martes, 21 de septiembre de 2010

¿Quién escribió la Biblia? Dios, no.

Investigación y elaboración por Martín A. Cagliani, estudiante de Historia y Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina

Desde la perspectiva de la fe, los libros del Antiguo Testamento de la Biblia, son atribuidos a Dios, con la ayuda manuscrita de aquellos autores que los firman. Pero los datos científicos e históricos modernos nos llevan hacia otras conclusiones, diferentes a las de la Iglesia.

El análisis objetivo de los textos bíblicos fue proscrito o al menos gravemente dificultado por la Iglesia católica durante casi dos milenios. Pero a mediados de este siglo, el papa Pío XII proclamo la encíclica Divino Afflante Spiritu (1943), en la cual animaba a los científicos y expertos a profundizar sobre las circunstancias de los redactores de la Biblia. Anteriormente, a la Biblia la interpretaban exclusivamente la jerarquía católica, que promulgo penas de excomunión y prisión perpetua para quien la tradujese a una lengua vulgar. Las versiones griega (de los Setenta, traducida del hebreo hacia el siglo III ac) y latina (Vulgata, traducida por san Jerónimo en el siglo IV dc), únicas aceptadas, aseguraban que la masa de los creyentes, que no hablaban ni leían latín ni griego, permaneciesen ajenos al contenido real de los textos bíblicos, pero la situación dio un giro capital cuando Martín Lutero, en su pelea con el Vaticano que desemboco en la reforma protestante, arriesgó su libertad al traducir al alemán el Nuevo Testamento, en 1522, y luego el Antiguo Testamento, en 1534. A la traducción de Lutero siguió, en 1611, una versión inglesa (la utorized Versión o Biblia del rey Jacobo). La primera versión en castellano llegó de la mano del protestante Casiodoro de Reina, que publicó una traducción de la Biblia en Basilea (1567-69); esta edición fue corregida posteriormente por Cipriano de Valera e impresa en Amsterdam en 1602. La edición de Valera era una versión textual de la Biblia (o sea sin añadidos de la Iglesia). En 1791 el padre esculapio, a pedido de la Iglesia española traduce la Vulgata al español pero con tantas interpretaciones y modificaciones que ni los propios redactores de la Biblia se habrían reconocido.

Los libros mas antiguos de la Biblia, que son el Génesis, Exodo, Levítico y Números se remontan al reinado de Salomón (hacia 970-930 ac). Los escribas son de dos tradiciones diferentes, están los y ahvistas y los elohístas. El Pentateuco o los cinco primeros libros de la Biblia tienen a Moisés como supuesto autor, pero en realidad son dos corrientes de escribas, ya que hay muchas historias que se duplican y contradicen al relatar los mismos hechos, usando estructuras de lenguaje distintas como el nombre dado a Dios: uno lo llama Yahve y el otro El o Elohim, de ahí el nombre que se dio a las dos fuentes. Los expertos creen que el autor yahvista vivió en Judá mientras que el elohísta los hizo en Israel. En algún punto de la historia ambas tradiciones se juntan y funden en una sola.

Lo mas aceptado por los expertos actualmente, es que hubo tres compiladores (yahvistas, elohístas y sacerdotal) que redactaron los cuatro primeros libros del Pentateuco y una cuarta fuentes, bautizada como deuteronomista, redactó el quinto libro. Queda así demostrado, por las grandes diferencias entre los autores, que Moisés no escribió la parte más fundamental de la Biblia.

El Deuteronomio y los seis libros que le siguen en la Biblia, los de los denominados Profetas Anteriores (Josué, Jueces, I y II Samuel y I y II Reyes) fueron escritos en Judá, probablemente en Jerusalén, durante el siglo VII ac, por la mano de un recopilador que se basó en tradiciones y documentos ya existentes para narrar las peripecias del pueblo judío desde su llegada a Palestina hasta la toma de Jerusalén por Nabucodonosor de Babilonia hacia el año 587. O sea que el Deuteronomio no fue encontrado por el sacerdote Jilquías bajo los cimientos del templo de Jerusalén en el año 622 ac. Según los expertos estos escritos fueron redactados para proporcionarle al rey Josías una base de autoridad en la que fundamentar su reforma religiosa, que centralizo la religión alrededor de un solo templo y altar, el de Jerusalén. Los dos últimos capítulos del libro Reyes fueron añadidos para actualizar el relato inspirado en Yahve, se intercalaron algunos párrafos para poder configurar profecías en un momento en que ya se habían producido los hechos, y se interpolaron textos con tal de readaptar el hilo conductor de la historia y el destino de Israel. Se cree que el recopilador y autor de la literatura deuteronomista pudo ser el profeta Jeremías, colaborador de la reforma religiosa que el rey Josías emprendió en el año 621 ac.

Los textos de origen sacerdotal que es detectable en Génesis, Exodo, Levítico y Números, fueron escritos, según el profesor R. E. Friedman, como una alternativa crítica a los textos reunidos del recopilador yahvista y el elohísta. Estas fuentes difieren en su concepción de Dios, es misericordioso y clemente para las dos primeras, mientras que para la otra Dios es "justo" no misericordioso o fiel, y principalmente, la fuente sacerdotal dice que únicamente se puede obtener el perdón de Dios a través de los sacerdotes, canal que no se utiliza en las otras dos fuentes (yahvista y elohísta). Muchos autores creen que la fuente sacerdotal se escribió hacia el año 538 ac. (regreso del exilio en Egipto). Pero Friedman cree que fue un sacerdote aarónida que escribió después del año 722 y antes del 609 ac, durante el reinado de Ezequíaz, monarca que emprendió una reforma religiosa centralizadora. Se instauro al sacerdote como intermediario y el poder perdonar las culpas mediante el recurso de la liturgia y el pago.

Por muy poco critico que uno sea es muy difícil ver la inspiración o autoría de Dios en textos que no son mas que la prueba de duros enfrentamientos por el poder, entre fracciones sacerdotales rivales que intentaban asegurarse los máximos beneficios posibles. No tuvieron escrúpulos en usar el nombre de Moisés o de Dios para dar autoridad a meros intereses personalistas, cuando no a claras mentiras, en relatar profecías sobre hechos ya ocurridos.

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