viernes, 7 de enero de 2011

MAPAS ATRIBUIDOS A CRISTOBAL COLÓN


A todo lo largo del presente año se vienen celebrando diversos actos conmemorativos del quinto centenario de la muerte de Cristobal Colón (1451-1506), un personaje enigmático que conmocionó al mundo con el relato de su primer viaje. Aunque sea cierto que es difícil aportar alguna novedad significativa que aumente el conocimiento que se tiene de su vida y obra, también lo es que algunas de sus aportaciones cosmográficas, especialmente las de índole cartográfica, no son conocidas más allá del círculo reducido de los especialistas. Una circunstancia que resulta un tanto paradójica, máxime si se tiene presente que sin aquellos conocimientos no hubiese sido posible su excepcional travesía; el que sería  después Almirante de Castilla los adquirió principalmente con la lectura de clásicos como Tolomeo (90-168) ó Estrabón (63 a. C. - 21) y con la de otros más modernos, como el cardenal francés Pierre d´Ailly (1350-1420). Colón estuvo pues convencido plenamente de la esfericidad de la Tierra, de su tamaño y de la posibilidad de alcanzar la India a través del Atlántico, tal como defendieron en su momento autores tan relevantes como Aristóteles (384-322 a. C.) y Eratóstenes (285-195 a. C.); este último llegó incluso a defender que si la inmensidad del océano no lo impedía se podría navegar desde Iberia a India a lo largo del mismo paralelo.

Colón Cosmógrafo. Cuadro del francés Emille Lasalle realizado en 1839. El rey Luis Felipe de Orleans se lo regaló a la Catedral de Sevilla
No obstante, la fiabilidad de sus fuentes dejaba mucho que desear en lo que se refería al tamaño de la Tierra, pues aseguraban que su diámetro era del orden de 20000 millas, de modo que el desarrollo de un grado de meridiano equivalía a 55 1/2 millas, asimismo se sospechaba que el territorio de Eurasia se extendía a lo largo de 280º de longitud. El razonamiento de Colón no ofrecía por tanto la menor duda: las costas de Cathay se podrían alcanzar desde las hispánicas tras navegar  aproximadamente 4500 millas hacia el Oeste, es decir una amplitud angular de 80º; de manera que si en un día se recorrían 100 millas se podría alcanzar la meta en poco más de un mes. Además, Colón insistía en sus planteamientos a la vista de las representaciones cartográficas de la época que mantenían tales principios, el mapamundi de Paolo dal Pozzo Toscanelli (1397-1482) o el globo terráqueo de Martín Behaim (1459-1507), son dos de los más señalados.  Como tanto en el mapa del astrónomo italiano como en el globo del cartógrafo alemán aparecía el océano Atlántico con una anchura demasiado pequeña, Colón no albergaba ninguna duda de que así se podía alcanzar su meta mucho antes que circunnavegando el continente africano. El globo terráqueo, construido en 1492, reflejaba tan bien el pensamiento del genovés, que cabe pensar si Behaim estaría al tanto del proyecto colombino, en su condición de miembro del consejo de sabios que asesoraba al rey Juan II de Portugal (1455-1495).
Colón fue un prolífico, y acreditado, cartógrafo antes y después de la reconquista de Granada, al igual que su hermanó Bartolomé (c. 1461-1514), hasta el punto de que ambos vivieron de ello durante su estancia en Lisboa. No es nada aventurado suponer que Colón ejerciera una poderosa influencia sobre su hermano, similar a la que ejercería después sobre su propio hijo Hernando (1488-1539). Este conservaría en su voluminosa biblioteca gran parte de los libros heredados de su padre con interesantes y reveladoras apostillas, como las que figuran en la obra Imago Mundi del ya citado P. d´Ailly. Lamentablemente no se conservan mapas o planos que se puedan atribuir a nuestro personaje sin ningún género de dudas, la excepción a la regla la protagonizan sendos ejemplos que merecen ser reseñados con cierto detalle.

Toscanelli y una reproducción de su mapa, centrada en el océano Atántico. Las imágenes inferiores son de Baheimp y de su globo terráqueo
El primero de ellos es conocido en la literatura cartográfica con el nombre de Mapa de Colón, desde que en el año 1924 se lo atribuyera el historiador francés Charles Marie de la Ronciére en la publicación La Carte de Christophe Colomb, aparecida el mismo año en París; el pergamino lo descubrió en su Biblioteca Nacional, en donde se conserva identificado con la referencia (B. N. Cartes et Plans, Rés. Ge AA 562). El documento cartográfico es realmente el conjunto de dos mapas, separados por una línea dorada, dibujado sobre un pergamino de 1.1x 0.7 m; el de la izquierda es en realidad una carta celeste que refleja la concepción geocéntrica del universo que imperaba por aquel tiempo, el de la derecha es un portulano al uso en el que destacan el Atlántico y el mar Mediterráneo. En la carta celeste aparecen representadas por tanto las nueve esferas clásicas sobre las que se situaban los planetas, es decir: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno; la octava esfera era la de las estrellas (también llamada de las fijas) y la nona la mansión de los bienaventurados, aunque el autor la dejase en blanco. Todas ellas rodeaban a la Tierra, representada mediante un planisferio del viejo mundo cuyo centro correspondía a Jerusalén; aunque el autor anotase en el dibujo que la representación plana debía ser considerada esférica. La influencia religiosa se hace aún más evidente cuando se observa la imagen del paraíso terrenal, rodeado entre montañas, en las costas del Cathay  de Marco Polo (1253-1324).

Modelo cosmológico centrado en una imagen de la tierra,
tal como aparece en el llamado Mapa de Colón
El portulano está limitado por cuatro rosas de los vientos de las que parten las correspondientes líneas de navegación, apareciendo representada la cuenca mediterránea y el litoral atlántico, desde Escandinavia hasta la desembocadura del río Congo. Una de sus características más destacables, en este contexto, es la localización de las ciudades importantes del interior; el hecho de que figuren Granada y Santafé con los pendones de Castilla y León permite pensar que ha de ser posterior al 2 de enero de 1492. Dado que no aparecen representados los descubrimientos posteriores a esa fecha, no sería extraño que el dibujo se realizase dentro de los primeros meses de ese mismo año, después de la toma de Granada y antes de que diese comienzo la primera travesía de Colón. Asimismo debe reseñarse que en uno y otro mapa aparecen textos que guardan estrecha relación con las apostillas que aparecen en los libros usados por Cristobal Colón, en una de las cuales se remite al lector a cuatro mapas que contenían esferas, una costumbre poco habitual en aquella época. Hay pues sobradas razones para suponer que él fue el cartógrafo responsable, aunque todavía falte la prueba definitiva que confirme tal suposición.

Las islas descubiertas por Colón, ilustrando una edición de su carta (Basilea, 1493)
A la vuelta de su primer viaje, el 15 de febrero de 1493 desde las Islas Canarias, escribió una extensa carta a los reyes católicos en la que daba cuenta de su descubrimiento. Unicamente nos interesa resaltar, de tan trascendental documento, la identificación que se hace de una serie de islas en los siguientes términos: A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador a comemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta la Isabela; a la quinta la isla Juana y así a cada una nombre nuevo. La carta fue rápidamente impresa y reeditada en numerosas ocasiones, baste decir que en los cinco años siguientes se publicaron diez mil ejemplares de la misma, siendo usual el ilustrarla con mapas imaginarios de las islas. Es de suponer que Colón los supervisaría en cierta medida, en cualquier caso fueron las primeras imágenes renacentistas de sus descubrimientos.
Hay otros documentos cartográficos relevantes que indistintamente se le atribuyen a Cristobal y Bartolomé Colón, se trata en este caso de meros croquis en los que se representan también los territorios recientemente conquistados. El primero de ellos, supuestamente dibujado entre 1492 y 1493, se conserva en el archivo de la Casa de Alba (Palacio de Liria. Madrid) y es la imagen cartográfica de una parte del litoral caribeño, concretamente la costa norte de la Isla Española (Haití). La importancia de este documento, descubierto en el año 1894, para la historia de la cartografía es capital al tratarse  del primer mapa europeo del nuevo mundo; su formato es de 56 x 39cm. En él figuran varios topónimos, aunque deba subrayarse "Nativida" por referirse a "La Natividad", esto es la primera colonia fundada por Colón al llegar al nuevo mundo, y "Civao" en alusión a Cipango (Japón); no debe olvidarse que Colón pensaba que había alcanzado aquellas costas.

Croquis de la Isla Española (Haití y República Dominicana)
y una imagen de satélite de la misma zona
El segundo es indudablemente atribuido a nuestro protagonista, ya que figuraba en las márgenes de la carta que escribió al rey Fernando desde Jamaica el día 7 de julio de 1503, relatando su cuarto viaje; una copia de la misma fue llevada a Roma por Bartolomé con la intención de que el papa intercediera ante el rey para que le encargase a su hermano la colonización y evangelización de aquellas costas tropicales. Bartolomé Colón coincidió en Italia con el veneciano Alejandro Zorzi, el cual copió los croquis anteriores en la versión italiana de la carta y en otro manuscrito que escribió en torno al año 1522. En la Biblioteca Nacional de Florencia se conserva la copia realizada por Zorzi en forma de tres láminas de 100 x 165mm, cuyo contenido representa no solo la franja ecuatorial de la Tierra sino también el pensamiento geográfico del mayor de los hermanos. Además del nuevo mundo, Zorzi realizó dibujos semejantes en los márgenes de su obra "Miscellanea di cose geografiche", en los que incluyó por ejemplo la imagen de Cuba y de la Española.


Croquis de Alessandro Zorzi, copias de los previos realizados por Cristobal Colón
El último mapa a que nos vamos a referir contiene una prueba irrefutable de la actividad cartográfica de Cristobal Colón y de que su influencia alcanzó otras culturas bien diferentes. El cartógrafo turco de mayor renombre fue sin duda alguna el almirante Muhyiddin Piri Re´is (c. 1470-1554), el cual pasó a la posteridad gracias a un mapamundi coloreado dibujado sobre un pergamino en el año 1513; la representación debe de ser catalogada como portulano a pesar de  los motivos decorativos que incluye tierra adentro. El mapa, que se conserva en el Museo Topkapi Saray de Estambul, es realmente un fragmento del original cuyas dimensiones son de 63x90 cm; se supone que el dibujo primitivo debía medir alrededor de 140x 165 cm. En él figura la imagen cartográfica de la práctica totalidad de la Península Ibérica y del borde más occidental de Africa limitado al Este por una línea que coincide sensiblemente con el meridiano de Almería, además de una interesante representación del nuevo mundo que comenzando en el cinturón ecuatorial desciende hasta el extremo más meridional de Sudamérica.
En el borde occidental del mapa figura un extenso texto que es harto elocuente, en cuanto que el autor confiesa, entre otras cosas, que la representación del Caribe la dibujó apoyándose en un mapa de Cristobal Colón que había llegado a su poder y que al parecer fue realizado en el año 1498; el párrafo en cuestión dice los siguiente Las costas e islas (del Nuevo Mundo) de este mapa son tomadas del mapa de Colón. La afirmación de Piri Re´is está muy bien documentada puesto que fue su tío Kemal Re´is el que se lo proporcionó, tras habérselo requisado a un esclavo español que  había sido tripulante de un barco que capturó la flota turca, por él comandada, en el año 1501 y en las proximidades de Valencia. El mapa  se lo presentó Piri re´is al sultán en el año 1517 y al parecer se archivó en el palacio de Solimán el magnífico; allí permaneció en el anonimato hasta que Gustav Adolf Diessmann, en el año 1929,  lo descubrió durante las investigaciones que estaba realizando en el futuro Museo Topkapi.

El portulano de Piri Re'is y ampliación centrada en el Caribe, copia de un mapa de Cristobal Colón
Esta reivindicación apresurada de la figura de Cristobal Colón, bajo el prisma cartográfico, tendrá como epílogo la observación magnética sin parangón que realizó durante la noche del día 13 de septiembre de 1492, cuando se encontraba a 100 leguas al Oeste de las Islas Azores; se constató en aquella ocasión un fenómeno de singular importancia en la historia de la ciencia, que se trato de aprovechar después para tratar de solucionar el secular problema de la determinación de las longitudes. El fenómeno se describió con todo detalle en el diario de a bordo: Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era el oeste, anduvieron XXXIII leguas, y contava tres o quatro menos. Las corrientes le eran contrarias. En ese día, al comienzo de la noche, las agujas noruesteavan y a la mañana nordesteavan algún tanto, de lo que conoció que la aguja no iba derecha a la estrella que llaman del Norte, o Polar, sino a otro punto fijo e invisible.
Aunque por entonces se sabía que la declinación magnética variaba con la longitud geográfica, fue Colón el primero en comprobarlo fehacientemente, pues atendiendo a la descripción es obvio que cruzaron la línea agónica, o de declinación nula, pasando por lo tanto de un valor oriental a otro occidental. Puede asegurarse sin exageración que fue en aquellas fechas cuando comenzó el estudio del magnetismo terrestre, gracias a las observaciones efectuadas por el Almirante. El cambio en la orientación de la aguja imantada de la brújula, que por cierto dio lugar a un intento de botín, confundió a Colón puesto que llegó a creer en la existencia de un meridiano singular con unas propiedades cosmográficas análogas a las de la línea ecuatorial. La idea tuvo su repercusión en los años venideros y concretamente en los trabajos correspondientes llevados a cabo por Alonso de Santa Cruz (1500-1567), el cual trató de establecer una interrelación entre los parámetros magnéticos: inclinación y declinación, y las coordenadas geográficas: latitud y longitud.

Imagen cartográfica dela línea agónica en el mapa del astrónomo Edmound Halley, publicado como resultado de la expedición PARAMOUR PINK (1698-1700). Las brújulas superpuestas de la derecha son del siglo XVI la que tiene alineada es del XVII

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