sábado, 4 de diciembre de 2010

GALERNAS DE AYER Y HOY



La galerna del Sábado de Gloria en Santander
De las muchas galernas de que se tienen noticias, voy a referirme a la que aconteció el 20 de abril de 1878, que, por haber coincidido con la celebración del último día de la Semana Santa de aquel año, se conoce como galerna del Sábado de Gloria. Por su causa perdieron la vida más de trescientos trabajadores de la mar vascos y cántabros, que dejaron desamparados a un millar de huérfanos.
¡ Jesús y adentro!, cuadro de Fernando Pérez de Camino (1859-1901) , pintor cántabro costumbrista, del círculo de Pereda. ¡Jesús y adentro! era la frase-plegaria que acompasaba los remos de los pescadores santanderinos en el instante mismo de pasar “la barra”con temporal, para abocar al Puerto.

El Boletín de Comercio fue el periódico santanderino que primero dio la noticia. Informaba de que habían salido del puerto de Santander, hacía las cinco de la madrugada 23 lanchas mayores, 7 barquías y una trainera, además de otras embarcaciones cuyo número se desconoce. Reinaba una ligera brisa del nordeste, que continuó hasta las diez, hora en que todas las embarcaciones estaban ya cogiendo sardina. Había viento sur en tierra y a lo lejos unos oscuros nubarrones presagiaban temporal. Serían las doce cuando éste se desarrolló de una manera horrible, con viento del noroeste. Entonces se dispuso el regreso a puerto o a las ensenadas inmediatas. La mayor parte de las embarcaciones estaban a unas cuatro leguas al oeste-noroeste de Cabo Mayor, hacia el frente de Suances, colocadas en los lugares que conocen los pescadores con las denominaciones de Punta de Santoña, Miguelillo y La Garma. Se dispersaron y muchas intentaron refugiarse en las ensenadas de la Virgen del Mar y de San Pedro. La mar estaba mediana, pero arqueando bastante. El viento, huracanado, hizo que en algunos momentos hubiese necesidad de arriar “la unción”, que alguna lancha trajo hecha pedazos. El temporal, que apenas había durado tres cuartos de hora, se había cobrado la vida de más de trescientos pescadores.

Un paréntesis en el relato: Santander en 1878
Entonces el puerto de Santander era el más importante del Cantábrico. Su entrada era practicable con todos los vientos, aunque los veleros tenían peligro cuando los vientos del noroeste eran huracanados con mares gruesas, en ocasión en que la mar estuviese bajando.
Núm. 4 . Litografía francesa publicada en Marina Civil (Núm. 54). Puerto de Santander hacia 1860, entonces puerto de Castilla y León. Muestra al Santander del comercio harinero con América.

Santander apenas contaba con 40.000 habitantes muy ligados al puerto y a su comercio con ultramar. Era una ciudad muy animada, próspera y comercial. Tenía un tranvía de vapor que llegaba hasta la segunda playa del Sardinero, donde los baños de ola competían con los mejores establecimientos balnearios de la época. Había plaza de toros, teatro, baile campestre, cafés, casas de baños de aguas dulce y salada, Instituto, escuelas públicas y privadas, navieras, bancas, agencias mineras, industrias, establecimientos de carros y carretas de transporte, carbonerías, fábricas de jabones…
El ejercicio de la pesca y navegación era totalmente libre. Cualquiera podía competir con los trabajadores de la mar con solo anotarse en la Cofradía. Los pescadores ya no iban a la pesca de la ballena y el bacalao, restringiendo sus capturas a las costeras del bonito, la sardina, el besugo y la anchoa. Solían alejarse de sus puertos entre 50 y 100 millas. Sus embarcaciones eran de madera, sin cubierta. Las que pescaban merluza, bonito y besugo eran las mayores. Las barquías y las traineras, las menores. En las primeras cabían hasta catorce hombres y un patrón y tenían tracción doble, manual y a vela. Su arboladura contaba con un solo palo y una gran vela, que, en apuros, solía cambiarse por otra más pequeña, llamada la unción. También se podía arbolar un tallavientos, que era un pequeño mástil con vela cuadrada.
En general, el marinero era hombre piadoso, que oía misa solemne los domingos y fiestas de guardar. Rezaba el credo al cruzar la barra y exclamaba ¡ Alabado sea Dios! al hacer su primera captura. Su atuendo habitual era la blusa, más corta que la de los trabajadores de otros oficios. Su gran lujo, un traje de pana o una chaqueta de mahón. Calzaba alpargatas en tiempo seco y almadreñas si esperaba que lloviera. La mujer vendía el pescado y reparaba las redes. Las bodas eran en tiempo de vendimia. Al novio le regalaban una barquía con todos los trebejos del oficio. Las mujeres vestían buena parte de su vida hábitos de la Virgen del Carmen o de San Antonio, en cumplimiento de promesas en las que el Cantábrico y sus temporales tenían mucho que ver. La mayor parte de las familias pescadoras cubrían malamente sus necesidades vitales cuando había pesca, sin ningún tipo de ayuda institucional que protegiera sus infortunios.

Después de aquella galerna…
Durante muchos días la prensa publicó noticias y reportajes sobre la galerna del Sábado de Gloria. En la prensa nacional, fue noticia de primera página hasta la inauguración de la Exposición Universal de París el primero de mayo. Un gran número de periódicos abrió suscripciones en favor de las familias de náufragos y fueron muchas las anécdotas divulgadas en diarios y revistas, muy sensibilizados frente a aquel temporal que había dejado a su paso más de mil huérfanos. Uno de los sucesos más divulgados fue el de la presencia en los acantilados de San Pedro del Mar de un sacerdote que daba la absolución y bendecía a los pescadores que intentaban mantenerse a flote, asiéndose a lo que quedaba de las embarcaciones, que se destrozaban contra las rocas mientras la mar los iba sepultando, sin que se pudiera hacer nada desde tierra firme por salvarlos. Días después el poeta cántabro Amós de Escalante escribía:
(…) Desde el salobre risco
de San Pedro del Mar, un sacerdote
les dio la bendición. Nada más grande
ojos humanos contemplar pudieron.
Conmueve la lectura de los emotivos reportajes, escritos tan al estilo de finales del siglo XIX, con conmovedoras descripciones de la agonía de los pescadores extenuados, profiriendo gritos estremecedores de petición de socorro.

Actos sociales y veladas benéficas
Periódicos y revistas de la época dieron cumplida cuenta de la gran cantidad de actos sociales que se organizaron en toda la geografía nacional para recabar fondos, que paliaran en parte la miseria económica en que quedaban los familiares de los náufragos. Hubo conciertos, festejos taurinos, funciones de teatro, zarzuelas, estudiantinas, rifas de objetos de arte… y, sobre todo, funerales magníficos precedidos de procesiones corporativas, amenizados por las orquestas y coros más famosos y la predicación de los oradores sagrados de más renombre. Era aquel un tiempo en que este tipo de celebraciones religiosas constituían verdaderos espectáculos de impresionante magnificencia, con un ritual muy del gusto del pueblo.
La prensa santanderina solía hacer una reseña de los actos benéficos organizados en Madrid y las principales ciudades españolas. Como ejemplo más noticiable, la función del primero de mayo en el Teatro del Circo Príncipe Alfonso de la capital del reino, que habían presidido, con un lleno total, los Reyes Alfonso XII y María de las Mercedes y la Infanta Isabel, Princesa de Asturias. También informaban de las ofertas desinteresadas de multitud de artistas y toreros de moda, Lagartijo y Frascuelo entre ellos.
El 10 de mayo hubo en Santander una velada benéfica literario-musical, organizada por el Ayuntamiento. Fue un verdadero acontecimiento. En el festival intervinieron con éxito rotundo los músicos, cantantes, poetas, escritores y periodistas de más renombre de la época. Pereda, Amós de Escalante, Olarán, Estrañi., Del Río, Menéndez Pelayo… acudieron a la invitación personal del Alcalde Tomás Agüero y leyeron, en los entreactos musicales, composiciones alusivas a la galerna del Sábado de Gloria. Doce años después, otra galerna importante azotó la costa cantábrica y El Atlántico, que era entonces el periódico cántabro de más tirada, editó un número extraordinario, en el que reprodujo todas las composiciones literarias leídas aquella noche del 10 de mayo de 1878. Esta vez, los fondos fueron destinados a las familias de los náufragos de otro galernazo, el del 25 de abril de 1890, que había causado la muerte a 55 pescadores del Cabildo de Santander.

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