jueves, 23 de diciembre de 2010

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS

Patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia


Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres eran Luis Martin y Acelia María Guerin. Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones. El Papa definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997 (Día de las misiones).
«Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he comparadoa los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones... Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido -. Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo.
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía -dice Teresa- una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA SANTA
- ¿Era una soñadora consentida? Lo pensó más de una vez. Teresa es una de esas personas que anduvo siempre como a la escucha de los latidos contradictorios de su corazón. No porque encontrara en él el más fascinante de los espectáculos, sino porque sabía que se jugaba la vida y el destino en cualquiera de los vientos contrarios que impensadamente podían sacudirle el alma. Se lo pregunta alguna vez y cuando más a solas está consigo misma: ¿No son un sueño esos tremendos anhelos míos? ¿De verdad que no lo son? ¿O serán una locura? Eso es: ¿no serán una locura?... Y clama desde lo hondo de su espíritu:
-Señor: si son un sueño o una demencia, dadme vuestra luz. Quiero ver. Quiero saber. Nadie mejor que Tú sabes que ando buscando la verdad, mi verdad.

-Escribe Von Balthasar:
Teresa tuvo que avanzar por entre todas las empalagosas cursilerías y falsificaciones. Tuvo que ir, recta como un huso, hacia la sencilla y desnuda verdad del Evangelio. Y en el Evangelio, tomado a dosis intensas y de manera muy libre y reflexiva, se encontró Teresa con el modelo vivo de la sencillez espiritual que andaba buscando como fundamente y base de su camino de infancia. No voy a tener que inventarme nada, se debió decir cuando descubrió esa piedra de filosofar que es el Evangelio para todo cristiano sin prejuicios. Me lo están dando todo hecho aunque, eso si, tenga que prescindir de muchas marrullerías espirituales que han servido para convertir la verdad del Evangelio en una falsa y rancia noticia de lo que fue la vida de Jesús..

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