En nuestros nacimientos querido Juan, somos todos y cada uno protagonistas. Como te he dicho anteriormente, se trata de nuestra continuidad armónica y asistimos al mismo para potenciar con nuestra animosidad, la vida que un día encarnará los valores que ahora deseamos transmitir en forma participativa y real.
Las experiencias que debes vivir en nuestra compañía, te darán la medida exacta de la transmisión sensitiva que deseamos fecunde en tu espíritu, y no en el razonamiento lógico que sólo llena parcelas limitadas de tu entidad.
Es muy frecuente ver en vuestra sociedad, distintas ideas que circulan por doquier, haciendo adeptos un día y adversarios al día siguiente. Y esto es porque asistís simplemente a los efectos externos de las cosas que satisfacen sólo a vuestro razonamiento. El hombre debería seguir lo que su espíritu siente y no lo que otros elaboran para él. Se debe sentir y luego discernir, antes de realizar con cordura.
‑ ¿El nacimiento es para vosotros un acto vital?...
‑La concepción de una vida es un acto total v absolutamente responsable cargado de motivaciones espirituales, y no el resultado de un juego erótico como resulta ser en la mayoría de los casos de vuestra sociedad.
¿Qué opináis del aborto?
‑Es un planteamiento aberrante que prefiero desechar simplemente porque no es natural amar a la muerte o amar a lo que sólo busca apagar el latido de la naturaleza. Deseo que a tu regreso, repares en lo siguiente: cuando una mujer concibe en sus entrañas una vida, su naturaleza se divide y se delega en la vida del niño de tal forma, que la madre presta su cuerpo y su corazón en un sólo latido de existencia; pero no sabéis que también el alma se comparte con el niño concebido y éste ama, piensa, sufre, razona y se motiva, por este alma. Con frecuencia vemos que desde los más altos peldaños, defendéis el aborto cínicamente sin pensar en sus consecuencias. Si teóricamente una mujer pudiera abortar cien veces, se volvería amorfa y carente de alma; es decir, sin razón, sin voluntad, sin sentimientos..., exactamente como un animal, puesto que en cada muerte de lo concebido, se muere a su vez una centésima parte de su alma.
‑Pero una mujer no puede abortar cien veces...
‑Efectivamente no puede hacerlo cien veces, pero debes contabilizarlo en otro orden progresivo, y a través de la degeneración genética que la raza produciría en el tiempo.
‑Pero tu sabes muy bien que la sexualidad puede producir hijos que no se desean, por miles de circunstancias no precisamente egoístas.
‑ ¡Qué poco os conocéis!, ciertamente la sexualidad es necesaria porque se debe renovar la vitalidad que se crea constantemente, y no seríais culpables por la sexualidad misma, sino por degenerarla, poniéndola al servicio de vuestro egoísmo. Algunos científicos vuestros han establecido calendarios propicios para regular la fecundidad, y esto no es negativo.
‑Conocemos estos métodos, pero son poco seguros.
‑No Juan, no son inseguros los métodos, sino las personas. Educaros primero, y luego asimilar el método. El cuerpo posee una mente instintiva capaz de crear un orden perfecto hasta en la fecundidad.
‑Pienso que os reiteráis excesivamente en la naturaleza, parece como si todo lo resolvierais en esta consulta constante. ¿Cómo es posible?
‑Vosotros no sois como afirman los científicos, el resultado de un montón de combinaciones físicas y químicas. Cada una de vuestras células está absolutamente programada para asumir un papel conforme a unos estímulos exteriores y otros interiores, que hacen al cuerpo armónicamente funcional. Estos estímulos externos provienen de la fuerza que mueve billones de universos y trillones de galaxias. ¿Crees que una fuerza de tal naturaleza, puede dejar algo al azar? ¿No crees que tiene los recursos necesarios para enseñar perfectamente un código de vida y de armonía? Los estímulos interiores a su vez, son absolutamente desconocidos para vosotros, puesto que no queréis penetrar en la motivación primaria del hombre, que tiene su origen en el principio hermético de la Divinidad por expresar su identidad potencial.
Tomó   una pequeña pausa y con animosidad de penetración interior, añadió:
‑Los más profundos pensamientos, las más grandes definiciones y lo más potente, se pueden contener en un solo latido o un simple gesto de amor. Debes acostumbrarte a mirar lo pequeño, y verás cuán grande se hace en el tiempo de tus descubrimientos.
Por fin penetramos a otra sala en la que junto a una camilla amplia, se encontraban otras personas, cinco exactamente, que sonreían a nuestra llegada y que se apartaron delicadamente para dejarnos acercar al lecho sobre el cual se encontraba reposada, una bella mujer de cabellos negros y rasgos especialmente maternales, si es que puede valer esta definición. Yo esperaba encontrar una mujer jadeante y llena de dolores, pero simplemente estaba sonriendo y por su rostro asomaban lágrimas de felicidad. Su esposo, mejor dicho su compañero (puesto que no existe el matrimonio como lo entendemos nosotros), tomó su mano derecha y parecía infundirla todo el contacto y animosidad de su corazón expectante. Todos los presentes juntamos nuestras manos a partir de las dos de la madre, y nos centramos en ella para observar como la pequeñísima cabeza salía de su madriguera materna, seguida de todo su cuerpo, sin que nadie le ayudara en su maniobra. La madre no dejaba de sonreír, y no acusaba ningún dolor. Me quedé perplejo ante la felicidad del nacimiento, y miré al niño chiquitín que gateaba desde el principio para acercarse al pecho de su madre. En ese momento, un médico rompió el círculo humano y se puso a atender convenientemente al nacido y a la madre, conforme a la técnica que él parecía dominar con soltura. La madre entrega posteriormente el niño al padre, que pone su mano derecha sobre su frente y se lo entrega al inmediato siguiente, y así hasta retornar a la madre después de pasar por todos. Acto seguido me es entregado a mí, y en ese momento siento el latido de toda la naturaleza vibrar en el respiro de aquel insignificante ser que me acerca a la sublime sensación de tener a Dios entre mis manos. Recuerdo ahora, como todo mi cuerpo y toda mi alma, gritaban silenciosamente de alegría dándome a la vida que tenía entre mis manos. Quise darle todo y me sentí en él, hasta que las lágrimas irrumpieron inconsolantes. Su madre me miró con ternura y me dijo:
‑Juan, hermano mío, los ojos de mi hijo mirarán entre las estrellas a tu espíritu, que ahora le acoge feliz y le reconoce como hermano por siempre. Le llamaremos Juan para recordarte en él.
Salimos de la sala y enfilamos el sendero blanco, con una experiencia que no sólo dejó huella en mi corazón, sino que ha motivado intensamente la comprensión de otros porqués hasta ahora intrascendentes para mí. Era siempre inevitable abstenerse de preguntar y me dirigí a mi maestro como tantas veces:
‑Lo que más me ha impresionado es que la madre no se quejó en ningún momento.
‑No tenía que hacerlo, pues no sentía ningún dolor. E1 dolor sólo está latente en vuestras mujeres, por ser fundamental en la ascensión evolutiva que acerca al bien y a la perfección por medio del sufrimiento. Dicho está: "Parirás con dolor...", y esto por la dualidad que forma vuestro devenir. Nosotros sólo ascendemos en la polaridad del bien por el bien, y no conocemos el mal ni el dolor, puesto que no es operante en nuestra naturaleza ya experimentada y concienciada.
‑ ¿Cómo es posible que el niño gateara al nacer?
‑Es el primer reflejo de autosuficiencia que nuestra raza produce en su evolución. Es una señal importante que denota autonomía, autodiscernimiento e impulso de vida.
‑ ¿Por qué pusimos la mano en el niño?
‑En nosotros estaba potenciada y delegada la esencialidad del cosmos a través de las siete ideas primordiales, que se canalizaban en nuestras manos hacia el niño. Además, el primer alimento que el nacido recibe a su alumbramiento, es el testigo de nuestra vivencia y de nuestro ánimo de continuidad.
‑En vuestra ciudad no he visto malformaciones en las personas...
‑Lo normal es que no se den tales anomalías en la evolución ordenada de todo cuanto existe. Vosotros ahora, recogéis los frutos de una ruptura de valores que a través de miles de años ha degenerado el árbol genético y moral que sólo podía dar el fruto de vuestra desarmonía.
Seguido por mi maestro, me acerco al lago que rodea la ciudad, donde se reflejan las infinitas formas de los rayos del Sol ardiente. Parecía un espejo lleno de colores, como si cada rayo se multiplicara en miles de aspectos luminosos que producían más y más resplandor sobre el agua y en la vegetación que rodeaba al lago. Me dejé caer en el suelo, y todo mi cuerpo parecía buscar inconscientemente la tierra para fundirse con ella en un eterno y sincero abrazo de participación, pero un extraño pudor me obligaba a ponerme en pie y me esforzaba por parecer normal en este estado tan raro. Manor como adivinando mi pensamiento, me dijo:
‑Tu cuerpo no es más que el resultado y la traducción de la naturaleza, y como ser material has de sentir el abrazo de ella; por tanto, no debes avergonzarte por poseer y ser poseído por lo que te identifica y se asemeja a ti.
Haciendo una flexión, Manor se arrodilla sobre la tierra sembrada de vegetación, y pone sus palmas sobre la misma mientras sus ojos parecen taladrar la corteza que pisamos y nos sostiene.
‑ ¡Abraza la tierra Juan!, ¡siéntela vivir y palpitar!, ¡ámala en esta comunión!... ¡ámala Juan!
Totalmente liberado me dejo caer sobre la misma, que siento tira de mí con gran fuerza, y todo mi cuerpo se mueve acunado con un sentimiento de participación indescriptible. Parecía que mis brazos se habían alargado hasta la montaña, y que la montaña la sentía al borde de mis dedos. Los pies me parecían húmedos del agua del lago que se juntaba con mi sangre. Un gran mareo me adormeció para sentir impetuosamente 1a fuerza dinámica de un universo que bullía en mi interior. Es inenarrable la potencia que sentí en mí mismo, pensé por un momento ser Dios pues todo estaba pleno en mí y era sólo yo el que se conjugaba en primera persona. Ahora sentía la energía impulsora de los vientos y de los mares, la violencia de la tormenta, la calma del atardecer y el ímpetu de los volcanes. Parecía que todo y yo, oramos una sola cosa y que nada podría hacerme regresar a mi consciencia o realidad.
Me senté junto a mi hermano y me pregunté cómo no se puede amar a la naturaleza. Sólo tiene el pecado de darnos mil por uno y producir miel y leche, alimentando nuestro paso y dando sentido a cada sueño que elaboramos y vivimos.
Ahora en las ocasiones en que la fatiga física y moral ha alejado mis pasos del bullicioso mundo que nos envuelve, y mi frente se ha erguido al paso de mi cuerpo entre los árboles y las rocas de los montes, he llamado a cada duende de este maravilloso orden natural. Todo me ha alimentado y enseñado su saber, y pleno de esta sensibilidad he encarnado el dolor de la Tierra herida por el hombre, y he recibido de sus finos labios, la enseñanza inmaterial e irrazonable de sus demandas amorosas. He comprometido mi espíritu en un futuro de justa valoración y restitución hacia la naturaleza; y ella y yo, nos hemos amado y sentido uno en este compromiso transformador. Ahora sé muy bien, que será ella la que tutelará cada una de mis células y cada una de mis potencias, por obligarse y obligarme en este compromiso futuro.
Manor proseguía:
‑Si el hombre arriara la naturaleza sacaría de sus secretos, el saber necesario para erradicar la enfermedad y escalar el bienestar de su vida. ¿Te has preguntado, cuántas reacciones físicas y biológicas se dan simplemente bajo tus pies?, sólo para explicarlas necesitarías miles de libros, y sin embargo creéis haber llegado al summun de la sapiencia y la tratáis como elemento de segundo orden.
‑No es que no la amemos, es que no tenemos tiempo para sentir estas cosas que ahora puedo vivir contigo.
‑ ¿Cuántas veces has visto al Sol o a la Luna con prisa?, ¿acaso el hombre es más que el Sol? Sólo en el equilibrio del tiempo y del espacio se puede saborear el encanto de la vida.
‑ ¿Que es la vida para vosotros?
‑La vida es la expresión máxima de la existencia; todo instante está lleno de motivaciones, realidades y esperanzas. Aprovechamos enérgicamente cada momento, y ya desde el nacimiento, nos proyectarnos en las funciones del jardinero, médico, biólogo, o cualquier otra profesión. Queremos escalar todas las columnas del conocimiento. Amamos entrar en el fondo de las naturalezas muertas, y en el dinamismo de las cosas vivas. Cada página es un aprendizaje que deseamos guardar como experiencias eternas en nuestro espíritu, las cuales delegamos en la continuidad de nuestra raza, que es a su vez nuestro soporte físico y psíquico para nuestro retorno. No entendemos cómo puede haber seres que se quiten la vida.
Mis ojos se posaron sobre las aguas del lago, y pregunté a cada pliegue de sus movimientos sobre el sentido de la vida. Y de cada pliegue y de cada rincón, salió una bella respuesta que anegó mis razones creando un sentimiento de plenitud y de vida. Todas las contestaciones que el hombre necesita conocer, están impresas en los millones de vidas que alimentan y que fortifican su ánimo y su vida misma.
‑Te contaré una bella leyenda que nuestros antepasados transmiten y que habla del nacimiento del hombre: "Se dice que en el tiempo remoto, sólo existía Tierra; Dios hizo la luz para poder ver esta Tierra y una vez contemplada, sembró muchas semillas sobre ella regándolas posteriormente hasta que comenzó a germinar y a asomar el hombre sujeto por los pies al suelo. Y era tan perfecta la semilla, que pidió a su sembrador libertad para multiplicarse por medio de la siembra, Dios se compadeció y mandó a unos bellos jardineros, que cortaron suavemente los tallos y raíces que le sujetaban a la Tierra...".
En nuestra información instintiva está viva esta dependencia terrena, y procuramos en todo momento dinamizarnos y vivir intensamente, hasta que el tiempo y la Tierra misma nos atrapan de nuevo en la vejez, por pertenecerla y ser imposible escapar de su abrazo final. Está dicho:"E1 polvo al polvo...".
‑Es una leyenda llena de sentido y de reflexión, sin duda tu pueblo ha vivido siempre muy unido a esta realidad de dependencia.
‑Como te he dicho querido hijo, nuestro cuerpo es el espejo de la naturaleza a la vez que la expresión o semejanza del cosmos que nos contiene. Si miras tus células, verás los planetas; los centros nerviosos serán los Soles; los tejidos serán las galaxias y los músculos y nervios, las líneas de dinamismo y magnetismo: "Todo lo que es arriba, es abajo", decía el antiguo escrito, y es realmente cierto que sólo observándose en sí mismo, se puede acercar el hombre a la comprensión del universo y del cosmos. Vuestros biólogos deberán reconocer que en el hombre se dan todas y cada una de las sustancias naturales que os rodean y por tanto mirando en vosotros mismos veréis la enorme realidad que os forma y sostiene.
Yo dudaba de todas estas afirmaciones y aunque comprendía bien y aceptaba lo de la naturaleza contenida en nosotros mismos, no veía la relación del cosmos y el universo; pero una vez más el maestro me atajó en el pensamiento y me dijo severamente:
‑Nunca o muy pocas veces ejercitáis esta potencia maravillosa de la imaginación, es más, cuando los niños en su infancia comienzan a hacerlo, los castigáis por creerlo malo o innecesario. No te das cuenta que mi imaginación es tanto como mi garantía de eternidad y de futuro.
‑No te entiendo bien, ¿por qué de futuro y de eternidad?
‑Haz un pequeño esfuerzo y comprende lo que ahora te voy a decir, porque es parte de una verdad liberadora que el hombre debería vivir. Puedo imaginarme que viviré 100.000 años, ¿quién puede impedirme creer que al final de este tiempo, yo reencarnaré de nuevo?, ¿quién?...
‑Nadie, la imaginación es una potencia en nosotros que goza de libertad auténtica.
‑Es cierto, pero ahora te pregunto: ¿Acaso puedo yo imaginar algo que no sea realizable por Dios, o que no tenga sentido en su naturaleza?, si así fuera; es decir, si soy capaz de crear un principio que no esté previsto en la Divinidad, yo sería más que Ella.
‑Supongo que todo está previsto y programado para que sólo podamos imaginar aquello que tiene sentido o realidad en Dios.
‑Ciertamente Juan, puesto que en caso contrario crearíamos otro principio antagónico y opuesto a la Unidad Existencial. Luego, si yo imagino que al final del tiempo viviré, es un futuro perfectamente realizable al condicionarlo y proyectarlo en el tiempo.
‑Bueno, pero lo que imaginamos y la realidad misma, son absolutamente diferentes; no necesariamente se tiene que dar aquello que he imaginado previamente.
‑ ¿Qué realidad es distinta que esa imaginación?, ¿la realidad relativa a ese momento de reflexión?..., pero no tienes en cuenta las realidades que yo sumaré en el tiempo que me he proyectado.
‑Ahora sí que no entiendo nada.
‑Cuando tú estás comiendo un plato de sopa, ¿qué momento es más real?, ¿el de la primera cucharada, o la que hace el número diez?, ¿no te das cuenta que el acto de "imaginar comer sopa", el tiempo tardado y el devenir del acto en sí, es sólo una auténtica realidad, y que ésta está repleta de otras pequeñas realidades, otros pequeños tiempos y otras pequeñas imaginaciones? E1 hombre tiende a separar la imaginación de sí mismo y esto es un error, porque tiene la función de continuidad y creatividad constante. No os dais cuenta que es la herramienta más grande que tenéis para vuestra proyección. ¿Qué hubieran hecho vuestros sabios sin esta herramienta?..., entonces, ¿por qué condenáis a los que dan sentido a esta realidad en su interior?
Yo no salía de mi asombro, pero me parecía demasiado seguir hablando de tantas cosas grandes y pensé que en adelante tendría en cuenta este sentido de la imaginación. Manor no obstante, quería impulsarme este conocimiento e insistió:
‑Cuando tu cuerpo y tu ánimo reposen en la noche después de la jornada, reza intensamente con la imaginación a tu Dios. Hazlo grande y píntalo de millones de colores, traspasa las formas, dibújate un libro y abre sus páginas repletas de secretos. Habla a tu alrededor de aquello que tu imaginación dibuja en tu interior, es muy probable que los semejantes no te comprendan, pero tú vivirás en la libertad de crear y edificar constantemente.
Cuando regreses a tu civilización hablarás sin parar, de este principio y dirás a la gente que imagine el amor, la paz, la justicia y el bienestar; que los invade enérgicamente para que su alma se llene de esperanza y su vida adquiera un nuevo sentido de espera y de progreso. Cuando tú dices que has visto un universo verde ¿quién puede negártelo?, ¿por qué no puede existir? Si el hombre penetra en la realidad que le envuelve y le contiene, asistirá a la proyección de una película de ciencia‑ficción inimaginable.
¿De qué color son el amor, la justicia y la paz?...
‑No tienen color.
‑No Juan tienen color, sólo depende del pintor y del lienzo donde lo pinte. Muéstrame tus ojos y yo veré en ellos el color de tus sentimientos; es precisamente en este lienzo, donde los sentimientos adquieren color y son percibidos por el sentido del observador con perfecta nitidez interior. ¿De qué color es la tristeza?, ¿no lo sabes verdad?, pero lo sé mirando a los ojos tristes de un niño; comprendes e identificas su estado.
¡Imagina, Juan!, ¡Imaginad cada cosa nueva y bella!, ¡pintadla en vuestro interior, dadle forma con vuestras manos y con vuestra naturaleza!, ¡Encontrad a Dios en esta potencia maravillosa de la imaginación!
‑Debo reconocer que tienes razón, no la usamos con frecuencia si no es para preveer desastres, negatividad y dolor, en mil formas y modos.
‑Es precisamente esta negatividad que imagináis, la que os lleva a la situación que habéis fabricado previamente. Fíjate si es resolutiva y operativa la imaginación que inevitablemente os lleva a los efectos que habéis edificado en vuestro interior. Revisa la creatividad de la raza; comprueba la de los artistas y creadores que sólo buscan lo grotesco, lo ambicioso, lo absurdo y lo violento; son incapaces de imaginar la paz, el amor, la justicia.... Revisa el pensamiento de los militares, de los tiranos, de los insaciables. ¿Qué crees tú que pueden imaginar estos seres?
‑Supongo que aquello con lo que sueñan.
‑Sí Juan, sí, sólo con ello; y por tal motivo vuestro futuro deviene al camino que construís.
Todo este día era escalar y edificar nuevos conceptos. La presencia de mi maestro en cada inquietud y en cada demanda era constante. Sólo debía vivir para escucharle y aprender. Me habló durante mucho tiempo de la imaginación y de su función específica, pero no podría describir los conceptos, que sólo tienen sentido en la participación interior y en la convivencia absoluta de la fuerza creante viva en tu alma.
Es curioso, después del tiempo sólo pido tener preguntas que hacerme, y recuerdo las palabras de Manor, que me aseguraban con firmeza:
‑Recuerda bien Juan, que la medida de tu sabiduría, no se dará por el número de respuestas que sepas darte; sino por el número y calidad de las cuestiones que tu evolución pueda plantearte.
Yo no entendía muy bien aquella afirmación y el me explicaba sus palabras:
‑Las respuestas están en el espacio, en el tiempo, en los libros, en las experiencias y en las vivencias, pero las preguntas sólo pueden nacer y crearse de tu inquietud.
La pregunta del pájaro no es igual que la tuya, ni la del viento, ni la de tu prójimo. Sólo en tu evolución y en tu motivación, podrás preguntar y preguntar, hasta el final del tiempo y del espacio. La última pregunta se la harás al mismo Dios vivo y entero.
Tenías razón Manor, ahora desde mi reflexión sólo puedo reconocer aquella enseñanza, pues la tristeza me invade el día que ninguna cuestión ha llamado a mi inquietud. Hoy quiero saber una cosa, mañana otra y así cada día me mido en esta inquietud que sólo me anuncia mi vida y mi paso.



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