sábado, 14 de mayo de 2011


ALTERNATIVA EXTRATERRESTRE LA CIUDAD

 

LA CIUDAD


Poco antes de la salida del Sol, la cálida mano de mi maestro acarició mi sien y de nuevo retorné a la vigilia de mis realidades, que tan intensamente vivía desde hacía algún tiempo. Mis ojos se pesaron sobre la perfecta sonrisa de su rostro y me regocijé con la paternidad de su expresión afectiva. Le sentía próximo, como un padre bueno que guiara mis sentimientos y controlara mis reacciones más ocultas. Por vez primera ante su presencia, encontré sentido a la afirmación "aristocracia espiritual". Efectivamente, sería esta palabra la que mejor definiría el temple de su personalidad.
‑ ¡Hijo mío, despierta!, ¡es el tiempo de la marcha!
Rápidamente me levanté del improvisado lecho, al que ya encontraba confortable por la cantidad de veces que había dormido sobre la tierra, y seguí les pasos de Manor que enfilaban por la pendiente de la montaña. Era muy poca la vegetación de aquel lugar, casi todo eran rocas irregulares, anárquicamente repartidas. Mi mirada se alzó a la altura augurando en la cima la esperada puerta. Seguía la marcha de Manor, que no reposaba en el continuo fluir de sus presurosos pasos, hasta que ya, en el último altozano, se paró súbitamente y se quedó mirando a mis ojos con intensidad.
‑Escucha Juan. Esas líneas que te han acompañado durante este tiempo, serán las que te indiquen el lugar exacto de tus pasos.
Yo, aunque ansioso por acceder a la ciudad, necesitaba conocer, la naturaleza y procedencia de aquellas líneas y aproveché la mención para preguntarle:
‑ ¿Cuál es el origen y procedencia de las líneas?
‑Sin duda habrás oído hablar de la acupuntura que considera el cuerpo humano surcado por una diversidad de corrientes y fluidos que conexionan los centros vitales del mismo, haciéndolo funcional; de la misma forma debes de considerar el cosmos como un macro‑cuerpo surcado por fluidos de diversa naturaleza y con funciones dispares. Cada elemento existencial desarrolla un campo de fuerza que se expresa en líneas y formas que se expanden hasta que son atraídas por elementos de la misma naturaleza que el emisor. Así pues de la ciudad y de sus elementos, nacen estas líneas que tienen sentido en ti, por estar vinculado a ellas en tu propia vibración.
Cerré mis ojos y sobre el lado derecho sentí la presencia de una lengua vivísima de color encarnado y tonos naranjas sobre un fondo amarillo. Abrí mis ojos y pregunté con la mirada a Manor sobre el sentido de mi apreciación. Él, en su silencio, me afirmó con la cabeza y con su leve gesto. Le seguí silencioso hasta el pie de una roca de color amarillento y de grandes proporciones, en cuya base se divisaban unas pequeñas plantas calcinadas por el Sol.
‑Juan, pon tu mano derecha sobre esta roca, junto a la mía.
Al instante de nuestra maniobra, la roca se abrió bruscamente, dejando ver en su interior un pasillo con luz natural. Enseguida vino a mi mente el cuento de Ali‑ba‑ba, que me hizo dibujar una sonrisa ante la coincidencia.
‑Por muy poco te sorprendes, pronto habrás de ver tantas cosas, y tantas sensaciones vivirás, que el retorno a tu casa, será un auténtico tormento de añoranza.
Lo más impresionante que se apreciaba a nuestro paso, era la luz natural que nos envolvía y que no era producida por ninguna bombilla.
‑ ¿De dónde sale esta luz que nos envuelve?
‑Desde el mismo instante que existe el aire en tu entorno, son millones las bombillas que reflejan la luz del Sol y que nosotros podemos traer desde lo más lejano, iluminando en distintas intensidades las más profundas oscuridades. Hacemos incidir con distinto signo de polaridad los gases y elementos disueltos en la atmósfera del túnel, creándose una mini combustión que produce la iluminación.
Me sentía abrumado por tantas explicaciones que eran absolutamente sencillas y que tenían su fundamento lógico en principio, aunque nunca se me hubieran ocurrido a mí. Todas las contestaciones y afirmaciones que recibía, parecían familiares a ese conocimiento innato que poseemos y que me hacían aceptarlas a primera vista, sin imponerlas merma o incredulidad.
Avanzamos por el túnel luminoso durante un cuarto de hora y en todo su recorrido no encontré ninguna junta, ni alteración en sus paredes, todo era liso e inmaculado, sin ninguna mancha de polvo; parecía que lo limpiaran constantemente para conseguir esta pulcritud, pero Manor me comentaba:
‑No lo limpian como tú crees, simplemente no se produce polvo. La aleación del túnel es pura al 100% y los átomos del material están conexionados con una energía de un solo signo irreversible, que no permite el desprendimiento de ninguna partícula. Las partículas disueltas en el aire son atraídas por la cohesión periférica a sus paredes, aleándose con el propio material. Vuestros sabios deberían trabajar con materiales en toda su pureza y llegarían inevitablemente a estos descubrimientos y a otros más elocuentes e importantes.
En la medida que llegábamos a su final, mi corazón saltaba en el pecho, esperando angustiado la visita de aquella enigmática ciudad, y me acerqué rápidamente a mi maestro para llegar con prontitud.
La luz del Sol iluminaba el terreno lleno de verde que pisaban nuestros pies y los árboles más diversos y extraños nos rodeaban asomando un camino de blanco lecho, que recorrimos hasta una cima empinada. La rebasamos enseguida y desde su altura divisamos la esperada ciudad.
La sorpresa me dejó atónito, yo esperaba encontrar una ciudad modernísima, llena de máquinas extrañas y de estructuras dinámicas como en las películas futuristas nos habían enseñado, y sin embargo, se trataba de una ciudad repleta de casas pequeñas de piedra con tejados de pizarra, perfectamente alineadas y en cuyo flanco cada una de ellas, poseía un jardín con árboles y flores. Dichas casas seguían siete direcciones o vías, a partir de una gran construcción central. Al final de cada vía o línea, se encontraba una torre o faro direccional en cuya cúspide asomaba un prisma, al parecer de cristal con diversas caras. Y cada prisma y cada torre, de diferentes colores. No veía ningún cable o conexión eléctrica entre las casas, ni vi coches ni vehículos, todo parecía silencioso y sin vida.
No pude reflexionar por más tiempo sobre la visión que tenía enfrente bajo mis pies; Manor descendía presuroso por el camino, y tuve que seguirle hasta que nos encontramos de lleno ante la presencia de los edificios. Eran simples, todos semejantes entre sí. Las calles no contenían gente ociosa, eran recorridas por afanados hermanos de fisonomía semejante a la de mi maestro, con su misma vestimenta y aptitudes. No veía automóviles, solamente algún transporte silencioso movido por su particular energía, recorría de vez en cuando las calles con fines exclusivamente laborales.
La más impresionante de las sensaciones que pude experimentar, fue el clima emocional que parecía respirarse en su interior, era como si estuviéramos liberados sensitivamente, en un ambiente de beatitud y paz. Manor me explicó este particular sentido de percepción:
‑La vibración colectiva que ambienta la ciudad recoge el nivel de evolución de la raza, productora de un orden de paz y bienestar que trasciende e impregna cada átomo del aire y cada elemento contenido en ella.
Reflexionaba después de estas palabras, en las particulares vibraciones que se pueden observar en cualquiera de nuestras propias ciudades y la comparación resulta sorprendente y nefasta para nuestra forma negativa de vivir. La faceta más notoria, era su orden; todo parecía encajar en su justo sitio, como si un cerebro oculto lo hubiese dispuesto de antemano. También a este respecto, Manor me decía:
‑Simplemente el orden, es capaz de concebir y engendrar la primera de las ideas creativas. La Divinidad reside en el propio orden de su existencia y en él se expresa.
Y me hablaba de la observación del universo de la luz que cada noche nos visita.
‑Cuando observes las estrellas, verás un perfecto desorden que es capaz en sí mismo de generar: número, cantidad y calidad de conceptos.
Yo penetraba en el sentido de sus palabras y le comprendía bien, a pesar de su enigmático significado. Muchas noches, he mirado las estrellas y siempre he descubierto un nuevo conocimiento o sentido en la contemplación de ese orden. Pero no deseo alejarme de la ciudad, y me reitero en esta cualidad que parece alimentar cada elemento y movimiento de la misma. Todo mi interés crecía por conocer más lo que mis ojos encantados observaban en aquellos momentos.

EL GOBERNADOR


Caminamos entre las calles de la ciudad y mis ojos se posan admirados en el camino que pisan nuestros pies, parece curioso pensar que sin ningún asfalto, sólo con la tierra y el barro del camino, hubieran llegado a elaborar un pavimento tan perfecto y sin ninguna fisura. Posteriormente pude enterarme que el proceso de dilatación y cohesión de la materia, es una ciencia especialmente aplicada por los habitantes de esta ciudad; sin duda estos seres superiores han llegado a la piedra filosofal, capaz de descomponer y modificar la materia más inerte, para convertirla en la más sutil. Otra particularidad que me impresionó, fue el hecho de que en plena urbe y disparmente repartidas, topáramos con zonas de vegetación, en cuyo interior se veían diversidad de flores y otras plantas que hasta el momento no había visto nunca. Por un instante tuve que pararme para acercar mi vista, próxima a los aparentes movimientos de una planta de colores azules intensos. Realmente se movía, como si un cerebro interno agitara armoniosamente sus hojas. Traté de percibir el viento que causara tales movimientos, pero no existía tal.
A nuestro paso, otros seres como mi maestro, reposaban o caminaban por la hierba, y formando pequeños grupos se acostaban en el prado, con las manos y la faz al Sol. Después de algún tiempo de mi estancia, pude comprobar que tales prácticas no obedecen a una pauta de descanso, sino a una terapia captadora de energía psíquica, capaz de cargar dinámicamente nuestro cuerpo en su necesidad psico‑física. Yo también aprendí esa técnica y ahora, al momento que mi mente instintiva lo demanda, reposo mi cuerpo en el suelo para tenderme hacia el Sol dador de vida y de calor.
La visión de las plantas me había impresionado en cuanto a sus continuos movimientos y pregunté a Manor:
‑Nunca había imaginado unas flores o plantas tan sutiles. ¿Cómo es posible que bailen las flores?...
‑ ¿Nunca has visto tan cerca una planta? En vuestra civilización jamás os paráis a comprobar estos movimientos que son universales en cada elemento que vibra y palpita conforme a un grandísimo corazón que armoniza los infinitos latidos de la creación. Si la sociedad cambiase los planteamientos absurdos y respetara la Suprema Ley del devenir de las especies, no tardaríais en ver mutar los animales y las plantas hacia un baile maravilloso que cante la perfección de un orden infinito.
Si vosotros amarais la naturaleza, acercaríais vuestra ciencia hasta las cotas más altas de perfección; de tal manera, que estudiando bien vuestro planeta, vuestro cuerpo y circunstancias, veríais en dicho cuerpo otros planetas, otras estrellas y otras naturalezas, ahora tan lejanas y que queréis poseer con vuestras máquinas voladoras programadas únicamente a ver, lo que vosotros ya de antemano habéis supuesto.
Querido hijo, si el hombre parara sus pasos en la naturaleza y sensibilizara sus sentidos al gran lenguaje que la forma, no podría dejar de ser justo, pacífico y encantador, tanto en sí mismo, como en todo lo que rodea su existencia. Nosotros sabemos que en la naturaleza se encuentra impresa, como en una computadora, la Ley que traduce la Suprema Voluntad del devenir, y procuramos servir este orden o voluntad porque de él sale la linfa de nuestro continuar armónico.
Paramos delante de la puerta de una casa de piedra, con grandes ventanales traslúcidos que según pude comprobar posteriormente, cambian de tono en la medida que los accidentes metereológicos y la noche, inciden sobre los mismos. Franqueamos la puerta para enfrentarnos a una estancia de elementos rarísimos, combinados con otros arcaicos y convencionales; aquello parecía un maremagdun de "porqués" que a lo largo de mi estancia en la ciudad pude desvelar. A los pies de una escalera de piedra perfectamente pulida, apareció majestuoso el gobernador.
Quisiera aproximarme a explicar lo que en ese momento sentí ante la presencia de ese maravilloso ser, pero comprendo la limitación de la palabra y sólo repararé en los aspectos más notorios que pude plasmar. Su vestido era, a semejanza de los otros habitantes, de tejido elemental y consistía en una túnica de color negro con ribetes de oro. Calzaba unas zapatillas del mismo material y bordeadas a su vez con los graciosos detalles dorados. Su pelo era de color blanco, su barba del mismo tono y sus ojos de un negro profundo que penetraban por sí mismos, cargados de una viveza felina a la vez amorosos y a la vez enérgicos. En aquel instante podría haberme quedado frente a él por todo el tiempo del mundo, pues su presencia estaba cargada de todas las respuestas que aquellas preguntas, un día u otro visitan tu almohada, y que nunca pudiste responder por impotencia. La experiencia de su presencia nunca podrá desaparecer de mi corazón, pues en ese momento algo lloró dentro de mí con lágrimas de alegría y reconocimiento; lo sentí como padre de mi espíritu y toda su figura acariciaba mis sentidos, excitados por los momentos de trascendencia que vivía.
Bajó a mi encuentro y me besó tres veces, abrazándome después intensamente, como ahora lo hago yo en los momentos más bellos de mi vida dándome a la ternura de los niños y a su candidez de belleza.
‑Mi corazón se llena de alegría hijo mío en tu visita y me siento feliz en tu leal reconocimiento.
Puso su mano sobre mi hombro y me empujó levemente por la escalinata seguidos por Manor de muy cerca, hasta llegar a un gran salón de madera finísima, cubierto por alfombras impresionantes de color, repletas de dibujos informales. Nos sentamos encima de una de estas alfombras y el gobernador tomó asiento frente a nosotros, pero en un sillón amplio con posamanos muy largos de madera y aparentemente sencillo en su estructura. Cerró sus manos y sus pies y mirándome a los ojos con una sonrisa, que dejaba asomar una fila de dientes blanquísimos y bien formados, me dijo:
‑Tu nombre no es Juan Bautista hijo mío, sino "Capaz". Tus orígenes son muy antiguos, a la vez que tu espíritu cargado de infinito candor te hemos llamado en este tiempo, para dar salida al protagonismo de nuestras vidas en esta ciudad y hemos obtenido la respuesta de tu presencia. Como ya te ha comunicado Manor, has sido señalado para portar un mensaje de sencillez y de verdad al hombre, vecino a nuestro corazón, que ha puesto y sigue poniendo en extremo peligro tanto la suya, como nuestra existencia. Vivirás por un tiempo las experiencias que se han señalado para tí, para luego transmitirlas a su vez en la forma que se ha programado de antemano a tu regreso.
Esta ciudad como tú la ves, no es otra cosa que la pila equilibradora de la polaridad negativa de la humanidad. El centro de esta pila se encuentra en la dimensión más alta de la existencia y ha delegado su presencia en este lugar, donde tienen sentido las santas voluntades de los destinos que mueven los hilos de este planeta. Todos nosotros somos impersonales, pues nuestra forma física está en función de nuestro trabajo y nuestra misión. Nosotros ya llegamos en el tiempo a nuestras metas y ahora sólo vivimos para este Santo Querer que nos mueve con su lógica. Nuestra única ley es la armonía y representa ante la Suprema Fuerza Creante del Cosmos, el papel que vosotros debierais haber asumido en vuestra prolongada existencia en el planeta y que vuestro orgullo y negatividad no ha podido conseguir.
Un leve movimiento de sus ojos dio asentimiento a mi inquietud y con sumo respeto y cuidado, comencé a formular todas las grandes y numerosas preguntas que mi espíritu demandaba:
‑ ¿Cómo debo llamarte?
‑Sólo hermano.
‑ ¿Por qué eres tú el gobernador?, ¿Cuál es realmente tu trabajo?
‑Mira Juan, vosotros siempre queréis dar imágenes y formas a las ideas; no sabéis que una idea en sí misma tiene significado. Toda mi voluntad sólo sirve el programa que yo encarno, interpretando el orden que se canaliza a través de esta presencia a tus ojos. ¿Cuál es la real imagen de Moisés para el pueblo judío?, ¿acaso la voluntad de conducir a las gentes, no se hubiera dado sin la presencia de Moisés? En ese momento tal voluntad superior y tal idea, tomó la forma racional y opaca de este personaje, aunque perfectamente podría haber sido otra forma y otra imagen.
En el tiempo de los acontecimientos que cambiarán radicalmente vuestra civilización, está ya programado el nuevo Moisés que guiará por el camino de la justicia a toda la Tierra y que encarnará el programa de una vida nueva constructiva, necesaria para vuestra identidad espiritual y física.
Esta idea del gobernador me había motivado interiormente en gran medida, pues nunca había recibido con simpatía la idea de ser dirigido y gobernado por la autoridad. Le pregunté a su vez:
En nuestra civilización, el que gobierna sólo trata de expresar la voluntad de la mayoría y no como tú dices ser instrumento ideal de esta Superior Voluntad, ¿por qué esta diferencia?...
‑Es muy  común entre vosotros, que la mayoría de la colectividad se haga representar a través de un diabólico juego político en una persona, que sólo tiene la función de satisfacer los intereses egoístas de la irracionalidad con la que vivís. Imagínate Juan, que la mayoría parlamentaria de tu país acuerda por los mecanismos legales que la asiste, que el día que os alumbra sea la noche, y por tanto os impongan una venda en los ojos para dar, cumplimiento a tal orden. Seguramente os levantaríais contra tal necedad, alegando que lo que os gobierna no es la verdadera ley, pues produce sufrimiento innecesario y absurdo al oponerse a la simple ley natural. Yo te aseguro Juan, que si el hombre pensara y observara todas las disposiciones legales y normas que la clase gobernante y dirigente ha producido y produce, vería a los ojos de la verdadera ley lo ilógico de convertir el día en noche y la noche en día, sólo porque los valores e ideales que mueven a los pueblos están errados y apartados del patrón equilibrador que se encuentra impreso en cada átomo, en cada célula y en cada elemento que vive. Los gobernantes de vuestros pueblos deberían de ser la expresión de esta norma y no la voluntad de una mayoría política.
‑ ¿Cómo fuiste elegido gobernador?
‑No me has entendido bien, no es esa la lógica que yo te he dado. Observa en un panal si la reina da órdenes a sus abejas o a los obreros, analiza si se someten y se estructuran condicionadamente en clases sociales. Solamente son gobernados y obedecen a la ley que hace posible el devenir de la colmena sin que unos se interpongan a otros, o se condicionen por el mandato.
Tú habrás observado no obstante, que la evolución propia de un caballo no es igual a la de un mosquito y seguramente verás en tal circunstancia, una jerarquía armónica que se respeta y se reconoce, pero no bajo los planteamientos que vosotros imponéis de fuerza y obligación. El hecho de que uno sea más evolucionado que otro, no supone que uno deba mandar y otro obedecer, simplemente viven armónicamente sin ningún condicionamiento.
‑ ¿Cómo se entiende la Democracia entre vosotros?
‑ ¡Juan!... ¡Juan!..., debes entender más con tu espíritu que con tu mente, ¿no te das cuenta que esas fórmulas son impotentes en sí mimas, pues no son otra cosa que los remiendos que tratáis de dar a vuestro incumplimiento? Te lo diré de otro modo para que lo entiendas:
En el tiempo de vuestros antiguos profetas, las normas y modos de vida estaban regidos por leyes severas tanto sociales como morales y encontrarás imposiciones absurdas como la de no trabajar en determinados períodos; llevar sandalias o ciertos vestidos, en fin, todo un conjunto de normas que la ley imponía y ordenaba. Al tiempo maduro, llegó el Maestro Jesús y les renovó todo el precepto con un sólo principio: "Amarás a los demás como a ti mismo", pero vosotros incapaces de cumplir un sólo mandato, le matasteis, adornándoos de mayores normas impotentes y contradictorias, hasta el punto hijo mío, que desde aquella simple norma de diez mandamientos, cada uno de vuestros países ha elaborado códigos de leyes de 2.000 y 3.000 artículos. ¿Crees tú Juan, que si el hombre no puede cumplir un sólo precepto, entenderá y realizará miles?
La ley en vuestro orden, está absolutamente corrompida; la elaboráis para incumplirla, estudiáis miles de formas y sistemas para evadirla, y así creáis letrados y procuradores, que olímpicamente defienden al culpable y toleráis los gravísimos errores que han llevado a hombres valientes y amorosos al patíbulo de vuestra incompetencia. El castigo a estos errores es grande, pues nadie puede escapar a la ley de causa‑efecto.
‑ ¿Será el Comunismo perfecto la mejor forma de convivencia?...
‑Mira Juan, si yo te respondiera como tus oídos esperan, sería como los otros políticos y nuestra norma es sólo ésta: "CADA UNO AUTOSUFICIENTE, OCUPARÁ SU PUESTO CON RESPONSABILIDAD, PARA PRODUCIR LO NECESARIO PARA TODOS Y LO SUPERFLUO PARA NINGUNO". ¿Has contado los millones de muertos que crean vuestros sistemas sociales? Revisa el presente y el pasado de la humanidad y encontrarás las respuestas más escalofriantes a la obra del hombre.
‑ ¿Cómo tomáis los acuerdos y resolvéis los problemas que se os presentan?...
‑Aunque te parezca mentira Juan, no tenernos problemas graves, puesto que están dispuestas las cosas para que el problema y la solución se complementen en un sólo acto para cada ser viviente. ¿Qué problemas se le pueden crear al león en la forma de cazar sus piezas?, y te responde los miles de años que esta fiera sigue cazando igual sin dificultades en su forma o técnica, puesto que a lo largo de este tiempo, sólo tiene respuestas y perfección; ningún elemento creado en el cosmos, tiene en sí mismo programado la autodestrucción; son creados en solución de continuidad y transformación, para que cada problema sea resuelto por los mismos resortes que él mismo posee. Nosotros jamás tendremos los problemas de los leones, y los leones jamás tendrán los nuestros, pero ambas naturalezas llevan impresas en sí mismas las soluciones.
Los acuerdos son tomados en la forma más sencilla posible, teniendo como norma, que de una idea buena partimos a otra mejor, sin destruir la primera; nuestras vidas y nuestras realizaciones, están encaminadas a una sola polaridad, el bien por el bien; pues conocemos el mal y nos alejamos de practicarlo. El hombre no obstante de conocer lo que le hace daño, persevera en su uso y se abandona a los efectos siempre deletéreos.
Después de esta prolongada charla, mi espíritu estaba lleno de conocimiento y mi corazón le gritaba: "¡Gracias, gracias! E1 gobernador sonrió amorosamente y se levantó de su sillón poniéndome la mano en el hombro. Acercándome a su pecho, me dijo:
‑Descansa ahora mi amado, mañana deberás trabajar, con nosotros y satisfaremos tus necesidades espirituales.
Salimos de la estancia y yo saltaba de alegría por la escalera, bajo la mirada de Manor que reía feliz y me miraba expectante. Había recibido del gobernador una lógica distinta y más elevada de convivencia. Ya sé que esta convivencia es utópica en nuestra sociedad, pero mi espíritu ha recibido la caricia y la seguridad de aspirar a la forma más sublime de fraternidad y he tomado en mi interior todo el tiempo preciso, para llegar a esta hipótesis de realidad. Manor me hablaba en relación a la autoridad y el gobierno:
‑El más tirano del hombre, es uno mismo. Podemos imponernos las condiciones y normas más y más extrañas, sin que tenga que venir un orden externo a gobernarnos.
Debemos amar a la ley que gobierna y dirige cada elemento existencial, pues sólo produce bienestar y equilibrio. Ella será la que dirija y gobierne nuestras vidas y nuestras instituciones.
Muchos pueden pensar que esta forma de vida sólo puede producir anarquía, pero tal supuesto sólo es un reconocimiento a nuestra propia incapacidad de producir orden y equilibrio, tanto en nosotros mismos como en el entorno vital que nos contiene. También se puede tachar de anarquía el sentido liberal de esta forma de gobierno, pero un pueblo y una ciudad como aquella, nunca dejaron de alimentar el deseo constante de superación, y se proyectaron en el tiempo y en su constante realización. Recuerdo especialmente lo que Manor me decía:
‑Lo primero que construís en vuestras ciudades, no es otra cosa que los cuarteles, las cárceles, los elementos de represión y de defensa. Todos se asoman al proyecto de construcción con la imagen de injusticia y de intolerancia. Yo te aseguro Juan, que los seres que convivirán en tu ciudad y en tu orden, deberán adornarse del manto de la pureza y de la sencillez excluyendo otras posibilidades, pues sólo se edifica en un camino y en un sentido y no, sirviendo a dos principios dispares y anárquicos.
¿Cómo será la futura ciudad de nuestras ilusiones? ...¿Cómo será la ciudad de nuestros sueños?..., quizás en todo este relato, encontréis alguna de las respuestas para la edificación de la misma, pero el primero de los métodos que pude aprender de mis hermanos, fue la no imposición de normas y de códigos, por tal motivo solemne todo el relato está motivado para que vuestras imaginaciones y sabiduría terminen de pintar cada calle, cada edificio, cada ser, cada ley y cada orden. Al final de todo sólo estará la perfección. Y esta meta bastaría y motivaría nuestro esfuerzo.

RESPUESTAS


Caminamos hasta llegar a la vegetación que previamente habíamos pisado bajo la luz de las estrellas, que en aquel lugar brillaban más intensamente. Me sentía poeta y niño, ahora sabía entender un sinfín de nuevas cosas y era capaz de vibrar con cualquier nota ó cualquier gesto. Mi corazón recordaba vivamente la animosidad del gobernador, que supo impulsar en mi interior una beatitud que no parará mientras recuerde su imagen amorosa atraerme hacia su pecho, abrazando mi insignificancia y sintiéndome unido a él en el eterno latido de vida.
Manor salió de la casa próxima al lugar donde estábamos reposando con una jarra de agua pura y fría como de manantial y un plato de madera con unas bolitas semejantes a croquetas de pan, que me ofreció sentándose a mi lado.
Yo suponía que dado el grado de evolución de estos seres, su alimentación seria pura y seguramente vegetariana.
‑Manor, ¿Coméis carne? ...¿Cómo es vuestra alimentación?...
‑Es muy frecuente entre vosotros ponderar la alimentación de uno u otro signo; es decir, vegetariana y carnívora. Nosotros hijo mío no comemos carne, pero sólo por un proceso de asimilación. Vosotros no obstante, debéis de comerla a pesar vuestro si pensáis que físicamente sois la resultante de la evolución, mineral, vegetal y animal, a través de millones de años, y que vuestra naturaleza necesita nutrir esta trinidad. A pesar de las actuales corrientes naturistas y ocultistas, el hombre no puede escaparse a su naturaleza bio‑física, y comerá de la roca, del vegetal y del animal, puesto que es comiendo y transformando estos estados inferiores cuando se expresa la existencia. La memoria instintiva latente en cada una de las células, rechazará la alimentación no apta para su transformación. Pensamos que se trata de una cuestión de sensibilización y de conocimiento de tu propio cuerpo. Cualquier ser por eliminación, podrá acercarse a la alimentación equilibrada, al igual que los animales cumplen con estos códigos sencillos y necesarios. En nuestra sociedad, la nutrición es un principio básico para rendir al cuerpo operante y efectivo. Todos los habitantes de la ciudad, dedicamos un tiempo a la elaboración de nuestra alimentación y previamente a esta tarea, hemos arrancado a la tierra con nuestro sudor, lo que generosamente nos ofrece por nuestro trabajo. Cada uno de nosotros procuramos ser autosuficientes y deseamos el bienestar para la comunidad.
Había llegado a una cuestión vital para mí, pues la perspectiva de la comunidad era algo atrayente y muy de moda entre los jóvenes que sienten una nueva inquietud de cambio y de ruptura. Por tal motivo le pregunté:
‑ ¿Qué opinas de la comunidad?...
‑Creemos en la fraternidad pero no en el amontonamiento. Actualmente las nuevas tendencias sociales tratan de imponer este hacinamiento, sin darse cuenta que la verdadera comunidad está definida y edificada en la perfecta individualidad. Sólo siendo perfectamente útil y autosuficiente, podrás producir para la comunidad. Si observas atento la naturaleza, verás que cada familia busca su guarida y construye independientemente los lazos genéticos y las pautas de conducta que luego en la colectividad, forman las colonias o las comunidades más perfectas. Existe un antiguo dicho: "Mi ojal no es para tu botón". Debéis enfocar la comunidad desde el planteamiento de la objetividad individual y no romper el orden sustancial de lo que está reservado a cada uno y a todos.
‑Pero..., yo he leído que los antiguos cristianos vivían en comunidad perfectamente y en paz.
‑Efectivamente, pero los fundamentos de dicha comunidad eran más espirituales que materiales. Los intentos que el hombre ha emprendido para conseguir esta hipotética comunidad, han sido vanos, precisamente por no dar el sentido necesario a la objetividad de la misma y empujarse de la fraternidad espiritual, que debería presidir y motivar la física y material. Pensamos no obstante, que sí sería posible una comunidad de esfuerzos para producir bienestar, pero sin romper lo que la ley impone en el trato del individuo, de la familia y las calidades anímico espirituales de cada ser.
Siempre me sorprendía la forma tan aparentemente disparatada de combinar los elementos más modernos con los más arcaicos en la forma de vivir de estos seres y así se lo planteé, para obtener esta respuesta:
‑Es común en el hombre hartarse de vivir en una sociedad de total disparate moral y físico, para retirarse a la montaña más inhóspita y vivir otra forma de tormento, pero de sentido contrario. Nosotros pensamos que el equilibrio de las cosas buenas que el hombre produce en la ciencia positiva y los elementos naturales y simples que la inteligencia instintiva impone a cada ser viviente, se pueden armonizar en una vida simple y feliz.
Aquellas croquetas de no sé qué naturaleza, estaban realmente buenas y experimentaba una sensación nueva al comerlas, era algo extraño que no podía definir. Manor se anticipó a mis palabras:
‑Elaboramos nuestra comida creando los elementos asimilables por el organismo, produciendo la mínima excrementación. Habrás observado que en vuestras copiosas comidas excrementáis prácticamente todo lo que coméis, y esto, por los conceptos erróneos de alimentación basados en la satisfacción del gusto, que no en las verdaderas necesidades bio‑físicas. Vuestros científicos deberían estudiar positivamente estos principios de alimentación que están perfectamente definidos en la naturaleza y en su auto‑nutrición.
El sabor tan extraño acompañado de esa sensación, no es otra cosa que la alquimia de la alimentación que nosotros cuidamos profundamente. En el tiempo antiguo este arte alquímico de la nutrición básica estaba reservado a nuestras mujeres y esposas, pues procuraban el bienestar de la familia y eran sólo ellas las que podían dar ese "toque", que acercaba a los familiares en torno a un puchero de anhelo y esperanzas. Ahora la mujer o madre esposa ha roto esta programación tan necesaria, para servir a valores puramente ficticios y aún peor, a los que la ley ha reservado a los hombres.
‑Si te oyeran las feministas, seguro que te llamaban "machista".
‑El hombre no puede parir por haber nacido macho, y la mujer no puede fecundar por ser hembra; cada comportamiento animal lleva consigo unas pautas que no se pueden romper. Están programadas por el principio que preside la fecundidad y que instruye los elementos para volverlos creativos. De esta manera, el hombre y la mujer están obligados conforme a una ética de comportamiento y no pueden ni deben ignorar sus papeles en todos los niveles. La condición física de uno y otro no es un resultado casual de aleación indiscriminada de células, sino que los fundamentos anímico‑espirituales han motivado tal estado, obligando a unos comportamientos ciertos y claros.
‑Perdona maestro, pero no he entendido bien tu explicación. No veo la diferencia de comportamiento entre dos seres que son básicamente iguales.
‑Maestro no hay más que uno y está en los Cielos. ¿Te imaginas que el Sol adquiriera los comportamientos reservados a la Luna, o que Marte reaccionara en la misma forma que Plutón?..., básicamente todos son iguales, pero existe un factor de calidad que les hace diferenciarse en millones de particulares comportamientos. Así pues, la mujer sea mujer y el hombre tal, para servir a la Ley del Devenir.
‑ ¿Cómo son para ti el hombre y la mujer ideales?...
‑Pienso que el uno y el otro son la imagen o principio que se encuentra perpetuo en cada respiración de la continuidad. Al hombre compete la creatividad impulsiva y encarna los valores dirigentes y direccionales tuteladores, y a la mujer, los valores consoladores y receptivos que dan al amor el sentido máximo de su expresión. El resultado de la combinación de estos fundamentos es la continuidad; es decir, el fruto del amor: un niño, que encarnará estos principios obedeciendo y expresando el devenir.
‑Y los niños... ¿cómo han de ser?
Sobre todo, niños. Les hacéis conforme a vuestro capricho o como vuestras debilidades os dictan. No les dejáis ser niños. Cuando te sea posible, observa a uno de los nuestros y verás la naturaleza viva en cada una de sus expresiones; me verás a mí y a todos nosotros, encarnados en cada uno de ellos. Cada nueva generación es una cota más elevada de evolución. Nosotros rendimos culto a la ley creativa y servimos conforme nos ordena dicha ley los presupuestos necesarios para que nuestra evolución, bienestar y futuro, se perpetúen en los pequeños. Si tú deseas ver al más sabio de nuestra comunidad, deberás acercarte al último de los nacidos, allí verás potencialmente mi ánimo y el de toda la colectividad.
Estamos permanentemente de testigos ante la Suprema Ley Creativa, del genocidio que vuestra raza de malditos hace con las joyas de la naturaleza. Nos hemos acercado a ver en diversas regiones de vuestra sociedad la miseria de vuestras debilidades encarnada en los niños. Sois malditos por este pecado, pues una lágrima del cosmos, ha caído sobre vuestras conciencias por este mal que alimentáis con cinismo cruel.
Aquellas palabras me hicieron el mayor daño de mi vida, y las lágrimas se asomaron a mis ojos estremeciéndose todo mi cuerpo. Cogió mi mano entre las suyas y me invadió de consolación.
¡Cómo te recuerdo maestro; cómo te venero mi amado; tú lo sabes bien, a pesar de la distancia y del frío de mi escritura! ¡Cuán próximo te siento en estos recuerdos, mi amado!...
Otra noche debía arropar mi sueño y la última mirada se cayó en el Universo de la Luz, que me llamaba en su canto de ondina seductora y de madre persuasiva. No podía desvincularme del carisma que hacía vibrar todo mi ser, en la presencia de aquellas realidades tan próximas y queridas a la vez. Era Manor; era la ciudad, y era mi propio espíritu, que me redimensionaba en el canto de la creación. Otra noche y otro millón de reflexiones que engrandecían mi granero de ilusiones y de dichas, otras tantas respuestas a las inacabables preguntas que segrega tu propio cuerpo y tu propia naturaleza. En el silencio de esta noche oí el sonido de un órgano próximo que interpretaba el canto de la creación, y me ericé y pegué a las notas de este canto porque era canción del espíritu, y recordé las palabras de Jesu‑Cristo: "No sólo de pan...", también eran necesarias la presencia de mi gran hermano, la ciudad, las estrellas y aquel sonido, para alimentar mi propia trascendencia y mi ego.
Este capítulo de la vivencia en la ciudad está especialmente cogido y matizado, porque a través de estas respuestas pude aprender los patrones básicos e ideales de aquellos seres. Manor y los otros hermanos que tuve la ocasión de entrevistar, definían en su enseñanza los sólidos cimientos de aquel orden de convivencia perfecta. Toda esa enseñanza trataba de despertar en el individuo, la autor responsabilidad individual, para ponerla al servicio de la comunidad. Asimismo, los distintos entes sociales y de estructura, fueron definidos sucesivamente en mi visita hasta encajar cada modelo en el orden de una sociedad paradisíaca y llena de vida.

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