PATRONES MÉTRICOS ORIGINALES
Si consulta las progresivas definiciones de la unidad de medida metro que se han ido desarrollando a lo largo del siglo XX podrá observar con sorpresa que aparecen sofisticadas expresiones de oscilaciones relacionadas con el átomo de Kriptón o distancias recorridas por la luz… y ha quedado como reliquia histórica aquella definición que usted logró memorizar en la escuela: “distancia entre las dos marcas del patrón de platino iridiado depositado en los Archivos cerca de París”. Si quiere un encuentro, en vivo y en directo, con reproducciones de los patrones podrá hacerlo en la Ville Lumière, París, acudiendo al “Musée des Arts et Metiers”, una vieja iglesia gótica reconvertida en pabellón expositor científico. A proveche la ocasión para hacer un poco de memoria histórica. Antes de 1790 la meteorología era un caos, con unidades locales que dificultaban no sólo la ciencia y la técnica sino los simples intercambios comerciales. Vista la necesidad de fijar una unidad “universal” que fuera aceptada por todo el mundo quedó claro que ni servía de referencia el codo de Napoleón, ni una columna del Partenón. Se pensó primero (1790) en el recorrido de un péndulo (fijado su tiempo de oscilación) pero finalmente (1791) se adoptó, con buen criterio, ligar la unidad de longitud a la propia tierra “el metro como la diez millonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre”, es decir, cualquier meridiano mediría así 40.000.000 metros. Ello obligó a la aventura de “medir” in situ un buen trozo del meridiano de Dunkerque a Barcelona, para acabar hacienda o un patrón del metro de latón (1795), uno mejor de plata (1799), uno de platino—iridio a 0 ºC (1889) y el último con platino, un 10% de iridio a 0 ºC de temperatura y a 1 atmósfera de presión (1927). Tener un “buen” patrón y hacer copias de precisión fue siempre un problema técnico de primer orden. En París) verá estos últimos patrones hoy desplazados por experimentos luminosos reproducibles en cualquier laboratorio (sin ir a París)
Si consulta las progresivas definiciones de la unidad de medida metro que se han ido desarrollando a lo largo del siglo XX podrá observar con sorpresa que aparecen sofisticadas expresiones de oscilaciones relacionadas con el átomo de Kriptón o distancias recorridas por la luz… y ha quedado como reliquia histórica aquella definición que usted logró memorizar en la escuela: “distancia entre las dos marcas del patrón de platino iridiado depositado en los Archivos cerca de París”. Si quiere un encuentro, en vivo y en directo, con reproducciones de los patrones podrá hacerlo en la Ville Lumière, París, acudiendo al “Musée des Arts et Metiers”, una vieja iglesia gótica reconvertida en pabellón expositor científico. A proveche la ocasión para hacer un poco de memoria histórica. Antes de 1790 la meteorología era un caos, con unidades locales que dificultaban no sólo la ciencia y la técnica sino los simples intercambios comerciales. Vista la necesidad de fijar una unidad “universal” que fuera aceptada por todo el mundo quedó claro que ni servía de referencia el codo de Napoleón, ni una columna del Partenón. Se pensó primero (1790) en el recorrido de un péndulo (fijado su tiempo de oscilación) pero finalmente (1791) se adoptó, con buen criterio, ligar la unidad de longitud a la propia tierra “el metro como la diez millonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre”, es decir, cualquier meridiano mediría así 40.000.000 metros. Ello obligó a la aventura de “medir” in situ un buen trozo del meridiano de Dunkerque a Barcelona, para acabar hacienda o un patrón del metro de latón (1795), uno mejor de plata (1799), uno de platino—iridio a 0 ºC (1889) y el último con platino, un 10% de iridio a 0 ºC de temperatura y a 1 atmósfera de presión (1927). Tener un “buen” patrón y hacer copias de precisión fue siempre un problema técnico de primer orden. En París) verá estos últimos patrones hoy desplazados por experimentos luminosos reproducibles en cualquier laboratorio (sin ir a París)
No hay comentarios:
Publicar un comentario