LA OTRA VIDA
Es mas, cuando estas ideas y el uso mágico de los textos de las Pirámides se extendieron desde los faraones a todos los súbditos, la antigua idea osiriana de la otra vida se reinterpreto de acuerdo con la idea del Mas Allá sola heliopolitano, que originariamente solo se aplicaba al rey, como hijo físico de Re, de tal modo que se convertía al tiempo en Re y en Osiris y reinaba en función de Horus. A partir del Reino Medio (entre 2000 y 1780), cuando todo el mundo esperaba convertirse en Osiris al morir, e incluso a veces podía llegar a ser una estrella en el horizonte de Nut y tomar parte en el viaje nocturno del sol a través de los infiernos (Duat) para nacer con una nueva vida a la mañana siguiente, se adoptaron las fórmulas mágicas que hasta entonces solo se empleaban en los funerales de los reyes, para usarlas aplicadas a los simples mortales, con objeto de capacitar a sus bas para que abandonasen la tumba y alcanzasen todas las delicias de la otra vida, tal como aparecían pintadas en los muros del cementerio y en los lados de los ataúdes. Estas formulas consistían en citas de los textos de las Pirámides, del Libro de los Muertos y de los llamados textos de los Ataúdes. Los textos de las Pirámides eran, sin embargo, esencialmente solares en cuanto a su escatología, representando la otra vida como el reino celeste del dios solar. Al principio esto se aplicaba solo al faraón, que era transportado en barca de una a otra orilla del río y guiado por Nut, o bien volaba hacia el cielo, en forma de halcón, o era llevado a los reinos de Re subiendo por la escalera celeste. A su llegada se abrían las dobles puertas del cielo y los heraldos anunciaban su advenimiento.
Una vez saludado por los dioses, subía en el barco de Re y navegaba con este, comía la comida divina y era amamantado por una diosa. En cuanto hijo de su padre celestial, con quien se identificaba completamente (y a veces hasta se consideraba superior a él), participaba de todas las delicias de la bienaventuranza eterna.
EL JUICIO
Cuando se osirianizó y se democratizó la otra vida, estos privilegios se convirtieron en propiedad común de cuantos llenasen las condiciones exigidas y pudiesen pasar favorablemente el juicio después de la muerte, en el que comparecían ante Osiris como juez, ayudado por 42 asesores, en la sala de la doble verdad. Ya no bastaba con la posesión y conocimiento de las formulas de los textos de las Pirámides (como en el caso del rey, que era divino por si mismo), aunque las manipulaciones mágicas del Libro de los Muertos todavía desempeñaban una parte importante en cuanto al destino final del difunto. Es cierto que la idea del juicio incluía una investigación muy minuciosa de toda clase de transgresiones y que en esto las cualidades morales eran un factor importante, pero cuando el corazón se pesaba en la balanza contra la verdad, simbolizada por una pluma o por una imagen de la diosa Maat, personificación de la justicia y del orden divino en el mundo y en la sociedad, así como de la ley moral, no era algo de una rigidez tan estricta en el sentido ético como la que luego hubo en el judaísmo de los profetas y posterior al destierro. Bastaba con comprobar que el individuo se había portado de acuerdo con el orden divino, tal como lo registraba el equilibrio de la balanza manipulada por Toth.
Ser “veraz de corazón y de palabra”, como Osiris, era algo que Mat calculaba y en cuya determinación parece haberse tenido en cuenta cierta valoración de las buenas y malas acciones. En todo caso, la presencia del llamado “devorador” (un monstruo híbrido en forma de cocodrilo, hipopótamo y león), que estaba al pie de la balanza, indica que el resultado no era una conclusión prevista e inevitablemente favorable para el alma. Verdaderamente, en el Reino Medio, aunque Osiris era el dios de este trasmundo democratizado, aun existían alusiones a “aquellas balanzas de Re, en donde se pesa la justicia” como arbitro moral ante el que todos debían ser tratados justamente y recompensados si sus hechos lo merecían. Así como Osiris había sido juzgado y hallado inocente en la sala del juicio del templo de Heliópolis, igualmente los mortales que aparecían ante el osirianizado tribunal solar podían esperar que se les hiciese justicia en aquella solemne sesión. Sin embargo, el asunto era demasiado serio y había que calcular todos los riesgos. Se acudía, por tanto, también a las antiguas manipulaciones mágicas, planeadas para conseguir una efectiva “declaración de inocencia”, una vez que las buenas acciones y las confesiones negativas quedaban debidamente inscritas en los papiros o en los escarabeos que se incluían en el equipo funerario. Solo entonces podía estar el difunto seguro de que sus pecados serian eliminados y de que su culpabilidad quedaría cancelada por “el peso de la balanza el día del reconocimiento del testimonio” y de que se le permitiría “reunirse con los que estaban en la barca del sol”. Una vez hecho esto, era común creencia que el fallo del tribunal no podía ser protestado por ningún dios ni diosa y que la balanza señalaría una superioridad del bien respecto al mal.
En esta combinación de formulas mágicas y de aplicación de la justicia consistía la idea egipcia del juicio en la otra vida, según la visión osirianizada en el Reino Medio. Pero incluso la negación de haber cometido ningún pecado de los mencionados en una larga lista en forma de “confesión negativa” y el sumo cuidado que se tomaba para evitar una sentencia adversa, indican alguna percepción de que la rectitud moral era un factor crucial para alcanzar la bienaventuranza eterna, aparte y por encima del ritual mortuorio. Esta encierra una prueba de que existía un contenido moral latente, aun cuando la justicia y al verdad fuesen en gran parte conceptos ampliamente cosmológicos y aunque, sobre todo en el Reino Nuevo, la eficacia de la magia desempeñase un papel cada vez mas importante en la preparación para el juicio. Y así, bajo la renovada influencia del clero de Tebas, las formulas mágicas y los amuletos alcanzaron tal preeminencia que las exigencias éticas de pureza moral se convirtieron en algo completamente nulo y vacío, y la situación en el Mas Allá dependió, cada vez, de las manipulaciones mágicas del Libro de los Muertos y del uso de los talismanes adecuados. Esto estaba de acuerdo con la devolución de las facultades vitales mediante la ceremonia de la “apertura de la boca”, la cual, en una época posterior, se convirtió en un proceso de resurrección por medios mágicos, que extendían su eficacia hasta el otro mundo. Así pues, se colocaba un escarabeo sobre el corazón para evitar que este atestiguase contra el ba en la balanza. Las declaraciones de inocencia se compraban ya redactadas por los escribas para ser rellenadas solamente con el nombre del muerto, declarando que era una persona honesta y que había sido liberado de todo mal por el dios solar e incluso, a veces, amenazando a los dioses con grandes castigos si no de claraban a su favor en el juicio.
Todavía mas: se pretendía que estos textos del Libro de los Muertos, no solo fuesen útiles para asegurar la absolución del muerto, independientemente de su moralidad, sino también para conseguirle todas las delicias de la otra vida. Y así, en el “Libro del escriba Ani” se dice que, si aquello se escribe en el ataúd, el ocupante de este “será satisfecho diariamente en todos sus deseos y llegará a su lugar sin necesidad de prepararse. Y allí se le dará pan y cerveza y carne del altar de Osiris. Entrara en paz en el campo de Earu, de acuerdo con los decretos del que esta en la ciudad de Dedu. Se le dará allí trigo y cebada. Prosperará como lo hacia sobre la tierra. Y podrá hacer todo lo que desee, igual que los nueve dioses que están en el trasmundo, y así hasta dos millones de veces. Es igual a Osiris. Firmado: el escriba de Ani”.
Es mas, cuando estas ideas y el uso mágico de los textos de las Pirámides se extendieron desde los faraones a todos los súbditos, la antigua idea osiriana de la otra vida se reinterpreto de acuerdo con la idea del Mas Allá sola heliopolitano, que originariamente solo se aplicaba al rey, como hijo físico de Re, de tal modo que se convertía al tiempo en Re y en Osiris y reinaba en función de Horus. A partir del Reino Medio (entre 2000 y 1780), cuando todo el mundo esperaba convertirse en Osiris al morir, e incluso a veces podía llegar a ser una estrella en el horizonte de Nut y tomar parte en el viaje nocturno del sol a través de los infiernos (Duat) para nacer con una nueva vida a la mañana siguiente, se adoptaron las fórmulas mágicas que hasta entonces solo se empleaban en los funerales de los reyes, para usarlas aplicadas a los simples mortales, con objeto de capacitar a sus bas para que abandonasen la tumba y alcanzasen todas las delicias de la otra vida, tal como aparecían pintadas en los muros del cementerio y en los lados de los ataúdes. Estas formulas consistían en citas de los textos de las Pirámides, del Libro de los Muertos y de los llamados textos de los Ataúdes. Los textos de las Pirámides eran, sin embargo, esencialmente solares en cuanto a su escatología, representando la otra vida como el reino celeste del dios solar. Al principio esto se aplicaba solo al faraón, que era transportado en barca de una a otra orilla del río y guiado por Nut, o bien volaba hacia el cielo, en forma de halcón, o era llevado a los reinos de Re subiendo por la escalera celeste. A su llegada se abrían las dobles puertas del cielo y los heraldos anunciaban su advenimiento.
Una vez saludado por los dioses, subía en el barco de Re y navegaba con este, comía la comida divina y era amamantado por una diosa. En cuanto hijo de su padre celestial, con quien se identificaba completamente (y a veces hasta se consideraba superior a él), participaba de todas las delicias de la bienaventuranza eterna.
EL JUICIO
Cuando se osirianizó y se democratizó la otra vida, estos privilegios se convirtieron en propiedad común de cuantos llenasen las condiciones exigidas y pudiesen pasar favorablemente el juicio después de la muerte, en el que comparecían ante Osiris como juez, ayudado por 42 asesores, en la sala de la doble verdad. Ya no bastaba con la posesión y conocimiento de las formulas de los textos de las Pirámides (como en el caso del rey, que era divino por si mismo), aunque las manipulaciones mágicas del Libro de los Muertos todavía desempeñaban una parte importante en cuanto al destino final del difunto. Es cierto que la idea del juicio incluía una investigación muy minuciosa de toda clase de transgresiones y que en esto las cualidades morales eran un factor importante, pero cuando el corazón se pesaba en la balanza contra la verdad, simbolizada por una pluma o por una imagen de la diosa Maat, personificación de la justicia y del orden divino en el mundo y en la sociedad, así como de la ley moral, no era algo de una rigidez tan estricta en el sentido ético como la que luego hubo en el judaísmo de los profetas y posterior al destierro. Bastaba con comprobar que el individuo se había portado de acuerdo con el orden divino, tal como lo registraba el equilibrio de la balanza manipulada por Toth.
Ser “veraz de corazón y de palabra”, como Osiris, era algo que Mat calculaba y en cuya determinación parece haberse tenido en cuenta cierta valoración de las buenas y malas acciones. En todo caso, la presencia del llamado “devorador” (un monstruo híbrido en forma de cocodrilo, hipopótamo y león), que estaba al pie de la balanza, indica que el resultado no era una conclusión prevista e inevitablemente favorable para el alma. Verdaderamente, en el Reino Medio, aunque Osiris era el dios de este trasmundo democratizado, aun existían alusiones a “aquellas balanzas de Re, en donde se pesa la justicia” como arbitro moral ante el que todos debían ser tratados justamente y recompensados si sus hechos lo merecían. Así como Osiris había sido juzgado y hallado inocente en la sala del juicio del templo de Heliópolis, igualmente los mortales que aparecían ante el osirianizado tribunal solar podían esperar que se les hiciese justicia en aquella solemne sesión. Sin embargo, el asunto era demasiado serio y había que calcular todos los riesgos. Se acudía, por tanto, también a las antiguas manipulaciones mágicas, planeadas para conseguir una efectiva “declaración de inocencia”, una vez que las buenas acciones y las confesiones negativas quedaban debidamente inscritas en los papiros o en los escarabeos que se incluían en el equipo funerario. Solo entonces podía estar el difunto seguro de que sus pecados serian eliminados y de que su culpabilidad quedaría cancelada por “el peso de la balanza el día del reconocimiento del testimonio” y de que se le permitiría “reunirse con los que estaban en la barca del sol”. Una vez hecho esto, era común creencia que el fallo del tribunal no podía ser protestado por ningún dios ni diosa y que la balanza señalaría una superioridad del bien respecto al mal.
En esta combinación de formulas mágicas y de aplicación de la justicia consistía la idea egipcia del juicio en la otra vida, según la visión osirianizada en el Reino Medio. Pero incluso la negación de haber cometido ningún pecado de los mencionados en una larga lista en forma de “confesión negativa” y el sumo cuidado que se tomaba para evitar una sentencia adversa, indican alguna percepción de que la rectitud moral era un factor crucial para alcanzar la bienaventuranza eterna, aparte y por encima del ritual mortuorio. Esta encierra una prueba de que existía un contenido moral latente, aun cuando la justicia y al verdad fuesen en gran parte conceptos ampliamente cosmológicos y aunque, sobre todo en el Reino Nuevo, la eficacia de la magia desempeñase un papel cada vez mas importante en la preparación para el juicio. Y así, bajo la renovada influencia del clero de Tebas, las formulas mágicas y los amuletos alcanzaron tal preeminencia que las exigencias éticas de pureza moral se convirtieron en algo completamente nulo y vacío, y la situación en el Mas Allá dependió, cada vez, de las manipulaciones mágicas del Libro de los Muertos y del uso de los talismanes adecuados. Esto estaba de acuerdo con la devolución de las facultades vitales mediante la ceremonia de la “apertura de la boca”, la cual, en una época posterior, se convirtió en un proceso de resurrección por medios mágicos, que extendían su eficacia hasta el otro mundo. Así pues, se colocaba un escarabeo sobre el corazón para evitar que este atestiguase contra el ba en la balanza. Las declaraciones de inocencia se compraban ya redactadas por los escribas para ser rellenadas solamente con el nombre del muerto, declarando que era una persona honesta y que había sido liberado de todo mal por el dios solar e incluso, a veces, amenazando a los dioses con grandes castigos si no de claraban a su favor en el juicio.
Todavía mas: se pretendía que estos textos del Libro de los Muertos, no solo fuesen útiles para asegurar la absolución del muerto, independientemente de su moralidad, sino también para conseguirle todas las delicias de la otra vida. Y así, en el “Libro del escriba Ani” se dice que, si aquello se escribe en el ataúd, el ocupante de este “será satisfecho diariamente en todos sus deseos y llegará a su lugar sin necesidad de prepararse. Y allí se le dará pan y cerveza y carne del altar de Osiris. Entrara en paz en el campo de Earu, de acuerdo con los decretos del que esta en la ciudad de Dedu. Se le dará allí trigo y cebada. Prosperará como lo hacia sobre la tierra. Y podrá hacer todo lo que desee, igual que los nueve dioses que están en el trasmundo, y así hasta dos millones de veces. Es igual a Osiris. Firmado: el escriba de Ani”.
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