sábado, 9 de abril de 2011


LA ALQUIMIA

Aquel atardecer, acompañaba a Manor un hombre más alto que él, de mayor edad, con barba blanca y aspecto paternal. Ambos se acercaron a mi presencia y me invitaron a seguirles a una habitación, que habitualmente este nuevo amigo empleaba para reposar. En este aposento lo primero que resaltaba eran los múltiples frascos, alambiques y otros elementos de laboratorio, combinados con utensilios muy rudimentarios como atriles, sobre los que reposaban viejos libros y varios paneles con dibujos astrales o solares. En un lado de la habitación ardía un fuego alimentado por leña seca, y en otro ángulo pude situar un telescopio o algo semejante, que salía por un amplio ventanal.
El acompañante de Manor, cuyo nombre sonaba más o menos como "Lerón", tomó un frasco o recipiente con agua y vertió en su interior un polvillo azul. Luego me miró invitándome a sentar y me habló solemnemente:
‑Bien querido Juan, una de las experiencias que debes vivir junto a nosotros se asemeja mucho a la alquimia antigua que vuestros conocimientos históricos sitúan en la Edad Media de vuestro tiempo.
Tomó después el frasco y lo puso encima de un mechero de llama viva. De nuevo tomó asiento y volvió a hablar en el mismo tono:
‑La alquimia es como sin duda sabes, el arte de mutar y no exclusivamente los metales, como parecen afirmar los eruditos, sino más bien la facultad que reside en el espíritu capaz de transmutar los estados más diversos de la energía materializada o materializante. Esté en el estado dinámico, o potencialmente estático.
El espíritu es el elemento primordial, y atrae sobre sí el dinamismo o la energía necesaria para mutar. Pero no basta sólo esto, se tiene que dar una objetividad real y adaptarse a una cordura o método justo. E1 simple hecho de mutar el odio en amor y el mal en bien, es precisamente alquimia en uno de los grados más elevados. Esto es en síntesis la alquimia.
‑ ¿Qué es la piedra filosofal tan buscada a lo largo del tiempo?
‑Es una superconcentración de energía que satisface todas y cada una de las demandas psico‑físicas y espirituales creadas en torno al objeto o sujeto a mutar.
‑ ¿Dónde se encuentra esta piedra filosofal?
‑No existe en estado natural, se forma de la objetividad o voluntad del sujeto o del objeto a tratar.
Siempre es el espíritu el que atrae sobre sí esta energía, y es la inteligencia la que elabora el proceso objetivo.
‑ ¿Quieres decir que no hay un método fijo para cada caso?
‑Si hubiera un método fijo la alquimia se contendría y limitaría como es forma acostumbrada en vuestra lógica, al abarcar cada cosa con connotaciones férreas, matando así la propia naturaleza de los elementos cambiantes y evolucionantes. La alquimia no tiene normas fijas, cada incógnita lleva consigo nuevos "porqués" que educan al alquimista y le proyectan en su investigación. No obstante cada conocimiento ya asimilado, hace en sí cierta metodología que aplicamos indistintamente en cada proceso. Por ejemplo: las operaciones que hacemos ahora, combinar, los elementos primarios o naturales (agua, tierra o polvo, aire y fuego), que nos permiten poseer el elemento básico‑receptor de la energía que atraigamos hacia él.
¿Te gustaría tener en tus manos un color?
‑ ¿Cómo un color?, el color no tiene volumen ni forma en sí mismo, no es un objeto, es una cualidad o atributo del objeto.
‑Se puede no sólo tocar un color perfectamente aislado, sino sonar un pensamiento, o gustar una música. El hombre debería ver en cada elemento un sinfín de estados cambiantes que impresionan, no sólo una parcela de nuestra identidad, sino todos y cada uno de los sensores que la naturaleza a través de millones de años ha puesto en nuestros cuerpos perfeccionados. Y no sólo esto de naturaleza física, el hombre debe desarrollar la intuición del espíritu que le acercará a dimensiones nuevas de conocimiento.
Lerón tomo el recipiente con el líquido resultante del proceso efectuado y lo puso sobre la mesa delante de la cual nos encontrábamos Manor y yo. Lo introdujo a su vez en una maquinilla semejante a un molinete, en cuya base parecía tener una ranura, por donde precisamente comenzó a salir una especie de humo amarillento, para convertirse por momentos en algo más denso y gelatinoso que sin obedecer a las leyes de la gravedad permanecía a media altura de nuestros ojos y aunque parecía una materia más o menos viscosa, no terminaba de definirse en sus contornos y en su estado.
‑El estado antigravitatorio que puedes observar Juan, se lo da precisamente su naturaleza inmaterial.
‑ ¿Cómo es posible que sea inmaterial, si a mis ojos parece una sustancia capaz de ser, torada y por tanto debería estar sometida a las leyes físicas?
‑Precisamente tú la has definido como una cualidad aplicable a un objeto, y no un objeto. Es decir, no aislable con naturaleza propia, de ahí su estado de imponderabilidad.
Ante la maravilla de mis sentidos, tomó Lerón la sustancia entre sus manos y ocurrió lo más divertido de toda mi vida. Aquel elemento era capaz de traspasar las manos y los dedos, permaneciendo en el sitio exacto de su manifestación.
¡Cógela con tus manos, Juan!
La así con mis manos, bueno, sería mejor decir, lo intenté, puesto que la sustancia se resbalaba de entre mis dedos para permanecer en el mismo sitio, siempre como algo irreal y fantasmal. Lo realmente importante de aquella experiencia, fue el sentido de proporción volumétrica de un color que comprobé y que forma parte de mi espíritu.
A pesar de cualquier esfuerzo, no podré jamás transmitir con el lenguaje racional aquel sentimiento. Esa sensación de volumen y de materialidad de lo inmaterial, me ha hecho acercar a determinadas obras pictóricas en las que en alguna medida su artista se acercaba a esa sensación interior capaz de plasmar los estados cuatridimensionales que su alma sentía al momento de la realización y que al preciso instante de ser contempladas, despiertan en ti una sensación de llamada sensible que pone en juego lo abstracto y lo absoluto que cada sujeto posee.
Poco después nos levantamos de la mesa y nos sentamos alrededor del fuego para mirar detenidamente una bandeja de metal con una bolita de cristal, pero sujeta por una varilla también de metal, que se basaba en dicha bandeja y en cuya cúspide brillaba el cristal poliédrico. Tomó Lerón el agua o líquido resultante del primer experimento y lo vertió sobre la bandeja, disponiéndose a hablarme. Impulsivamente salió de mis labios otra pregunta:
‑ ¿Por qué siempre empleas el líquido?
¿Podrías ver sin tus ojos? Tus ojos y los objetos que ves a través de ellos están motivados en un mismo paralelismo, y por tanto son apreciados por tus sentidos; es decir, que están vibrando a la misma frecuencia y así son posibles las relaciones y manipulaciones entre ellos.
Si tú analizaras tu cuerpo, verías que la composición sustancial del mismo no es otra cosa que agua. La definición exacta del hombre debería ser: "agua fecundada por la Luz". De ahí que en el agua estén plasmados los caminos o vías de acceso alquímico a semejanza de tus ojos y las cosas que son poseídas por su visión. El sendero del agua y la Luz del que habló el Maestro de los Maestros Jesu‑Cristo, es el renacer, por tanto, bastará teóricamente activar estos componentes, para descubrir otros conceptos o límites, pero mientras el agua es de naturaleza física y manipulable por nuestros sentidos; es decir gobernada por nuestra lógica, la Luz no obedece a estos planteamientos, puesto que se refiere a la Luz del espíritu no sujeta a nuestra razón.
Delante de la bandeja que contenía el extraño mecanismo, puse toda mi atención en el cristal poliédrico que tornaba de color a cada instante, moviéndose onduladamente en todas las direcciones.
‑Lo que ahora estás viendo Juan, es un cristal psiquizado en la cuarta dimensión, para captar estímulos psíquicos y plasmarlos a realidades tridimensionales. En estos momentos la sensibilidad del cristal es tan elevada, que dibuja gráficamente con colores, los impulsos de nuestras conciencias pensantes y dinámicas. Con estos movimientos traduce materialmente un ritmo lógico que impresionaría cualquier medio, como un aparato parecido a vuestros electro‑cardiogramas.
‑Estoy observando que los elementos psiquizados están presentes en toda vuestra técnica o ciencia, como si dirigieran vuestra vida.
‑Si observaras atentamente los cerebros, verías este proceso plasmado en su funcionamiento, puesto que están programados matemáticamente para captar determinados fluidos de diversas naturalezas y psiquizarlos ordenando y volviendo funcional el cuerpo con su sistema nervioso y sensitivo.
Lo importante de esta experiencia querido Juan, es la comprensión de la inter‑relación existente entre las formas expresivas materiales y las causas esenciales que las motivan. Debes de encontrar la vía de unión entre estas realidades y entonces podrás penetrar en el verdadero sentido de la justicia.
‑ ¿Qué es exactamente la justicia para vosotros, Lerón?
‑Repetidamente verás en torno a nosotros, los signos de esta virtud. No medida en los planteamientos vuestros que llaman justicia al castigo o quizá en un sentido más elevado, a la distribución de las cosas. Para nosotros esta virtud es la emanación de la Suprema Ley latente en cada elemento existencial, que impulsa equidistante a cada cosa a su justo sitio y precisamente por respeto a esta Ley nuestras vidas sólo buscan descubrirla en cada manifestación, pues de su descubrimiento nace la verdadera Sabiduría, productora de orden, progreso y evolución.
Para nosotros la justicia es una meta total, mientras que para vosotros es un medio de represión, castigo y egoísmo. ¿Puedes dictar tú leyes a las plantas? Existe una Ley producida por la justicia, a la que el hombre no puede contener ni recortar por ser vital en la existencia. No obstante habéis ignorado ésta superior, para someteros a la necedad de vuestras disposiciones.
E1 clima y las palabras de mis hermanos crearon el carisma especial y trascendente, que pudo hacerme sentir precisamente la simbiosis de estos conceptos no tanto teóricos, como realidades perfectamente registradas en mi conciencia.
La dependencia hacia el cristal oscilante fue en tal momento absorbente, que pensaba estar totalmente hipnotizado, como si mi alma hubiera salido de mi cuerpo y se encarnara en la varilla de sustentación del cristal. Llegó a existir una compenetración total entre el movimiento mecánico, las formas y colores reflectantes del cristal y la esencialidad de los presentes que se encontraba encarnada en este punto de oscilación y reflejo. En ese momento fue cuando viví el sentido del dinamismo o movimiento motivado por tu conciencia y pude entender la inter‑relación de lo de arriba con lo de abajo, lo interno con lo externo. En aquellos precisos instantes se daba alquimia a través de nuestras conciencias y al retornar al estado total de vigilia, no pude por menos de preguntar:
‑Yo siempre pensé que los alquimistas transmutaban el oro y los metales, nunca imaginé todas estas cosas maravillosas.
‑Si vieras la frecuencia, veneración y carisma del oro, te llevarían a comprender que su naturaleza lo sitúa en uno de los pasos dimensionales y por tanto en un estado muy influenciable por el espíritu. Parece existir una relación entre el espíritu y este metal y la verás plasmada en la ofrenda de los ídolos, en la Adoración de los Reyes Magos, en el Arca de la Alianza y en tantas y tantas manifestaciones diversas relacionadas con la adoración.
Si la alquimia se realizara sobre el plano de la naturaleza vegetal, tu espíritu se proyectaría en la imagen siempre carismática de la rosa, y así mismo ocurrirá con otras formas afines al espíritu. Los antiguos alquimistas no ignoraban estas afinidades y precisamente operaban en este campo que tanta influencia recibe del elemento sensitivo y anímico. Nosotros hemos intentado en todo momento hacerte sentir todos estos vínculos de unión y afinidad, que a lo largo de tu vida podrán hacerte valorar el mundo de la verdad y del campo positivo.
Luego de este tiempo en mis actuales realidades, recuerdo haber estado hablando con mis hermanos sobre la historia de la alquimia y sus fundamentos. Sé que una realidad sustancial, está impresa en el espíritu y evoco este sentimiento al momento de la tristeza y del egoísmo para transmutarlos en paz y amor por saberme informado inconscientemente de esta enseñanza que al momento justo opera el milagro diario.
A mi regreso de la ciudad, tuve ocasión de frecuentar determinados grupos y personas que decían haber practicado o practicaban alquimia, pero unos basaban su trabajo en una fórmula más o menos sofisticada e hermética que no indicaba nada en sí misma por ser impersonal y carente de frutos; y los otros, actuaban por caciquismo que dirigía su pensamiento hacia un fin ambiguo y genérico. Yo no trato ni traté entonces de enfrentarme a ellos, éste no es mi trabajo, pero seguiré hablando de lo que mi corazón siente cuando me visita y posee el fuego del espíritu. En ese instante todas las fórmulas sobran. Basta un "¡Levántate y anda!", basta un "¡No está muerta, sólo dormida!" y basta un "¿Quién me ha tocado?", porque ésta es la alquimia del Espíritu Creante, mientras que la otra es una técnica elaborada, poseída y racionalizada, que puede o no atraer hacia sí la motivación del elemento o fuerza invocada, pero que no condicionará jamás ésta, para atender a la lógica que en ese momento elabora el sujeto poseedor de la fórmula.
Me enfrenté con personas que aseguraban tener la técnica mental más avanzada, capaz de mutar esto o aquello. Con otros que manifestaban interpretar la sabiduría hermética y tradicional de determinadas órdenes iniciáticas, pero al escucharlos sólo ellos se denunciaban en su impotencia al querer racionalizar lo abstracto y condicionar lo inmaterial. La naturaleza de la fuerza mutante no se sujeta a estas barreras condicionantes, siempre se conjuga en primera persona y debe ser servida con la ética que ella demanda; es decir, con libertad espontánea e intuición. Es necesario saberse instrumento y no instrumentalizar; es necesario servir y no servirse; es necesario dejar libre el impulso mutante y no condicionarle, sometiéndole a nuestro pequeño razonamiento. Algunos al afirmar todas estas cosas, decían que mi punto de vista olvidaba nuestro plano o nuestra razón; es decir, nuestras posibilidades, pero yo les decía y les digo: "A cada uno lo suyo" y "lo de cada uno, para todos". Un hijo no puede renunciar de su padre, lo mismo que yo no puedo renunciar al valor del espíritu. También yo le condicioné, pero mi sangre se alimenta de esta linfa y mi ánimo sólo busca acercarse al estado que sólo produce el placer de la contemplación y participación. No puedo ceder mi libertad al método o al razonamiento, pues nací en el signo del impulso, acunado por el fuego que devora cada sistema o elemento. Me confieso mutante y el cambio es mi elemento donde me muevo y respiro.
Antes de despedirme, Lerón se puso solemne y me dijo:
‑El principio de la alquimia hijo mío está en la cuna del Olimpo, donde el fuego de la mutación tiene su expresión más concéntrica y estática. Es un espíritu juguetón y dinámico y se expresa y respira en el continuo cambio de los estados y de los elementos. Nació para mutar y mutando morirá en el seno de su propia esencia; para con su muerte, mutar a su vez en otro estado renovante y cambiarte. Es un espíritu que posee al elemento o sujeto y lo utiliza en su voluntad para manifestarse. Visita la imaginación de los audaces, duerme con el sueño de los valientes y acuna los sentimientos del que sufre. Este carisma Juan, sólo busca ser servido con la sencillez del alma entregada y enamorada.
Durante el tiempo pasado, existieron seres que encarnaron este principio mutante, y trascendieron a su tiempo y a su gente, todos ellos bebieron en la fuente del conocimiento y ahora han renovado su ánimo mutante en el último paso de esta humanidad que se presenta ante la última prueba de la justicia renovadora. Ellos viven en torno a ti, pero sólo en su espíritu está la certeza de ser los mismos y nadie puede robarles la seguridad de su esencialidad.
Podría estar escribiendo mucho más sobre las impresiones que recibí de esta experiencia, pero entraría excesivamente en el campo de lo subjetivo y no es esa mi intención. No obstante sé muy bien que existe un puente de unión entre lo alto y lo bajo, entre el bien y el mal, entre lo poderoso y lo humilde; en definitiva, entre una polaridad y otra. Y esta realidad forma parte de mi naturaleza, sabiendo que puedo mutar y mutarme por este conocimiento que no podría racionalizar, pues es un estigma que me acompaña y me pertenece por aristocracia e intuición espiritual.
Un día soñé que penetraba en una nube de color rosa y allí se me dio un kilo de elemento absoluto y abstracto, que me enseñó una nueva dimensión; la cuarta, que faltaba a mi identidad, y a través de esta puerta, he visitado cada sentido nuevo de imaginación limitada.


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