miércoles, 29 de septiembre de 2010

GUARDIANES DEL GÉNESIS

Sin embargo, es necesario tener en cuenta las consecuencias de la ruptura doctrinal provocada par la Reforma. La teología protestante no rechazó la creencia en los ángeles. La actitud de Calvino es un reflejo representativo de la moderación y de la prudencia de la Reforma sobre este punto. Negándose a cortar con la tradición anterior, tiene por principio atenerse a los que Dios "nos da en su palabra". Desconfía de las especulaciones teológicas y de las visiones místicas, cuyas referencias escriturales son bastante discretas y poco explícitas: no hay que dejarse atraer por una curiosidad que la Biblia no puede satisfacer plenamente. Así, estima, aun cuando admirando su carácter sublime, que hay mucha charlatanería en la obra de Dionisio Areopagita.
Pero hay un punto sobre el cual se separa, si no de la teología de la Iglesia católica, por lo menos de una práctica coda vez más difundida: es a propósito del culto de los ángeles, que condena formalmente como todas las iglesias de la Reforma. 
Esta posición de principio no impide que se mantenga el interés por los ángeles en los países protestantes: basta con pensar en el lugar que ocupan en la obra maestra de Milton. 
En efecto la época de la Reforma coincide con un fortalecimiento de la piedad católica hacia los ángeles, que comienza con el siglo XV. La forma más contundente de esta evolución es el desarrollo de la devoción por el ángel guardián. Sus orígenes son lejanos, los textos de los Padres de la Iglesia hablan de la presencia constante al lado del hombre de dos ángeles, el ángel bueno, para protegerlo y el ángel malo para tentarlo y llevarlo a la perdición. El fundamento escriturario más común de esta creencia es la historia de Tobías (cuyo libro la Reforma considera apócrifo). Cuando va a dejar al joven Tobías, el misterioso compañero que le ha servido de guía en el viaje y que ha sanado a su padre de la ceguera revela su identidad: "Soy Rafael uno de los siete que estamos cerca del Señor". Angel protector del viajero, ángel médico, Rafael es una de las figuras que da consistencia a la idea de ángel guardián. Al final del siglo XIII, la leyenda dorada , precisa el campo de acción de ese amigo celeste: "Los ángeles son nuestros guardianes, nuestros asistentes, nuestros hermanos y nuestros conciudadanos, ellos llevan nuestras almas al cielo, representan nuestras oraciones frente a Dios y nos consuelan en nuestras tribulaciones... Todo hombre tiene cerca de él dos ángeles, uno malo para ponerlo a prueba y uno bueno para cuidarlo ". 
En el siglo precedente, ángeles combatientes habían sostenido a los Cruzados en su camino hacia el Santo Sepulcro como lo relata la Canción de Antioquía: "Ángeles por todas partes. Es como un vuelo de halcón que se cierne sobre nuestro ejercito y se lanza, temible, sobre los infieles. Un día hubo 30.000 entre nosotros, más blancos que las flores de la pradera . 
Pero es Rafael, quien condujo a Tobías durante su peligroso periplo, quien prefigura al ángel guardián, ese guía espiritual que alimenta la piedad a fines de la Edad Media. En 1409, un orfebre de Florencia funda, bajo el nombre de "Compagnia di Raffaello", una confraternidad dedicada a la educación religiosa de la juventud, lo que era una forma de explicar una de las misiones reconocidas al ángel guardián. La devoción por el compañero de Tobías se difundió particularmente en la Florencia del Quattrocento cuyos ciudadanos debían, con frecuencia, emprender peligrosos viajes de negocios a lugares lejanos. Los cuadros sobre este tema se multiplican en aquella época". 
El descubrimiento fortuito en una iglesia de Palermo en 1516, de un fresco que representa a los siete arcángeles con sus nombres hebreos, produjo una conmoción" una iglesia les fue dedicada en esa ciudad en 1523. El papa Pío IV decide, en 1561, dedicar a María y a los siete arcángeles la gran sala de las termas de Diocleciano, transformada en Iglesia por Miguel Angel. Un poco más tarde, la Iglesia, inquieta par la importancia tomada par cuatro arcángeles considerados apócrifos, prohibe el culto colectivo de los siete arcángeles, y solo conserva el de Rafael, Miguel y Gabriel. 
El porvenir parecía propicio al desarrollo del culto del ángel guardián anónimo. Casi en todas partes, en las Iglesias de la cristiandad se celebraban ceremonias a los "santos ángeles . Más tarde la fiesta de los ángeles se fijó el 29 de septiembre, para que coincidiese con la de San Miguel. 
La idea de solemnizar el culto del ángel guardián es de un obispo de Rodezi, Francois d'Estaing. Hace redactar primero, entre 1506 y 1510, un oficio del ángel guardián, por un franciscano, Juan Colombi, y lo hace aceptar, en 1514, por el clérigo diocesano. Luego lo somete a la aprobación de León X, que acaba de acceder al trono de San Pedro, recordándole que su lejano predecesor y santo patrón León el Grande, había dicho a los fieles: "estrechad los lazos de amistad con los santos ángeles". Por una bula del 18 de abril de 1518, León X autoriza entonces que se establezca la ceremonia del ángel guardián (que denomina propirus angelus, el ángel personal). Esta invención provoca una controversia y una parte del clérigo de la diócesis apeló a Roma. Fue necesario, finalmente, obtener una confirmación de Clemente VII, el 26 de noviembre de 1523, para que Francois d'Estaing, pudiese celebrar en Rodez, el 3 de junio de 1526, frente a una gran afluencia popular, la primera misa en honor de los ángeles guardianes. 
Esta nueva devoción conoció un éxito rápido y universal, en parte gracias al apoyo de la orden de los jesuitas, que ven en ella un media poderoso para estimular la piedad y facilitar la enseñanza de la fe y de la moral. 
Justamente, a un jesuita se debe la publicación en 1621 de una de las últimas síntesis doctrinales sobre los ángeles. La teoría deriva esencialmente de la escolástica medieval y, sobre todo, de Juan Escoto Erigena, campeón del nominalismo durante el siglo XIV. Para él, el ángel es relativamente próximo al hombre. El ángel y el alma no presentan, efectivamente, diferencias especificas en lo que toca a la estructura de sus facultades espirituales. La verdadera diferencia reside en que el alma necesita del cuerpo del hombre para constituir una substancia complete. Los ángeles pueden tomar apariencia humana para dirigirse a los hombres. Según Suarez, los ángeles piensan y reflexionan y reciben la iluminación de Dios. Va aún más lejos que sus predecesores, afirmando que la existencia de las jerarquías angélicas es objeto de fe, pero precisando que los nombres de los nueve coros podrían representar simplemente diferentes aspectos de los mismos ángeles. 
Pero ya ha pasado el tiempo de las especulaciones teológicas sobre la creación y la naturaleza de los ángeles y sobre su conocimiento de los misterios divinos. La literatura angelológica del siglo XVII se interesa más por su papel en el mundo y su presencia cerca de los hombres. Teólogos, místicos, simples fieles, están fascinados por esos seres incontables, omnipresentes, que no vemos nunca, que residen cerca de Dios, pero que atraviesan el universo para ocuparse de los asuntos de los hombres, asegurando una comunicación constante entre el cielo y la tierra y respondiendo así a una aspiración profunda del hombre: persuadirse de que existen intermediarios entre lo infinito de la divinidad y, luego, del cosmos, y él mismo. Sentir que no está perdido en la inmensidad, que hay siempre una escala de Jacob a lo largo de la que los "seres" suben y bajan, incansablemente, según una creencia que, a pesar de los esfuerzos de los teólogos, sigue impregnada de un sincretismo sospechoso. 
Como para asegurarse, la imaginación aumenta, se complace en ver ángeles presentes en los  episodios de la  vida terrestre de Cristo (fuera de los testimonios escriturales de la Anunciación y de la mañana de Pascua). Aparecen como piadosos testigos de la Visitación y de la Pasión. En 1604, el Padre Richeome 13 entre las meditaciones que recomienda, propone a los fieles imaginar a Maria visitando a Isabel. "Aquí el alma devota mirará ante todo la divina virgen preñada por Dios, atravesando los campos con la sencillez de una hija de Sión, a pie y en compañía de su esposo José, pero asistida par una gran multitud de ángeles como guardianes del que ella lleva en sí". 
El tema de la liturgia celeste, celebrada por los ángeles en adoración frente a Dios, rodeándolo de alabanzas perpetuas, encuentra una transposición en la convicción de que los ángeles están presentes en el sacrificio de la misa. Es lo que ascribe San Francisco de Sales. Es lo que muestra el decorado del techo de la sacristía del Gesú en Roma: sobre el altar, en el centro aparece representado el Santo Sacramento que los ángeles contemplan con fervor y éxtasis, en actitud de oración 4. Se trataba, evidentemente, de una manera de recordar la "presencia real", para contrarrestar las negaciones de la Reforma. 
Entonces, presentes cada vez que el sacerdote realiza el sacrificio del altar, los ángeles participan en los milagros que encontramos a lo largo de la historia de la Iglesia. Es así como Richeome  explica el transporte de la casa de María de Nazaret a Loreto. Invocando la fe que mueve montañas (1, Corintios, 13), ascribe: "Si con la fé, los hombres pueden realizar tales desplazamientos, ¿por qué no creer con la misma fe, que los ángeles, por la voluntad de Dios y con la fuerza que el mismo les concedió, hayan hecho esto'? Pues sabemos que el Ángel llevó al profeta Abacuc de Judea a Babilonia (Daniel, 14, 35) y lo volvió a llevar de regreso de Babilonia a Judea, más de veinte jornadas de camino en un instante. Sabemos que por la misma fuerza natural rueda la inmensa maquinaria de cuerpos celestes, de Oriente a Occidente y de Occidente a Oriente, con una admirable velocidad y constancia desde hace 6000 años en total, sin ninguna pena ni dificultad, esfuerzo macho más arduo que el de llevar una o varias veces una construcción de una región a otra, de Asia a Europa, de Nazaret a Esclavonia, y de allí a Italia, aunque sea un esfuerzo prodigioso y admirable par su rareza". 
Nótese que Richeome asocia los ángeles al funcionamiento normal del universo, que ellos hacen mover, concepción que no tiene ningún fundamento en la Biblia pero que mezcla extrañamente el recuerdo de las religiones astrales de Oriente y los mitos neoplatónicos sobre el cosmos. Pero los ángeles, garantes de las leyes naturales, son también los agentes de los milagros que, transgrediendo aparentemente dichas leyes, recuerdan a los hombres que ellas son leyes de Dios y expresión de su voluntad. 
"Ángeles del coro", asistiendo a la misa, los ángeles están también estrechamente mezclados a nuestra vida cotidiana. El Jesuita Pablo de Barry explica así a los fieles la devoción que hay que sentir par ellos: por el ángel guardián, evidentemente, pero por los ángeles de su parroquia, congregación, ciudad, provincia, a Miguel, Rafael y Gabriel, a todos los ángeles, en fin, de los que es necesario meditar sus cualidades, excelencia, belleza, poder, humildad, obediencia, paciencia, alegría y tristeza. 
Publicando en 1652, uno de los últimos tratados de teoría artística de la literatura italiana; el gran pintor Pietro da Cortona y el jesuita G. Domenico Ottonelli , retienen entre las imágenes licitas, la del ángel, autorizado por la Escritura y los Padres, a condición de que no despierte ninguna idea lasciva ni inconveniente , Cuentan como en 1640, en sus predicas en Florencia, un jesuita recomendaba a sus auditores que hiciesen pintar  una figura inventada por él y llamada advertencia del buen amigo " ("I'avviso del buono amico"). Se trata de una imagen que representa al ángel guardián, el buen amigo, acompañando a un joven en su lecho de muerte y mostrándole el peligro que el demonio le hace correr . 
En 1670, Louis Abelly, obispo de Rodez 20, invita a los fieles a no venerar solamente a sus ángeles guardianes, sino a todos los ángeles, ya que todos son intercesores. Es necesario venerarlos por su santidad "sobreeminente", el amor que sienten por nosotros, su poder de hacernos el bien. Es necesario ofrecerles respeto, afecto y gratitud, y manifestarles nuestra piedad realizando buena obras y cumpliendo con el sacrificio de la misa, guardando los días que les están dedicados y pensando en los lugares donde se les celebra particularmente. 
Podríamos resumir la piadosa literatura que refleja el clima de devoción sentimental en el que se desarrolla el culto de los ángeles, escuchando al gran orador sagrado del siglo XVII, Bossuet, pronunciar un sermón sobre los ángeles guardianes, el 1° de octubre de 1659, para la inauguración de la iglesia restaurada del noviciado de Feuillants. Apoyándose en San Agustin, Bossuet comienza por evocar la "santa sociedad", que los hombres forman con los ángeles: "Somos iguales puesto que lo que hace la dicha de los ángeles hace también la dicha de los hombres; puesto que bebemos los unos y los otros en la misma fuente de la vida que no es otra que la verdad eterna y puesto que podemos cantar en coro, en un admirable concierto, los versos del divino salmista: Todo mi bien es estar unido a mi Dios". Es decir, que existe una "alianza" entre los ángeles y los hombres, que se manifiesta por el doble movimiento de los ángeles que descienden de Dios hacia los hombres y que ascienden de los hombres hacia Dios. Bossuet muestra que el descenso de los ángeles se debe a su caridad. Vienen hacia nosotros para ejercer la misericordia que han recibido de Dios y que les da el deseo de liberar al hombre de las cadenas de la codicia y de la ignorancia, pidiendo, a cambio, únicamente oraciones. Entonces, regresan al cielo, "van a tratar nuestros asuntos, presentar nuestras necesidades, llevan nuestras súplicas y nuestras oraciones ... hacen reconocer nuestros pensamientos... Relatan los felices sucesos de sus cuidados y consejos ". Bossuet resume su pensamiento en la solemne advertencia que dirige a su auditorio: "Creéis no estar asociados sino con los hombres; sólo pensáis en satisfacerlos, como si los ángeles no os tocasen Cristianos, desengañaos: hay un pueblo invisible, al que estáis ligados por la caridad... Sed dignos de su amistad y pensad en conservar su estima. Y si sus beneficios no os afectan, si sois insensibles a sus buenas obras, temed por lo menos su indignación y cólera justa con la que vuestra ingratitud será castigada . 
Como están obligados también a llevar nuestros crímenes al cielo, nuestro "guardianes caritativos " pueden convertirse en nuestros "perseguidores", nuestros "ángeles exterminadores". Pero todavía es tiempo de "bañar de alegría la tropa invisible que nos rodea, que se regocijará si puede hoy llevar al cielo la  buena nueva de que la primera solemnidad de su nuevo templo será eternamente recordada por la  conversión de un pecador". 

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