La hostilidad hacia los judíos se remonta muchos siglos atrás. Del siglo II al IV e.c. los judíos fueron vistos como seres misteriosos, dotados de terribles poderes y de un espíritu maligno. Estas fantasías resurgieron siglos después en una nueva demonología. A partir de la segunda Cruzada los judíos fueron presentados como seres con poderes ilimitados, como hijos del diablo. En el siglo XII, al judío se le acuso de asesinar niños cristianos y de envenenar los pozos. Posteriormente, con el Liberalismo y el Iluminismo, surgió un antisemitismo progresista dirigido no sólo contra el carácter religioso de los judíos sino contra su supuesto poder económico.
De este modo la imagen popular del judío medieval se modernizó, se secularizó y se nutrió de una serie de documentos fraudulentos que culminaron con Los Protocolos y que justificaron la hostilidad antijudía. En 1797, en Francia, el abate Barruel publicó la obra “Mémoire pour servir a l'histoire du Jacobinisme” en la que sostenía que la Revolución Francesa representaba la culminación de una antigua conspiración planeada por una sociedad secreta. El clérigo hacia referencia a los grupos masónicos que supuestamente pretendían socavar a la Iglesia y la religión católicas, y apenas menciona a los judíos.
En 1806 Barruel recibió una carta procedente de Florencia de un oficial llamado J.B. Simoni en la que lo felicita por su "descubrimiento" y lo pone al tanto de la "secta judaica" que según él se encontraba detrás de los grupos masones que impulsaron la Revolución. Simoni afirmaba que los judíos se habían comprometido a "en menos de un siglo ser los amos del mundo, abolir a todas las otras sectas, establecer el dominio sobre ellos, y convertir a las iglesias en sinagogas" . Tanto Barruel como Simoni se vieron influidos por una serie de publicaciones que hablaban del peligro "judeo-masón".
En la actualidad una amplia gama de literatura antisemita de extrema derecha hace alusión a la aparente alianza entre los judíos y los masones. Hay que recordar que las sociedades masónicas surgieron en Inglaterra durante el siglo XVII con una tradición de doctrinas y símbolos y con un ritual específico que se supone derivan del Primer Templo de Jerusalem. Su constitución obligaba a sus miembros a practicar la tolerancia religiosa y el libre pensamiento, lo cual antagonizaba a la Iglesia católica. Por ello, las sociedades masónicas fueron prohibidas en 1738 a través de una Bula promulgada por el papa Clemente XII. En el siglo XVIII -y a pesar de ciertas oposiciones- algunos judíos se integraron a estas sociedades. Para 1860, en Alemania, los judíos y los franco-masones comenzaron a ser vistos como elementos responsables de minar las estructura tradicionales, debido a que muchos de los movimientos liberales de esa época fueron discutidos en el seno de las logias masónicas. Las fantasías de Barruel y de Simoni no tuvieron eco durante la primera mitad del siglo XIX pero prepararon el terreno para la publicación de otros textos fraudulentos.
En 1850 reaparece en Alemania el mito de la conspiración judeo-masónica como instrumento de la extrema derecha en su lucha contra las fuerzas del nacionalismo, liberalismo, democracia y secularismo. En 1848, un publicista llamado E. E. Eckerte, escribió sobre la participación de los franco-masones en todos los movimientos revolucionarios y en todos los desastres económicos sin mencionar a los judíos. Esta idea es retomada en Munich por el periódico “Historisch-Polltisch Blattech”, que en 1862 publicó una carta en la que se habla de la creciente influencia de los Judíos en la vida política y pública de Prusia. A la vez, habla de centros judíos en Roma Londres y hace referencia a una asociación no masónica que amenaza la seguridad de todos los Estados y que está compuesta principalmente por judíos.
Es en 1868, en Alemania, en donde surge el verdadero borrador de los Protocolos. Su autor fue Hermann Goedsche, un exfuncionario del correo prusiano. Después de ser despedido por actos indebidos Goedsche se incorporó al diario “Die Preussische Kreuzzeltung” y comenzó a escribir novelas bajo el seudónimo de John Rectcliffe. En el capítulo "Cementerio Judío de Praga" de su novela titulada “Biarritz” el autor describió una supuesta reunión en un cementerio de los "jefes" de las 12 tribus de Israel con el diablo, reviviendo así el mito de los judíos como agentes malignos. En ésta, los líderes hebreos informaban sobre sus actividades y sus planes y concluían afirmando que "después de siglos de opresión Israel derribara a sus enemigos gracias al oro que recibieron". Agregaban además, "que la tierra les pertenecería y que a través del mercado de valores transformarían en deudores a todos los gobiernos". La idea de Goedsche volvió a aparecer en San Petersuburgo, Rusia en 1872, en un folleto en el que se aclaraba que se trataba de un relato ficticio, pero que supuestamente tenía bases reales. En 1876 se publicó en Moscú un folleto similar titualdo “En el Cementerio Judío de la Praga Checoslovaca: Los Judíos Soberanos del Mundo”. Posteriormente se publicaron otras ediciones en Rusia, Checoslovaquia y Francia basadas supuestamente en el "auténtico programa judío del Gran Rabino John Readclif". Los discursos de los participantes -aducía- estaban dirigidos por un rabino de alta jerarquía a una convención judía secreta. La "autenticidad" del discurso la fundamentaron en la obra inédita de un diplomático inglés, Sir John Readcliff, con asombrosa semejanza con el "John Retcliffe" que escribiera sobre la reunión de jefes judíos en el cementerio de Praga.
En 1896 el folleto se imprime ya como el “Discurso del Rabino”, que fue utilizado por agitadores antisemitas durante años. Tal fue le caso del Prof. P.A. Khrushevan quien se valió de este libelo para desatar el pogrom de Besaravia en 1903.
En 1905 Serguei Nilus, escritor místico ruso, publicó la tercera edición de su libro “Lo Grande y lo Pequeño; El Anticristo Considerado como Inminente Posibilidad Política”, en la que insertó una primera versión de Los Protocolos, sin citar las fuentes de origen. Según Nilus se trataba de la traducción al ruso de las copias del documento original que estaba escrito en francés. Posteriormente, aunque Nilus no pudo probar la autenticidad de la obra, esta fue aprobada por los censores de Moscú y en 368 sinagogas rusas se pronunció un sermón citando este texto.
La edición de 1917 cobró gran notoriedad histórica y se propagó por el mundo, cuando los frustrados partidarios del depuesto Zar adjudicaron la revolución a un complot judío para esclavizar al mundo. El mayor número de adherentes a Los Protocolos surgió en la Alemania nazi. Se utilizó la teoría del supuesto "poder oculto de los judíos" para explicar la derrota germana durante la primera guerra mundial. La primera versión en alemán se publicó en 1920 y para 1933 ya habían sido publicadas 33 ediciones.
Hitler explotó el mito para consolidar su poder y lo adoptó como ideología central de su partido para justificar el genocidio judío.
Su Contenido
La obra contiene las supuestas actas del Primer Congreso Sionista realizado en Basilea en 1897 en donde se "establecieron los planes secretos de los líderes judíos para dominar al mundo". El documento -escrito en un estilo confuso, con argumentaciones ilógicas- incluye un prefacio de E. Jovin, cura de la orden de San Agustin,quien pretende “demostrar" la veracidad de la obra. Esta compuesto de 24 secciones o protocolos que abarcan tres temas principales: a) crítica del liberalismo, b) análisis de los métodos que usaran los judíos para dominar al mundo y c) descripción del estado mundial a establecerse. A través de estos se responsabiliza a los judíos de:
- Ser los principales responsables del Iluminismo, de la ideología francomasona y del libre pensamiento. Con estas corrientes lograron adueñarse de la educación para sembrar ideas que van en contra de la moral y de la Iglesia.
- Ser los promotores del bolchevismo, cuyo objeto es conducir a una revolución mundial que altere la estabilidad social.
- Ser los dueños del poder económico con el que subyugaran a otros pueblos.
- Pretender establecer un hogar judío para ejercer el dominio internacional.
- Introducirse en las profesiones -medicina, educación y política- para dominar a todos los países.
- Utilizar a la prensa y los medios de comunicación como instrumento de dominio.
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