jueves, 8 de diciembre de 2011

LA TEOLOGIA DE MENFIS


Sin embargo, Ptah originalmente era representado en la teología de Menfis como anterior al dios solar Atum, ya que los ocho dioses que extrajeron al sol de las aguas primordiales eran creación de aquél, igual que lo eran los ocho elementos primeros del caos, con los que se le identificaba en cuanto Ptah-Ta-Tjenen “Ptah de la tierra emergida”, o sea la Colina Primordial que el saco de Nun para convertirla en el centro de la tierra. Por consiguiente, todo lo que existe procede de el y funcione gracias a el como causa de toda creación. Al pensar, en cuanto “corazón”, y al mandar, en cuanto a “lengua”, Ptah fabricó con su torno de alfarero un huevo, dentro del cual estaba la tierra, o bien, como creían algunos, lo modeló como si fuera una estatua. Dentro de esta idea más abstracta de la creación, propia de la teología de Menfis, Ptah es el “creador grande y poderoso”, del cual procede todo el orden de mundo, prácticamente ex nihilo. “En su corazón y en su lengua” llegó a existir algo así como la forma de Atum, y por el proceso creador de su pensamiento el resto de los nueve dioses fueron creados y colocados en sus respectivos templos. Una vez realizado esto, fueron creados de manera similar, por el pensamiento y la palabra de Ptah, “los hombres, los animales y todo cuanto se mueve o vive”. Así se comprende que su poder fuese mayor que el de los otros dioses, y que pudiese descansar de su trabajo y quedar contento de todo lo que había hecho.

Cuando Menfis llegó a predominar súbitamente con la primera dinastía, los teólogos se dieron cuenta de que su dios Ptah tenía que ser más grande que todos los demás dioses, incluyendo el propio Atum heliopolitano, que se representaba como engendrando por si solo a Shu y a Tefnut (la atmósfera y la humedad), fecundándose así mismo por la boca. Ptah por su parte, había concebido todas las cosas en su “corazón” (es decir, en su mente) y las había producido por sus palabras (es decir, por su “lengua”). Para este fin dichos teólogos utilizaron todos los recursos a su alcance: la idea del dios solar naciendo del caos, la creación de las ocho divinidades del cielo y de la tierra a partir del abismo, una serie de ocho dioses convertida en una de nueve al añadirse a Atum, etc. Solo entonces fue posible poner a Ptha en lugar de Atum como cabeza del panteón y convertirle en la última fuente del proceso creador, estableciéndole como “el creador desde el gran trono” e identificándole con los dioses originales de la Ogdóada:

Ptah-Nun, el padre que produjo a Atum;

Ptah-Naunet, la madre que parió a Atum;

Ptah el grande, el que es, el corazón y la lengua de la Ennéada,

Ptah, que hizo nacer a todos los dioses.

Todo esto lo había creado de la nada, anterior incluso al caos, así como Atum, la cabeza de la Ennéada, con el cuál empezó la obra de la creación cuando los dioses y las fuerzas cósmicas divinas se pusieron en relación con el universo físico.

Mientras los demás dioses creaban por procedimientos físicos, Ptah ejercía sus funciones espiritualmente en el reino de las ideas, mediante el pensamiento y la palabra, marchando así por delante del resto del panteón como el “Gran Unico” o como el “Señor de los Dos Países”. Todos los demás dioses le rendían homenaje y estaban satisfechos por asociarse con el. Como ha hecho notar Breasted, parece que en estas primitivas especulaciones hay una anticipación de la doctrina de Filón sobre el Logos, dentro del contexto de la cosmología egipcia. Era, no obstante, un cosmos en que los dioses y los hombres tenían relaciones mutuas y participaban de una naturaleza común con el sumo creador, muy lejano todavía, del Dios trascendente del monoteísmo hebreo y de la fe y el culto cristiano, y de la primera causa griega del universo como principio de inteligencia divina y de orden cósmico. El objetivo principal de la teología menfita era consolidar a Menfis como centro del estado teocrático y unificar el Alto y el Bajo Egipto como una dualidad única, gobernada por un faraón en quien se resumía todo lo que había de divino en el valle del Nilo. Aunque el cato de la creación se describía en términos espirituales en relación con las manifestaciones del pensamiento del creador, como fuente de todo lo que existe, tanto humano como divino, Ptah representaba en primera instancia la potencia universal, aunque su naturaleza era más bien trascendente que inmanente. Pero creaba los dioses locales y las ciudades y los ordenaba por jerarquías dentro de un panteón politeísta.

Sin embargo, la teología de Menfis nunca obtuvo un consenso unánime en Egipto. Era demasiado abstracta para ser generalmente aceptable, y el pueblo como conjunto se dirigió más bien a Atum y Amon-Re, incorporados en el sol y en el viento, y encarnados en el monarca reinante como centro dinámico del orden cósmico y político. En la mitología solar, el sol que todo lo envuelve, se representaba volando por el horizonte como un halcón, o como el escarabajo creado por si mismo que iba empujando la bola del sol a través del cielo durante el día, y por la noche como un hombre viejo que caminaba vacilante hasta ocultarse por el oeste. La tierra se representaba rodeada de montañas, sobre las cuales se apoyaba el cielo, personificado por la misma Nut. Por debajo estaba el gran abismo, del cual el dios solar nacía cada mañana como al comienzo de la creación, cuando surgió como primogénito del océano primordial, es decir, de Nun. Hasta que Shu, dios del aire y padre de Nut, se puso en pie sobre la tierra y levantó a su hija con sus brazos, el cielo y la tierra no estaban separados. A su vez la bóveda del cielo se representaba como una enorme vaca sostenida por los dioses, y cuyo vientre estaba sembrado de estrellas. Debajo de ella estaba la Vía Láctea, cruzada todos los días por el barco del sol tripulado por las estrellas personificadas.

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