martes, 6 de diciembre de 2011

“EL AGUA DE LA VIDA”, Pues bien en el universo prevalece la entropía. La vida va contra el segundo principio de la termodinámica. Es información, estructura y orden, capaz de multiplicarse y extenderse. Siendo la negación de la entropía, llamándose geneantropía, vislumbrado una explicación sobre el misterio de la vida. Se ha especulado mucho acerca del cual es la energía informatizada que mantiene la vida. Se la han dado varios nombres: prana, chi, ki, maná, soma, od y más recientemente, orgón, aunque en términos científicos se le conoce como Bioplasma.                                                                                               Todo alquimista que se aprecie como tal intentaron e  intentan aprisionar la fuerza vital en un elemento material y los adeptos que alcanzaron la Gran Obra lo consiguieron precisamente en la –Lapis Philosephorum- o Piedra filosofal, lo cual es una substancia muy densa que acumula una ingente geneantropía, es decir, información de orden, pero los senderos alquímicos son complejos, obtusas, confusas, largas y hasta peligrosas. Y, he aquí que se puede llegar a ello de una manera mucho más simple a partir de la energía irradiante vital del Sol. La escueta sinopsis de la Gran Obra alquímica, la  Tabla Esmeralda, dice literalmente: “El Sol es el padre y la Luna la madre”.                      Astrofísicamente hablando, el Sol es una estrella mediana, del tipo G2, que es centro de nuestro sistema planetario y que proporción la luz y el calor necesario que hace posible lo que llamamos vida. Además, emite ondas electromagnéticas y radiaciones iónicas: viento solar y un componente de movimiento no uniforme (gravitatorio). Se dice que sin calor ni luz la vida es imposible, pero ¿Qué decía de algunos seres vivientes ubicados en las profundidades abisales marinas y terrestres las cuales pueden prescindir de esos “vitales” factores? Sin duda hay algo más importante.                                                                            Con Akenatón/Moisés (Amenophis IV) se alcanzó altas cotas de una depurada teología y mística solar. Y esto reflejaba una realidad incuestionable: el Sol, además de todo lo aceptado hasta ahora por la Ciencia, emite energía vital, ondas y partículas causantes de la energía vital,                                                                                                           no hay que subrayar  que el “centro de la vida” de cada galaxia se sitúa en su centro o núcleo. Las estrellas de tipo G2 como nuestro Sol, son los repetidores, catalizadores, moduladores y amplificadores de esta fuerza (aunque este término esté dudoso) que transmiten a los planetas de su entorno. Así, los Soles transmitirían la información de las llamadas patogenias, o sea, entropía esto es, información de vida a través de la luz. Los rayos solares son los “mensajeros” de esta información de vida a través de la luz. Los rayos solares son los “mensajeros” de esta información de vida procedente del centro de la Vía Láctea y adaptada modularmente a y amplificada por el Sol.                   Por este camino pueden diseñarse sistemas fotovoltaicos capaces de recoger los rayos de Sol portadores de esta información vital, como serían las pantallas (a modo de espejo) parabólicas que la con centran en su foco (centro de la concavidad), como incandescente Sol en miniatura, liberando la invisible Energía-fuerza informativa de la vida en un vehículo o contenedor material capaz de retenerla, como puede ser el agua.                                                                       Todo lo anteriormente expuesto proporcionaría una explicación basada en una ciencia “colateral” para justificar una actividad real del “agua de la vida” y sus curaciones aparentemente milagrosas. La medicina del futuro deberá estar hecha de luz, cuyo crisol despierta las más originales tradiciones gnósticas antiguas y modernas. Y, ¿por qué ese culto, esa veneración del Sol en el antiguo Egipto? La utilización de energías sutiles relacionadas con el Sol en el antiguo país de los faraones, procede de las antiquísimas dinastías de los Shemsu—Hor (compañeros de Horus, el místico Sol) que construyeron las pirámides de la meseta artificial de Gizeh. Su altura, de 147,o88 metros cuando se construyó la Gran Pirámide, es exactamente una billonésima de la distancia mínima de la Tierra al Sol, en su órbita elíptica. Las pirámides son capaces de evitar el segundo principio de la Termodinámica, disminuyendo la entropía: de este modo evitan putrefacciones de la materia orgánica, restituyen el filo de navajas y cuchillos y a veces enfrían el agua, en un recipiente hermético. La sutileza imperceptible de las caras triangulares de las pirámides, que tienden a una mínima concavidad, y que sólo se evidencia por la iluminación consecutiva entre uno y otro lado en el momento de la evidencia por la iluminación consecutiva  entre uno y otro lado en el momento del equinoccio de primavera, tenía como propósito –cronometrar, al Sol señalando el mismo instante del equinoccio. Pero, había algo relacionado con el astro rey mucho más importante: la producción de energía eléctrica, cuya central de energía era la Gran Pirámide. Luego vinieron otros dioses y el Sol quedó en un segundo plano hasta que apareció Akenathon/Moisés que significa alegría del Sol  en el Horizonte.                                                             Los iniciados utilizaban espejos cóncavos  para concentrar algo que extraían de los rayos solares en una vía alquímica secreta, heredada de los constructores de pirámide (y estos  de los lémur—atlantes) y  seguidores de Akenathon. Por otra parte, Einstein afirmaba que Dios no juega a los dados porque era inaceptable que la vida fuese fruto del azar. Pero ni los antiguos iniciados, las Escuelas de Misterio, ni el nuevo paradigma científico, ni yo mismo, aceptamos tal afirmación. Para la física Cuántica, la probalidad es un paradigma científico, por eso se puede afirmar, contradiciendo a Einstein, que Dios sí jugó a los dados porque según los porcentajes de probalidades, estaba seguro de ganar, proponiendo una analogía, el azar entra siempre dentro unos límites, como en la ruleta de un casino: cuanto más veces apuestas a un número más probalidades tine de salir. Por eso hay vida en otros planetas infundida por los soles de sus respectivos sistemas, que son fuentes de energía vital, información, estructura y orden, negando la entropía que es negentropía, como antes he indicado; pero ¡ojo!, esa vida biológica en otros planetas de otros sistemas solares no tienen por qué parecerse a la nuestra. Lógicamente tendrían un cerebro uno de cuyos componentes necesarios es el de tener inteligencia, y unos sentidos de percepción que le generen información, aunque no tienen que  ser como los nuestros, y pueden tener estructura muy distintas aunque cumplan la misma función. Este viene a colación para hablar del Sol fuera de los términos puramente astrofísicos  y astronómicos, al sol le debemos nuestra existencia, esto es obvio, la nuestra y la de todos y cada uno de los seres orgánicos e inorgánicos, su movimiento y vibración constante, las llamaradas solares, las manchas solares que podrían ser una especie de “agujeros negros” dentro del propio sol, las explosiones termonucleares, los movimientos sísmicos del astro rey y otras alteraciones de la superficie solar nos afecta inmediatamente y sin remedio.                                 

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