lunes, 9 de mayo de 2011


LOS ULTIMOS DIAS DE LA ATLANTIDA

La hermosa ciudad de Sartáx contenía uno de los templos más prestigiosos del continente Atlántida. Era el templo de la Luz, construido miles de años antes. Cuando nuestro planeta había estado transitando sobre la constelación de Acuario en un trígono perfecto con Urano y Neptuno, dirigido al punto nodal y al hipocentro galáctico. Los maestros de Saturno habían dirigido su construcción y habían instruido a la primera generación de sacerdotes-astrólogos. Desde aquel tiempo, generación tras generación de iniciados  rendían culto al conocimiento cósmico. Aquel templo era la réplica perfecta de nuestro Sistema Solar. Lo que ocurría en lo alto, tenía su reflejo en lo bajo; es decir, nada se escapaba al control del movimiento de los astros, que no fuera estudiado minuciosamente por los sacerdotes y sus alumnos.
Anthix, (que en idioma atlante significa tierra) y Akonti habían concluido sus estudios de medicina. La primera era cirujano y el segundo médico-astrólogo. Formaban un equipo perfecto en cuanto a la práctica de esa ciencia y además estaban enamorados, tanto de la Medicina, como entre ellos mismos.
Habían decidido acudir al templo para consultar el oráculo sagrado, a fin de unir sus vidas para procrear.
Era costumbre iniciar las uniones de pareja con el consejo de los sacerdotes-astrólogos (esta costumbre fue llevada a la India con posterioridad). No era posible unirse en matrimonio, si antes no se armonizaba su unión con el Cosmos. Ellos sabían desde niños, porque así se enseñaba en las escuelas, que nada vive solo, que todo está unido en un perfecto devenir. De nada valía ejercitar la voluntad caprichosa, en el momento incorrecto, porque el Cosmos volvería a poner cada cosa en su sitio con posterioridad. La unión se realizaba entre ellos, pero también con Dios, con el Cosmos, con el Todo, pues lo que se “une en Dios” no se separa jamás. Ellos conocían que sus hijos nacerían como consecuencia de la perfecta unión de sus dos espíritus, pues de dos semillas sanas nacía otra sana, pero de semillas inarmónicas nacía la desarmonía. Además no todos los seres optaban por tener hijos, puesto que no todos reunían las condiciones precisas para la natalidad. Eran los sacerdotes-astrólogos los que conocían de esta ciencia y nadie ignoraba sus recomendaciones.
Habían llegado a su madurez personal y biológica; eran útiles para la sociedad y como antes dije se amaban intensamente.
Ramatep, era el sacerdote más carismático del lugar. No solo tenía el conocimiento perfecto de los astros, las estrellas y sus movimientos, sino que además tenía facultades clarividentes. Algo vivía en el, que no era de este mundo. Se decía incluso, que cuando entraba en trance, su cara cambiaba y su voz somatizaba armónicamente la melodía de las estrellas.
Los dos estudiantes saludaron con una reverencia al sacerdote, diciendo:
Maestro, hemos venido a ti, para pedir la aprobación de nuestro matrimonio. Queremos saber si el Cosmos se complace en nuestra unión y cuando ha de ser esta.
Ramatep les pidió que se sentaran en dos sillas grandes coronadas por unas pirámides de cristal de roca puro. Luego les dio un brebaje con sabor a canela y se activó en el ambiente un sonido sinuoso y repetitivo, pero a la vez dulce y beatífico, que les sometió a un dulce sueño.
Anthix y Akonti soñaban por separado, pero el sacerdote puso entre las cabezas de ambos un cristal largo de amatista y casi al instante, sus sueños eran solo uno, vivido por ambos a la vez.
Vieron un firmamento negro, con millones de estrellas colgadas del mismo. De la constelación de Orión salió una bola roja brillante luminosa y de las Pléyades salió otra de color azul de la misma intensidad. Ambas bolas viajaban a gran velocidad. Finalmente se unieron y explotaron, irradiando chispitas de luz a todo el entorno.
Luego vieron una sala repleta de entidades espirituales, humanoides en general, aunque había personajes mitad animal, mitad personas. En todo caso, la vibración y la calidad de los espíritus era elevada. La sala tenía forma de media Luna. En su centro había un ara redonda con un cristal que proyectaba un rayo de luz dirigido al Sol Manásico Central de la Galaxia. Un gran maestro habló. Todos callaron. Todos escucharon con la mente su propuesta. Había que habitar un nuevo Mundo. Se requería de 144.000 espíritus pioneros que codificaran en si mismos la continuidad, el funcionamiento y la evolución de todo un Sistema Solar.
Curiosamente Anthix irradiaba más una energía masculina, mientras que Akonti expresaba mejor el lado femenino. Aunque curiosamente ahora era al revés. En cualquier caso ambos seres aceptaron voluntariamente el conformar el nuevo mundo junto con otros tantos pioneros. Este acto de valor les imprimía un carácter de prisionero, puesto que hasta que existiera un átomo del Sistema Solar, ellos estarían vinculados al mismo por millones de años del tiempo actual terrestre. Pero no era menos cierto, que este servicio les podía propiciar una caída evolutiva o un ascenso impresionante en la escala de las entidades espirituales. Solo aprendiendo a crear en la materia se podía luego acceder al estado creador. Solo conociendo el mal y el bien en su perfección, se podía crear un sistema equilibrado. Aquellos dos seres aceptaron, pues eran valientes y amantes del conocimiento.
Vieron y sintieron en un instante la vida, el tremendo dolor de la separación emocional de los suyos, la destrucción periódica de las humanidades, el apagamiento del Sol. Todo se integró en sus almas como un estigma que vida tras vida les propiciaría un constante deseo de superar el mal relativo, para llegar a la perfección.
Ramatep siguió accionando los cristales que suspendían de la cabeza de ambos jóvenes y las imágenes se sucedían en sus cerebros a velocidad vertiginosa. Se vieron en miles de cuerpos, miles de vidas, miles de circunstancias, miles de amaneceres, miles de hijos, miles de muertes, millones de experiencias. Todo en un segundo, pero todo programado en sus espíritus. Así se dieron cuenta, que en todo momento viven consciente e inconscientemente lo que les corresponde vivir, pues no están solos, no viven la libertad creadora, sino la disciplina de los interpretes de la vida. Luego fueron creciendo desde una chispa hasta ser Soles, Soles que dirigían su propio sistema. Tal es el destino del espíritu; ser una chispa pequeña rodando por el Cosmos, como las bolas de nieve que caen por una pendiente. Cada giro se engorda y crecer hasta llegar al destino. Al final de la cumbre y ser una enorme bola que estalla irradiando nieve por la pradera. Y la nieve lleva la vida. Así la pequeña chispa que Anthix y Akonti veían brillar en su entrecejo se había convertido en un Sol que irradiaba la vida a todo un Sistema.
Aquella experiencia había sido intensa, pero no menos dolorosa, puesto que sus espíritus jóvenes e ingenuos, percibían dolor, guerra, pasión y la existencia “del otro lado oscuro”. Comprendieron que la perfección solo se consigue integrando el mal en si mismo poniéndolo al servicio del bien como experiencia de conocimiento.
Ramatep había elaborado ya sus respectivos mapas celestes y los había estudiado con detalle haciendo anotaciones precisas. Por otra parte, mientras los jóvenes habían estado viviendo aquella experiencia onírica, el sacerdote había meditado en el fondo de su alma y había recibido las imágenes que como Hierofante de Dios le eran transmitidas. Despertó a los jóvenes diciendo:
Esta es vuestra iniciación espiritual. Nada os impide tomar matrimonio. Vuestros espíritus son compatibles. Sois dos buscadores natos, pero a la vez orgullosos y algo vanidosos, por tanto tendréis que estar atentos a estas imperfecciones, que pueden mermar levemente vuestra convivencia. He visto muchos hijos en vuestra unión. Seréis por tanto los padres de seres que vienen de varias procedencias. Los lazos de amor que construiréis como familia prevalecerán por miles de años.
¿Cómo pueden durar los lazos familiares, miles de años? ¿Qué quería decir Ramatep?...Doce mil años después hemos encontrado la respuesta. Y no solo en cuanto a las vinculaciones familiares, sino de amistad y de compromiso. Pero esto lo contaremos más adelante.
Cómo ya comentara anteriormente, el continente Atlantídeo fue el lugar donde los espíritus comprometidos con la evolución del sistema Solar encarnaron gradualmente.
Pero junto con estos espíritus comprometidos, también se encarnaban seres de otras procedencias, de otros niveles de conciencia. Los primeros periodos de la vida en la Atlántida fueron extraordinarios, puesto que se conjugaba la vida astral con la vida física en una perfecta armonía. Pero la civilización atlante no duró una generación, sino que por varios miles de años se sucedieron humanidades hasta llegar a los albores de su aniquilamiento.
Las gentes más evolutivas vivían en casas redondas, compuestas esencialmente de un tipo de material parecido al cuarzo. Eran cuarcitas que les permitían irradiar luz en el interior de la misma y almacenar calor.
Sartáx estaba situada en uno de los grandes islotes próximos a lo que hoy conocemos como Islas Canarias. Digo islotes, por el hecho de que el antiguo milenario continente se había ido disgregando en varias porciones de tierra debido a la influencia de las aguas frías del norte. Groenlandia antiguamente cerraba el paso al atlántico y por ende la Atlántida permaneció unida miles de años, con un clima cálido maravilloso. Pero con el tiempo las tierras del Norte se separaron y anegaron de agua fría el continente. Hace doce mil años, solo las latitudes bajas, las próximas al Ecuador terrestre eran las más confortables para la vida.
Los atlantídeos habían salido de su continente por barco en colonizaciones diversas a la zona de Asia, América y África. Esta colonización la habían llevado a cabo coordinada con seres de confederados de la Galaxia. Por eso todas las culturas de la tierra hablaban de la llegada de los dioses en “carros de fuego”o bien saliendo del mar en “ballenas como la de Jonás”. Pero el núcleo del conocimiento superior seguía estando en las grandes islas del antiguo continente atlantídeo.
La isla más grande se llamaba  “Poseidón”. En su interior se levantaba una pirámide cinco veces más grandes que la de Keops, con su cúpula de oro brillante. Pero en todas las islas existían las pirámides. Estos monumentos no eran funerarios, sino catalizadores de la energía psíquica. Habían sido diseñados por maestros espirituales, guiados a su vez por entidades del espacio que conocían la Ciencia Sagrada de las Resonancias Cósmicas. Algo parecido a lo que nosotros ahora llamamos “Radiónica”.
Estos seres por medio de las pirámides y de los altísimos monolitos con cabeza de piedras preciosas, atraían las energías positivas de las constelaciones lejanas y de los rayos cósmicos, haciendo que una región fría se convirtiera en cálida, o una región lluviosa moderara su humedad. Incluso se propiciaban ondas vibratorias donde la vida social era más armoniosa. En la Atlántida nada se hacia sin el consentimiento de los Sacerdotes-Astrólogos y de los científicos. Todos ellos se reunían para poner en práctica las Leyes Universales de la Analogía Estelar. Todo discurría con un programa específico causal que hacía buena la frase de otro personaje oriundo de la Atlántida;  Hermes-Thot: “Lo que es arriba es abajo”.
En Sartáx habitaban cerca de sesenta mil personas, dedicados a la variopinta convivencia funcional. Unos eran labradores, otros comerciantes, otros docentes. Pero si en algo destacaba esta ciudad sobre el resto del continente Atlantídeo, era por la convivencia pacífica y cooperativa de una excelente casta sacerdotal y otra científica. El Templo de la Luz, era casi idéntico a lo que conocemos hoy como el Vaticano en la plaza de San Pedro. No tenía una cúpula central alta, ni en sus estructuras superiores se levantaban estatuas, puesto que los atlantes no adoraban a estatuas ni a dioses antropomórficos. Las columnas eran más sólidas que las de Roma, pero su estructura en media Luna y sus escalinatas eran iguales. Era una construcción que muchas personas tienen grabadas en su inconsciente puesto que por un tiempo, aquel lugar fue el centro de al sabiduría suprema sobre el planeta. Y fue allí donde muchos se iniciaron y alcanzaron la iluminación.
Una vez al mes (los atlantes tenían años lunares de 13 meses) los sacerdotes-astrólogos y los científicos se reunían en el “Gran Consejo de Visiones”. Este Consejo reunía por un lado el saber espiritual, intuitivo y emotivo del conocimiento y por otro el racional, pragmático y objetivo de la ciencia. Pero el complemento era necesario para llegar a conclusiones prácticas que a su vez eran respetadas por los dirigentes.
Anthíx era cirujana al servicio de un cuerpo médico dirigido por un ser superdotado llamado Thotek. Este individuo dominaba todas las ciencias del saber. Todos sabían que su espíritu no era de este mundo y que el templo de su carne era visitado por el Altísimo Adonai, Padre creador del Sistema. Dominaba las Matemáticas, la Astronomía, la Medicina, la Mecánica y otras tantas ciencias humanistas (este ser fue conocido luego en Egipto como Hermes-Thot).
En el hospital utilizaban unos bisturís de cristal de roca pura, que les permitía abrir los tejidos sin derramar sangre y volver a cerrarlos sin sutura. Su cirugía era de naturaleza astral y a la vez física. Akonti por su parte era un médico de consultas, experto en diagnosis y que establecía de acuerdo al karma del paciente y a la posición de los astros, el momento preciso para ser intervenido.
En la biblioteca del templo de la Luz se encontraban los legajos y testimonios de miles de años de sus antepasados. Por dichos testimonios, conocían del origen del mestizaje de los seres humanos con los seres de las estrellas y sabían que sus antepasados habían conseguido grandes logros científicos, que les habían llevado en varias ocasiones a la autodestrucción. Sabían de las máquinas voladoras, de las máquinas submarinas y de las técnicas de separar los metales. Pero en mayor medida, sabían y conocían el empleo magistral de los cristales preciosos, con los que atraían energías cósmicas de una potencia inusitada.
Frente al Templo de la Luz le levantaba una estatua similar a la esfinge que existe hoy en Egipto, pues el felino con cabeza de hombre es un animal que existe efectivamente en el mundo del astral y que curiosamente representa  uno de los pasos evolutivos del animal al hombre, al igual que el centauro o la sirena. Estos animales viven realmente en el mundo astral y otros en el mundo físico e incluso en la Tierra; en el principio de los tiempos existían, junto con el Unicornio y otros tantos pasos intermedios en dicho proceso evolutivo de animal-hombre.
La esfinge hace alusión a la constelación de Régulus, cuyos habitantes fueron decisivos en la primera colonización espiritual de la Atlántida.
El felino, sin la cabeza humana era también muy utilizado por los atlantes como símbolo del fuego y lo pintaban en la proa de sus embarcaciones. Las embarcaciones estaban fabricadas por una piedra caliza de poco peso en un tono blanco. Todas llevaban una vela extendida para simbolizar el aire. El fuego era el león, el agua era lógicamente el mar, y la tierra era el material de la barca, así tenían los cuatro elementos representados en el barco. Pero estas representaciones de los elementos y también los dibujos de las diversas constelaciones del Zodiaco impregnaban la cultura de este pueblo. Por otra parte, retomando el tema de las barcas, vi cómo en la parte posterior se producía un aceptable propulsión, producida por una piedra roja que reaccionaba térmicamente con el agua. No pude hablar con nadie a este respecto y no se cual es la causa física o mecánica de aquella propulsión, pero me pareció curioso. Y en cuanto al idioma que empleaban era muy parecido al latín.
Hemos dicho que en el templo de Luz existía una biblioteca enorme, pero no tanto en la superficie, sino en el interior de la tierra, bajo la esfinge. Pues los sacerdotes deseaban a toda costa preservar el conocimiento y habían diseñado cámaras circulares a pruebas de terremotos en el interior. Todos los seres confederados de la galaxia, saben que un león con cabeza de hombre nos habla de conocimiento superior.  Fue Edgard Cayce quién dijo que bajo la esfinge de Egipto existe un gran biblioteca con libros y conocimientos depositados por Hermes-Thot y los sacerdotes antiguos y efectivamente esta biblioteca existe aún, pero un poco más profunda de lo que la gente piensa. Su estructura es circular de piedras ensambladas a prueba de movimientos sísmicos. Debajo de la gran pirámide existe en una considerable profundidad un tremendo hangar, que aún hoy conserva en su interior una nave extraterrestre. Esto lo he visto varias veces y no pasará mucho tiempo sin que todo salga a la luz. Entre las pirámides de Egipto existe una puerta ínter dimensional, que era utilizada por los seres de las estrellas para venir a la Tierra y otra de las entradas a este mundo subterráneo se daba en un nivel más físico por el propio Nilo.
Pero estas estructuras egipcias no eran sino una copia idéntica de lo que se podía ver hace doce mil años en Sartax, en el Templo de la Luz.
Los sacerdotes practicaban la meditación trascendental y a semejanza de los monjes tibetanos, escuchaban en el silencio interior el dictado divino y de la armonía de las esferas.
Ramatep a semejanza de la mayoría de la casta sacerdotal se dejaba crecer una pequeña perilla bajo el mentón y se adornaba con un gorro cilíndrico abierto por la parte superior. Este gorro también lo portaban en algunas ceremonias del antiguo Egipto, entre otras cosas porque los sacerdotes del país de las pirámides habían sido instruidos por los de Atlántida.
Antíx y Akonti se casaron. Era para lo que habían nacido. La ceremonia era sencilla. Se llevaba a cabo en el Templo de la Luz, en presencia de amigos, familiares y el censor estatal, que era quien registraba la unión. El matrimonio se celebró en la fecha designada por el Ramatep y a la hora precisa. Justo en el momento en que el Sol estaba conjunto al Medio Cielo de Sartax y cuando Saturno y Júpiter se conjuntaban en el signo de Libra. Aquel matrimonio no era para una sola vida, puesto que los Logos de los grandes planetas habían designado para ambos muchas vidas de perfeccionamiento y de reencuentro.
Un trozo de pan, un sorbo de vino y un lazo blanco entre las manos de ambos enamorados sellaba el pacto. Luego Ramatep tomó una rosa roja de un olor penetrante y se la puso  en los labios de Akonti. Y este a su vez dijo:
Amada mía, recibe mi espíritu en tu corazón, para ser uno contigo.
Y exhaló sobre la rosa el aire que tenía en sus pulmones. Anthíx tomó la rosa y la olió con fuerza. Junto al aroma fragante entró en su cuerpo el espíritu de Akonti. Exhaló a su vez su espíritu sobre la rosa y con las mismas palabras se la entregó a  Akonti, que a su vez la olió en la misma manera y modo.
Amado mío, recibe mi espíritu en tu corazón para ser uno contigo.
Luego todos los presentes hicieron lo mismo con la rosa, que de mano en mano fue pasando hasta llegar de nuevo a las de Ramatep. El sacerdote, tomó la rosa y la echó al centro del ara donde ardía el Fuego Sagrado diciendo:
- Que esta ofrenda sea sellada por el Fuego Sagrado y se consuma en el tiempo infinito. Pues de lo que se ha consumido nada ni nadie puede destruir lo que solo existe en el espíritu.
Luego se hacia una fiesta y se festejaba hasta bien llegada la noche.
Así fue como se celebraban los matrimonios en Sartax, aunque en las islas del Norte tenían costumbres diversas pero esencialmente parecidas. De hecho no existía un solo reino o un solo gobierno para todo lo que quedaba del continente, sino que existían varias federaciones con vínculos de mayor o menor fuerza. Era algo así como los Estados Unidos actuales, pues se daban estados federados dentro de un mismo estado central.
Thotek era el jefe de Anthix y Akonti. Su capacidad científica y su preparación médica eran excepcionales. No obstante de poseer este nivel, no se prodigaba en mostrarlo hacia sus subordinados, ni alardear de su sabiduría. Pasaba la mayor parte del tiempo motivado por la investigación en si mismo. Conocía perfectamente la Astrología, que en aquel tiempo estaba unida a la Astronomía. Superaba cualquier nivel médico, esotérico, mecánico y científico. Era una biblioteca con piernas. Ensimismado en desentrañar los niveles más recónditos del saber de su época y de la antigüedad.
Solía reunirse frecuentemente con Ramatep, Anthix, Akonti y otros tantos iniciados en la ciencia y la meditación y se programaban por parte de dicho grupo, meditaciones en los lugares energéticos de Sartax a fin de ser uno con el conocimiento. Fundirse con las estrellas, ser visitado y adormecido por la Fraternidad Cósmica de los seres conscientes y responsables de la Galaxia. Era en la meditación y en la anulación de los sentidos corpóreos cuando nuestros amigos podían viajar a cualquier confín, reunirse en una verdadera comunión espiritual de almas libres y franquear las barreras del tiempo y del espacio.
Ramatep era quien iniciaba el canto mántrico, que acompasado de la respiración iba sumiendo a los asistentes en un letargo lúcido al otro lado de la materia. Existía y aún existe un templo astral donde se juntaban todos los espíritus liberados. En este estado de desdoblamiento se les juntaban espíritus de otros lados de la galaxia, del Cosmos, de lo infinito. Esa escuela que es real, aún hoy existe. No requiere de carnets ni de signos externos distintivos, sino de libertad, sabiduría y humildad. Esa escuela acogió en su tiempo la Fraternidad Solar dirigida por Akhenaton, la Fraternidad Esenia dirigida por Juan el Bautista, la Fraternidad Gnóstica, la Fraternidad Templaria, la Fraternidad Rosacruz, etc. etc. 
A ese Templo solo se puede acudir con vestiduras blancas, es decir, con el aura redimida de enfermedad y de pecado.
 Aquellos iniciados sabían y aún saben que se daría un encuentro seis mil años después y vieron la actual isla de la Palma, como lugar de reencuentro de los espíritus; tanto de los externos provenientes del espacio, como de los autóctonos,  de los que aún no han tomado cuerpo, y los que se ven sometidos en el cuerpo de carne de este tiempo tan difícil.
Por eso al meditar en la Isla, junto con mi mujer, retorné a Sartax y simplemente proseguí en una de las tantas meditaciones que allí se realizaban. En un momento determinado, no sabía si estaba en la Palma con el cuerpo de ahora mismo o en Sartax con el cuerpo de entonces.  Recordé con nitidez el compromiso que hice de preservar el conocimiento y de convocar en la isla a quienes se juramentaron para dar el último paso evolutivo de esta generación. Solo quien tiene estos recuerdos en su espíritu recordará y vivirá estas imágenes y sabrá cuando toca marchar hacia el Templo de Luz, que aún brilla en el astral y que tiene su entrada por la bendita “Isla bonita”.
Fue en una de estas sesiones de mediación colectiva cuando en forma plural los setenta y dos compañeros visualizaron con ligeras diferencias de matiz, el advenimiento terrorífico de un monstruo redondo que impactaba en la tierra. El silencio fue absoluto. Cada uno pensaba que era él quien había venido al cónclave con ideas negativas y poco purificado y por tanto había recibido una impresión de baja frecuencia vibratoria. Pero todos fueron comprobando que aquel aviso no era algo fortuito, sino que incluso se había compartido por los espíritus no terrestres presentes en el templo astral.
Ramatep tomó la palabra con tono grave diciendo:
Creo, hermanos míos que ha llegado el tiempo de la profecía escrita en los pergaminos sagrados y que nuestros antepasados recibieron de los Dioses creadores. No es casualidad que todos hayamos coincidido en la misma visión. Creo que debemos estar atentos a las señales y contrastar en el campo onírico de los habitantes de nuestro pueblo, si se ha dado alguna premonición en este sentido.
Thotek por su parte abundó en el mismo tema replicando:
Es necesario estudiar los textos sagrados y sondear astrológicamente los temas natales de todos nosotros. Es una ardua tarea, pero si se nos ha entregado esta información, es porque debemos aceptar nuestro destino con responsabilidad.
Todos asintieron y se comprometieron en los próximos días a la búsqueda de las incidencias proféticas, astrológicas, históricas y oníricas del acontecimiento. Ramatep se acercó con cautela a Thotek y mirándole fijamente le dijo al oído:
- La Gran Bestia se acerca; es el fin.
Anthix que sin querer le había escuchado, esbozó una lágrima y  tomando a los dos seres por los brazos, junto su cabeza con la de ambos y susurró:
- Lo doloroso no es desencarnar, sino perder vuestra entrañable compañía.
Todo esto ocurría varios años antes de la llegada de la “Bestia”. Durante esos años cada uno de los presentes dirigió su energía no hacia el miedo o hacia la prevención de los terribles acontecimientos que estaban por venir, sino al estudio y al conocimiento. Eran espíritus libres y por tanto no temían desencarnar. Todos sabían que el espíritu es eterno y que el cuerpo no es sino una cárcel que pone barreras a la libertad del espíritu. Todos sabían que el brevísimo periodo de la vida en la Tierra con un limitado cuerpo físico solo nos permite adquirir conocimientos y sabiduría a la vez que templar el espíritu en medio de la imperfección humana. Solo el hombre libre de verdad no teme a la muerte, y no tanto por si misma, sino por que se vive en un eterno presente, donde el tiempo y el espacio solo se cuenta por la materia mortal y perecedera.
Ramatep y sus sacerdotes se pusieron a la tarea de descifrar los pergaminos del pasado. La sentencia clave que se repetía con ligeros matices diferenciados hablaba de la revelación de que los Dioses de antaño, los Padres Espirituales de la Raza habían sido los primeros Soberanos de Atlántida. El pergamino decía:

“CUANDO EL FRUTO ESTE MADURO CAERÁ EN VUESTRAS CASAS, Y SERÁ ÉL QUIEN SE COMA A VUESTROS HIJOS, VUESTRO GANADO Y VUESTROS BIENES. DONDE HABITABA  "PAN"  (dios de la Tierra y sus Elementales) SERÁ LUEGO DOMINIO DE  "NEPTUNO" (Donde antes había tierra después habrá agua) Y DE SUS CRIATURAS. EL QUE HAYA ACUMULADO RIQUEZA PERECERÁ CON ELLA. EL QUE ESTE EN LA MONTAÑA QUE NO BAJE AL VALLE Y EL QUE ESTE EN EL VALLE NO SUBA A LA MONTAÑA, PUES TODOS VIAJARAN AL REINO DE LAS SOMBRAS. ELEVAR VUESTROS ESPÍRITUS Y ACUMULAD RIQUEZA INMATERIAL, PUES TODA LA TIERRA SERÁ PURIFICADA”

Durante muchísimos años, aquella profecía no había tenido sentido para nadie, pero según se acercaba el tiempo el inconsciente colectivo de la raza había identificado perfectamente que aquella amenaza era en realidad una de las tres lunas que por aquel tiempo orbitaba la tierra. Además de nuestra actual Luna, existían dos grandes masas meteóricas que se habían alojado en nuestra órbita proveniente de la gran explosión del Sol Jupiteriano.
Los sacerdotes astrólogos habían medido desde hacia miles de años, el acercamiento progresivo de las dos masas pequeñas, y el alejamiento paulatino de nuestra actual Luna. Conocían también las leyes gravitacionales del equilibrio de las esferas, y por tanto que en ese acercamiento llegaría un momento en el que podría salirse de la órbita e impactar en nuestro planeta. Conocían también de la caída de meteoritos en el planeta, pero también de la función de la atmósfera como escudo protector de dichos impactos.
Ramatep habló con sus sacerdotes y las opiniones respecto de la posibilidad de la caída o del impacto de aquella Bestia, no eran unánimes. Unos aseguraban que podría destruir la vida sobre el planeta. Otros afirmaban que bien podría caer en el lado opuesto de la tierra y por tanto que el impacto no sería precisamente en su continente. Y los últimos y más numerosos, que sería la atmósfera la que la desviaría hacia el espacio exterior.
Pero este conocimiento estaba reservado a la casta sacerdotal y científica. La mayoría de la población prefería ignorar el hecho y mucho menos atemorizarse. En el último instante el meteorito desaparecería en el espacio. El día a día les procuraba preocupaciones más cotidianas como para preocuparse de las grandes cuestiones de estado.
Thotek, había hecho un estudio pormenorizado de los datos astronómicos y junto con Akonti había establecido sin lugar a duda la fecha del impacto con un nivel de equivocación de pocos segundos. Sabía asimismo que el impacto golpearía a la propia Atlántida y que debido a la velocidad y la masa de la “Bestia” se produciría una catástrofe terrible.
Las reuniones de Thotek con Ramatep y la Fraternidad se habían intensificado. Por otra parte Anthix había formado un expediente claro y preciso de las visiones y experiencias oníricas de miles de pacientes que acudían al hospital donde operaba. Todas estas visiones abundaban en una gran catástrofe codificada en el inconsciente colectivo de toda la raza. Akonti había levantado los temas astrales de estos entrevistados y había establecido la posibilidad de su muerte. Efectivamente no había lugar a dudas, puesto que en un porcentaje altísimo de los consultados la acción planetaria produciría una mortandad en una fecha, hora y lugar bien preciso.
Lo más extraño es que en las cartas de Thotek y Ramatep no solo no se veía su muerte, sino un cambio decisivo y mas positivo, que hablaba de vida y no de aniquilamiento.
 Pasaron los años y las investigaciones de nuestros personajes se completaron. Con el tiempo todos fueron familiarizándose con la profecía. Entre el pueblo, se esperaba la fecha con curiosidad, pero sin aceptar el riesgo o considerar de ninguna manera la posible extinción. El pequeño grupo de iniciados consideraba, no obstante, que estaban llegando al final de un ciclo profético y había unas claras posibilidades de desaparecer. Otra cuestión era valorar las próximas actuaciones de cada uno. Hemos dicho que era solo este grupo el que era consciente del peligro, pero no es correcto, puesto que la Confederación de Mundos, evaluó con precisión la posibilidad de una catástrofe total y los resultados fueron unánimes aceptando también el fin de aquella raza y la desaparición de lo que quedaba del continente. Ellos; como padres de los mortales tenían que tomar decisiones inmediatas y así se programaron los acontecimientos futuros:
Se implantarían sincronizadores magnéticos de naturaleza astral en el cuerpo energético de muchas personas. A través de esta alta tecnología, se le induciría a abandonar la Atlántida para que se refugiaran en las tierras contiguas de América y Europa. A este respecto y unos pocos años antes de la tragedia surgieron movimientos colonizadores, motivados por filosofías vanguardistas que impulsaron la creación de comunidades en lugares alejados del continente amenazado.
Se programaron acciones directas de contacto para preservar razas en peligro de extinción como consecuencia del seguro diluvio que se produciría con “efecto invernadero” en los días sucesivos, no solo en la zona del Atlántico, sino en el mundo entero. Una de estas intervenciones más conocidas está referida a Noe y el Arca, pero en casi todas las teogonías de todos los pueblos se habla de estas intervenciones de los Dioses.
Se produjeron abducciones con fines de preservación genética de hombres y mujeres que fueron llevados a otros planetas de la Galaxia, donde se programó modificaciones morfológicas y psíquicas distintas a los del ser humano.
El consejo de los “Veinticuatro Ancianos de la Galaxia” ordenó al ingeniero Asthar Sherán que coordinara con diversas civilizaciones extraterrestres la creación de una inmensa ciudad aérea y submarina que albergaría la vida astral en generaciones sucesivas y que se ubicaría en la ciudad de Sartax, la actual isla de la Palma.  Dicha nave actuó simultáneamente a la acción de la caída de la pequeña luna, creando una burbuja antigravitatoria que en el momento del impacto aisló parte de la ciudad de Sartáx y la campiña contigua. Aún hoy, desde la nave se puede salir a dicha burbuja y ver todo un museo testimonial de los orígenes. Existe asimismo una plataforma de un metal traslúcido que en su parte superior tiene incorporado toda una isla flotante de vegetación y microorganismo vivos. Esta plataforma, es la que dio origen a la Isla de San Borondón, pues ciertamente emerge periódicamente al lado occidental de la Isla de la Palma, en la horizontal de Tijarafe, a unos 80 Km. Su misión no es sino la de alimentar de oxígeno dicha burbuja submarina. A su vez la gran nave, donde viven varios miles de seres extraterrestres está ubicada en el fondo de la isla de la Palma a unos cuatro mil metros de profundidad. La isla de la Palma disminuye en su superficie según se adentra en las profundidades, hasta una base muy pequeña. Podríamos decir que se trata de una isla en forma de cono invertido. Justo en la punta del cono a la altura antes citada, se ubica la gran nave donde habitan seres confederados. Allí no puede bajar el hombre puesto que su cuerpo no esta adaptado a las condiciones más sutiles de la materia. Pero si puede descender a la zona de la burbuja energética si estos seres lo autorizan o lo programan.

Estos fueron los planes que la Confederación de Mundos programó para aquel tiempo. La casi totalidad de la población debía morir, puesto que un ser evolucionado sabe que perder el cuerpo físico no es morir, sino mutar a otro cuerpo o a otro estado de continuidad.
A veces me rio cuando escucho profecías y testimonios de supuestos contactados que aseguran que los extraterrestres rescatarán a más de seis mil millones de seres ante una supuesta catástrofe. O bien que los rescatados serán los cuatro “niños-bonitos” que viven cómodamente en una sociedad opulenta e injusta. Por esta lógica, ¿No deberían rescatar a los cuarenta mil niños que se mueren de hambre al día ante nuestra pasividad y que por supuesto están viviendo su catástrofe particular?
La Tierra es un planeta de alto riesgo de impactos meteóricos, y es muy probable que se vuelva a enfrentar a esta situación. Si los gobiernos se pusieran a la tarea de proteger el espacio exterior del planeta podríamos conseguir evitar estos impactos. La actual tecnología nos lo permite, pero nuestra estupidez no. ¿Cómo vamos a preservar nuestro planeta si todos nuestros esfuerzos se concentran en preservarnos de nuestro vecino?
En el transcurso de estos años, que pasaron desde al aviso, Anthíx y Akonti habían engendrado cuatro hijos. Ramatep había levantado sus temas natales y habían sido sometidos al Consejo de Visiones. El primero era un espíritu primigenio de los ciento cuarenta y cuatro mil. Su estado evolutivo era elevado. Estudiaba Agricultura. El segundo era un espíritu joven planetario. Era un superdotado para la música, pero tenía problemas con las matemáticas y los cálculos. La tercera era una mujer también de espíritu joven pero bellísima, con unas condiciones óptimas desde el punto de vista genético para albergar espíritus elevados. El cuarto tenía escasamente tres años al tiempo de la catástrofe. Era un espíritu primigenio que dejaba la actividad astral de tutela en el planeta y tomaba cuerpo por primera vez en la materia. Toda la familia murió en la tragedia, pero el último de sus hijos fue el que más traumatizo su espíritu, puesto que no pudo iniciar el ciclo de reencarnaciones de la mano de sus padres. Volvió a la vida muchas veces pero no con el Género Humano, sino con los seres astrales que viven en el fondo de la Isla. Este es el niño que me habló en la Isla, este es mi antiguo hijo que aún hoy reclama comenzar el ciclo reencarnativo a través de nosotros.
¿Nacerá?...
Thotek siguió con su tarea esperando su destino sin miedo ni resignación. Era un ser que había alcanzado la atemporalidad. Pero su destino no lo controlaba él, sino los Dioses. Cierta noche soñó con su amigo Ramatep, con imágenes muy vivas. Aquel sueño le traumatizó de verdad. Se trataba de un águila que vivía en una gran montaña. Desde la altura protegía a sus crías en el nido. Miraba majestuosa hacia abajo, pues sólo ella era capaz de morar por las alturas. Al poco rato el cielo comenzó a nublarse. Una tremenda tormenta se desató. El águila se hizo muy grande y comenzó a volar hacia el límite de la tormenta. Desplegó sus alas, pero casi no podía volar puesto que en el extremo de una de las alas estaba sentado el propio Thotek y en la otra ala estaba Ramatep. El águila comenzó a volar dando vaivenes y rozando las aguas del mar, puesto que el cansancio de llevar tanto peso le hacia perder altura. El lado de Thotek se adentró en el agua y nuestro sabio se hundió en las aguas. El águila pudo volar entonces con Ramatep en su lomo, hasta encontrar la luz del Sol pero no en la montaña donde había estado antes, sino en una tierra amarilla. Tal fue el sueño que traumatizó el espíritu de Thotek, que no dudó en consultárselo a su amigo Ramatep. El sacerdote que conocía e interpretaba los sueños de miles de personas le dijo:
El águila en la montaña representa el conocimiento superior. Volar sobre el pájaro significa llevar el conocimiento a otra tierra, quizás a una tierra seca o tropical, pues es amarilla. El ala derecha representa el conocimiento espiritual y el lado izquierdo el material. Sin duda, mi querido amigo este sueño te está indicando que debemos comenzar a preservar la sabiduría de nuestros antepasados y preservarla en el fondo de las aguas y en las fronteras de nuestro imperio.
Aquel sueño fue decisivo puesto que ambos amigos, ayudados por Anthíx, Akonti y sus iniciados comenzaron a codificar en forma criptográfica la sabiduría de las ciencias de los antepasados, la historia antigua, las técnicas mágicas y los ritos de toda la civilización Atlántida.
Los setenta y dos iniciados fueron llevando desde la Atlántida a las colonias comerciales que tenían en la tierra este conocimiento. Fue mediante las líneas de comercio marítimo cómo los griegos, los chinos los egipcios y algunas tribus americanas comenzaron a implantar en sus culturas respectivas las viejas enseñanzas.
Fue el acto más elevado y más honroso que estos seres valientes hicieran a la Humanidad. Nunca valoraremos su sacrificio en su justa medida. Pero los sistemas de desplazamiento eran lentos para su época. El conocimiento que era trasladado a pueblos muy primitivos no podía dar fruto, puesto que requería de más madurez. Por eso fue entregado a castas iniciáticas de sacerdotes. Fue guardado en grutas hasta que dichos pueblos alcanzaran un grado evolutivo suficiente. Encerrado en conventos y lamaserías como las del Tibet y llevado incluso por el mar a Mesopotamia. Estos últimos al ver a los iniciados salir del agua los deificaron como hombres con cola de pez. Los Griegos a su vez los denominaron dioses que venían de una tierra donde se daban varias cosechas al año, llamada Olimpo. Por eso en la tradición antigua las islas Canarias fueron consideradas como residencia de los Dioses, al otro lado de las Columnas de Hércules. Platón habló de esta tierra y los egipcios describieron a este pueblo como buenos navegantes y grandes guerreros.
Pero los iniciados eran pocos, el tiempo muy breve antes del impacto y  aquella Fraternidad Solar tuvo que programar nuevas ideas.
Todas las semanas se reunían en meditaciones dirigidas por Ramatep. Se practicaban ejercicios muy curiosos. Por ejemplo: Se leía un texto científico o religioso y luego se proyectaba dicho texto con la imaginación en el tiempo. Es decir, se intentaba ubicar dicha sabiduría cientos o miles de años después. Las imágenes que se veían a continuación eran los propios seres pero con otros cuerpos, con otras caras, en otras tierras con otros oficios, que reproducían inconscientemente el mismo texto en sueños, mediante recuerdos dormidos. Pensaban que se lo estaban imaginando, cuando en realidad simplemente lo estaban recordando.
En otras meditaciones se produjeron hechos y fenómenos impensables para nosotros, pero alucinantes en su lógica. Fue Akonti el que dirigía estos ejercicios. Puesto que se requería de un experto astrólogo. Se utilizó el quintil y el biquintil como códigos de memoria. Luego se invocaba a los Señores del Karma para que los recuerdos, la cultura y los sentimientos fueran programados en las reencarnaciones sucesivas mediante las cartas natales. Así pues se establecieron códigos de memoria que surgirían en los próximos miles de años a través de las reencarnaciones de los iniciados, perfectamente coordinadas por los Señores del Karma. Fruto de aquellas visualizaciones pudieron verse todos ellos reencarnando en varias vidas y coincidiendo en varios países, en varias revoluciones, en los cambios evolutivos de cada rincón del planeta. Es decir, se programó una biblioteca espiritual codificada en los seres que habían formado la Fraternidad de los Hijos del Sol. Por eso algunos recordarán cuanto estoy contando. Por eso hoy, cuando progresen sus cartas natales, verán que de la acción de los quintiles y biquintiles nacen nuevas ideas, que no son sino recuerdos. Aquellos ejercicios fueron codificados bajo el número cinco, cuya representación gráfica no era sino el pentáculo con la cabeza hacia arriba. Lucifer lo sabía y los sabe y empleó este mismo símbolo con la cabeza hacia abajo y con un programa de destrucción de la memoria antigua.
Los maestros espirituales, los seres extraterrestres que formaron parte de aquel programa aún hoy siguen vertiendo el conocimiento programado bajo esta clave, a la que pocos pueden acceder hoy en día. Solo rastreando el “cinco” podéis encontrar la sabiduría absoluta. Cada ser humano es una biblioteca perfecta. De esta manera Lucifer no puede destruir lo que está grabado en el espíritu. Podrá derribar torres o producir mortandad, aniquilar las vidas físicas, pero le está vedado destruir el espíritu. ¿Qué mejor sistema que guardar el conocimiento en el alma humana?
Los Señores del Karma programaron a través de la acción de los planetas lentos de nuestro Sistema Solar, las reuniones causales de los seres que llevan en sus espíritus el recuerdo atávico del pasado. Basta con soñar para que el cuerpo astral active lo programado en el. Juan programó sacar tal conocimiento en la fecha precisa que se dio tal conjunción. Pedro se encargó de reunir en tal o cual estellium, un grupo de conocimiento. Vivir es almacenar experiencias, colgando la sabiduría de las esferas, por eso, cada vez que las esferas vuelven a su posición inicial, se activa el recuerdo. La biblioteca perfecta no solo estaba en Alejandría, sino en cada individuo.
Aquella Fraternidad Solar se vio con otros cuerpos, en otros tiempos reunidos en torno a grandes conjunciones astrológicas. Se programó por tanto un reloj cósmico que a modo de reflejo condicionado hace que al tiempo de darse tal alineación, estellium o conjunción se dispare la memoria antigua programada en estos espíritus. Se programaron los nacimientos posteriores de Thotek, Anthíx, Ramatep, Akonti y el resto de los seres en todas las naciones como científicos, médicos, tiranos, reyes, poetas, etc. etc.... Es algo que se escapa a la comprensión humana, pero real como la vida misma.
El año 2012 marca un tiempo preciso donde la Fraternidad Solar haya vertido todo el conocimiento. La isla de la Palma llamará antes o después a sus hijos, y una vez dentro se activará la vieja memoria. Por eso cuento lo que recuerdo, por eso al retornar a mi casa hago lo que me programé hacer. Solo pido que vosotros lo recordéis y que todos juntos reedifiquemos el viejo templo donde practicábamos estas meditaciones. En la ciudad de Sartáx que yace bajo las acogedoras aguas de la “Isla Bonita”.
En el centro de la gran nave madre que yace bajo las aguas, existe una macrocomputadora de condición psíquica que controla sigue e impulsa los sincronizadores magnéticos o microchips, tanto físicos como astrales de los miles de seres en misión sobre la tierra.
Luego llegará el tiempo en que la gran nave madre saldrá de las aguas, el Genio de la montaña dará un grito terrible y Neptuno reinará para siempre sobre estos obstinados picos que rodearon y aún rodean la vieja ciudad de Sartáx. Donde nosotros vivimos hace miles de años y donde retornaremos para concluir el ciclo de nacimientos programados.
Faltaba un año para el gran impacto. Thotek junto con su equipo había previsto pasar los últimos días con los suyos. Era el máximo responsable de la Fraternidad y su puesto le obligaba. Pero eso no era lo que estaba escrito para él.
Se había dormido como cada noche con un pergamino en la mano. Su lecho más que una cama parecía una biblioteca desparramada. Se podía decir que se tapaba con libros, más que con mantas. El clima de la Atlántida en aquellas latitudes era excepcional y no se requería de grandes precauciones para afrontar la climatología. De repente escuchó con persistencia una voz en su cerebro que le decía:
Thot, sal del lecho y ven a mi encuentro.
Thotek, que en aquel entonces no tenía compañera y dormía solo, se quedó perplejo. Sabía que la voz le estaba llamando a él pero su nombre no era Thot, sino Thotek. No le dio tiempo a formular ningún reproche mental, cuando la misma voz le volvió a golpear el cerebro con fuerza.
Así te llamarás desde ahora, y así pasarás a la Historia.
Thotek no volvió a sentir la voz. Salió de su casa y movido por una fuerza extraña subió a la montaña más próxima a la ciudad. Era de noche con una luna grande iluminada y dos más pequeñas que le seguían perezosamente por el espacio. Tardó cuatro horas en llegar a la cima. Una vez allí se sentó jadeando. Aunque tenía cuarenta y cinco años, todavía estaba fuerte. La luz de las lunas llenaba de tintes plateados los tejados de la ciudad de Sartáx. Aquella era su casa. Parte de su alma estaba formando parte de cada roca, de cada árbol, de cada rincón. – ¿Para que demonios he subido aquí? - reflexionaba un poco malhumorado. A los pocos segundos apareció sobre su cabeza una luz brillantísima que irradiaba destellos hasta cegar sus ojos. Fue una décima de segundo lo que tardó en verse en una sala circular llena de aparatos extraños luminosos, parlantes, que mostraban imágenes no solo de la montaña, sino del interior de las casas de Sartáx y de otros lugares por él no conocidos.
Un hombre alto con traje de vuelo y de una gran compostura, ojos rasgados luminosos, cabello negro descendiendo hasta la cabeza se le acercó. Le miró con ternura a los ojos y le dijo:
Mi querido hermano, ha pasado mucho tiempo pero hoy renovamos nuestro compromiso. Te revestiste de carne para ayudar a los humanos. Lo has olvidado, pero no así tu espíritu. Mi nombre es Link. Tu deseas morir pero no está programada tu muerte en esta dimensión. Tendrás que llevar el conocimiento a las colonias del Sur. Disponte a marchar.
Thotek le miró extrañado. Algo en su alma le decía que aquel ser era conocido. Le sentía con fuerza en su interior. Todo se le movía por dentro, puesto que a la vez que escuchaba su voz le llovían imágenes en su mente. Veía las tierras de Egipto, las pirámides edificadas por sus compatriotas. Veía Grecia, la India y otras tantas tierras que en aquel tiempo ni se llamaban así ni eran conocidas por nuestro personaje. Enseguida replicó:
¿Cómo quieres que deje a los míos?, ¿Cuándo debo marcharme?
No debes marcharte todavía. Construirás un barco muy pequeño pero submarino. No podrás mostrárselo a nadie. Tres semanas antes de la fecha que tú conoces dirás a los tuyos que te marchas de descanso. Si el pueblo te viera marchar se produciría un caos.
¿No puedo llevarme a la familia de Akonti, a mi amigo Ramatep?
No, no hay tiempo para construir un barco tan grande. Saldrás de noche. Llevarás los viejos textos entregados por los dioses (uno de ellos era el Génesis) y tus herramientas primordiales de cirugía, las tablas de medida y nada más.  Ramatep tampoco irá contigo. Observa:
Se abrió un panel en la pared y vio a Ramatep en la postura de loto, en meditación silenciosa. Su cuerpo astral estaba de pie junto a su cuerpo físico. Otro ser igual que Link le estaba hablando. Thotek escuchaba la conversación como si estuviera en la alcoba de su amigo sacerdote. Ramatep estaba recibiendo instrucciones para que tres días antes de la fecha fatídica marchara a las tierras más orientales, las que hoy conocemos como India, pero mediante un artefacto volador.
Thotek comprendía ahora el sueño del águila, cuando un ala tocó el agua y el otro se llevaba a su amigo sacerdote.
Hace doce mil años, en las ferias de los pueblos de Sartáx se habían fabricado artilugios para meterse bajo el agua, incluso pequeños globos de una especie de cuarzo traslúcido que mediante calor ascendía a gran altura. A nadie se le podría ocurrir de ninguna manera que aquellos juegos de feriantes podían ser tripulados como barcos y aviones. En aquel entonces existía un piedra que al ser regada por un líquido específico emitía calor a mucha temperatura. Si el calor era almacenado en una especie de turbina y liberado con inteligencia estábamos ante un rudimentario motor de vapor. Nadie mejor que Thotek para fabricar ambos artefactos.
Se cerró el panel de la nave donde había visto a su entrañable Ramatep y de nuevo encaró el rostro de Link que a su vez le dijo:
Enseña cuanto sabes a este pueblo. Nosotros enviaremos de todas las tierras seres a los que tendrás que instruir en el mismo conocimiento. Nosotros te dictaremos, te haremos ver con nuestros ojos. La tarea es grande y el tiempo corto. Cuando sea el momento te recogeremos y dejarás la tierra. Serás venerado como un Dios. Pero recuerda que el conocimiento no fluye sino con humildad y quietud.
¿Estaba soñando?, ¿Qué había pasado? De nuevo se vio ante la luz de las lunas en plena montaña, solo y con un sentimiento de absoluta perplejidad. Enfiló la pendiente como un loco para llegar cuanto antes al templo de Ramatep. Si lo que había vivido era real, su amigo le confirmaría cuanto él había visto.
Una tenue luz salía de la estancia de Ramatep. Su escuálida figura estaba en la puerta. Estaba pacientemente esperando a su amigo. Thotek llegó resoplando como un demente, pero el sacerdote extendió su mano como haciendo un gesto de quietud y le dijo:
Hermano querido, prepara las herramientas puesto que debemos partir.
Se abrazaron con fuerza. No había sido una alucinación. Desde aquel día y en los diez escasos meses que faltaban para el día fatídico Thotek trabajaba de noche en silencio con ambos proyectos. Ramatep era un maestro de la meditación y del espíritu, pero un tremendo chapucero para el trabajo con la materia. Así pues ambos hombres, con el terrible peso de conocer su destino tuvieron que hacer un ejercicio terrible de desapego con sus seres queridos sin poder decir nada. Si hubieran hablado nadie les hubiera creído, al igual que simultáneamente nadie creía a Noé en otras tierras cuando construía su arca salvadora.
Ahora en este tiempo, todavía veo panfletos y supuestos contactos con extraterrestres, que hablan de elegidos y de rescates ante supuestas catástrofes. ¡Que barbaridad! Quien pude resistir el ser sacado dejando a sus hijos o a sus semejantes sucumbir ante la catástrofe. Nadie pude entender el terrible sentimiento de culpabilidad que vivía en  Thotek y Ramatep. Hubieran preferido mil veces morir, antes que dejar a sus seres queridos, dejar sus lazos con su pueblo, contemplar pasivos el aniquilamiento de sus convecinos. Solo un egoísta es capaz de pensar en ser un elegido.
Anthix era clarividente y conocía perfectamente lo que iba a pasar. Miraba con una tremenda pena a sus dos maestros. Ahora comprendía por que intuitivamente no se habían casado, porqué no tenían hijos. Una noche al salir del centro médico siguió sigilosamente a su maestro. Penetró con suavidad en el sótano de la casa. Esperó en la oscuridad hasta que Thotek encendiera la luz y se mostrarán los dos vehículos casi terminados. El maestro se quedó de piedra. Anthix se acercó con lágrimas en los ojos y se abrazó con fuerza. Thotek la miró con una ternura infinita. Iba a pronunciar unas palabras, pero Anthix le puso la mano en los labios recostando la cabeza en su fornido pecho.
Mi querido Maestro. Se el castigo que te han dado los Dioses. Bien sabes tú que nuestros lazos no pueden desaparecer con la muerte. He venido a darte ánimos, a que no decaigas en la tarea. Nuestro futuro está en tus manos.
Thotek lloraba con fuerza no tanto por tener que alejarse de su entrañable hermana espiritual, sino por la aristocracia espiritual que irradiaba el alma de aquella mujer.
Se fueron soltando suavemente. Se verían unos pocos días después, pero aquella era la despedida del alma. Se separaron los pechos, se soltaron suavemente las manos, se entornaron los ojos. Luego Anthix dijo algo misterioso, que solo una clarividente podía decir:
Dentro de mucho tiempo yo seré el barco donde tú viajarás feliz. Las olas serán mansas. Mi aliento te dará vida, mi sangre será tu sangre.
¿A que se refería Anthix?...
Tres semanas antes de la fecha fatídica Thotek ayudado por Ramatep se dirigió con su pequeño submarino a una cala obscura del puerto de Sartáx. Se abrazaron con fuerza diciendo:
Hasta pronto hermano mío.
Las negras aguas del Atlántico se tragaron a Thotek. Tres semanas más tarde arribaba a las costas del continente que hoy llamamos África, en los acantilados de la nación que hoy llamamos Mauritania. Su submarino se adentró en una gruta marina, donde permaneció todavía dos meses. Cuando las aguas del Atlántico volvieron a su nivel. Cuando dejo de llover, salió de la gruta, hundió su submarino y enfiló la ruta del desierto camino de Egipto. Allí fue adorado como el dios Thot, llamado por otros Hermes-Thot o Hermes Trimegisto.  El tres veces grande, pues enseñó a los egipcios el arte de la escritura, de la Medicina, de la Astronomía de la Arquitectura y de la Alquimia. A la edad de noventa y tres años desapareció misteriosamente en un “carro de fuego”. En la siguiente reencarnación fue Pitágoras. Y de nuevo fue rescatado por los Dioses en otro “carro de fuego” pues nunca encontraron su cuerpo después del incendio de su Academia.
Tres días antes de la fecha fatídica Ramatep se acercó a la casa de Anthix y de Akonti. Era la despedida. Se abrazó a todos ellos diciendo:
Mi navío es pequeño, pero puedo llevar a uno conmigo.
Akonti le replico con ternura:
Si te llevas a uno de nosotros te llevas mi corazón, mi pierna o mis ojos, pues somos un solo cuerpo latiendo al unísono. ¡Ve en paz¡
Ramatep viajó más rápido que Thotek a las elevadas cumbres de los Pirineos. Allí estuvo esperando cuarenta días, hasta que dejara de llover. Se había posado en un pico alto donde anidaba una tremenda águila real, que le había acogido como un polluelo más. Luego con su navío aéreo viajó hasta los Himalayas.
En la India instruyó al pueblo en la meditación, en el arte de sanar, en Astrología y Astronomía. Fue llamado por los lugareños “Rama”.
Quince años después de la catástrofe, Thot y Rama se vieron en Egipto. Ofrecieron incienso, pan y vino a los dioses en recuerdo de sus entrañables amigos que habían entregado su cuerpo a los dominios de Neptuno, pero ni entonces ni ahora, se pueden deshacer los lazos que se edificaron en aquel lejano tiempo.
Estoy ordenando toda la información y vertiéndola en el ordenador. Levanto la vista en el caluroso atardecer y observo una enrome bola traslúcida. Está suspendida en el aire, a unos cien metros de la terraza. En su interior viaja el Diablo. Me mira un poco cabreado y me dice:
Aquella destrucción fue todo un éxito. Lástima que se me escaparan esos dos cretinos.
Lógicamente se refería a Thotek y Ramatep. Y es que lo que más molesta al viejo Príncipe de este Mundo es que el conocimiento salga de sus reductos. Sólo con sabiduría el hombre es capaz de evolucionar y de liberarse de los meandros dolorosos de la ignorancia. Cuando más torpe sea el hombre mejor para el mal. Siguió mirándome y volvió a decir con una sonrisa malévola:
Ahora no se escapará nada, pues he puesto una barrera infranqueable en la isla. Sartáx está destruida y los medios de comunicación son míos y de mis servidores. Yo también te aislaré. Cerraré tu boca, torceré tus renglones. Nadie te entenderá. Yo he entregado al hombre lo que quiere: sexo, distracción, espectáculo, comida, toda clase de placeres. Vosotros todos, los hijos de aquel tiempo pasáis ahora por locos o por incomprendidos. Os he separado, os he aislado. Vuestra vanidad no os deja compartir. Yo he ganado. ¡Deja de escribir por tanto!, pues nadie leerá tus necedades. Yo induje y programé el incendio de la biblioteca de Alejandría. No quemaré tu trabajo, puesto que nadie te creerá.
Se marchó pero me dejó con unas imágenes clarificadoras, puesto que cuando me abandono y no escribo, me digo: ¿A quien interesan estas tonterías?, veo detrás de mi otra vez al Diablo introduciendo en mi mente pensamientos disuasores. Cuando dejo de hacer ejercicio o de comer correctamente, cuando pienso que esta Humanidad no tiene remedio, veo detrás la sonrisa maliciosa de mi amigo. El Príncipe de este Mundo trabaja con la mejor de las herramientas: la disuasión.
Estamos en el último día. Ahora todos recordaban lo que se había dicho, respecto de la posible caída de una de las lunas. La curiosidad era otra forma de espectáculo. La vida proseguía con tanta calma, con tanta cotidianidad que nadie esperaba el impacto destructor. Todos pensaban y así lo decían, que la atmósfera lo desviaría o lo desfragmentaría. Desde primera hora se habían concentrado en las plazas y en los rincones populares. Algunos para no perderse el espectáculo habían subido a las cumbres. El avaro seguía contando dinero. El estúpido haciendo estupideces. Otra estaba acicalándose. Los sacerdotes por su parte en su mayoría se habían concentrado en el Templo de la Luz para proteger con un escudo mental toda la ciudad. Nadie sabía donde estaban Ramatep y su amigo el científico. Estas desapariciones les habían hecho pensar  mal a más de uno. Incluso le habían preguntado a Akonti y su esposa por su paradero y el porqué de su ausencia. Ellos lógicamente no habían respondido.
En el centro de la plaza principal del Templo de la Luz, una multitud de personas miraba hacia arriba. Poco a poco veían que la masa blanca se les acercaba. Cada vez más grande...más grande...más grande. Inconscientemente se iban juntando unos con otros, se encogieron los pechos. Se cerraron los puños. Comenzaron las lágrimas en el más sensible y los gritos desgarradores de los más eufóricos. Era el fin...
Anthix y Akonti se pusieron en meditación tomados de la mano formando una rueda con sus niños. A primera hora de la mañana Anthix había servido en el té de sus queridos hijos una droga adormidera. Sólo quedaban en postura de meditación los padres, puesto que poco a poco, uno tras otro se habían quedado dormidos, pero aún así, fuertemente unidos por las manos. Como si desearán asegurarse que cualquier viaje, por largo, intrépido o definitivo que estuviera programado en sus vidas no los separaría jamás.
Anthix y Akonti se miraron a los ojos con ternura, casi sin respiración. Emanando un torrente de luz de pecho a pecho:
Amada mía; he sido feliz contigo. Gracias por haberme permitido sentir el amor más grande de todos los amores.
Amado mío, solo es un ¡Hasta pronto! Pues te he visto junto a mí y junto a Thotek, Ramatep y el resto de los hermanos en todas las estancias, en todos los tiempos, en todos los espacios... ¡Te amo!
El gran monstruo golpeo con estrépito inusitado. Se produjo un impacto que hizo temblar a todo el planeta. El eje magnético se desvió casi treinta grados. La órbita terrestre se vio amenazada. Varias extrañas astronaves que circundaban la estratosfera crearon un colchón gravitatorio que impidió una catástrofe de dimensiones incalculables.
Thotek en la cueva, Ramatep en la montaña, sintieron el impacto en sus carnes, mientras que en sus mentes resonó con fuerza un sonoro y sentido lamento: -¡Hasta pronto, hermanos!
Por eso cuando retorno a la “Isla Bonita” a la ciudad de Sartáx se me encoge el alma. Brotan mis lágrimas a la vez que veo a mis hermanos en el Templo de la Luz, en la clínica de la ciudad, en el mercado, en los fragmentos de lava que jalonan la costa negra de la Palma. Y oigo a las olas que con terca monotonía siguen diciendo. -¡Hasta pronto hermanos!
Por eso cuando retorno a la isla, vuelvo a mi casa. Han pasado varios miles de años pero este retorno ha comenzado, puesto que algunas caras de ahora se parecen mucho a los sacerdotes de antaño. Algunos locos marginados e inadaptados del mundo se refugian en su clima beatífico diciendo: -¡que bien me siento aquí¡- Otros se enfadan al no poder entrar en la vieja ciudad que saben todavía duerme en las profundidades del agua. La cruzada del retorno ha comenzado. Será por muy poco tiempo, pero cuando todos hayan retornado, será el fin. Este capítulo que comenzó hace doce mil años llegará a su epílogo.
Hemos narrado previamente los últimos días de la Atlántida. Pero la vida sobre este mítico continente no duro unos miles, sino millones de años. Fueron varias las civilizaciones que desarrollaron todo su ciclo evolutivo, desapareciendo una, para dar paso a la otra.
La noche del 4 de julio de 1950 el científico Dr. Ingeniero Daniel Walter Fry que trabajaba en la Base americana de White Sands, cerca de Las Cruces, en Nuevo México, se vio sorprendido por la presencia inusitada de un platillo volante.

   "El Sol se había puesto hacía cerca de una hora -cuenta Fry. Mis ojos escudriñaban el cielo y se detuvieron sobre un grupo de estrellas, especialmente brillantes, sobre los picos de la montaña. Repentinamente una de las estrellas desapareció. Luego otra estrella, justo a la derecha de la primera, desapareció asimismo e igualmente dos más posteriormente. Una fuerte sensación punzante recorrió mi espina dorsal. Cualquier cosa que fuera estaba eclipsando la luz de las estrellas, estaba aumentando rápidamente su diámetro aparente y su trayectoria me indicaba que sin duda venía hacia mí. Posteriormente se posó en tierra con suavidad. Salvo el crujido de los matorrales debajo de ella, no hizo ningún sonido. Por casi un minuto permanecí sin movimiento. Una fantástica sensación me sobrecogió, y permanecí mirando al objeto desconcertado y hechizado como un niño que estuviera observando una representación insólita de circo".
   "Durante muchos años había estado empleado en el campo del diseño de naves aéreas y espaciales, y había colaborado en el desarrollo de muchos proyectiles guiados. A través de mi trabajo en White Sands Províng Grounds y otros centros de desarrollo, me había familiarizado con la mayoría de los adelantos recientes en aeronáutica. Pero aquel artefacto era más adelantado de todo lo que yo había conocido hasta entonces".
   En un principio Fry creyó que se trataba de un proyecto de la Unión Soviética pero luego descartó la idea. Se acercó suavemente a tocar la nave, cuando escuchó una voz crispada en el aire: "Mejor no toque el casco, compañero, todavía está caliente".
Daniel dio un salto hacia atrás y cayó en la arena al tropezar con unas matas. La voz de nuevo replicó: "Tómelo con calma, compañero, está entre amigos".
   Siguieron varias palabras cruzadas entre nuestro personaje y la voz, que al final y respondiendo a la pregunta de si se trataba de algún americano, respondió: "Yo no soy americano como Vd., aunque mi actual misión requiere que yo me transforme en uno... La verdad es que nunca he puesto un pié sobre su planeta. Requerirá cuatro años más para adaptarme a la atmósfera y a la gravedad e inmunizarme a sus agentes biológicos".
   Siguió la voz diciendo: "Las expediciones previas de nuestros antecesores en un período de muchas centurias se encontraron con un fracaso casi total en este aspecto. Esta vez hay esperanzas de que seremos capaces de encontrar mentes más entrenadas y más receptivas para que nosotros podamos ayudarles en el progreso de su raza".
   Posteriormente, pasada la primera impresión, la voz se dio a conocer como la de Alan, que a su vez le invitó a subir a la nave para salir de viaje hacia Nueva York.
   Al ir a tomar asiento en la nave, el Ingeniero vio dibujado en el respaldo el símbolo del árbol y la serpiente. Estos símbolos al ser próximos a nuestra cultura motivaron una serie de preguntas que la voz extraterrestre respondió así:
   "Usted está perfectamente en lo cierto cuando señala que el símbolo del árbol y de la serpiente es común en la historia y en las leyendas de su planeta. También es común en el nuestro. La explicación es que tenemos, por lo menos en parte, antecesores comunes.
   "Hace decenas de miles de años, algunos de nuestros antecesores vivían en la Tierra. Había en esta época un pequeño continente en una parte hoy cubierta por el mar que ustedes llaman Océano Pacífico. Algunas de sus primitivas leyendas se refieren a esta masa de tierra sumergida como el "Continente Perdido de Mu o Lemuria".
   "Nuestros antepasados habían construido un gran imperio y una ciencia vigorosa sobre este continente.
   "En la misma época había otra raza que se desarrollaba rápidamente sobre otra masa de tierra en el área central y sur del actual Océano Atlántico. En sus leyendas este continente ha sido denominado Atlántida.
   "Había rivalidades entre las dos culturas en sus progresos científicos. Al principio eran amistosas, luego se volvieron más amargas con el correr de los años, y cada raza hacía alarde de sus conquistas ante los otros.
   "En pocas centurias su ciencia había sobrepasado el grado de desarrollo que existe ahora aquí. No satisfechos con liberar pequeñas porciones de la energía del átomo, como hacen en la actualidad sus físicos, ellos habían aprendido a rotar toda la masa sobre su eje energético. De la rotación de un trozo de materia del tamaño de un penique de cobre, resultaba la liberación de setenta y cinco millones de sus kilovatio-horas.
   "Con el constante aumento de la tirantez entre las dos razas y con el imparable aumento de los recursos destructivos, era inevitable que eventualmente se destruyeran entre ellas.
Del enfrentamiento de ambas razas y de la aparición de sus artefactos aéreos fue de donde se sacaron los antiguos mitos del “Olimpo” y de los dioses enfrentados y apareados con los humanos.
   "Las energías liberadas en esa destrucción fueron suficientes para provocar el mayor cambio en la configuración superficial del planeta; y las radiaciones concomitantes fueron tan intensas y extendidas, que la superficie de la Tierra se volvió totalmente inhabitable para el ser humano durante varios miles de años...".
Continúa Alan diciendo que unos pocos supervivientes de aquella catástrofe se instalaron en las altas cumbres del Himalaya, donde depositaron los testimonios del conocimiento de su raza y de su cultura. Cinco naves formaban parte de aquellos náufragos de la radiación atómica. Su fin era inminente. Algunos pensaban no obstante que la radiación no llegaría hasta tales alturas y que los vientos tan altos en estas cumbres disiparían la energía mortífera vertida en la guerra.
Se hizo una asamblea. Unos pocos optaron por quedarse en dichas cumbres. Otras cuatro naves, decidieron aventurarse por el espacio, aún sabiendo que no se había conseguido todavía grandes distancias interplanetarias. Pero el espíritu de supervivencia era imperioso y optaron por lanzarse a la aventura. Una de las naves se perdió en el vacío cósmico, las otras cuatro consiguieron adaptarse a una vida nómada intergaláctica a través de miles de años de supervivencia. Después de treinta mil años, les tocaba ahora regresar a la tierra, por eso estaban introduciendo atmósfera, presión, y microorganismos a sus naves para adaptar sus cuerpos ahora transformados por tan largo periodo de exilio, a las condiciones actuales del planeta tierra. Esta es la historia. Es probable que Alan y los suyos estén a estas alturas viviendo entre nosotros. Pero esto es algo que se queda en el camino de la especulación. En cualquier caso la historia es interesante y digna de conocerse”.

Diario de un Vidente.

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