martes, 21 de septiembre de 2010

Crear, interpretar, compartir

Un genio de la pintura cubista.

Un lienzo en blanco.

Gran expectación.

...

Coge el lápiz y... un trazo.

¡Ahhhhh! Todo ha cambiado. El lienzo con el trazo es el principio de algo...

Y otro movimiento, ¡y otro!

Cada trazo es un nuevo concepto, que con total mansuedumbre se suma a los anteriores para formar un concepto mayor, un concepto más completo.

Este concepto cada vez más perfecto a su vez se mezcla con el concepto de cada uno de los espectadores, los cuales a su vez lo aceptan como una nueva verdad que crean para sí mismos. Se hace patente la dualidad verdad exterior-creación interior. No existe lo uno sin lo otro.

¿Por qué al absorber cada nuevo concepto no hubo resistencia? ¿Por qué esta vez no se generó conflicto?

El último trazo; la verdad se ha mostrado. Murmullos... Ahora la creación ha pasado de la mente a las palabras, de la individualidad al intercambio. Tampoco esta vez existe violencia, no existe desencuentro. Los conceptos y las interpretaciones son respetadas.

¿Estamos en un mundo de armonía? ¿O quizás esto lo evaluaron distinto a cómo evalúan su día a día?

Un movimiento del pintor. Se hace el silencio...

Alarga el brazo y esta vez... ¡coge las pinturas!

Inspiración...

Visualización...

El silencio está gritando en la sala.

Un color, ¡si! ha sido seleccionado. La suerte está echada.

Un movimiento preciso y... ¡Ahhhhh! ¡Todo ha cambiado! Un nuevo concepto emerge, y una verdad mayor es creada dentro de cada uno.

Esta vez también el concepto fluye como en el paraíso de la creatividad, concreto como la vista pero libre como la interpretación.

Más pinceladas, y más. Cada verdad se entrelaza con la siguiente verdad, complementando primero, colmando después.

Ahora ya no importa que pueda tener un final, porque cada uno estará en disposición de dar por sí mismo una nueva pincelada...

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