jueves, 4 de noviembre de 2010

UN ESPAÑOL INICIO LA CASA BLANCA

El 12 de octubre de 1792, la taberna Fountain Inn, en Georgetown, se convirtió en punto de reunión para gran parte de los habitantes de la futura capital federal. El ambiente era festivo y continuamente se escuchaban brindis y frases de júbilo. No era para menos. El grupo de hombres allí reunidos, entre los que se encontraban vecinos, curiosos y prohombres de la localidad, se disponían a asistir a un acto cargado de significado para la recién nacida nación de los EE.UU.: la ceremonia de colocación de la primera piedra de la “Casa del Presidente” (en aquella época todavía no se conocía como Casa Blanca). Cuando todos los organizadores del acto estuvieron presentes, el gentío se puso en marcha hacia su destino: un solar de la todavía inexistente ciudad deWashington D.C.
El grupo iba precedido por un distinguido número de masones de una logia de Georgetown, la nº 9 de Maryland. Y, precisamente, fue su Gran Maestro, Peter Casanave, quien tuvo el honor de oficiar la ceremonia, colocando la piedra angular y pronunciando una oración.
Lo más singular de aquella ceremonia fundacional –que daba el pistoletazo de salida a la construcción del primer edificio federal de la ciudad y que hoy es uno de los emblemas más reconocibles de los EE.UU.–, es que el hombre que la dirigió, el citado Peter Casanave, era español.
Aunque sus vecinos de Georgetown le llamaban Peter, aquel joven comerciante católico que se había ganado el aprecio la confianza de todos se llamaba en realidad Pedro, y había nacido en la región española de Navarra. Es muy posible que su apellido tampoco fuera Casanave, pues las escasas fuentes conservadas que hacen referencia a su persona lo citan como Casaneva, Casenave, Cazenave e incluso Casanova. Por desgracia, es muy poco lo que sabemos de él, a pesar de que, como veremos, alcanzó rápidamente el éxito social y económico en su patria de adopción.
Al parecer, Peter Casanave (le llamaremos así ante el enigma de su verdadero nombre) llegó a los EE.UU. en 1785. En su bolsillo sólo se contaban 200 libras, y el joven navarro apenas conocía la lengua de Shakespeare. Afortunadamente, contaba con inmejorables referencias: su tío, Juan de Miralles, había ejercido como enlace entre la Corona española y los insurgentes americanos durante la Guerra de la Independencia, jugando un destacado papel en la revolución americana, y ganándose por ello el aprecio y la amistad del mismísimo George Washington. Así pues, este parentesco debió abrirle a Casanave algunas puertas, y pronto estableció su primer negocio: un almacén en el que distribuía aceite, carne de cerdo española y polvos para el pelo. A aquel primer negocio pronto le siguieron otros, algunos bastante insólitos, como un “salón de baile nocturno para caballeros que no disponen de tiempo durante el día”.
Notley Young y su esposa, suegros de Peter Casaneva.
Unos años más tarde, en 1790, su situación había mejorado bastante, y se convirtió en agente de la propiedad, motivo por el que aparece en varios documentos de la época, en los que se le nombra como vendedor de terrenos de la futura ciudad de Washington.
Con una posición social ya afianzada, su siguiente paso en la comunidad fue pedir la mano de una joven católica de Georgetown, Ann Nancy Young, hija de Notley Young, próspero empresario de la ciudad que también se dedicaba al negocio de la venta de suelos. La pareja se casó en septiembre de 1791, en una ceremonia que ofició el obispo Carroll, tío de la joven. Aquel matrimonio conectó a Casanave con algunas de las familias más importantes del estado de Maryland.
En aquellas fechas, el español decidió ampliar aún más sus compromisos con la comunidad, y se convirtió en “agente” y patrocinador de los estudiantes que acudían al Georgetown College (hoy convertido en la universidad del mismo nombre). En dicho puesto se encargaba de administrar los fondos de los alumnos y cubrir sus gastos. En muchos casos, cuando los estudiantes eran extranjeros o carecían de recursos, él mismo se encargaba de pagar las cuotas de su propio bolsillo, de forma totalmente altruista. Al parecer, el propio Casenave fue alumno de la institución, a la que acudió para perfeccionar su todavía deficiente inglés, y más tarde uno de sus hijos, también llamado Peter, fue matriculado allí.
En 1793 el navarro dio un nuevo paso en su avance social, y se unió al Consejo Común de la Corporación de la ciudad. Apenas un año después, aquel joven navarro y católico –que había llegado a la nueva nación nueve años antes sin apenas dinero y con unas nociones mínimas de inglés– fue elegido alcalde de Georgetown, convirtiéndose en la quinta persona en ocupar el cargo.
Una fotografía de la Casaneva House (hoy desaparecida), vivienda en la que residió la viuda de Peter Casaneva.
Unos meses antes se había producido el episodio de la ceremonia masónica en la Casa Blanca, por lo que probablemente su pertenencia a la Hermandad se iniciara pocos años antes, estando ya en los EE.UU. Peter Casanave falleció en 1796, sin que sepamos exactamente cuál era su edad en ese momento. De cualquier modo, debía ser bastante joven, pues algunos testimonios que describen su participación en la inauguración de la Casa del Presidente apuntan que en ese momento rondaba la treintena.
Poco más sabemos de su vida. Algunas notas sobre él refieren que era el decimotercer hijo de un jurista y comerciante navarro. Una copia de su testamento descansa desde 1860 en los archivos de la Logia nº 5 de Potomac (la antigua Logia nº 9 de Maryland, de la que fue Gran Maestro).
Esta es la borrosa semblanza de Pedro Casanave, el comerciante español que, a finales del siglo XVIII, abandonó España para terminar convirtiéndose en un próspero hombre de negocios de EE. UU., Maestro Masón y quinto alcalde de Georgetown (la “semilla” de la actual capital del país). Y además, fue su mano, la que colocó la primera piedra de la Casa Blanca.

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