Jesús fue crucificado entre dos criminales. Escrito arriba de él en la cruz decía: “ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”. Uno de los criminales se burlaba de Jesús diciéndole que si el era el rey de los judíos que se salvara a sí mismo y los salvara a ellos (a los dos criminales). El otro criminal le arengó diciendo: “¿No tienes temor de Dios cuando estas muriendo?” Nosotros merecemos morir, pero este hombre ningún mal ha hecho. Jesús acuérdate de mi cuando estés en tu reino” (Lucas 23.40-41). Le respondió Jesús diciendo “estarás conmigo hoy en el paraíso”. Esta es una solemne promesa. Al morir en la cruz, Jesús quitó nuestro pecado. Su sangre nos limpia de todo pecado. Lo único que tenemos que hacer es acercarnos a él. El criminal arrepentido reconoció que había hecho mal y le pidió a Jesús que se acordara de él. El no pidió perdón, simplemente le pidió que se acordara de él. Solo ese simple deseo fue suficiente para recibir la salvación eterna. Dios te ama y quiere que le conozcas. El creó al hombre como compañía. “Tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo para que todo aquel que en el crea no se pierda sino que tenga vida eterna y nunca muera” (Juan 3.16). Dios nos ha creado a cada uno de nosotros para cumplir su plan perfecto que nadie más puede hacerlo. Todos nosotros hemos pecado y nos hemos apartado de la gloria de Dios (Romanos 3.23). Cada uno debido al pecado, esta fuera del blanco. El pecado nos retiene de cumplir el plan perfecto de Dios para nuestras vidas. Según los estándares de perfección de Dios, es bueno. Únicamente Dios sin pecado es bueno. Debido al pecado, hay una gran separación entre nosotros y Dios (vea la sección 6 – El Mensaje Eterno ). Tratamos de llenar esa brecha a través de cosas como el deporte, los negocios, el legalismo religioso, el fanatismo religioso, los amigos, las fiestas, la acumulación de poder y las mansiones terrenales, las obras de caridad, las doctrinas de falsos profetas, el ocultismo, etc. Sin embargo aún así no estamos satisfechos. El vacío que experimentarnos dentro de nosotros mismos, a pesar de todos los logros terrenales, es el resultado de darle la espalda a Dios. Somos incapaces a través de mantenernos ocupados y llenos de falsa espiritualidad de llenar un vacío que solo Dios puede llenar. Jesús dijo, “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14.6). Jesús tiene el poder de hacer que las cosas estén en su lugar. El murió en la cruz del calvario para que nosotros, tú y yo, pudiéramos ser reconciliados con Dios (Colosenses 1.21, 22). Jesús, el mismo Dios vivo quien se encarnó en medio nuestro, tiene el poder sobre la muerte (Vea la Sección 5 – Evidencia Poderosa Sobre la Deidad de Cristo ). El dio su vida en la cruz. Al levantarse de la muerte, Jesús comprueba que ha roto el poder destructor del pecado. El nos ofrece el camino de regreso a Dios y a las abundantes bendiciones de Dios. El poder de Dios que levantó a Jesús de los muertos puede restaurar a cualquier de nosotros y quitar la mancha de nuestro pecado. Solamente a través del poder de Dios nosotros podemos vencer el odio, el alcoholismo, la depresión, el temor, la lascivia, el mal humor, la agresión y cualquier otro tipo de pecado. Al poner nuestra fe en Jesús y aceptarlo, permitirle que el entre en nuestro corazón, nos da el derecho de ser llamados hijos de Dios (Juan 1.12). De la misma manera en que el ladrón en la cruz le pidió a Jesús que se acordara de él cuando estuviera en su reino, le podemos pedir a Jesús que venga a nuestra vida con esta sencilla oración: “Jesús te necesito, ven a mi vida y guíame. Perdona mis pecados. Yo te entrego mi vida, hazme la persona que tu quieres que yo sea”. Si usted ha repetido esa oración, usted a partir de este momento tiene una relación personal con el Dios del Universo. Puede que no sientas nada diferente, pero no te preocupes, los sentimientos pueden ser engañosos. No se trata de una emoción pasajera sino de una relación eterna con Dios. Cuando pones tu confianza en Jesucristo, el viene a tu vida a través del Espíritu Santo y nunca te dejará ni te desamparará (Apocalipsis 3.20), (Hebreos 13.5), tu has sido perdonado completamente (Colosenses 2.14), ahora tienes el poder de Dios en tu vida para cambiar y mejorar (Lucas 10.19), puedes comenzar a experimentar el tipo de vida que Dios tiene para ti (Juan 10.10). 1Juan 5.11-13 nos dice que si tenemos al Hijo de Dios, entonces tenemos su vida. Pero que si no tenemos al Hijo de Dios, entonces no tenemos la vida. Una vez que hemos aceptado a Jesucristo, el nunca nos dejará (Romanos 8.38, 39). Las promesas de Jesús son verdaderas. Puedes verlo por ti mismo al entregarte a el ahora mismo y pedirle que venga a tu vida. Yo estuve muy involucrado con el yoga y la meditación mantra durante más de seis años. Ese tipo de prácticas no me trajo ninguna paz espiritual y me sentía vacío internamente. Solo después de aceptar a Jesús, mientras pensaba que ya era un cristiano y sin esperar nada a cambio de entregar mi vida a Jesús, me di cuenta de verdad que las promesas de Jesús son las que cambian vidas. En estos tiempos hay una gran hambre por la paz mundial, pero la paz mundial no vendrá hasta que nuestros corazones estén en paz con Dios a través de Jesucristo. Los ejércitos y los panoramas utópicos no traen la verdadera paz. Utopía significa “no hay tal lugar”. Solamente cuando la creación sea redimida a través de Jesucristo y regrese a su condición original, a un estado sin pecado, habrá la paz eterna. Sin Jesucristo todos somos criminales colgando en nuestras propias cruces. Con Jesucristo tendremos la transformación y la vida. |
Desde un espacio de mi corazón me gustaría dedicar a mis semejantes un sentimiento de paz interior en armonía con el latido de Gaia.A los seres de buena voluntad,animo a hallar nuestro propio camino en libertad.
sábado, 18 de diciembre de 2010
SALVADO POR LA SANGRE DEL CORDERO
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