sábado, 9 de abril de 2011


LAS ENERGÍAS

Lo más curioso de entre la mole de edificaciones y casitas que formaban la ciudad, eran sus siete torres. Mi vista se posó sobre cada una de ellas y pude observar que de sus cimas salían colores semejantes a los del arco iris, los cuales confluían en el centro exacto de la ciudad, formando en dicho punto un rubí en forma de corazón de profundo color rojo inmaterial y vaporoso. Ese corazón era el pulsador y catalizador de las frecuencias y ritmo del pueblo. Ante esta perspectiva, comencé a preguntar:
‑Manor, me gustaría que me explicases la función exacta de estas torres y sus colores, que me parece se forman en su interior y en su entorno.
‑Lo que ahora te voy a describir, trata de encerrar el principio motivador de la existencia. Nosotros somos el resultado de siete emanaciones coordinadas por una Superior Inteligencia, que ha instrumentalizado dichas fuerzas en función de nuestra vida. Y es precisamente a través de estas potencias, que nosotros recibimos el alimento psico‑espiritual y material para nuestro devenir. Su funcionamiento a grandes rasgos es el siguiente: La Suprema Inteligencia residente en un emanador central de naturaleza ideal, ingrávida y sutil, delega su sustancialidad en otra escala que la sostiene más elemental y contenedora no obstante de su principio creador. Nuestro Sol, es un receptor de estas energías ya transformadas, para que en su interior sean psiquizadas y canalizadas a la naturaleza, que las recibe en millones de matices y expresiones. Nuestras torres son receptoras de estas energías vitales que repercuten en nosotros y en nuestra naturaleza bio‑física, psíquica y espiritual, que a semejanza de un computador, las recibe como alimento o maná preciso para nuestra existencia.
Todas las alteraciones del alma psíquica y espiritual, son registradas instantáneamente por los paneles centrales que controlan constantemente nuestra salud y nuestro paso correcto.
Los cristales receptores de las torres son instalados en un estado de pureza absoluta y fueron entregados por los patrones o seres patronímicos de nuestra existencia a los antiguos habitantes, con un programa bien preciso e inalterable.
La energía psíquica (como ellos la llamaban), no era una energía que yo pudiera identificar y le pregunté sobre la misma, obteniendo esta respuesta:
‑No es como vosotros pensáis. Vuestros eruditos hablan de la "psiqui" como un elemento segregado y adicionado al pensamiento o a la vitalidad interior del individuo; pero tal afirmación se escapa rotundamente de la verdadera naturaleza de esta energía que está segregada por el Sol, con objeto de incidir en los circuitos orgánicos e inorgánicos de los seres haciéndolos productivos y operantes. Es el Sol quien coordina la vitalidad total del planeta a través de sus energías diferenciadas, siendo una de las más importantes ésta psíquica que se traduce en el maná o alimento de vuestra alma y vuestro cuerpo.
Se detuvo durante un buen rato y prosiguió explicándome las características e incidencias de esta energía psíquica, pero su complejidad y naturaleza hacen imposible explicarlo con la simple palabra o con la descriptiva necesaria que mi pobre intelecto carece. Me hablaba de las torres y de su funcionamiento:
‑Los colores que puedes ver son exactamente la resultante visual de estas fuerzas coordinadoras y generadoras, que sólo son percibidas por aquellos que están directamente influenciados por este sistema.
‑ ¿Debo entender que un extraño a la ciudad no podría percibir estos colores?
‑No sólo no podría ver las líneas luminosas, sino nada de lo que tus ojos contemplan; seguramente para ese extraño toda la ciudad se tornaría en una estepa árida y no identificable.
En vuestra civilización y en torno a vosotros, existen millones de dinamismos motivadores que sois incapaces de captar, porque sólo podéis percibir aquello que vibra en vuestra frecuencia. No obstante con la mayor arrogancia, aseguráis que no existe vida, al no percibirla por vuestros sentidos. ¿Existe o no mi pensamiento?, ¿puedes tú acaso verlo?, ¿puedes sentirlo?, ¿puedes contenerlo?..., sin embargo no sólo existe, sino que es absolutamente operante y definitivo.
Cuando vuestros científicos envían un satélite explorador a otro planeta, afirman que no existe vida ni inteligencia al no reflejarse en los aparatos, previamente programados para observar sólo una forma particular de vida y no todas.
Memoriza el impacto de los infrarrojos, del rayo láser, de los rayos X, en fin, cualquiera de los hallazgos en el tiempo. Ante estos descubrimientos, cualquier persona que hablara de estas hipótesis estaba necesariamente condenada a la hoguera. E1 hombre debe liberar sus sentidos si quiere conquistar 1a verdadera naturaleza de la poliédrica existencia universal.
De las declaraciones de mi maestro se podía pensar que eran seres sin libertad, sujetos a estas energías tiranas que ataban su voluntad, pero mi hermano me dijo con una sonrisa en sus labios:
‑Tal supuesto se daría según vuestra lógica, si se tiene en cuenta que sois libres de practicar el bien o el mal. Pero en nuestra civilización conocemos el mal y todo lo que lo produce, y procuramos experimentar y evolucionar en un solo signo y sentido. La supuesta represión de las torres no es tal sino que por el contrario, son nuestras muletas o motivos que nos empujan sin limitación en la escala de los valores absolutos.
Durante mucho tiempo me planteé la vida en un paraíso, donde todo se hacía y se programaba en un solo signo de evolución. Tal planteamiento sería dispar para cada individuo. Si yo no me he satisfecho del robo, vivir en un mundo donde no existe tal delito, sería un tormento. Si no me he satisfecho del odio, de la crítica, o de la mentira; si me gusta con exceso el vicio de la droga, del alcohol o las mujeres, mi vida en ese supuesto paraíso sería un suplicio. Pero si por el contrario mi cuerpo y mi alma sólo se resisten y piden a gritos, paz, justicia y amor, aspirar a esta vida sería la mayor esperanza e ilusión.
La forma de vida de estos seres podría llegar a ser monótona y le pregunté a Manor:
‑Con esta forma de vida, no tendréis necesidad de represión o de castigo...
‑Lógico, puesto que al no producirse el mal, no tiene sentido el castigo y por tal motivo no existirán elementos castigadores o represivos.
Nuestros códigos informativos a nivel espiritual y biológico sólo producen y empujan al bien por el bien. De la misma forma este empuje radica latente en todos los elementos existenciales del cosmos, que son creados con solución de continuidad y por tanto, nuestro futuro se ve condicionado por este empuje. En vuestro caso y en vuestra particular civilización, el empuje evolutivo hacia el bien es de una débil naturaleza e influenciable por cualquier elemento perturbador.
‑Si dices que hay elementos perturbadores o de signo contrario, ¿éstos no tienen impreso el empuje de la evolución?
‑No es cierto Juan, los unos y los otros devienen al mismo fin, pero con lógicas diferentes y con programaciones complementarias.
‑ ¿Cuál es el elemento contrario en nuestra dimensión y en nuestro mundo?, ¿acaso el Diablo?...
‑No es el Diablo como tú afirmas, puesto que Él sólo tiene la función de motivaros y de empujaros al bien por medio de las pruebas que os impone y de las tentaciones que os ofrece. Vuestro verdadero problema está en el mal que constantemente producís y que engordáis, hasta formar un tirano que os domina y os instrumentaliza en los fines más perversos.
Los asesinos que condenáis no son culpables más que de dejarse atrapar e instrumentalizar por este mal que gravita sobre vuestras cabezas.
‑Tú me dices que no tenéis políticos, ni ejércitos, ni policías, pero supongo que tendréis alguna forma de orden social o coordinador de vuestras tareas.
‑Efectivamente la tenemos, pero de una naturaleza propia a nuestra metodología.
Me acercó enseguida a una sala espaciosa que se encontraba en el centro de una casa con un sólo piso, su techumbre era muy rudimentaria. En su interior se veían unos grandes paneles, repletos de colores y rayas luminosas alineadas con un orden extraño y que intermitentemente se encendían y se apagaban, siguiendo un compás oculto en el interior de una máquina que colgaba de dichos paneles y que era a su vez manejada por un hombre alto, que constantemente ponía sus manos sobre una pantalla llena de luz, con sus ojos fijos en el tablero.
‑Lo que estás viendo es simplemente una computadora que recoge los estímulos psico‑físicos y biológicos de todos los seres coordinados por nuestro sistema. Todas las carencias o excesos producidos por dichos entes tanto individual como colectivamente, son captados y registrados en los paneles y estimulados energéticamente por el operador.
El hombre que atendía la máquina, volvió la cara y pude apreciar una tez aceitunada, con cejas pequeñas y ojos de intenso color azul. Su pelo, rubio de fuego, caía sobre sus hombros, revestidos de túnica amarilla, y que me dijo:
‑ ¿Ves estos colores azules en el lado superior de esta pantalla?, están denunciando una carencia de dinamismo vegetal en una determinada zona de la ciudad, que habrá que equilibrar con nuestra labor de reposición.
Un hermano salió de una sala contigua y presuroso se encaminó a ordenar los elementos y los hombres precisos en la tarea de reposición con los medios más rudimentarios y las herramientas más tradicionales que pudiéramos imaginar.
Por un lado la computadora, y por otro, las herramientas y las pautas tan sencillas de estos seres.... Yo no podía explicarme este dispar y anárquico proceder, pero una vez más mi hermano me decía:
‑No terminas de entender la simbiosis de lo nuevo y lo viejo en nuestra civilización. Ahora verás cómo en el extremo de la ciudad, otros hermanos se acercan a manipular la vegetación de dicho lugar consiguiendo así dos efectos: primero, nutrir la naturaleza vegetal residente en el hombre por medio del contacto físico, y segundo; percibir y manipular los elementos naturales, que sensibilizan nuestro lenguaje con la tierra que habitamos.
‑Entonces, ¿esta máquina establece y programa la cantidad de alimentos que necesitáis, las cosechas que debéis de realizar y cuanto os es necesario en vuestras vidas?
‑No sólo eso Juan, sino que capta los estados más elevados de las constantes psíquicas y físicas de cada individuo; los accidentes metereológicos, condicionando su intensidad y frecuencia; los más complicados y sofisticados cálculos provisorios necesarios en nuestro futuro, así como el estado general del pueblo. Mide la intensidad dinámica del centro emisor central de la Tierra y las frecuencias sísmicas de la corteza planetaria. Recoge también datos espaciales y extragalácticos que inciden de diversas maneras en nuestro orden y evolución.
‑Es realmente maravilloso poseer una máquina así de completa. Si fuera posible trasladarla a mi sociedad, la vida sería maravillosa.
‑Si el hombre aprendiera y asimilara los ritmos latentes en la naturaleza física y psíquica de este planeta; si observara el devenir del universo que le envuelve, comprobaría que todo está coordinado por una macro‑computadora similar a ésta que tú ahora has visto. Si analizaras simplemente el cuerpo humano, observarías el mismo ejemplo de coordinación y de mandato.
‑Pero todo lo que me dices y he observado no deja de ser un tópico.
‑ ¿Te imaginas el trauma que causarías a cualquier antiguo guerrero romano o a cualquier contemporáneo, si les explicases los procesos simples de la electricidad?, ¿te imaginas su asombro si les enseñaras solamente una sumadora eléctrica, o una cámara de rayos X?
Movido por el interés de asimilar más y mejor de su orden social y de sus vivencias, pregunté a Manor que caminaba junto a mí serenamente:
‑ ¿Dónde está vuestra iglesia?, no he visto ninguna en el tiempo que permanezco junto a vosotros.
Esta pregunta debió causar un impacto terrible en mi hermano, porque comenzó a reírse como un niño pequeño. Yo me quedé un poco pensativo; sin duda, algo de mi comentario habría llevado cierto divertimento.
 ¡Juan...Juan!, ¿qué es, para ti una iglesia?, ¿acaso la simbiosis de los espíritus que operan en una misma dirección y con una meta y esperanza?, te pregunto a mi vez: ¿Necesita el espíritu de edificios grandes o simples?, ¿necesita de templos?
‑Tienes razón, el espíritu no necesita de tales edificios.
‑‑No querido Juan los necesita, y no de piedra cono habéis hecho en vuestra civilización, sino de carne y hueso. Jesús dijo: "Derribaré el templo y lo edificaré en tres días". ¿Acaso no se refería a su cuerpo resucitado el tercer día?
Habéis fabricado un Dios que se acerca más a una pobre naturaleza humana, que a la realidad de su potencia.
¿Habéis preguntado a vuestros niños cómo entienden ellos a Dios?, seguramente os avergonzaríais al comprobar que hablan de un Dios injusto, vengativo, tirano e intolerante. En definitiva más semejante a un hombre próximo, que a la realidad. Tratáis por todos los medios de contenerle en los libros, en los ritos y en la lógica que luego adquieren los niños, con una debilidad manifiesta y que les lleva a la larga a rechazarlo como Divino y Sobrenatural. ¿Quién puede contener a Dios? E1 no necesita de ritos pasivos y estúpidos, sino de consciencias operantes y reconocedoras de su verdadero poder creativo y omnipotente.
‑Tu imagen de Dios es un poco irreverente
‑La vuestra es diabólica. Habéis convertido a Dios en un ser débil, tolerante, que se sienta como una ramera entre los políticos, los tiranos y los asesinos. Vuestros ministros de la ley divina son los más culpables por haberlo dibujado y utilizado a sus fines egoístas.
Escucha la paradoja de vuestra religión: "En el tiempo pasado, fueron vuestros enviados para hacer prosélitos entre los salvajes, procurando que éstos abandonasen sus ritos, como la danza al fuego o la adoración al Sol". Pero vosotros les habéis impuesto otros más extraños y complicados. Ellos se preguntaban qué diferencia podría existir entre danzar en torno al fuego y observar a uno de vuestros vicarios dar vueltas a un altar, con un incensario en sus manos. Pero ante esa duda, les habéis escarnecido y perseguido hasta después de la misma muerte.
Hemos visto a vuestros sacerdotes y a vuestros obispos, sentarse a la misma mesa de políticos y Jefes de Estado que tienen como método y norma el asesinato y la represión más diabólica. Hemos visto recorrer y visitar las guaridas de los especuladores y crear imperios económicos, capaces de desafiar a los más potentes de la Tierra. ¿Cómo pensáis que es Dios?, ¿Tú crees que puede ser, tan débil y tolerante?...
Por vez primera y única, vi a Manor realmente enfadado con estas imágenes, pues sentía en su ánimo un coraje inmenso al denunciar a la clase tuteladora y gobernante de nuestra sociedad. Yo le decía que no era tan trágico el estado de las cosas y que juzgaba excesivamente duro a esa clase dirigente, pues sin duda, existen personas y seres capaces de sentir la justicia y practicarla. No todo es tan inhumano en nuestra sociedad. Manor con la mirada taladrante de sus ojos me decía aún con más energía:
‑ ¡Claro Juan, claro!, hemos recorrido país por país, orden por orden, sistema por sistema y en todos ellos hemos visto la justicia reflejada en los tratados y en los discursos, pero también hemos visto al otro lado de esta imagen, niños que se mueren de hambre a millones. Guerras y tiranías que atormentan a los pueblos. Perseguidos por la falsa justicia, escarnecidos por la inmoralidad; en fin, no existe ángulo sobre la Tierra en donde no reine el desequilibrio, y sus consecuencias se sientan impetuosamente en toda clase de tormentos. ¿Cómo es posible esto, si todas vuestras instituciones y dirigentes son buenos?, ¿acaso ocasionamos nosotros vuestro mal? ¿A quién tengo que disculpar, ante la imagen de un niño tiritando de frío y muerto de hambre?, ¿a quién debo tolerar? ¿Quién puede tirar la primera piedra? ¿Dónde están los justos? .... Mis palabras no son duras, más bien lo son vuestros hechos. Recuerda al Maestro dirigiéndose a la clase sacerdotal de aquel pueblo sordo; ¿no era É1 mucho más duro que yo? ¿Cuántas cruces habéis preparado para los valientes que han podido y querido alzar su voz contra la injusticia? ¿A cuántos habéis condenado por haberos ofrecido y entregado sólo amor?
No pude contestar a estas preguntas, pues denunciaban un estado de cosas y una forma de vida a la que ya nos hemos acostumbrado por desidia y por el propio reconocimiento instintivo de nuestra animalidad e incapacidad de vivir ordenadamente.
Mi corazón voló hacia el Amor de los Amores, encarnado en el padre de muchos hermanos míos, que también visitó la cárcel de nuestra incomprensión. No sé si mis palabras valdrán de algo, pero debes saber que en mi corazón existe la misma fuerza que tú me has donado por tu boca, y esa fuerza ha dado testimonio de tu inocencia. Algún día se hará Justicia y se te restituirán las lágrimas que tu corazón vertió en el enclaustramiento de la persecución moral y física, a la que te viste sometido por la intolerancia y el rencor de lo humano. Sea este párrafo un lapsus de incoherencia para el lector, pero también una certeza para los que saben a quién y cómo me dirijo.

Después de todos estos diálogos y vivencias debo afirmar, que no están tan lejanos los días de un nuevo orden. Seguramente ya están en marcha los procesos que harán posible esta computadora y estas energías, que llenarán nuestras vidas de paz y progreso justo.


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