sábado, 18 de diciembre de 2010

                                   Naciendo de nuevo

Jesús le dijo a Marta con relación a su hermano Lázaro que su hermano resucitaría (Juan 11:23). Respondió Marta: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final” (Juan 11:24). “Entonces Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? – Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:24-27).
Con lágrimas en sus ojos Jesús se acercó al sepulcro de Lázaro, una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús le pidió a la gente que removieran la piedra, le dio gracias a Dios por escuchar su oración para que la gente creyera que Dios le había enviado. Dicho esto, gritó con todas sus puertas: ¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. Si Jesús no hubiese llamado a Lázaro por su nombre todos los muertos del cementerio hubiesen salido. Le dijo a Marta que él es que resucita a los muertos.
Una noche oscura cuando Nicodemo, un líder fariseo, se acercó a Jesús diciéndole que sus milagros eran pruebas de que él había sido enviado por Dios, Jesús le replicó: “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Luego Jesús explica: “Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” (Juan 3:3, 5, 6). Es el tremendo poder de Dios el que levantó a Jesús de los muertos. Al creer y confiar en Jesús, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros transformando nuestras vidas y librándonos de la misma muerte.
En su segunda carta a los Corintios Pablo les informa: “Es cierto que fue crucificado en debilidad, pero ahora vive por el poder de Dios” (2 Corintios 13:4). Porque él vive tenemos la promesa y la seguridad de que también viviremos.
Pablo reflejando su preparación legal les explica: “De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre (Adán), también por medio de un hombre (Cristo) viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después cuando él venga, los que le pertenecen” (1 Corintios 15:21-23). “Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron” (1 Corintios 15:20).

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